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GOBERNANDO ENTRE LA TRAICIÓN Y LA LEALTAD.


(Por Diego Martínez Estévez)

En la guerra fueron héroes; en la paz, políticos con fines diametralmente opuestos: los unos, ambicionaban para su país un gran desarrollo;  otros, individualmente y/o por grupos, simplemente esperaban hacerse del poder, en contubernio con representantes de la anti patria.

Una de las acciones más destacadas que tuvo el teniente Gualberto Villarroel al mando del Segundo Batallón del Regimiento Ayacucho, fue en la Batalla de Cañada Strongest. Ni una sola baja sufrió su unidad en esta lucha que duró seis días. En cuanto al invasor, por cada comandante capturado cayeron prisioneros tres soldados; esto es, alrededor de 320 Cuadros de mando, desde el grado de mayor, hasta el grado de “Clases”. Un verdadero record de captura por tan altísima desproporción, probablemente pocas veces o nunca sucedido en batalla alguna del mundo.

En la segunda semana de marzo de 1935, mientras Villarroel, al mando de su unidad combatía en Villamontes, el teniente Celestino Pinto, con su Regimiento Jordán, en su subsector de defensa en Camatindi situado a 15 kilómetros al norte de Boyuibe, derrotaba a dos Divisiones enemigas que pretendían perforar esa área para capturar Camiri; concurrentemente, más al norte, el esfuerzo principal de maniobra conformado por alrededor de 4 mil hombres al mando del paraguayo coronel  Franco, venía siendo diezmado por los fuegos de apoyo de morteros, cañones y obuses de la 7ma. División. Lo anecdótico del Regimiento Jordán, es que más de la mitad de los soldados eran nuevos y se aprestaban a “dar su revista” (examen). Nunca antes habían disparado su fusil; lo hicieron en pleno combate. El teniente Pinto, en esas primera horas de ataque infernal precedido por fuegos de artillería, fue herido en la cabeza desmayándose.  Cuando despertó, el Comandante de la 7ma. División, coronel Demetrio Ramos (durante el gobierno de Villarroel, sin su conocimiento y menos su autorización, junto a tres ciudadanos fueron fusilados en Chuspipata – La Paz y arrojados sus cadáveres al abismo), por teléfono le anunció que sería evacuado. Pinto solicitó permanecer en el puesto del deber y así herido impartió sus órdenes a través del teléfono de campaña que enlazaba a sus dos batallones. Ya no fue necesario el empleo del  Regimiento Colorados que como refuerzo, en vehículos y a paso forzado fue destacado desde Villamontes; el Jordán resistió y le provocó severas bajas al enemigo, batido además por el fuego directo de los cañones Schneider instalados en las máximas alturas adyacentes.

Hacemos un salto en el tiempo y encontramos a ambos héroes de la guerra, ocupando funciones claves: el teniente coronel Villarroel como Presidente de la República y el teniente coronel Celestino Pinto, en el cargo de Ministro de Defensa.

El día viernes 19 de julio de 1946, una gran turba heterogénea aleccionada por el Rector de la Universidad Mayor de San Andrés, su esposa profesora jubilada, el PIR (Partido de Izquierda Revolucionaria), la prensa oral y escrita, protestando por las calles y por distintos puntos de la ciudad, convergieron sobre la Plaza Murillo muy furiosos, porque la prensa difundió el contenido de un panfleto que daba cuenta la siguiente noticia falsa: “Al viril pueblo de La Paz. En la madrugada de hoy fueron ahorcados cobardemente en la Municipalidad de La Paz, 25 universitarios”. 

Las cajas de resonancia de este tipo de rumores eran los periódicos. “La Razón” y “Última Hora”, defensores de la Oligarquía minero – feudal, Bolivian Railway y PIR. Así cumplían la consigna acordada y planteada por el propio Rector de la Universidad Mayor de San Andrés, Héctor Ormachea Zalles: “Necesitamos que se maten estudiantes”.  Durante la guerra del Chaco, el gerente de Bolivian Railway fue descubierto cometiendo actividades de espionaje para el Paraguay; fue encerrado en prisión militar para ser fusilado, pero, tramoyas subterráneas lograron su liberación.

Tres universitarios se apoderaron de los micrófonos de radio “El Cóndor” e improvisaron un hecho dramático relatando que en cualquier momento serían acribillados por los soldados; uno de ellos lanzó gritos de dolor y se despidió de su madre. Al concluir su macabra mentira y que surtió efecto, abandonaron el local riéndose a carcajadas. 

Después de leer el libro titulado MISIÓN CUMPLIDA, del patricio cruceño Dionisio Foianini Banzer, amigo personal de German Busch desde el año 1930 y fundador de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, tenemos conocimiento que otro de los financiadores del Golpe de Estado contra el gobierno de Villarroel, fue la Standard Oil, que el año 1942 finalmente había logrado que el gobierno del general Enrique Peñaranda le indemnizara y en 1946, saboteaba para impedir que YPFB tendiera un oleoducto e instalara una refinería en territorio paraguayo, acordado preliminarmente cuando Villarroel viajó a Asunción para este propósito. Recordemos que esta empresa, desde el año 1924 contrabandeaba petróleo a la Argentina por Bermejo, para procesarlo y comercializarlo al mercado de este país; cuando estalló la guerra, fue el proveedor de combustibles y lubricantes para que la maquinaria militar motorizada paraguaya funcionase. Cayó en desgracia cuando sus instalaciones, maquinarias y derechos casi exclusivos para la exploración, explotación y comercialización del petróleo, fueron nacionalizados el 22 de octubre de 1936. 

Prosigamos.

En el palacio, el viernes 19 por la mañana, tres militares ministros salieron a uno de los balcones, agitando pañuelos blancos en señal de pacificación y en estas circunstancias fueron heridos; después se supo que los disparos provinieron de las ventanas del Hotel París y los autores, identificados. Dos de los oficiales, por presentar heridas leves fueron evacuados a sus domicilios, el Ministro de Defensa – José Celestino Pinto -  herido en el brazo, fue trasladado al hospital militar. 

Ante la exigencia venida de sectores opositores, casi a media mañana del día siguiente sábado 20 de julio, Villarroel recompuso su gabinete apartando a miembros del MNR; los nuevos ministros eran todos militares, entre ellos como Ministro de Defensa, el general Ángel Rodríguez. Lúcido estratega militar; durante la guerra ocupó el cargo de Jefe de Operaciones del Comando en Jefe del Ejército en Campaña.

Esa misma tarde, Rodríguez ordenó que los 14 tanques de guerra (adquiridos por el teniente general Germán Busch), fuesen retirados de las calles que convergen a la Plaza Murillo. Su orden fue extensiva para todas las unidades que cubrían puntos críticos de la ciudad. Así, el 21 de julio, el Palacio Quemado y por tanto, el gobierno constitucional del teniente coronel Gualberto Villarroel, quedó totalmente desprotegido, excepto la Guardia Presidencial de 24 soldados, que al mando del subteniente Federico La Faye Borda defenderían con su vida al Presidente, entre ellos, un niño, el Corneta Juanito Paniagua, que a medio día del domingo fue abatido con un disparo en su cabeza. 

El sábado 20  por la noche – el complot civil – militar para derrocar al mayor Villarroel ya estaba oficialmente acordado. Sólo quedaba exigirle que firmara su renuncia. Al otro día y a media mañana, cuando su nuevo Ministro de Defensa y en presencia de muchos oficiales le entregó su carta de renuncia para que estampara su firma. Villarroel, desalentado y sobre todo dolido por la traición de  su propio Ministro de Defensa, firmó el documento, pero no le delegó el mandato de la nación a Rodríguez como era el deseo acariciado por éste oficial (encontrándose en Chile como agregado militar durante siete años, publicó un folleto titulado: “Lo que yo haría”), sino, al Comandante en Jefe del Ejército, el general Dámaso Arenas. 

La gran multitud concentrada fuera del palacio ni se dio por enterada de su renuncia y aleccionando a los soldados del Regimiento Loa - cuyo Comandante tampoco le era leal a su Capitán General -  colocándose su quepí al revés disparaban sobre el palacio.  El comandante del Loa era el teniente coronel Arturo Armijo, compadre del mayor Villarroel; éste tenía planeado visitarlo en su cuartel acantonado en Corocoro. 

Entremedio del intercambio de disparos apareció un tanque de guerra que embistió la puerta de hierro por donde muchos ingresaron. Ante esto, lo que quedaba de la Guardia Presidencial y con sus municiones casi agotadas, se replegó al último piso. Los oficiales acorralados que eran pocos y apenas armados de revólveres y sin munición, antes de ser acribillados no tuvieron otra opción más que huir por el primer piso, por un hueco abierto a culatazos por los soldados, autorizado por el Comandante de Guardia para que sólo el personal ajeno al palacio se evadiera. Desde la ventana del piso superior  de la casona donde se encontraba el Banco Mercantil – calle Potosí – la esposa del capitán Balllivián  y sus padres observaban la salida por el forado de varios militares. La joven esposa no sabía que su amado esposo, el capitán Waldo Ballivián, había decidido proteger la vida del Presidente. No demostraron esta misma actitud, el resto de los cuatro edecanes.

El Presidente, su leal Edecán y el Secretario Luis Uría de la Oliva, se escondieron en la “Departamento de Eficiencia Administrativa” donde el Mandatario solía permanecer bastantes horas administrando personalmente las finanzas del país. En dos años y medio de gestión, había logrado ahorrar la suma de 36 millones de dólares, que después de su muerte, el nuevo gerente del Banco Nacional negó que existiese ese dinero; sin embargo, una investigación contable a cargo de un general dio con los recibos firmados por miembros del nuevo gobierno conformado por un triunvirato, dando constancia de haber recibido distintas sumas. Para esa época, 36 millones de dólares era una grandísima fortuna que sólo podía haber sido reunida por una eficiente administración.

Villarroel, de acrisolada honradez, siendo Presidente se mandó a confeccionar al crédito dos ternos….  a ser cancelado en dos meses.

Desde el pasillo y sin abrir la puerta, alguien disparó a la puerta de la Oficina Administrativa hiriendo de muerte al Presidente y su Edecán. El leal  Secretario, el abogado Luis Uría de la Oliva héroe de la Guerra del Chaco, cayó muerto detrás de su escritorio. El día anterior por la noche, un familiar suyo, ante la inminente caída del gobierno lo llamó por teléfono para que huyera, respondiéndole que “era imposible; abandonar a su jefe y amigo el Presidente Villarroel, sería traicionar a sus principios ideológicos”. Ante la insistencia del familiar y haciéndole recuerdo que tenía un hijo por quien responder, contestó fríamente: “precisamente por mi hijo y en su nombre debo quedarme”. Horas antes, en el margen de un telegrama que recibió de su familia, escribió: “El Divino Todopoderoso, proteja a mi esposa y a mi pequeño hijo Juan Luis”.

Actitud similar lo demostró uno de los edecanes del palacio, el capitán Waldo Ballivián Soria Galvarro. El viernes 19 no se encontraba de turno y pese a los ruegos de su esposa y suegros, se apresuró en salir de su domicilio. 

Noche antes- el sábado - el nuevo Ministro de Relaciones Exteriores, coronel Max España, quien a la sazón, durante la guerra había escrito el Diario de Campaña del Ejército, desde las escalinatas del Palacio y ante las acusaciones de “traidores” y amenazas de fusilamiento que gritaban algunos oficiales leales al Presidente, como el mayor Clemente Inofuentes, capitán Max Toledo y otros, arengó a la multitud presente invocándoles guardar LEALTAD a su camarada Presidente.  Le decían “El Pico de Oro”, por su gran cualidad oratoria. 

Debido a lo avanzado de la hora, todos se retiraron del palacio. El coronel España se dirigió al edificio de la Cancillería donde permaneció hasta el día siguiente.  

En el libro titulado EL ROSTRO DE LA FURIA, escrito por Enrique Rocha Monroy y refiriéndose al coronel Max España, se lee esto:

“Encontrándose en la Cancillería, tuvo que aguardar varias horas para salir de allí y solamente fue así cuando el Coronel Gonzales Doldán, Agregado Militar del Paraguay lo acompañó al asilo. En la Embajada lo encontró a Celestino Pinto, quien, al verlo empezó con un teatro delirante – Mi caballo… mi caballo… Quiero defender a Villarroel. España montó en cólera y a cinturonazo  limpio acusaba: ¿Por qué privó a las tropas de alimentos y municiones durante tres días? Sólo los carabineros del “Calama” lucharon hasta el último porque eran los únicos que usted no pudo desarmarlos”. El adjunto militar apaciguó los ánimos. Acompañó a Pinto a la misión diplomática de México, frente a la Embajada guaraní. No se sabrá nunca si fue la presencia de ese noble representante del ejército enemigo otrora en la romántica guerra que enfrentó a dos países hermanos o la tranquilidad de su conciencia; o ambas cosas, los que impulsaron al coronel Max España a renunciar al asilo y dirigirse  a pie hasta “El Diario” para dejar constancia de su resolución de permanecer en Bolivia, para someterse a cualquier juicio. Su casa le sirvió de prisión, de hospital y de cadalso. Tanto se familiarizaron con su enfermedad, que los guardias decomisaban las recetas y no dejaban que su médico personal lo viera; desde la puerta, a verlo grave, llamaron al Estado mayor, ellos mandaron un médico. Auscultó al coronel, le puso una inyección y desapareció. En la noche, el coronel Max España se sintió en capilla y pidió su última voluntad…”Muero en paz y no le debo nada a nadie”.

EL RESCATE DE LOS CADÁVERES.

La señora Virginia Aguirre viuda de Ballivián, en su obra titulada WALDO BALLIVIÁN, LEGENDARIA FIGURA DE LEALTAD” refiriéndose al rescate del cadáver de su esposo, nos relata:

“Aquella noche del 21 de julio de 1946, acordamos entre personajes que se brindaron con magnanimidad y maravillosa nobleza, robar el cadáver de Waldo, porque no se permitía recoger los restos e estos mártires. Subieron a la plaza Murillo, mi cuñada Mimí Ballivián de Gutiérrez, Angélica Monje de Iturralde. Fueron también a ese rescate mi primo José Rodríguez Rivas y un gran señor y amigo José Crespo Gutiérrez, enseñé desde pequeños a mis hijos a respetar  y admirar a este hombre que se jugó la vida sólo pro amistad.  Quizás subieron otras personas más pero no recuerdo. Todos ellos entre sombras, poniendo una escalera robaron el cadáver, fue su hermana quien lo desató y lo bajó ayudada por los demás. Lo trasladaron a una sala del Hospital Militar haciéndose pasar por un soldado cualquiera. …Después de 1952, el Ejército Nacional creó un Regimiento con el glorioso nombre del capitán Waldo Ballivián, desapareciendo sensiblemente en un gobierno militar (del general René Barrientos N. del A.).

Con referencia al rescate y entierro del Secretario Privado del Presidente, abogado Luís Uría de la Oliva, en el libro titulado VILLARROEL, escrito por el coronel Federico La Faye Borda, ex Comandante de la Guardia Presidencial entre los días sábado 20 y domingo 21 de julio de 1946, nos relata lo siguiente:

 …”recién el martes 23 de julio a horas 22.:00 y aprovechando el relevo de los guardias pudieron sus familiares retirar su cadáver de la morgue, a condición de también que llevar tres cadáveres más. Pues así se hizo, con tres movilidades, una de ellas con una bandera extranjera, pasaron por la plaza Murillo hasta llegar a la iglesia del Cementerio y depositarlos, a fin que no fueran sacados por turba alguna…… y al rato, familiares de los victimados, lo llevaron hasta la tumba donde actualmente reposan sus restos mortales…sin conocerse quiénes procedieron al entierro de los tres cadáveres restantes”. 

MILITARES EXTRANJEROS RESCATAN EL CADÁVER DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA.

En su obra, el coronel La Faye lo describe así:

Refugiada con sus dos pequeñas hijitas y ella embarazada en la sede de la Nunciatura  Apostólica….”Y es ahí donde el dolor inmenso de la familia Villarroel – López, escena magnificada solamente por Migue Ángel en “La Piedad”, pidió aquella acongojada mujer, que por piedad le dijeran algo sobre su esposa y entre las personas que les acompañaban, el representante diplomático religioso, Monseñor Gastón Mojainsky, le dio una clara explicación a la apenada viuda del Presidente Villarroel, cómo fue su entierro” y citando al libro EL ROSTRO DE LA FURIA, transcribe:

“Él está en el santo reino del señor, distinguida dama. Fuimos varios diplomáticos. Pude distinguir a Miguel Ángel Manzoni y Gonzales Doldán del Paraguay; Torres Gilgena y Víctor Fernández Bazán de la Argentina; Eduardo Garland Roel del Perú y Navarro Aceves de México. Los Agregados Militares sacaron otro cadáver por la puerta principal de la morgue, para distraer la atención de los guardias. Mientras discutían, el otro grupo por una puerta lateral condujo al Presidente Villarroel en posición de pie, andando como si se tratara de un ser viviente. Lo llevamos al Cementerio General y allí en la tierra cavamos una fosa. Enseguida se le rindió el homenaje”.

“Los Agregados Militares con uniforme de gala, saludaron militarmente durante varios minutos delante de su tumba de Mártir. Uno de ellos improvisó una oración fúnebre, finalizando así: “Si el Ejército de su patria lo ha abandonado, derrocado y no se le ha rendido ningún homenaje, el Ejército de los Libertadores, aquel Ejército Americano de Bolívar y San Martín, que conquistaron la independencia, rinde el homenaje de los pueblos a éste Mártir de la Independencia Latinoamericana””. 

“Pasadas tres decenas de años, el cadáver del Presidente Villarroel fue trasladado a la ciudad de Cochabamba, al lado de la tumba de su esposa, a petición de sus hijos. Pese haberse construido al final de la Av. Busch, donde justamente lleva aquella plaza el nombre de Villarroel, un colosal monumento y una rotonda subterránea para que descansaran sus restos mortales no fue posible aquello, quedando vacía tal cual fue construido dicho ornato público, con solamente el nombre de “Plaza Tcnl. Gualberto Villarroel”.

Con relación al Agregado Militar del Paraguay que en párrafos más arriba su nombre y apellidos se lee como Antonio Gonzáles Doldán, en realidad era el coronel Luis J. Gonzáles. En el grado de capitán lo encontramos participando en la Batalla de Villamontes, al mando de una unidad de artillería que con sus fuegos apoyaba el intento desesperado del Primer Cuerpo de Ejército paraguayo, por romper la primera línea defensiva boliviana. Junto a otros fue capturado y evacuado hasta la ciudad de Cochabamba. En esta situación la conoció a su futura esposa, la señorita María Martha Leonor de las Mercedes Quintanilla Suazo, sobrina del general Carlos Quintanilla, Comandante del Primer Cuerpo de Ejército, de julio a septiembre de 1932, luego de enero de 1935 hasta marzo del mismo año, Comandante del Sector Central, para ser finalmente, a la muerte del Teniente General Germán Busch,  alcanzar el alto cargo de  Presidente de Bolivia. El hermano más querido de Martha, el teniente Julio Quintanilla Suazo, fue herido dos veces y en su tercer regreso al Chaco encontró la muerte en Mandeyapecua, cuando el Cuerpo de Caballería, el 17 de abril de 1935 se lanzó a la contraofensiva en el Sector Central, logrando hacer retroceder al enemigo hasta Carandaití.

Concluida la campaña militar, el capitán Luis J. Gonzáles, formando parte de la comisión negociadora de límites volvió a Bolivia y se casó con Martha. Varios años después de haberse firmado la paz entre su país y el nuestro – 21 de julio de 1938 -  fue el primer Agregado Militar paraguayo en Bolivia, precisamente el año 1946. Su decidida participación en el rescate del cadáver del Presidente Villarroel y de su fiel Secretario Privado y el mismo día, el haber conocido y atendido en la embajada de su país a los refugiados políticos del  MNR, algunos de ellos fundadores de este partido como Carlos Montenegro ideólogo del Nacionalismo boliviano, Augusto Céspedes periodista de “La Calle” y Eduardo Monroy Block Ministro de Trabajo (sin embargo, días antes de la revolución de 1943, su conducta ética fue refutada por el general Salustio Selaya Ribera) , le cambió el rumbo de su vida. En esa época, Paraguay  venía siendo asolada por una larga dictadura por lo que decidió radicarse definitivamente en nuestro país donde había cosechado un amplio abanico de relaciones, entre ellos, en los círculos sociales militares, tanto así, que en el presente, algunos de ellos ya octogenarios, lo recuerdan como “El Pila Rodríguez”. Gracias a estos contactos tuvo el privilegio de acceder a los archivos de la guerrilla del Che Guevara, celosamente guardados en las catacumbas del Ejército y el año 1969, en coautoría con Gustavo Sánchez Salazar, escribieron el libro titulado EL GRAN REBELDE. CHE GUEVARA EN BOLIVIA; sus páginas contienen datos reveladores no consignados en otras obras. A Gustavo Sánchez lo conocen como “El Chino Salazar”, es amigo de Presidentes, ministros, políticos de todo tinte y militares; su medio hermano era el mayor Rubén Sánchez Valdivia, quien, después de haber sido  emboscado el 10 de abril de 1967, asombró a sus captores al ofrecer su vida a cambio de la liberación de sus soldados. Al otro día, cuando fue liberado, en Casa de Calamina lo esperaba un agente de la CIA, vistiendo el uniforme del Ejército de Bolivia y ostentando el grado de capitán; le pidió a Sánchez que le informara de todo cuanto pasó mientras se encontraba prisioneros; el Mayor, sin pensarlo dos veces le respondió que su informe lo elevaría a sus mandos militares y no, a un extranjero. 

Continuemos.

El militar paraguayo, al abandonar su carrera y venirse a Bolivia se dedicó al periodismo. Fue Director del periódico “El Diario y después, corresponsal de este matutino en Cochabamba. Escribió un libro titulado: PARAGUAY, PRISIONERO GEOPOLÍTICO. Tiene tres hijos, uno de ellos siguió sus pasos;  es de aquellos pocos que realizan investigación periodística.

A propósito de calidad intelectual. 

Para la época de la Guerra del Chaco y posteriores, los íconos de la intelectualidad militar eran el teniente coronel Gualberto Villarroel (entre otras cualidades desplegadas, en abril de 1938 fue el asesor para la explotación geopolítica del petróleo boliviano, a ser esgrimido como instrumento disuasivo en la mesa de negociaciones con el Paraguay y que finalmente derivaron en la victoria boliviana; a finales del año 1942 fue el primero en organizar un completo juego de guerra en la flamante “Escuela de Guerra” de Cochabamba) y los coroneles Max España y Carlos Soria Galvarro. 

Una decena de años atrás, la viuda del coronel Carlos Soria Galvarro decidió hacer entrega a otro militar a quien lo consideró como un digno heredero de la riqueza literaria acumulada por su compañero de vida, de todos sus libros.

En las jornadas que arrancan desde el viernes 19 al domingo 21 de julio de 1946, murieron alrededor de 60 personas; de éstos, muy pocos  de la tropa militar. La inmensa  mayoría de los actores eran ex combatientes de la pasada guerra del Chaco. Al interior del recinto, algunos oficiales leales a Villarroel desplegaban actos hasta de temeridad, como  fueron los casos del capitán Ronald Monje Roca y el teniente Carlos Téllez, que bajaban y subían entre los pisos para buscar sus blancos. No fue menos el mayor Clemente Inofuentes, ex comandante del imbatible sector de “Punta Brava” en la Batalla de Boquerón, el mismo que en una de sus botas escondió la pequeña Bandera Nacional y no se desprendió de ella durante su cautiverio trayéndola de vuelta a la patria, salvando así el honor de Bolivia. Aquella conducta leal y valiente, 14 años más tarde lo volvía a demostrar, esta vez defendiendo la vida de su camarada Presidente de la República que ansiaba para su patria sembrar las bases para un mejor porvenir y que lo venía logrando en tiempo record con relación a otros Mandatarios. No podemos soslayar la conducta del coronel Francisco Barrero, ex Comandante del Regimiento Murguía, feroz azote de las huestes del forajido paraguayo Plácido Jara, a cuyos miembros, cuando eran capturados, los mandaba a degollar y colgar sus cabezas de los árboles como escarmiento. El teniente Edmundo Nogales, de destacada actuación en la guerra; fue el refuerzo de su unidad que en Ñancorainza detuvo en seco al Segundo Cuerpo de Ejército paraguayo que constituyendo el esfuerzo principal de la maniobra de envolvimiento, esperaba aparecer en la retaguardia profunda de la plaza fortificada de Villamontes. En el gobierno de RADEPA se desempeñó como Ministro de Asuntos Campesinos, a quienes, el Mandatario había decidido poner fin a su discriminación y trabajo gratuito. Fue esta clase social la que llenó los distintos regimientos que combatieron en la guerra, por tanto y con toda solvencia moral, reclamaban no ser excluidos de sus derechos. 

No fue menos el capitán Alberto Taborga, Ayudante del coronel Manuel Marzana en la célebre Batalla de Boquerón. En el gobierno del general Enrique Peñaranda tuvo que exiliarse en Buenos Aires. El 9 de agosto de 1946, a través de la prensa hizo conocer una serie de hechos de corrupción cometidos por su administración y posteriormente al ser depuesto, su complicidad con el teniente coronel Celestino Pinto para derrocar a Villarroel. En una parte su extensa publicación, refiere:

…”y lo más grave general Peñaranda, ¿por qué ustedes, a mediados de 1945 solicitaron y consiguieron su alianza con el ex Ministro de Villarroel, José Celestino Pinto, para que éste, mediante un golpe de Estado se hiciera Presidente de la República?

¿Saben ustedes que tal maniobra de traición al pueblo de Bolivia fue frustrado por mí, desde Buenos Aires?”.

Con referencia a la actuación de la Guardia Presidencial. Su comandante, el subteniente Federico La Faye Borda, Abanderado del Regimiento Sucre, tuvo la oportunidad para salir del palacio con sus 24 hombres o sólo él, pues, tenía en su poder las llaves del grueso candado que aseguraba la puerta de ingreso al edificio presidencial. Reiteradas veces, oficiales del Ejército y también de la Aviación le imploraron a Villarroel que huyera y ante su tajante negativa, el subteniente gritó a sus soldados: “Orden de combate”, recibiendo como respuesta: “Orden de combate”  para enseguida bajarse las carrilleras, cargar y asegurar sus fusiles y dirigirse a sus respectivas posiciones para defender al Presidente. Les había advertido a sus leales soldados: “La guardia cae; pero no se escapa”. En toda una mañana de combate y hasta las primeras horas de la tarde, una cantidad indeterminada de bajas sufrió esta pequeña unidad.

Cuando el tanque de guerra rompió la puerta obligando a la tropa sobreviviente replegarse al tercer piso, un ex combatiente de la guerra del Chaco de profesión abogado que a la cabeza ingresó armado al palacio, reconociendo la valentía demostrada por el oficial, evitó que la turba armada lo masacrase y también a sus soldados. 

Para concluir con esta historia, por cierto inconclusa, señalar que a los actores de aquellos tres días de convulsión social y combates entre ex soldados de la guerra del Chaco, tuvo como desenlace el cruel asesinato de uno de los Presidentes más probos que tuvo Bolivia. Para entonces, el escenario ya no era la guerra internacional sino, la política  interna, que había logrado separar a la masa de militares, de lo más selecto de la oficialidad agrupada en la logia secreta denominada “Razón de Patria”, quienes, desde el grado de capitán a subteniente, allá en las lejanas tierras de Asunción, en un galpón donde permanecieron encerrados muchos de ellos hasta por tres años, habían jurado no detenerse ante nada  ni ante nadie, para cambiar el rostro de Bolivia. Sin embargo, más fuerte fueron los otros actores, dueños del poder económico, uno de ellos, la Standard Oil que no aceptaba su derrota al haber sido nacionalizada sus instalaciones y esperaba retomar la suculenta administración del negocio petrolero. Esta empresa transnacional, cuyas oficinas se encontraban en Nueva York, para materializar sus propósitos tenía por costumbre propiciar derrocamientos de gobiernos en alianza con actores locales; en el caso boliviano: intelectuales, latifundistas, los tres poderosos mineros, la empresa privada y el Partido de Izquierda Revolucionaria que en alianza con el gobierno de EE.UU., veían fantasmas nazis hasta en los excusados del Palacio. 

La guerra los unió y la política no menos cruel, los separó en bandos distintos, donde las miserias humanas y la lealtad, afloraron muy nítidamente.

Además de perder la vida cuatro inocentes y del modo más horrible, ¿quién más perdió? Al perder a su líder principal, perdió el Estado la posibilidad de despegar en su desarrollo, que Villarroel venía abordándolo estructuralmente y en sólo dos años y medio de gestión. Sus principales obras, insertas en las reformas a la Constitución Política del Estado de 1945  y decretos subsiguientes, inspiradas en la Carta Magna de 1938 promulgada por el “varón de los varones” German Busch, fueron entre otras:

- La igualdad jurídica de los cónyuges.
- La igualdad delos hijos legítimos e ilegítimos.
- La investigación de la paternidad.
- El régimen económico y hacendario que antes no figuraba.
- Declaró que la educación es la más alta función del Estado.
- En el régimen indigenal reconoció  y garantizó la existencia legal de las comunidades indígenas.
- El dominio del Estado sobre las riquezas naturales, las aguas lacustres, fluviales y medicinales, así como todas las fuerzas físicas susceptibles de aprovechamiento económico. Tan contundente declaración provocó enconadas reacciones de los afectados (Standard Oil, empresarios mineros, terratenientes; hasta entonces dueños, de los recursos estratégicos del Estado).
- Creó la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia…
- Llevó a cabo personalmente concurriendo al "Primer Congreso Indigenal de Bolivia", posesionando a Francisco Chipana Ramos (ex estafeta del teniente Germán Busch) como su Presidente. En una parte de su discurso, Villarroel anunció: “Será necesario abrir unos cincuenta mil pozos artesianos para que haya abundancia de agua y traer máquinas para entregarle al indio”.. .”abriremos hartas escuelas”…En otro documento gubernamental, se lee: “El Artículo 5to ha abolido el pongueaje, mitanaje (cocinera de la familia del patrón) y servicio gratuito de los indios...”El hombre no puede servir nunca de pongo y la mujer, jamás de mittani aunque el patrón quiera pagar en plata o en oro; los patrones, que se sirvan ellos mismos”...
- Prohibió a ministros, diputados y senadores intervenir en los negocios o gestiones que realicen las empresas privadas, con el fisco.
- Dispuso que el sistema universitario elaborase su “Estatuto universitario único”.
- Financió el oleoducto Camiri a Cochabamba.
- Retomó la idea de German Busch y viajó al Paraguay para acordar el tendido de un oleoducto e instalación de una refinería en este país. 
- Financió la construcción del hospital obrero.
- Efectuó los primeros desembolsos para el asfaltado del camino Cochabamba – Santa Cruz.
- Inauguró la construcción del Hospital Obrero de La Paz.
- Continuando con las gestiones emprendidas por el gobierno de German Busch, sufragó los estudios para la construcción del ferrocarril Yacuiba – Santa Cruz  y el gobierno argentino financió la construcción de las líneas, por tramos y luego su posterior equipamiento. Bolivia pagó a la Argentina estos préstamos entregando petróleo.
- Similar gestión continuó para la construcción de la vía férrea: Corumbá – Santa Cruz, pagando con petróleo los estudios que demoraron 15 años.
- Villarroel, tan aficionado que era para el estudio y las matemáticas, personalmente administró las finanzas del país, llegando a ahorrar  la suma de 36 millones de dólares que los iba a emplear en diversas obras de desarrollo nacional.

Su filosofía de gobierno era: “No soy amigo de los ricos; pero, soy más amigo de los pobres”… Traicionado por sus propios camaradas, con honrosas excepciones,  por los pobres entregó su vida. 

NOTA:
Descripción de algunas imágenes.

EN LA PARTE INFERIOR y de izquierda a derecha: Tcnl. José Celestino Pinto, General Ángel Rodríguez, Sbtte. Federico La Faye Borda, Cnl. Max España, Agregado Militar del Paraguay Cap. Luís J. González con su esposa; un tanque Fiat Ansaldo, disparando se dirige a la puerta de hierro del Palacio para embestirlo. EN LA PARTE DEL CENTRO: El Abanderado del Regimiento Sucre Escolta Presidencial, Sbtte. La Faye y el Cnl. Max España, Comandante de la Región Militar No. 1, luego, el 20 de julio - 46, nombrado Canciller de la República; el Edecán Cap. Waldo Ballivián con su caballo y él mismo, colgado de un farol. No aparecen en el cuadro fotográfico, las imágenes del Secretario Privado Luis Uría de la Oliva y del periodista vocero del Palacio, Roberto Hinojosa, también Director del periódico "Joven Bolivia"; ambos, también fueron colgados en faroles de la Plaza Murillo.

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