// Comentario introductorio pertinente del Cnl. Diego Martínez
Estévez. // Foto: Obra del argentino De Gandía cargado con descabelladas
y tremendas falacias, con el objetivo de propiciar la separación del
departamento boliviano de Santa Cruz.
En su tenor, el lector encontrará alusión al libro titulado:
HISTORIA DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA, que era parte del plan argentino para
dividir Bolivia. Este libro fue distribuido en el Paraguay, entre los prisioneros
de guerra bolivianos. Añadas después, dicha obra le sirvió al cruceño
Carlos Valverde Barbery, de marco teórico para escribir sus libros titulados:
“Hablemos de Federalismo”, “La nación de la llanura y su derecho a ser
independiente”, con el propósito de justificar la creación de la República de
Santa Cruz y que el año 2008 en particular y con el apoyo de la embajada
norteamericana.
El autor de este artículo a través de esta publicación, también revela pruebas
sobre las estrechas relaciones militares y por extensión políticas, que durante
la Guerra del Chaco sostenían entre sí, Paraguay y Argentina.
Por el Dr. Sergio Julio Nerguizian, para El Ojo Digital
Sociedad e Historia. E-mail: sjnerguizian@hotmail.com / http://www.elojodigital.com/contenido/9058-el-plan-argentino-para-dividir-bolivia-noventa-mil-muertos-por-un-petroleo-que-jamas-
Paraguay fue arrasado como floreciente potencia regional
cuando la sociedad entre Brasil, Uruguay y Argentina hizo el trabajo sucio del
plan de su Graciosa Majestad Inglesa para esta porción del continente.
Cuando comienza el conflicto, en la Argentina hacía ya
cuatro meses que un militar estaba a la cabeza del Poder Ejecutivo. Por medio
del eficiente sistema de burla de la voluntad popular conocido como
"fraude patriótico", el General Agustín Pedro Justo había llegado al
poder al frente de una alianza de conservadores, radicales alvearistas y
socialistas presuntamente independientes. Aquel ingeniero egresado de la
Universidad de Buenos Aires, hacía meses que participaba en el diseño de un
plan de operaciones urdido en las discretas salas del Estado Mayor del
Ejército. Allí se planificaban las necesidades de logística y equipamiento que
requeriría el apoyo franco al Paraguay, en base a munición, transporte,
alimentos para el personal destacado en el frente de batalla y aún, las líneas
de crédito blando y poco rigurosas que sostendrían la aventura. En una carta
diplomática, el embajador del Paraguay en nuestro país, declara: "El Dr.
Saavedra Lamas (canciller de Justo) no sabe absolutamente nada de mis arreglos
con los ministros militares (argentinos)". Cuando se refiere al
Presidente, lo define como "noble y generoso amigo del Paraguay".
En el Estado Mayor del Ejército argentino, comienza a tomar
fuerza una idea para forzar el desencadenamiento del conflicto. Un grupo de
paraguayos, disfrazados como elementos del ejército boliviano, atacarían una
posición argentina, obligando a nuestro país a entrar en combate. Para llevar
adelante la maniobra, se envía a un joven oficial a Formosa, la frontera
caliente del teatro de operaciones que se está montando. En octubre de 1932, el
embajador paraguayo le informa a su presidente que la cooperación argentina
está en marcha y que en opinión del recientemente designado Gobernador
formoseño es "perfectamente factible la ejecución de las indicaciones del
Mayor Perón, secretario del Ministro de Guerra". El espionaje boliviano
toma nota del plan en marcha y el Presidente se queja ante un diplomático
extranjero: "El Gobierno argentino ha concentrado fuerzas en las fronteras
bolivianas a fin de dar una mano al Paraguay en caso necesario, previo un
incidente que se provocará.
El espionaje paraguayo en Bolivia es costeado por la
Argentina y ha sido muy eficaz contra nosotros". En pleno desarrollo del
conflicto, ya se advierte que buena parte de las existencias de munición y de
armas de Argentina ha terminado en brazos paraguayos. Un documento boliviano
secreto lo denunciaba sin vueltas: "El plan de guerra fue estudiado y
decidido por el Estado Mayor General del Ejército argentino. El General
Vaccarezza, amigo personal del presidente Justo, vino a inspeccionar los
preparativos en todas las líneas y el Teniente Coronel Schweizer vigiló la
ejecución, mientras que cien suboficiales y clases del ejército argentino militan
en las líneas paraguayas".
Como Bolivia contaba con una moderna fuerza aérea,
conceptuada como la más poderosa del subcontinente, una comisión argentina
viajó a Francia para equipar a su similar del Paraguay. Se dijo, incluso, que
inicialmente algunas operaciones aéreas fueron llevadas a cabo por personal
argentino. El fiel embajador paraguayo le escribe a Ayala, su presidente:
"Los materiales bélicos son transportados, en un principio, por buques de
guerra argentinos a puertos de la costa argentina indicados por mí, donde los
hace retirar nuestro gobierno y también clandestinamente desde los arsenales de
Zárate a Asunción, con salvoconductos provistos por la prefectura
argentina".
Desde febrero de 1932, el Mayor Perón es la mano derecha del
Ministro de Guerra de Justo. Cuando abandona la función nueve meses después, ha
urdido una red de contactos y compromisos que resultarán vitales para la
evolución del conflicto. El embajador paraguayo, en cada comunicación a su
Presidente, le encarece máxima discreción, sugiriendo incluso que el cónsul en
Formosa quede al margen de las maniobras. Cada vez que en algún informe se
reporta algo, enfáticamente agrega: "Según me aseguró el Mayor
Perón". La Comisión argentina para la compra de armamentos en Europa tenía
autorización para comprar materiales con destino al Paraguay. El contacto en
Europa era un personaje muy conocido en la época infame, un individuo tan capaz
como intrépido, que convenció a los militares argentinos acerca de la calidad
de sus relaciones. El fabricante de armas Fritz Mandl había heredado una
empresa que llegó a ocupar a 25.000 obreros y constituir un importante
proveedor del ejército nazi en su Austria natal. Acostumbrado a ofrecer
suculentas comisiones, había construido un imperio suficientemente atractivo
como para que Adolph Hitler se tentara con expropiarlo.
Durante la Guerra del Chaco, los negocios con argentinos le
proveyeron ingresos relativamente importantes y una simpatía por nuestro país
tan intensa como para elegirlo como su refugio sereno en el exilio. En octubre
de 1938, desembarcó en nuestro país con su familia, su Rolls Royce y 700
toneladas de oro en lingotes que fueron depositaron convenientemente en el
Banco Central. Después de algún tiempo, compró una propiedad monumental conocida
como "el Castillo", en un bello paraje cordobés de La Cumbre,
covertido hoy en una hostería. Pero los planes de Don Fritz de reanudar en la
Argentina la fabricación de armas, alarmaron a los servicios de Estados Unidos
que, desde ese momento, comenzaba a desplazar a Inglaterra de su puesto de
nación influyente en América del Sur. Terminó sus días en la misma ciudad
austríaca en que había amasado su fortuna, en 1977. Dijo de él, en 1942, el
diputado socialista Mario Bravo: "El hombre vinculado a los contratos de
armas y a quien yo denuncié como el gestor de las coimas y documenté todas esas
cosas, no sólo robaba en connivencia con los fabricantes para beneficiarse él
en los contratos argentinos, sino que también robaba en los contratos
realizados para el Paraguay".
Los oficiales argentinos del Estado Mayor seguían con
preocupación la suerte vacilante de los países empeñados en la mayor carnicería
humana de la historia de América. Habían conocido por entonces las teorías que
sostenían con vehemencia el rol de las tareas de información y desinformación
como instrumento de guerra. Debían crear las "condiciones culturales"
para tornar legítima la violencia bélica y fundar en afirmaciones racionales y
verosímiles "la continuación de la política por otros medios",
citando la célebre frase del general prusiano Karl Von Clausewitz. Pronto,
tuvieron al hombre indicado para encomendarle la tarea: era un joven talentoso
que a sus 24 años de edad integraba la Academia Nacional de Historia, y que
tres años después había participado de la fundación del Instituto Nacional
Sanmartiniano en 1933.
La luminaria detectada se había revelado como historiador de
buena prosa y concentración en asuntos que al Gobierno le parecieron afines y
compatibles con el perfil requerido. En efecto, cuando corre el último año de
la guerra, ya había publicado la "Historia del Gran Chaco" (1929),
"Límites de la Gobernaciones Sudamericanas en el siglo XVI" (1933) y
"Los Derechos del Paraguay sobre el Chaco Boreal en el siglo XVI"
(1935). Sorprendentemente, acepta el ofrecimiento de escribir una obra
destinada a alentar la formación de una nueva nación con parte del territorio
de Bolivia. En pocos meses, el proteico Enrique de Gandía saca a la
consideración pública su libro "Historia de Santa Cruz de la Sierra. Una
nueva República en Sudamérica". Pronto, la diplomacia de argentina y
paraguaya dan amplia difusión internacional a la insólita propuesta; incluso,
en la misma Santa Cruz de la Sierra donde instalan una idea secesionista que
habría de perdurar hasta nuestros días: "La Guerra entre Paraguay y
Bolivia ha demostrado que los pobladores de Santa Cruz de la Sierra no desean
seguir formando parte de la nación boliviana y que aspiran a erigirse en
república independiente".
El historiador boliviano Gerardo Irusta considera que la
obra cumplió la función instrumental que se le asignó en el conflicto:
"Fué financiado y costeado íntegramente por los intereses argentinos que
estaban en juego en la guerra". Vale la pena reproducir la franqueza con
que el autor se despacha en el prefacio de su libro: "Este libro es la
historia de una Nación cuya independencia será algún día una realidad. La nueva
República, que en un futuro próximo podrá contarse entre los demás Estados de
la Améerica del Sud, llámase Santa Cruz de la Sierra. "Ella será la
consecuencia lógica del final de la cuestión de límites entre Paraguay y
Bolivia, y su creación representará la libertad del último pueblo que aún
permanece sujeto en el Nuevo Mundo". Finalmente, obsérvese la resonancia
con acontecimientos recientes en este último párrafo que transcribimos:
"Santa Cruz de la Sierra, junto con el Beni, está llamada a ser una
República independiente, entre Paraguay, Brasil y Bolivia, con un futuro lleno
de halgadoras promesas".
Un documento interno de la Standard Oil of New Jersey
afirmaba que los planes de la Compañía sobre el petróleo de Santa Cruz tendrían
un curso más rápido y favorable si pudiese negociar con la "Nueva
República Independiente". En 1936, un bisnieto de Cornelio Saavedra recibe
el Premio Nobel de la Paz por haber inspirado la firma de un Pacto Antibélico
por parte de 21 naciones y en particular, por su hábil mediación para poner fin
a la Guerra del Chaco. Habían transcurrido tres años de un conflicto que
enfrentó a 250 mil bolivianos contra 150 mil paraguayos. Durante el desarrollo
del drama, Carlos Saavedra Lamas organizó un grupo de naciones limítrofes con
los países involucrados (Perú, Chile, Argentina, Brasil -el ABCP-) a fin de
mantener la neutralidad y promover el armisticio. El plan de la Cancillería
argentina, al lograr que en Buenos Aires se firmase el acuerdo de paz, ponía
límites al mismo tiempo a la influencia de Estados Unidos, país ansioso por
desalojar a su Madre Patria del rol de potencia dominante en la región. Pero la
guerra sólo dejó devastación. El mar subterráneo de petróleo se esfumó como un
mal sueño. La oligarquía argentina había jugado una vez más a ser el escudero
complaciente de Inglaterra.
El 27 de Abril de 2009 se firmó en nuestra capital el
acuerdo definitivo de límites entre los actores del conflicto. Casi setenta y
cuatro años atrás, Bolivia y Paraguay habían enterrado al último de los 90 mil
inocentes sacrificados en el altar de las multinacionales del petróleo.
Pregunta doctor Sergio Julio Nerguzian.
ResponderEliminarNo refutaré su comentario, pero, esta es mi pregunta:
Usted ha leído la respuesta que hizo don Plácido Molina Mostajo (cruceño)con respecto al libro de Enrique de Gandía titulado: "Observaciones y Rectificaciones a la Historia de Santa Cruz de la Sierra. Una nueva República en Sudamérica"?...le invito a leer.
Además usted, en forma dañina, sigue el discurso de que nosotros los cruceños somos separatista.
Lea amigo este libro, ya que en su momento (1935) don Plácido Molina Mostajo, refutó a Enrique de Gandía.