Fuente: Aclaraciones Históricas Sobre la Guerra del Pacífico - Roberto
Querejazu Calvo. // Foto: Aniceto Vergara Albano y Mariano Donato Muñoz. Marzo,
1866.
Mientras ocurrían los sucesos de Chiloé, Valparaíso y Callao, Vergara Albano y
Walker Martínez estrecharon sus intimidades con Melgarejo y campearon su
simpatía chilena por los salones de La Paz. Con el alejamiento de aguas del
Pacífico de los cañones españoles se desintegró tácitamente la alianza de
Chile, Perú, Ecuador y Bolivia. Renacieron los intereses antagónicos de los
cuatro países. Renació la codicia chilena por el guano de Mejillones. La buena
voluntad con la que llegó a la república altiplánica don Aniceto Vergara Albano
para liquidar el conflicto de soberanía en Atacama de acuerdo a los
planteamientos bolivianos, se trocó en actitud d3 regateo a favor de las
ambiciones de sus compatriotas.
Se complicó el asunto con la aparición en La Paz del Barón Arnous de la
Rivière, que como representante del capitalista francés Lucian Armand (miembro
de la Cámara de Diputados y dueño de un astillero en Burdeos), hizo
proposiciones de compra de la riqueza guanera boliviana. Vergara Albano vio con
desasosiego las actividades de un individuo que estaba abriendo los ojos sobre
el valor de las covaderas. Trató de desacreditarlo. Sembró dudas sobre su
título nobiliario y respecto a la existencia del capital que decía representar.
El aristócrata galo, en vez de resentirse, buscó la amistad de su gratuito
detractor. Le hizo comprender que unidos conseguirían más del gobierno
boliviano que haciéndose competencia. El ministro chileno reconoció las
ventajas de tal proposición y aceptó el compadraje.
Vergara Albano y De la Rivière propusieron entonces a las autoridades
bolivianas que se les encomendara buscar juntos una fórmula por medio de la
cual la riqueza guanera de Mejillones, en vez de ser motivo de discordia entre
dos repúblicas vecinas y hermanas, hiciese la felicidad y fortuna de las dos.
Melgarejo y Muñoz aceptaron, entusiasmados con el anuncio de que su paupérrima
administración iba a ser pronto tonificada con importantes ingresos
provenientes de un territorio que Chile tenía ocupado y de que, además,
Monsieur Lucian Armand podrían hacerles importantes préstamos.
Los compadres se pusieron rápidamente de acuerdo. Todo el guano sería comprado
por Armand y el resultado pecuniario de las operaciones se lo dividiría entre
los gobiernos de Bolivia y Chile. Aprobada la idea por Melgarejo, el barón
viajó a Santiago con el fin de conseguir la anuencia chilena. Llevó una carta
del señor Vergara Albano al canciller Álvaro Covarrubias que decía: "La
Paz, 16 de mayo de 1866. Por lo que toca a la formalidad del contrato, Melgarejo
encarga a su ministro Muñoz Cabrera que se someta en todo a lo que se acuerde
allí, que se vea con usted y que firme el documento. Sobre las cantidades que
Bolivia debe recibir recomiendo a usted que sea Chile tan generoso como pueda,
porque debemos gratitud a este gobierno, que se encuentra muy apurado de
fondos. Esa generosidad nos será bien compensada en la cuestión de
límites".
El Gobierno de Chile siguió el consejo de su agente diplomático en La Paz. Se
mostró "generoso". Consintió en recibir sólo una mitad de la riqueza
de la que había tomado posesión sin derecho alguno y en que la otra mitad fuese
a manos de quien era legítimo dueño de su totalidad.
La partición salomónica del guano del litoral boliviano, a la que se llegó como
resultado del contubernio del ministro chileno, Aniceto Vergara Albano, y el
negociante francés, Barón Arnous de la Rivière (como representante de su
compatriota Lucien Armand), aceptada con beneplácito por los gobiernos de
Bolivia y Chile por considerar la solución más adecuada a la controversia que
sustentaban desde 24 años antes sobre la propiedad de las covaderas, marcó la
pauta para encontrar la fórmula de una amistosa liquidación de su problema
territorial.
La iniciativa al respecto partió del negociador boliviano, el abogado Mariano
Donato Muñoz, Secretario General del gobierno de Mariano Melgarejo y, como tal,
encargado del manejo de las relaciones exteriores. El 3 de junio de 1866, le
propuso al diplomático chileno el deslinde de soberanías en el desierto de Atacama
de la misma manera que se había deslindado la cuestión de los guanos:
dividiendo lo disputado por mitad. El paralelo del grado 24 de latitud sur
sería la línea de separación entre las dos repúblicas. La dificultad radicaba
en que en la parte chilena, al sur del paralelo 24, no había nada más que arena
inservible. En' cambio, al norte, en la parte boliviana, entre los paralelos 24
y 23, los cateadores chilenos y de otras nacionalidades venían descubriendo
salitre, plata y otros minerales. ¿Cómo hacer equitativo el deslinde? Don
Donato tuvo una idea feliz. El Gobierno de Bolivia cedería al de Chile la mitad
de todo lo que recibiera como renta fiscal por impuestos cobrados a los
explotadores de esos productos, como lo había hecho con la riqueza del guano. El
Gobierno de Chile, por su parte, se comprometía a ceder al de Bolivia el 50 por
ciento de lo que eventualmente pudiera percibir por la explotación de los
recursos que llegaran a descubrirse en el área que pasaba a su soberanía. Chile
podría nombrar interventores en el puerto de Mejillones (que Bolivia se
comprometía a habilitar) para controlar el monto de su participación. Bolivia
podría hacer lo mismo en puertos chilenos si algún día se exportaba algo del
territorio comprendido entre los grados 24 y 25.
En otras palabras, el señor Muñoz propuso que entre los grados 23 y 25, el
guano y todo ingreso fiscal por explotación de otros recursos, se dividiría por
igual entre los gobiernos de las dos repúblicas. Pero, como toda riqueza en
covaderas, salitre y minerales quedaba en la parte boliviana (grado 23 y 24) y
nada se había descubierto, ni se descubrió después, en la parte chilena (grado
24 y 25), lo que en realidad ofreció fue partir solamente bienes bolivianos.
La largueza del señor Muñoz al hacer semejante proposición estaba en
consonancia con los principios enunciados por el gobierno de Melgarejo en
sentido de que las fronteras de Bolivia eran "meras líneas
matemáticas" y todo americano, con sólo pisar suelo boliviano, adquiría
los mismos derechos que los nacidos en él, con la sola excepción de los de
elegibilidad para los tres cargos públicos más altos: Presidente de la
República, Presidente de la Corte Suprema y Presidente del Congreso.
Era de suponerse que el gobierno de Santiago quedaría más que satisfecho con
las "bases" presentadas por el inefable don Mariano Donato Muñoz.
Pero no fue así. Dándose cuenta de cuán inexperta y romántica era la
administración del caudillo tarateño, trató de sacar aún mayores ventajas. El
canciller Álvaro Covarrubias instruyó a su ministro Vergara Albano que
procurase el traslado de la negociación de La Paz a Santiago y que Melgarejo
remitiese a su agente diplomático en la capital chilena, señor Juan Ramón Muñoz
Cabrera, "facultades tan latas y liberales como fuese posible, tanto para
modificar las bases en su parte esencial, como para los diversos
pormenores". Le avisó que se tenía interés en incluir en el acuerdo una
cláusula que eximiese de todo derecho a los productos que Chile introdujese por
el puerto de Mejillones. Otro interés era conseguir la liberación del pago de
impuestos a favor de los chilenos que explotaban riquezas en el litoral
boliviano.
Melgarejo que se sentía honradísimo por haber sido obsequiado con el título de
"General de División del Ejército Chileno" (como también lo fueron
los mandatarios del Perú y Ecuador, en señal de reconocimiento por haberse
puesto al lado de Chile en la guerra contra España), no negaba nada a Vergara
Albano. Envió plenos poderes a don Juan Ramón Muñoz y éste, el 10 de agosto de
1866, firmó con el Ministro Covarrubias el tratado de límites.
El pacto estableció: 1) que el paralelo 24 de latitud meridional constituía la
línea divisoria de las soberanías de Bolivia y Chile; 2) que los guanos de
Mejillones y los que se descubriesen en el futuro entre los grados 23 y 25 se
dividiría por partes iguales entre las dos repúblicas; 3) que se dividirían en
igual proporción, los derechos de exportación que se cobrase por los minerales
extraídos de la misma zona; 4) que Chile controlaría con interventores los
ingresos recaudados en la aduana boliviana de Mejillones para cobrar su parte;
5) que Bolivia haría lo mismo si se establecía alguna aduana en la costa
chilena del grado 24 al 25; 6) que quedaban libres de pagar derechos de
exportación los productos del territorio comprendido entre los grados 23 y 25,
que se sacasen por Mejillones; 7) que se liberaba del pago de todo derecho de
importación a los productos naturales de Chile que se introdujesen por el mismo
puerto.
Los dos señores Muñoz, cuya escasa habilidad negociadora es visible en el
tratado, pero cuyo patriotismo no puede ponerse en duda, actuaron con la
principal mira de que Chile se retirase de Mejillones. Para conseguirlo,
estuvieron dispuestos a pagar cualquier precio.
Historiadores bolivianos han afirmado que el tratado de límites de 1866 provocó
una inmediata y general protesta en todo el país. Eso no es evidente. La
impresión general fue de alivio, al saberse que se había recuperado una
importante porción del litoral que muchos daban por definitivamente perdida.
Por eso es que don Donato y don Juan Ramón disputaron entre sí su paternidad.
Melgarejo cortó la competencia declarando en una carta al señor Muñoz Cabrera:
"Todo o su mayor parte es obra del señor Vergara Albano". El muy
bruto añadió en un discurso: "Cuando el arreglo de límites, le dije al
señor Vergara Albano que si quería para Chile todo el territorio cuestionado
así lo pactase y él ha sido más generoso que nosotros".
En la Asamblea Nacional de 1868 el tratado recibió aprobación unánime. Don
Mariano Baptista Caserta dijo de él en 1874: "La justicia no ha de negarse
a nadie. El tratado del 66 en cuanto a límites no se presta a los extremos de
una reprobación iracunda. Teniendo en cuenta los antecedentes, partió, en transacción
bastante equitativa, nuestra cuestión territorial. Chile se mantenía pertinaz
en el grado 23, detentando nuestras riquezas actuales y arrebatándonos las
expectativas de otras mayores. Por el tratado nos restituyó esos territorios.
Nos devolvió Mejillones, sobre cuya reivindicación se volvían principalmente
los deseos y los esfuerzos del patriotismo".
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