Por: Luis Oporto Ordóñez / FUENTES | VOL. 9, Nº 39, AGOSTO
DE 2015. / Este artículo fue publicado inicialmente en Archipiélago. Revista
Cultural de Nuestra América. Vol. 17, No. 64, pp: 51-53. México, Universidad
Autónoma de México.
La Independencia patria se alcanzó luego de 16 años de cruenta
guerra con España. Un proceso que se inició en el territorio de la Real
Audiencia de Charcas, en 1809, pero que paradójicamente fue la última en
culminar el anhelo de libertad e independencia, pues logró consolidarlo
formalmente recién el 6 de agosto de 1825.
En ese dramático proceso independentista combatieron con
similar denuedo, ofrendando la vida a la patria, hombres, mujeres, incluso
niños, de distinto origen social siendo muchos de ellos criollos (españoles nacidos
en América) y mestizos, al igual que miles de indígenas originarios, zambos,
esclavos, pardos y morenos (negros).
La historiografía tradicional ha hecho mayor énfasis en
analizar la lucha emprendida por la elite criolla, y ha dejado en segundo plano
la participación popular, a pesar que ésta fue determinante para el triunfo de las
fuerzas patriotas. Sin su concurso, sencillamente no habría patria.
LOS ORÍGENES
Los deseos de Independencia se remontan a mucho más antes
del emblemático año de 1809. En 1730, la sublevación de Alejo Calatayud en
Cochabamba es un ejemplo del espíritu levantisco en Charcas.
En 1776 la Corona de España impuso un nuevo Sistema
Económico Colonial, caracterizado por la imposición del
régimen de Intendencias de Provincia y de Ejército, dando fin al viejo Estado
Imperial Español diseñado por el Virrey Francisco de Toledo en las colonias de
Abya-Yala, denominada genéricamente “América”.
Esta medida reformista provocó un temblor social que estremeció
la base misma del Imperio español en América. Rebeliones indígenas incendiaron
el horizonte en 1780, con la tenaz oposición al nuevo régimen impuesto por la
Corona. Tomás Catari, cacique de Chayanta pagó con su vida el levantamiento
indio, asesinado de forma aleve en la quebrada de Chakatilla por sus captores,
cuando era llevado a prisión. En 1782 la rebelión fue aplastada a sangre y
fuego con el ajusticiamiento de los líderes guerreros aymaras y quechuas como
Túpac Amaru (José Gabriel Condorcanqui), Túpac Katari (Julián Apaza) y Dámaso
Katari. La misma suerte corrieron las bravas mujeres guerrilleras, Bartolina
Sisa (La Virreina) y Micaela Bastidas. El corolario de la sublevación continuó
en el altiplano aymara lacustre, hasta 1783, cuando los últimos caudillos
fueron igualmente destrozados en cuatro partes.
Sólo entonces la Corona Española logró poner en vigencia la
Real Ordenanza para el Régimen de Intendencias y Ejército en sus colonias. En
el ínterin, España había sido invadida por el ejército de Napoleón, deponiendo
al Rey Fernando VII. Como paradoja de la historia, el desacato surgió en el
seno mismo del Imperio, rebelándose sus súbditos que eligieron representantes
en la Corte de Cádiz, oponiéndose a la tiranía.
La secuela de esta inusual acción llegó hasta las colonias,
donde surgieron nuevas voces de rebeldía desde la despreciada raza española
nacida en las colonias, debido a la ancestral prohibición de ceder los niveles
de gobierno a esos nuevos actores políticos que clamaban por protagonismo.
Vientos de libertad y rebelión contra el León de Iberia La
llama de protesta surge vigorosa desde la sede de la Real Audiencia de Charcas,
la ciudad de La Plata, deponiendo a su Presidente pero jurando lealtad al Rey, expresando
el magistral silogismo de los rebeldes “Viva el Rey, muera el mal gobierno”.
Leal por un lado, rebelde por el otro.
En la ciudad de Nuestra Señora de La Paz, se conformó una
Junta Tuitiva abiertamente revolucionaria, liderada por Pedro Domingo Murillo y
sus conjurados. Impusie ron un gobierno criollo, deponiendo a las autoridades e
implantando por primera vez un régimen independiente del todo de España. Los
realistas aplastaron toda forma de gobierno criollo independiente y ahorcaron
en plaza pública a los libertarios. Las cabezas de los insurrectos coronaban
las picas a la salida de las ciudades, como escarmiento para otros alzados.
Pero la sed de libertad e independencia no cesó y empezó a
abrazar, una a una a las posesiones de la Corona Real. El Virreinato del Río de
la Plata (1810), el Virreinato de Nueva España (1810), el Virreinato de Nueva Granada
(1810) y el Virreinato del Perú (1812).
EL EJÉRCITO DEL IMPERIO
El Imperio Español envió un Ejército continental de 17.000
plazas para hacer frente a la guerra por la independencia. Ese ejército llegó a
tierras americanas con la gloriosa honra de haber derrotado y expulsado a los invasores
franceses. Parte de ese Ejército llegó al Perú, dirigido por mariscales y
coroneles de alcurnia y rancio abolengo, como José de la Serna, Joaquín de la
Pezuela y Jerónimo Valdés, héroes en la guerra contra los franceses. Entre los
jefes españoles destacó José de Canterac, militar francés al servicio de
España, que arribó a América con 3.000 plazas.
Curiosa fue la conformación del ejército realista, pues entre
sus jefes militares estuvo la crema y nata del criollaje, entre ellos Pío
Tristán, José Manuel Goyeneche,
Pedro Antonio de Olañeta (terrateniente peruano nacido en
España), Francisco Xavier de Aguilera, temibles realistas que se mantuvieron
fieles a la corona española, y otros como Agustín Gamarra, Andrés de Santa
Cruz,
Carlos Medinaceli y José Ballivián, que se pasaron al bando
patriota.
Desde el norte, territorio de la Gran Colombia bajó un ejército
patriota, al mando de generales venezolanos. Simón Bolívar y su lugarteniente
Antonio José de Sucre, quien brillaría con luz propia en la batalla de
Ayacucho, donde le fue conferido el Mariscalato. Joven militar, Sucre, liberal
como el General Bolívar, tuvo a su conciencia otorgar la autoridad para formar
gobierno en Charcas, al que los criollos nominaron de forma oportunista como
‘República de Bolívar’. Dada ya la independencia, el 6 de
agosto de 1825, Sucre fue el primer presidente de la Patria, en su condición de
delegado del Libertador Simón Bolívar.
Desde el Sur, subió raudo, otro ejército no menos valiente y
temerario que el colombiano. A su mando estaba el General José de San Martín,
acompañado en las gestas libertarias por generales criollos como Bernardo O’Higgins,
cuyas luchas dieron lugar a la independencia de Chile y el Perú.
GUERRILLAS Y REPUBLIQUETAS
Las tropas españolas fueron combatidas por temibles ejércitos
criollos, subestimados por sus enemigos que los veían como una simple ‘turba’,
sin preparación ni pertrechos. Los denominaron despectivamente como “Las
Montoneras”, pero a la postre tuvieron que rendir las armas
y estandartes del Rey ante sus aguerridos comandantes.
Los jefes montoneros eran latifundistas que abrazaron la causa
de la Independencia y dispusieron para ese noble propósito los recursos de sus
haciendas y las almas que las habitaban, logrando controlar inmensos
territorios a los que dieron incipiente organización militar y administrativa.
Así se erigieron, a lo largo y ancho del territorio de la Real Audiencia de
Charcas, célebres Republiquetas autónomas. El método de lucha era la guerrilla,
que posibilitó asestar duros golpes a las tropas imperiales.
En La Paz, el cura Ildefonso de las Muñecas instaló su cuartel
general en Larecaja, desde donde combatió a los españoles enviados del Cusco,
Arequipa y Lima. En ella combatieron también los hermanos Gregorio, Victorio y Martín
García Lanza. En Cinti, desde su Republiqueta el patriota Vicente Camargo
amenazaba Cotagaita, puerta de ingreso a Potosí, celosamente resguardada por
tropas españolas. En Chuquisaca se formó un ejército al mando de Manuel Ascencio
Padilla, que se hizo fuerte en Tomina y La Laguna, entre los ríos Grande y
Pilcomayo. Desde este bastión controlaba Chuquisaca y garantizaba la ruta expedita
para que pasaran los ejércitos argentinos. En Chayanta, dominaban el medio
geográfico, Betanzos e Ignacio de Zárate.En Tarija, Eustaquio “Moto” Méndez,
Camargo, Medinaceli, Francisco y Manuel de Uriondo, colaborados por el
legendario General Martín Güemes desde Salta, hacían estragos a las tropas
españolas. En Cochabamba, se levantó la fortaleza de Ayopaya, región donde se
formó un formidable ejército de cochabambinos, dirigido por José Miguel Lanza.
José Antonio Alvarez de Arenales, armó su cuartel general en Mizque y
Vallegrande. Controlaba los caminos que unían a Cochabamba, Santa Cruz y
Chuquisaca.
El bravo comandante Ignacio Warnes García, combatió bajo el
ejército argentino en Tucumán y Salta. Belgrano lo designó Intendente de Santa
Cruz de la Sierra. Luego de su derrota en la batalla de La Florida, se unió a
las tropas de José Antonio Alvarez de Arenales. Murió en la batalla de Pari.
¡Cuánta sangre joven ofrendaron esos temerarios patrio-tas!
Apoyados por la inmensa masa formada por indios quechuas y aymaras, escribieron
las páginas más gloriosas de esa gesta.
INDÍGENAS
Tanto los ejércitos patriotas como los españoles, contaron
con el apoyo de tropas indígenas, casi siempre como “carne de cañón”. Leales
hasta la muerte, mostraron su valor y determinación por la causa que abrazaron.
El Cacique quechua de Chinchero, Mateo García Pumacawa, y
Manuel Choquehuanca, fieles a España, desolaron a sangre y fuego las
poblaciones aymaras, apoyando a las tropas del Gobernador Manuel Quimper y
Goyeneche, con 20.000 plazas reclutadas en Arequipa, Lampa,
Azángaro, Tacna, Cusco, Pucara, Guancané, que ingre-saron
por el Desaguadero para liberar a La Paz del cerco indígena de 1811.
Por su parte los ejércitos patriotas comandados por criollos,
estaban conformados mayoritariamente por mestizos e indígenas, incluso esclavos
pardos y morenos, como aquellos liberados por Warnes, que pasaron a engrosar
las tropas patriotas.
En el cerco de La Paz participaron entre 15.000 y 19.000 indios
aymaras y quechuas de La Paz, que combatieron al mando de comandantes criollos
y mestizos. Las tropas indias estaban situadas en Pampahasi, pero se extendían
por Pequepunco, Palca, Cohoni, Potopoto, Coroico y Zongo. Estaban comandados
por Juan Manuel de Cáceres y los caciques Titicocha, Santos Limachi, Vicente Choque,
Pascual Quispe, entre otros.
A esas tropas se sumaron, posteriormente, el ejército de
cochabambinos, al mando del comandante Esteban Arze, que presionó sobre Oruro
con el concurso de indios que fueron calificados por los españoles como ‘muchedumbre
de caballería’ y ‘agolpamiento de naturales’.
Venían de los confines de Tapacarí, Sacaca y Chayanta, a los
que sumaron 5.000 indígenas de Arque.
En las Republiquetas la composición de las tropas era similar.
A Juana Azurduy de Padilla le acompañaron siempre sus fieles indios. Entre
éstos destacó el más fiel que pudo tener, el poeta quechua Juan
Huallparrimachi, que pereció defendiendo a su comandante.
En las tierras bajas citamos como ejemplos notables a los
indios Canichanas de la Misión de San Pedro, los Caciques Juan Maraza, Pedro
Ignacio Muiba y su lugarteniente José Bopi.
LA EPOPEYA DE EL VILLAR: LA CORONELA JUANA AZURDUY DE
PADILLA
Las mujeres protagonizaron los actos de mayor valentía, dada
su condición de vulnerabilidad. En la Coronilla de Cochabamba, las madres,
esposas e hijas de los patriotas, presentaron batalla ante el enemigo, azorado
pero igualmente cruel ante la arremetida femenina. La historia del 27 de mayo
de 1812 fue escrita con la sangre de esas valientes mujeres.
En el sur, otra mujer libró las memorables batallas de
febrero y marzo de 1816, oportunidad en la que las tropas de criollos e indios
derrotaron a lo más granado del ejército español que fueenviado contra Padilla
y su esposa Juana Azurduy.
El Virrey Joaquín de la Pezuela envió 800 plazas para
reforzar las fuerzas realistas del General J. S. de la Hera, al que se sumaron
las del Mariscal de Campo Miguel Tacón, del Coronel Francisco de Aguilera; de
Vicente Sardina (que brilló en la guerra de España contra Napoleón); del
Comandante Felipe Rivero, las piezas de artillería del comandante Espartero, y
las 500 plazas del Escuadrón de Notables organizado por tropas del coronel Manuel
A. Tardío. En la tropa de 800 plazas del comandante Cueto, 40 eran fusileros y
30 lanceros; el resto eran indios de la región. Les apoyaba el comandante
cochabambino José Serna con 40 fusileros y 2.000 indios.
Esa era la gloriosa composición del Ejército español. El
General de la Hera soñaba con un triunfo anticipado sobre las ‘Montoneras’ y
‘Gavillas’ de Padilla y Azurduy, tropa patriota formada por 200 fusileros y
4.000 indígenas armados de hondas y makanas. La heroína Juana Azurduy tenía
bajo su directo mando 30 fusileros criollos, 200 indios y una guardia de
amazonas.
En El Villar Juana Azurduy alcanzó la celebridad. El 12 de
marzo de 1816 las tropas patriotas derrotaron a las del coronel P. Herrera,
quien estandarte en mano rechazaba los ataques patriotas con “raro valor, pero
agotadas las descargas, siendo vana la resistencia a la bayoneta, terminó
aquella sangrienta acción por la más implacable carnicería”. El ejército de
veteranos que había entrado triunfante en La Paz, Puno, Cochabamba, Arequipa y
el Cusco; que se había llenado de laureles en Villcapujio, Ayoma y Sipesipe;
sucumbió ese glorioso 12 de marzo de 1816.
En el fragor del combate Juana Azurduy de Padilla arrebató
la gloriosa insignia del comandante Herrera. Ante esa hazaña el general Manuel
Belgra no recomendó se le otorgase el grado de Coronela de los Ejércitos, que
se oficializó por Decreto de Juan Manuel de Pueyrredón, Director Supremo de las
Provincias del Río de la Plata, el 13 de agosto de 1816.
HÉROES OLVIDADOS
En ocasión de conmemorar el primer Bicentenario de su Independencia,
Bolivia lo hizo en un contexto político, administrativo y cultural muy
diferente a cualquier otro año. Como resultado de un largo proceso, se ha
gestado el Estado Plurinacional que integra a todos los habitantes de Bolivia,
que en los hechos ha reconocido por primera vez a los pueblos indígena-
originario-campesinos como actores sociales con capacidades legales para formar
parte de este Estado.
La Independencia debe entenderse como un proceso que ha
generado una relación dispar y compleja entre aquellos habitantes originalmente
dueños del territorio, con los nuevos rectores del destino nacional, que en 1825
fueron los hijos de los antiguos españoles.
Debe entenderse también como un proceso que tiene sus raíces
en un pasado inmediato signado por la rebelión indigenal, en el lapso temporal
de 1780 a 1783.
La historia de ese proceso de 16 años debe recoger la gesta
de los aguerridos guerrilleros que formaron las Republiquetas, bastiones
inexpugnables que detuvieron el avance colonial. Junto a estos patriotas, están
los héroes indígenas cuya participación fue determinante en el desarrollo
exitoso de la guerra por la Independencia de Charcas y América.
Si bien la historiografía tradicional invisibilizó sus nombres,
no obstante sus hazañas fueron registradas en los Anales de la Historia de
forma indeleble. Lo propio sucedió con los guerrilleros, de los cuales
únicamente José Miguel Lanza logró ingresar a la administración del nuevo
Estado. Ni la heroína Juana Azurduy de Padilla, coronela de los ejércitos
patriotas, fue llamada a aportar con su concurso al desarrollo de la nueva
patria, a pesar de haber perdido en esa guerra cruenta a su esposo y sus amados
hijos.
El desafío de la historiografía contemporánea es exhumar sus
nombres y desenterrar su protagonismo, para entregarlos como un legado
inexcusable a las presentes y nuevas generaciones.
Bolivia se ha fijado como horizonte político, la conmemoración
del Bicentenario de creación de Bolivia, el 6 de agosto de 2025, para cuyo fin
ha diseñado un plan de desarrollo nacional denominado “Agenda del Bicentenario”.
Esperamos que el 2025 se reconozca, como correspone, a los héroes olvidados de
la Independencia, como expresión de gratitud del pueblo boliviano.
Bibliografía consultada
ARZE AGUIRRE, René: Participación popular en la
Independencia de Bolivia. La Paz, OEA, 1979.
BARNADAS, Josep. Diccionario Histórico de Bolivia. Sucre,
Grupo de Estudios Históricos, 2002.
LORA, Guillermo. Diccionario de Bolivia. Obras completas.
Tomo LXVI y LXVII.
ROCA, José Luis. Ni con Lima ni con Buenos Aires. La
formación de un Estado nacional en Charcas. La Paz, IFEA/Plural, 2007.
URQUIDI, José Macedonio.
Glorias del tiempo heroico, 1809-1825. Las heroínas
chuquisaqueñas. Juan Azurduy de Padilla. La Paz, Vicepresidencia del Estado
Plurinacional, 2009.
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