Carmelo Cuéllar Jiménez nació en la ciudad de Magdalena, Provincia Iténez del Departamento del Beni. Sus padres fueron Gonzalo Cuéllar Bravo y doña Virginia Jiménez Melgar.
Carmelo fue el menor de siete hermanos. A la edad de seis años, quedó huérfano de padre y madre, lo que obligó a sus familiares a trasladarlo a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra a los ocho años de edad. Ahí Carmelo ingresó a estudiar las primeras letras en el seminario No.1 “Monseñor Santisteban”, luego ingresó al Colegio Nacional “Florida” a continuar sus estudios de instrucción media, hasta el cuarto curso, recuerda entre sus compañeros a Eustacio Chávez, Wolfango Montes, Dr. Urenda Peinado, Simón Melean, Gemán Gabriel, Teodoro Amelunge, Carmelo Arias Ortiz, Percy Boland R., Crisanto Morales, Rubén Medina, Romelio Antunez, Enrique Balcazar B. entre otros. Interrumpió su formación para trabajar en la Casa Zeller, por espacio de un año.
Luego de haber trabajado como ayudante de perforista en la Stándard Oil,
empresa transnacional petrolera instalada en la región de Cordillera, sin
cumplir aún 19 años se presentó a prestar el servicio militar en el Regimiento
“Loa 4 de Infantería” con asiento en San Antonio de Villamontes el 10 de
diciembre de 1930, siendo su comandante el entonces Tcnl. Enrique Peñaranda y
cuyo segundo
comandante era el Tcnl. Agustín Gironas. Desde ese contacto con el Chaco,
cambió su vida.
Fue instruido y especializado en el manejo de las armas de fuego y en armas
punzo cortante. Fue destinado a la Cuarta Compañía (de cañones, ametralladoras
pesadas Colt con sección de acompañamiento de 2 cañones Krupp de encendido a
chispa, sobrantes de la guerra Franco – Prusiana), cuya comandante era el Cap.
José N. Urcullo, y los Comandantes de Sección eran los Tenientes Desiderio
Rocha, Víctor Eduardo y los Subtenientes Rafael Indaburo González, Elías Aliaga
y Antonio Álvarez.
Luego de cuatro meses de instrucción intensa, agotadora y pasada la revista
individual en la cual se destacó con creces, la Cuarta Compañía y el regimiento
“Loa 4 de infantería” marchó al Chaco Central, el 15 de abril de 1931.La marcha
se la hizo a pie con los 12 kilos reglamentarios de peso en la mochila (la 4ta
Compañía llevaba sus mulos de carga para transportar el equipo pesado de
ametralladoras y cañones).
El Regimiento Loa 4 de Infantería hizo la travesía de toda la jurisdicción
asignada a la 4ª División (con asiento en Muñoz y cuyo comandante era el Cnl.
Francisco Peña) en 15 días, pasando por D’ Orbigny, Ballivián, Linares, Esteros
de Patiño, Muñoz, Saavedra, Alihuatá, Arce y Fernández.
En Fernández, se incorporó el Capitán Víctor Ustarez “Charata” y de ahí
abriendo picada y tendiendo línea telefónica sobre postes de cuchi, quebracho o
urunday, se llegó a una aguada grande llena de hermosos patujusales (planta
acuática muy parecida por sus hoja al plátano pero fina y delgada, que los
chaqueños llaman platanillos). Allí el capitán Ustarez fundó el Fortín
Platanillos distante a 45 kilómetros de Fernández, que luego sería el asiento
tradicional del ya meritorio Regimiento Loa 4 de Infantería.
Cumpliendo instrucciones superiores el Regimiento “Loa” siguió su marcha hacia
el oriente, buscando empalmar con las tropas que venían del lado de la 3ra
División, desde Roboré, en busca del “Gran Lago”, con lo que se pretendía
cerrar el circuito de enlace entre la 4ª y 3ª divisiones.
Desde el mes de mayo de 1931, hasta el mismo día 15 de mayo de 1932 que el
Mayor Oscar Moscoso Gutiérrez llegó con su destacamento a ocupar el “Gran
Lago”, (que él bautizó como “Laguna Chuquisaca”); y que los paraguayos hacía
más de dos años tenían ocupado con el nombre de “Pitiantuta” y fundaron el
Fortín “Carlos Antonio López”. Hasta el mismo día del nombrado 15 de mayo
de 1932, Carmelo Cuéllar Jiménez era ya un montaraz, conocedor al dedillo de
todo el territorio afincado, unas veces a órdenes del Cap. Ustarez y otras a
órdenes del Cap. Bernardo Cesar Murillo. Tuvo entre sus instructores al Tte.
Víctor Eduardo, al Tte. Indaburo González, al Subtte. Antonio Arévalo Lacerna
entre otros. Siempre en el Regimiento Loa 4 de Infantería.
Antes del inicio de la infausta guerra del chaco Carmelo Cuéllar Jimenez
participó en la fundación además del Fortín Platanillos, de los fortines
Jayucubás, Bolívar 1ro, Bolívar 2do, Fortín Loa 4, Camacho (que luego sería
asiento del Comando del Regimiento), Huatojita, Cañada Cristina, Masamaclay, Tres
Islas y al final Mariscal Santa Cruz (fundado por el Mayor Moscoso; a la orilla
oriental del “Gran Lago”).
Fortín Camacho, como lo menciona Carmelo Cuéllar Jiménez “Fortín hermoso e
inolvidable, amasado con el sudor y las manos callosas de los valientes e
intrépidos soldados bolivianos del Loa entre los que él se incluía; es hoy la
airosa capital del chaco paraguayo llamada Villa Mariscal Estigarribia”.
Prácticamente fue la llegada de Moscoso al “Gran Lago” el 15 de junio de 1932,
lo que precipitó la guerra. El 29 de junio de ese fatídico año de 1932, cae en
el puesto adelantado el Subtte. Antonio Arévalo Lacerna y el 15 de julio el
aguerrido Cap. paraguayo Abdón Palacio, bate olímpicamente al Destacamento
Moscoso, dejando mal parado al “linajudo” y ambicioso jefe que desertó
abandonando a su tropa.
Y así vinieron las famosas “represalias” dispuestas por el Presidente
Salamanca. Toma de Corrales, Toledo y Boquerón. En las dos primeras batallas,
vemos al dragoneante Cuéllar Jimenez, comandando la primera pieza pesada Colt,
el 27 y 28 de julio de 1932 (en la toma de Corrales y Toledo) luego de estas
actuaciones ascendido a Cabo, Cuéllar Jimenez arremete con valentía y audacia
en los campos de la Isla Maldita prendido de su metralla en los ataques para
romper el cerco de Boquerón, con el Destacamento Peñaranda.
Al mando del Teniente Coronel Walter Méndez “Tigre Rubio” que dirigía el “6 de
Caballería”, hombre simpático, sereno, valiente y cumplido guerrero y con los
escuadrones de Germán Busch, Viera, Castrillo (que conquistó el heroísmo
muriendo al inicio de la lucha) y el ya establecido Escuadrón Divisionario Nro.
7 denominado Carmelo Cuéllar Jiménez, atacan sin parar, sin piedad, sin
descanso y con temeridad desde el 9 de septiembre, todo octubre y hasta el 10
de noviembre de 1932 en Km. 7. Aun sin recuperar fuerzas el 11 de noviembre del
mismo año, sonó la voz del Comandante de la IV División; “Al asalto”, era la
orden del Cnl. Peñaranda.
El empuje fue rotundo, valeroso, dispuesto a romper el cerco de Boquerón
cerrado por las fuerzas mayoritarias de Paraguay.
Se combatió dos días y dos noches de dura refriega. El grupo de Caballería
dirigido por “El Tigre Rubio” rompió el cerco que se le había asignado con
lucida bravura, sosteniendo la lluvia de artillería enemiga, pero ganando un
espacio de terreno admirable. Se avanzó con fervor y coraje de vida o muerte.
Los paraguayos perdieron mucha gente. Allí mismo descolló Germán Busch por su
serenidad frente a este su primer eslabón estratégico ante un enemigo
selvático, llenando de asombro a bolivianos y paraguayos.
En la desastrosa retirada de Boquerón, la fatídica noche del 12 de noviembre
Carmelo Cuéllar es herido levemente en la pierna derecha, en la retirada en
Yujra se encuentra y conoce personalmente a Germán Busch Becerra con quien
mantuvo una apretada amistad, fue posteriormente padrino de una de sus hijas.
Es en las derrotas cuando se mide la calidad y el temple de los valientes.Y fue
durante ese tiempo donde Carmelo Cuéllar Jiménez nuevamente es ascendido en
pleno campo de batalla.
Desde aquel encuentro Busch y el Cnl, Enrique Peñaranda dirigen a Carmelo
Cuéllar. Debido a su actuación en la Isla del Diablo, es precisamente Busch
quien pide el ascenso al grado de Sargento primero. Vino el amanecer del día 13
de noviembre. Se dio descanso y retiro voluntario para todo el Regimiento Loa.
A partir de ahí, las hazañas de Carmelo Cuéllar Jiménez con su escuadrón
divisionario Nro 7 se hicieron interminables como temibles hasta la conclusión
de la guerra.
Su nombre aparece aureolado por la leyenda, cuando se habla de episodios
sangrientos y salvajes de la guerra del chaco. Es cuando nace la leyenda del
bravo soldado beniano, cuando la metralla estremecía los ardientes arenales del
sudeste, enfrentando con el pecho descubierto al enemigo.
Intrépido, retador de la muerte, atropellaba la maraña hostil del Chaco, con su
sangre guerrera en permanente ebullición, lo acompañaba su fervor patriótico,
el amor a su tierra y por supuesto su carácter rebelde, fuerte, temperamental e
indomable.
Los andares del criollo Carmelo Cuéllar Jiménez fueron épicos, se hicieron eco
de ellos sus fieles seguidores, la oficialidad en campaña, el propio enemigo
deslumbrado por la bravura hablaron de aquellos andares primero en el vivac de
los combatientes cuando se tomaban un respiro a la tibia luz de la luna.
Hablaban de aquellas hazañas en el campo intrépido del Chaco y en los cuarteles
en que se vivía la fajina de la guerra, infringiendo miedo y temor. Carmelo
Cuéllar Jiménez mozo fornido y de agallas, descendiente de linajudos hogares
orientales en que se hacía un culto del civismo, aparecía permanentemente como
el autor de las más increíbles acciones de guerra que no estaban incluso registradas
en la formación militar, su ingenio en sus célebres incursiones de cuatrerajes,
en picadas que barrían las metrallas enemigas, consumó misiones inimaginables,
supliendo la inferioridad de sus armas y sus fuerzas con coraje y audacia.
Estuvo Carmelo Cuéllar Jiménez con los dientes apretados, con la bayoneta
calada, con los nervios jóvenes en tensión, motivando y protegiendo siempre a
sus soldados y superiores, haciendo respetar a su patria, inscribiendo su
nombre como el héroe más representativo en acción que tuvo Bolivia, sin
desmerecer la bravura y valentía de todos los soldados bolivianos que cayeron y
sobrevivieron,
considerados también como héroes nacionales.
Este bravo soldado beniano, actuó desde el inicio hasta la conclusión de la
guerra, desde pequeñas hasta grandes acciones en innumerables batallas,
destacándose siempre por su temeridad y obteniendo citaciones, ascensos y
condecoraciones.
Como el decía “Yo no fui a la guerra… yo ya estaba ahí”. Como se ha mencionado
anteriormente, la explosión de la guerra lo encontró prestando su servicio
militar en las candentes arenas del Chaco, con el conocimiento del terreno y la
preparación militar, situación ventajosa que le permitió
posteriormente destacarse con su coraje legendario, comandar el famoso
Escuadrón Divisionario “Cuéllar” de Caballería, luciendo su estrella de
subteniente de línea.
El Escuadrón Divisionario Nro 7 se exalta de entusiasmo patriótico. Carmelo
Cuéllar Jiménez se convierte en motivador y consolador de sus camaradas y
soldados luego de cada hazaña, se convierte en ejemplo de admiración e incita a
pelear con heroísmo sin límites para su país.
En efecto, para todos son sus primeros combates, y eso acarrea miedo, temor,
inseguridad, sin embargo Carmelo Cuéllar transmite fervor y los motiva a pelear
por su patria, por su tierra, por la defensa de su fortín, sus soldados se
convencen que están peleando por su vida.
Este fervor lo anima Carmelo Cuéllar Jiménez, quien posteriormente fuera
conocido como el capitán famoso de los “cuatreros” del Chaco. Como él, sus
soldados se convierten en hombres aguerridos, aventurados a todo peligro.
Su nombre es vitoreado al inicio y al finalizar cada contienda, su Escuadrón
recibe refuerzos que inmediatamente son instruidos y luego incorporados a la
línea de fuego.
Carmelo Cuéllar toca la guitarra, acompañando sus canciones entre melancólicas
e irónicas y pueden oírlo cantar rodeado de sus soldados alegres y valerosos,
se muestra casi como un soldado raso y ya no lo es y aparece despreocupado, alegre
en extremo, ajeno aparentemente a su gran responsabilidad. Pero, actuando con
sus soldados, vuelve a ser el temible guerrero del Chaco, y ¡ésta es la mejor
imagen! del héroe que despierta pasión, coraje y patriotismo. Las jornadas son
intensas y sin tregua, con él sus soldados se hallan consumando victorias
improvisadas, con armas y pertrechos conseguidos a brazo partido.
Interminables será la relación de las memorables hazañas de este cuatrero que
venció a la muerte, al extremo que el ejército paraguayo ofreció recompensa por
su cabeza. Se recuerda con pesar que a un valiente soldado boliviano de
apellido Cuéllar fue atrapado y ejecutado sin piedad, confundiéndolo con
Carmelo, desatándose en ese batallón una verdadera fiesta y obteniendo como
respuesta por parte del Escuadrón Cuéllar la correspondiente reciprocidad
bélica.
Al finalizar la contienda, en un acto especial, el ejército paraguayo como
muestra de hidalguía y de reconocimiento le hizo entrega de un lienzo que dice
“Si en su Patria olvidan los méritos ganados por usted en la Guerra del Chaco,
el Paraguay, noble enemigo de ayer, no los olvidará jamás”, distinción que
perdurará en el tiempo y en la historia.
En el año 1958 el presidente paraguayo Alfredo Strossner Matiauna pidió a la
visita oficial boliviana incorporar al Senador Cuéllar Jiménez para conocerlo
personalmente y refrendar el reconocimiento que se le hizo en el Chaco.
El año 1996 el presidente Juan Carlos Wasmosy del Paraguay en visita oficial a
Bolivia, solicita a la Cancillería boliviana incorporar en su agenda un
encuentro con Carmelo Cuéllar Jiménez. Dado su estado de salud y ante la
imposibilidad de hacerlo en La Paz, el mandatario guaraní se traslada a Santa
Cruz de la Sierra y en el Hotel Los Tajibos se produce el encuentro del
reconocimiento hidalgo al valor y al patriotismo, que le tributó el Paraguay.
Muchas gracias
Es el mismo Carmelo Cuellar que fue parte del control político de Paz Estenssoro?
ResponderEliminarCarmelo Cuellar un bravo guerrero
ResponderEliminarFue un heroína Beniano nacido en Magdalena de origen Itonam
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