Por: Severo Cruz / EL Diario, 7 de Febrero de 2018.
Con un discurso de contenido integrador asumió el Poder, en
la década del 30, del siglo pasado, Germán Busch, uno de los héroes de la
Guerra del Chaco.
“Basta a la politiquería y al regionalismo. Para los
bolivianos, en adelante, sólo debe existir Bolivia, la Patria grande, la nación
unificada y fuerte del futuro”, afirmó, categóricamente, el joven dignatario de
Estado (1).
El presidente Busch menciona dos temas: politiquería y
regionalismo. Pero cuando habla de una “Bolivia, la Patria grande, la nación
unificada y fuerte del futuro”, se refiere, obviamente, al regionalismo, que ha
confrontado siempre a los bolivianos.
Estuvo persuadido de que el regionalismo, malsano e
incongruente, fue la fuerza interna que quebrantó la unidad del país, desde que
Bolivia ingresó a la comunidad de las naciones libres, independientes y
soberanas, de la región y del mundo, en 1825.
El regionalismo fue el síndrome que envenenó el alma de
algunas regiones bolivianas. En este marco jamás hubo ni habrá armonía ni
tolerancia para alcanzar “el progreso de la Patria”, tal como anhelaba el
presidente Busch. Es que regionalismo significa divisionismo, intolerancia,
confrontación y retroceso.
El regionalismo es una manifestación localista que no
condice con el espíritu de unidad nacional. Una manifestación disociadora aún
no superada pese que se han registrado grandes y profundos cambios en la vida
política nacional. Particularmente en aquellas zonas geográficas con población
de tez blanca, por un lado, y de tez morena, por otro. Es en estos lugares
donde se advierte el regionalismo a ultranza. Por consiguiente: desbarata la
posibilidad de aunar fuerzas y esfuerzos por el bien común.
Busch soñaba con un país integrado y unificado en la
búsqueda de un futuro con desarrollo humano. Es decir con menos pobreza y mayor
prosperidad, con mejores condiciones de vida y empleo digno. Y que ello
significaría la dignificación de los bolivianos y la desaparición de
privilegios que ostentaban pequeños grupos.
Es que algunas regiones no se complementaban ni aún se
complementan, en desmedro de los supremos intereses nacionales. Existe una
marcada suspicacia que aleja los objetivos tendentes a la construcción de una
sociedad más justa, sin privilegiados ni marginados, sin discriminados ni
maltratados.
El regionalismo le había motejado al presidente Busch como
“el camba”. Por la sencilla razón de que él provenía del oriente. Por lo visto
él había sufrido, en carne propia, el menosprecio del regionalismo.
En suma: los bolivianos estamos conminados a preservar la
unidad nacional, sobre todas las diferencias regionales, por el bien común. En
caso contrario, nuestra suerte será sumamente adversa.
(1) “La trágica caída de una dictadura – El suicidio de
Germán Busch”. EL DIARIO, La Paz-Bolivia, 6 de agosto de 1975.
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