Foto: Potosí. Ceremonia cívica en 1910, centenario de las
luchas por la independencia. / Este artículo apareció publicado en el periódico
La Razón el 29 de enero de 2012.
En los años 20, Bolivia pasó por una etapa de tensión
política que se caracterizó por la violencia y el conflicto y se agudizó por la
crisis económica y social. El gobierno, encabezado por el Partido Republicano
bajo la presidencia de Bautista Saavedra desde 1921, se identificó con una
política de modernización, promovida anteriormente por los gobiernos liberales
(1880-1921), pero en condiciones económicas mucho menos favorables. Debido
a estas circunstancias, el gobierno republicano impulsó varias medidas
contradictorias: por un lado, contrató empréstitos del extranjero y adjudicó
terrenos a la Standard Oil y, por otro lado, impuso un mayor control del Estado
sobre las actividades mineras y logró duplicar los impuestos sobre la producción
del estaño.
Bautista Saavedra intentó ampliar la base social de apoyo
para su gobierno, promocionando leyes de protección social para los mineros,
ferroviarios e industriales. No obstante, desde el principio su presidencia se
vio marcada por la masacre de los indígenas sublevados en Jesús de Machaca
(1921) y la represión de la huelga minera en Uncía (1923). La política del
Gobierno en el campo económico provocó reacciones de los empresarios mineros
como Simón I. Patiño, quien, sin embargo, otorgó un préstamo al Gobierno para
la construcción de ferrocarriles. Pero estas concesiones no eran suficientes;
el gobierno republicano de Saavedra, arrinconado por la crisis económica y
social, sacudido por los ataques de su propio partido y de la oposición, necesitaba
más inversiones y la paz social.
En este contexto, las fiestas del Centenario de la
Independencia de 1925 representaron un momento apropiado para buscar la unión
de todos los bolivianos y para proyectar una imagen nueva de Bolivia dentro y
fuera de sus fronteras. Las fiestas fueron aprovechadas por el Gobierno como la
única oportunidad para buscar la aprobación de su política interna y externa y
conseguir nuevas inversiones de capital extranjero, ya no sólo de Estados
Unidos, que era el mayor inversionista en Bolivia, sino de los países europeos
y latinoamericanos. Además, la celebración fue el escenario político oportuno
para la construcción y la elaboración de una identidad nacional. Diplomático de
carrera, Baptista Saavedra era consciente de la importancia de las gestiones en
el exterior para proyectar una imagen de Bolivia como país en vías de
modernidad, atraer inversiones extranjeras y, de esta manera, recibir el apoyo
a su política interna y externa.
La Exposición Industrial Internacional fue uno de los
números más importantes del programa de celebraciones del Centenario. Su
propósito era poner “en contacto y comunicación más estrecha el mundo comercial
boliviano con los fabricantes e industriales del mundo entero”. La organización
de la Exposición requería un mayor despliegue propagandístico y el personal
diplomático boliviano en el exterior requería mayor información sobre el país.
Para ello se creó el Centro de Propaganda y Defensa Nacional.
De esta manera, se esperaba dar mayor publicidad a las
condiciones ventajosas para la presencia de representaciones extranjeras en la
gran Exposición Industrial. Con este fin, se exigía la publicación de notas en
la prensa en las ciudades donde estaban acreditados los cónsules bolivianos
para explicar a los participantes extranjeros las condiciones favorables, como
liberación de derechos consulares y aduaneros, el transporte gratuito a través
del territorio de Bolivia y la exposición gratuita durante el tiempo del
funcionamiento de la exposición. “El local de la exposición es muy amplio y
cuenta con todas las comodidades… todos los gastos que se originan, incluso el
de traslado de los artículos al local, será por cuenta del Gobierno boliviano…
es una oportunidad de abrir mercado a los productos chilenos”.
La publicación del voluminoso libro Bolivia en su primer
centenario, con abundancia de imágenes y textos sobre la historia y la
geografía, incluyendo ensayos dedicados a la flora, la fauna y los minerales,
tuvo una gran importancia. El texto contenía valiosa información sobre la
actividad económica, la organización política y administrativa del país y de
los departamentos de Bolivia. Su objetivo era “reunir la información más
completa acerca de todos las actividades bolivianas, de sus riquezas y
progresos, de su cultura y valores de todo género, con el objeto de hacer de
ella una fuente de consulta fidedigna y autorizada para el extranjero que la
necesite…”. El libro y otras publicaciones estaban destinados especialmente a
las oficinas públicas encargadas de las relaciones con el extranjero, mostrando
las riquezas de Bolivia, el atractivo para las inversiones extranjeras y la
“cara moderna” de un país que gozaba de la paz social.
En las páginas del libro se quería prescindir de la
presencia indígena, intentando “convencer y convencerse que estas masas
amenazantes (…) no existían y no eran un problema real” (Silvia Cristelli:
“Bolivia en el primer centenario de su ceguera: la centralidad de la cultura
visual en el proceso de la construcción de la identidad nacional”, 2004) y que
las terribles sublevaciones de Zárate Willka (1899) y de Jesús de Machaca
(1921) ya no se repetirían más. Este proyecto excluyente pretendía, entre otras
cosas, lanzar una imagen de Bolivia como un país moderno y civilizado. En este
sentido, “la aceptación de la presencia indígena era una total y profunda
vergüenza para la elite blanca”. Es más, en el estudio preliminar del libro se
admitía lo siguiente: “Bolivia tiene como problema urgente de la vida política
el de la educación de los autóctonos. No hay sino un dilema frente a la
realidad: o se eliminan las razas indígenas implacablemente, para situar en su
lugar otras de tinte caucásico, o se las educa e incorpora dentro de la
civilización, afectuosamente”.
A su vez, la Cancillería boliviana recomendaba a sus
representantes en el exterior “que en la ilustración de artículos sobre asuntos
bolivianos que publican las revistas no aparezcan tantos clichés de indígenas,
insinuando que inserten fotografías que demuestran nuestro progreso industrial
y el desarrollo de nuestras ciudades. Así habremos logrado dos objetivos: una
propaganda más eficaz y un conocimiento más verídico de la vida boliviana”.
Sublevación. Esta posición se reforzaba por el hecho de que en La Paz
circulaban rumores sobre una sublevación indígena, según varias denuncias
presentadas tanto por los vecinos como por las autoridades de las provincias.
En mayo de 1925, Francisco Guachalla, propietario de la finca Ancoamaya,
ubicada en la jurisdicción del cantón Santiago de Huata, provincia Omasuyos,
pedía amparo y garantías contra las violencias y hechos punibles cometidos por
sus colonos. La investigación que se realizó reveló que los indígenas enviaron
comisionados a otras comunidades de las provincias Omasuyos y Larecaja para
hacer una sublevación general el 6 de agosto.
“Contagiados con la propaganda descabellada de los
principales caciques de ayllos en toda la república, preparaban un golpe
decisivo contra la vecindad de pueblos y más claro desaparecer por completo la
raza blanca y quedar de este modo ‘señores’ y dueños absolutos tanto de
comunidades como de fincas, con autoridades propias, que ello significa el
Centenario, día señalado para la sublevación”.
La supuesta sublevación fue reprimida, pero el temor a los
indígenas permaneció. En junio de 1925, los vecinos y propietarios de Sorata,
capital de la provincia Larecaja, denunciaron que entre los indios de la
provincia existía el complot para realizar un alzamiento aprovechando la concentración
del ejército en La Paz con motivo de las fiestas del Centenario.
Debido a estos temores, infundados o no, la participación de
los indígenas en el festejo del Primer Centenario de la Independencia en 1925
se limitó al papel de espectadores, marginándolos “en las colinas adyacentes a
la avenida [con sus] coloridos trajes” (Jorge Mac Lean: Crónica de las fiestas
patrias del primer centenario de Bolivia, 1926). Los indígenas se encontraban
excluidos del desfile como lo estaban de la nación, aspecto que llamó la
atención de algunos autores tachando el hecho como la más “grande mentira
histórica que oculta la desbordante presencia de esos habitantes más indeseados
(los indios y mestizos) en el imaginario oficial sobre la nación boliviana”
(Cristelli, 2004). Esta “mentira” se construía sistemáticamente en el escenario
urbano y en todos los medios de comunicación, sobre todo en la prensa, la
fotografía y las publicaciones sobre Bolivia donde desaparecían los indígenas y
los cholos como “mayorías invisibles”, mientras se reforzaba el glorioso pasado
de las civilizaciones indígenas a través del Himno de Bolivia, en el que se
mencionaba al Lago Sagrado y a Tiwanaku como el origen del gran imperio de los
Incas (Mac Lean, 1926).
El gobierno de Saavedra buscaba que los festejos del
Centenario tuvieran resonancia internacional. Para la ocasión fueron invitados
a La Paz embajadas y misiones especiales, las que fueron recibidas el jueves 13
de agosto en el Palacio de Gobierno donde presentaron sus credenciales ante el
Presidente de la República. La acreditación tuvo un carácter mucho más
ceremonial que el habitual. Después de haber sido recibidos oficialmente por el
Gobierno, los diplomáticos salieron de Palacio acompañados por el personal de
sus embajadas y festejados por bandas de músicos que ejecutaban el himno del
país de cada misión. Las delegaciones presenciaron todos los actos acompañando
a las autoridades bolivianas en las tribunas o los balcones del Palacio.
Una ceremonia importante fue la inauguración de la
Exposición Industrial Internacional, con la concurrencia del Presidente de la
República, ministros de Estado, embajadas y misiones especiales, y
representantes del Congreso y de todos los departamentos del país. La
exposición contaba con pabellones, entre otros, de Argentina, Chile y Perú. El
de Chile era uno de los más grandes (cerca de 2.000 metros cuadrados). En el
pabellón de Bolivia fue representado en pequeño el cerro de Potosí, el
ferrocarril a Machacamarca y el cerro de Llallagua, perteneciente a la Patiño
Mines Company. La parte más atractiva de la exposición era la excursión al
túnel de la maqueta de Llallagua. Los visitantes tenían la sensación de
encontrarse dentro de una mina. En el pabellón se encontraban salas de arte
boliviano, productos de manufactura y una exposición de objetos incaicos.
Los representantes diplomáticos fueron los invitados
especiales de suntuosos bailes y banquetes ofrecidos por el Consejo Municipal
en el Club La Paz; por el Presidente de la República en el Palacio con la
asistencia de 5.000 invitados especiales; por el ministro de Relaciones
Exteriores Eduardo Diez de Medina en el Círculo Militar. La elite paceña no se
quedó atrás. A su vez, las embajadas del Perú, Argentina, Brasil y Venezuela
dieron suntuosos agasajos a las autoridades y a la elite paceña. Los bailes y banquetes
que duraron casi un mes se acompañaron de funciones teatrales de gala y la gran
corrida de gala “ofrecida por jóvenes aficionados” en el Olimpic Club.
Campaña. Es difícil evaluar cuán exitosa fue la campaña de
Bautista Saavedra para atraer las inversiones extranjeras y elaborar una nueva
imagen de Bolivia. Los visitantes de la Exposición Internacional expresaron
opiniones diferentes, desde las “frases elogiosas por la organización
administrativa y política del país vecino, cuyas riquezas le señalan un futuro
de progreso muy grande” , hasta una abierta crítica al gobierno de Bolivia “por
haber entregado todo el acápite de sus ingresos nacionales para el pago del
crecido empréstito (...), la política financiera entregada totalmente a
Norteamérica (…), el atraso en que se encuentra Bolivia en cien años de la vida
independiente, no tiene más de un 20% de raza blanca y mestiza y el 80% de raza
indígena en estado de absoluta ignorancia”; además, que “las industrias son
desconocidas en Bolivia a lo que debe el lamentable atraso en que se encuentra
ese país” .
Sin embargo, el hecho de que en los años 1927-1928 Bolivia,
ya bajo el mandato de Dr. Hernando Siles, obtuvo nuevos préstamos bancarios
privados de Estados Unidos, puede ser concebido como el resultado de la
política emprendida por Saavedra.
No obstante, los esfuerzos del gobierno para construir una
nueva imagen del país como políticamente estable sufrieron un colapso y los
representantes extranjeros fueron testigos directos de ello. Inmediatamente
después de los festejos del Centenario se produjo una grave crisis política: en
los primeros días de septiembre, el Congreso anuló la elección de José G.
Villanueva como el presidente de Bolivia y Bautista Saavedra entregó el mando
supremo al presidente del Senado, el Dr. Felipe Guzmán. “Así fue conmemorado el
Centenario de la República, cuya extensión territorial había disminuido en más
de una mitad a la distancia de un siglo; su deuda interna y externa era enorme
y su progreso casi nulo debido a esos golpes y conveniencias políticas y a la
vorágine revolucionaria” (Julio Díaz Arguedas: Síntesis histórica de la ciudad
de La Paz, 1978).
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