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PRIMERO EL CARNAVAL, DESPUÉS LA PATRIA

El general Hilarión Daza, calificado por muchos como un "caudillo bárbaro" más en nuestra historia, tiene la suerte de que un grupo de ciudadanos haya salido en su defensa en los últimos años. Como consecuencia, las acusaciones que se le hicieron en vida de haber sido el imprudente provocador de la guerra del Pacífico, de haber ocultado a la nación la noticia del desembarco de fuerzas chilenas en Antofagasta hasta la última noche del Carnaval y de ser el único responsable de la retirada de Camarones, siguen en tela de juicio, pendientes de un veredicto final.
El debate que apasionó a nuestros abuelos ha sido reanudado, pero con una gran diferencia. Para ellos no había transcurrido suficiente tiempo a fin de que pudiesen observar los sucesos con perspectiva e imparcialidad. No tuvieron acceso a los documentos que hoy están a disposición de los investigadores.
Los defensores actuales del General Daza no apoyan sus afirmaciones en prueba fehaciente alguna. Salen a la palestra con el sano deseo de convencerse a sí mismos y de convencer al mundo entero de que en la pérdida de nuestro litoral en el océano Pacífico toda la culpa fue de Chile y de que Bolivia fue una víctima inocente, sin mácula en la actuación de sus conductores.
La historia, la que realmente merece el título de tal, tiene que ser esclava de la verdad. Tiene la obligación de exponerla a la luz pública francamente, en sus grandezas y miserias, en sus glorias y vergüenzas. Sólo la verdad es constructiva. Una nación que tiene el valor de reconocer sus propios errores y de medir a sus figuras públicas con la vara de la justicia, recibirá el beneficio de la experiencia y sabrá caminar hacia un futuro con más seguridad e inteligencia.

El General Daza llegó a la primera magistratura de la república con tres pésimos antecedentes: Según Alcides Arguedas, traicionó a Melgarejo, que tenía depositada toda su confianza en él, por 10.000 pesos; fue protagonista de los ultrajes ordenados por Morales contra el Congreso; después de ser un tiempo el sostenedor de la legalidad y el civilismo, derrocó a Frías con un golpe de Estado, interrumpiendo el proceso democrático, sin esperar el veredicto popular en las elecciones en las que él era uno de los candidatos.
No se lo puede disculpar de que en enero de 1879, en su condición de Presidente de la Republica, permitiera y fomentara que su cumpleaños fuese festejado en La Paz con 8 días de regocijo público, con despliegues militares, cabalgatas, corridas de toros y un baile en el Teatro Municipal mientras miles de sus compatriotas indígenas eran víctimas del paludismo, el hambre y la muerte en los valles de Cochabamba, Tarija y Chuquisaca.
Que supo que Antofagasta había sido ocupado por tropas chilenas antes del Carnaval, consta en documentos irrefutables existentes en los archivos de los Ministerios de Relaciones Exteriores de Bolivia y el Perú. Ha presentado una relación de los primeros el distinguido investigador don Juan Siles Guevara, hace algunas semanas, en su discurso de ingreso a la Academia Boliviana de Historia, publicado en el diario "Presencia".
He aquí una breve exposición cronológica de las pruebas citadas por el señor Siles Guevara y otras:
"Desde luego, el viaje del señor Serapio Reyes Ortiz, a Lima, a pedir al gobierno peruano el cumplimiento del tratado de alianza, es indicación muy clara de que el General Daza y sus colaboradores suponían muy posible una acción de fuerza de parte de Chile. El señor Reyes Ortiz, salió de La Paz el 9 de febrero.
El 13, el Ministro de Relaciones Exteriores, señor Eulogio Doria Medina, expresó al representante diplomático del Perú, señor José Luis Quiñones (según éste informó a su cancillería), que el gobierno boliviano tenía datos para creer que a esa fecha Chile había entrado al terreno de los hechos apoderándose de Antofagasta".
El 15, el Presidente Daza y el señor Doria Medina leyeron un aviso del Cónsul de Bolivia en Valparaíso (Coronel Juan Granier), retransmitido por el Cónsul de Bolivia en Tacna (señor Manuel Granier) que decía: "Gobierno (chileno) ha ordenado a fuerzas reunidas en Caldera ir a Antofagasta y ocupar litoral".
El 17, los mismos personajes conocieron otro mensaje del cónsul en Valparaíso que daba cuenta de que el gobierno de La Moneda "había resuelto la ocupación definitiva de Antofagasta".
El 19, numerosos bolivianos que tuvieron que abandonar Antofagasta tres días antes debido a la ocupación chilena, llegaron a Arica en el vapor "Amazonas" y relataron al Cónsul Manuel Granier los detalles del suceso. El informe que el cónsul envió a La Paz llegó a manos del Presidente Daza y de su canciller Doria Medina el sábado 22 y no el martes 25 como sostienen los defensores del mandatario. El señor Doria Medina acusó recibo de esa comunicación el domingo 23.
Por eso es que, el mismo sábado 22 (vísperas de Carnaval), el señor Doria Medina, en entrevista con el señor José Luis Quiñones, refiriéndose a la precipitación con que el representante de Chile quería abandonar la sede del gobierno, le dijo que "provenía de que Antofagasta había sido tomada por fuerzas chilenas, hecho que él (Pedro Nolasco Videla) no podía ignorar".
No hay duda, pues, de que el Presidente Daza y sus ministros no reaccionaron como les correspondía ante la gravísima situación que Chile planteaba en el litoral y de que cometieron tres actos de lesa patria: Primero, ocultar la noticia a la población; segundo, dejar que la republica, con una lanza clavada en uno de sus costados, se entregase al frenesí del Carnaval; tercero, dedicarse ellos mismos, por lo menos el Jefe de la Nación, a la farra.
Los defensores del General Daza, con lulo de detalles, pero sin apoyo de un solo documento, afirman que el Cónsul en Tacna, al saber de la llegada de compatriotas a Arica el 19, en el "Amazonas", fue a entrevistarlos y que con las noticias que recibió de ellos despachó un informe al gobierno al día siguiente, mediante el "chasqui" Gregorio Coligue, que arribó al Palacio de Gobierno a las 11 de la noche del Martes de Carnaval, 25 de febrero. El cochero Anselmo Salamanca le expresó que el General Daza había ido a una fiesta en casa de don Carlos Frías, a donde lo acompañó. En el lugar indicado se les comunicó que el presidente había pasado a otra fiesta, en la residencia del Intendente de Policía. Coronel José María Baldivia, donde lo encontraron, haciéndole entrena del pliego del cónsul Granier. El General Daza abandonó el festín, se restituyó a su despacho y comenzó a adoptar las medidas de emergencia que exigía el desafío chileno.
Los defensores del General Daza únicamente toman en cuenta esa versión e ignoran los documentos de los archivos de las cancillerías boliviana y peruana.
Pero aun en el caso de que el General Daza hubiera sabido por primera vez la última noche del Carnaval que Antofagasta estaba ocupada su conducta no sería disculpable. El peligro chileno se cernía sobre el litoral desde el 6 de enero en que el blindado "Blanco Encalada", se instaló ignominiosamente frente a ese puerto. Los despliegues militares que se realizaron en La Paz en celebración de su cumpleaños, habrían estado mucho mejor en el punto donde existía amenaza de una invasión. Una vez que el Encargado de Negocios de Chile declaró rotas las relaciones diplomáticas (12 de febrero), cerró su Legación, pidió sus pasaportes y se dispuso a abandonar Bolivia, el más ignorante de los gobernantes tenía que haber supuesto que algo grave iba a ocurrir contra Bolivia.
Por lo demás, la culpabilidad del General Daza no sólo está en lo que dejó de hacer desde que supo de la ocupación chilena de Antofagasta en la semana anterior al Carnaval, sino en lo que dejó de hacer desde que las relaciones con Chile entraron en conflicto, seis meses antes, con la reclamación del gobierno de La Moneda a raíz del impuesto de los 10 centavos, con la declaración de que era violatorio del tratado de 1874.
Nadie puede negar, ni los defensores del General Daza, que la situación de Bolivia era muy delicada desde la ruptura de relaciones del 12 de febrero y que a partir de esa fecha era inminente una incursión chilena en el litoral. Si el General Daza no hubiera sabido sino el martes 25 que Antofagasta fue ocupada sin derramamiento de sangre, contrariamente a lo que creen sus defensores, su indiferencia de los días precedentes resultaría más criminal. Querría decir que se entregó a la farándula carnavalera cuando le era lógico temer que sus compatriotas de la costa podían estar sufriendo los horrores frecuentes en una invasión extranjera: violación de sus hogares, esposas e hijas y la muerte.

Del libro: Aclaraciones históricas sobre la Guerra del Pacífico de Roberto Querejazu Calvo 1995.
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