El Farman que pilotaba el Cap. Alarcón.
Por: David Pérez / Este artículo apareció publicado en el periódico Página
Siete el 19 de febrero de 2017 http://web.paginasiete.bo/revmiradas/2017/2/19/anos-muerte-primer-aviador-boliviano-127235.html
A finales de la década de 1960 yo era muy pequeño, pero recuerdo las historias
que me contaba mi abuela, Olga Alarcón Rivera, sobre los parientes ilustres de
su familia paterna: los Alarcón. Los más célebres eran dos, su tío Abel
Alarcón, escritor y poeta paceño muy reconocido, y su tío José Alarcón, quien
tenía –y tiene aún, aunque en otra ubicación– un monumento en su memoria
por tratarse del primer aviador boliviano.
El 23 de enero se recordó el centenario de su muerte, acaecida en Buenos Aires
en 1917, cuando realizaba un vuelo de práctica. Y un 9 de febrero, hace 100
años, fue enterrado.
La mañana de ese infausto martes, el capitán José Rafael de Alarcón Vidangos,
se dirigió, como todas las mañanas desde agosto del año 1916, a la Escuela de
Aviación Militar de El Palomar en Villa Lugano, en las afueras de Buenos Aires,
donde él y dos compatriotas más –el capitán René Pareja y el subteniente
Horacio Vázquez– participaban como alumnos becarios extranjeros (primero hubo
uruguayos, luego bolivianos y después llegaron peruanos y paraguayos) de las
clases impartidas en la escuela para lograr el título de piloto aviador
militar.
Vázquez obtuvo el brevet de piloto aviador el 24 de marzo de aquel mismo año,
mientras que el capitán Pareja lo hizo el 17 de agosto, también de 1917.
Los tres ya habían pasado la etapa de formación inicial en los aviones biplanos
y biplazas Farman de 50 HP (50 caballos de fuerza), los cuales se usaban en la
primera etapa de instrucción para luego pasar a los monoplaza Bleriot. El
Farman era un avión muy básico y ligero donde el instructor iba en el asiento
delantero y el alumno en el trasero; el alumno pasaba los brazos y las piernas
por el cuerpo del instructor para que este pueda controlar los mandos y sus
movimientos hasta que llegue a dominarlo.
La cobertura
Según la prensa de la época, el capitán Alarcón "…salió esa mañana para
conducir solo uno de los biplanos, fue el último en salir poco antes de las
ocho de la mañana. Montaba sin inconveniente alguno pues tenía ya bastante
posesión y era suficientemente experto en el manejo. Comenzó a hacer la
ascensión en círculos sucesivos alcanzando la suficiente altura que le permitió
alejarse del campo de aviación. Desde distancia prudencial emprendió el regreso
en línea recta aproximándose hacia los hangares. El fuerte viento, que soplaba
en rachas violentas, ponía a prueba a cada instante la firmeza del piloto. De
pronto el dispuso retroceder (sic), y al hacerlo coincidió la maniobra con un
golpe de viento que precipitó el aparato al suelo desde la altura aproximada de
50 metros.” (El Diario, 24 de enero de 1917).
Lamentablemente, los esfuerzos de camaradas, oficiales y mecánicos que
presenciaron la caída, no lograron nada al ser muy graves las lesiones internas
y un fuerte golpe en la sien derecha que sufrió en la caída, lo que provocó su
muerte pocos minutos después.
Su cuerpo fue transportado en tren hasta la estación de Retiro y de ahí en una
carroza fúnebre cubierta con las banderas boliviana y argentina hasta el
Círculo Militar, donde fue velado con la asistencia de diplomáticos de varios
países hermanos, autoridades militares y pueblo en general.
En todo el trayecto la muchedumbre se descubrió en señal de respeto.
Su repentina muerte causó un gran impacto en el pueblo boliviano, y
principalmente en el paceño, donde él pertenecía a una distinguida familia y donde
había hecho carrera militar desde joven en el regimiento Avaroa.
Inicialmente, se planeó sepultarlo en el cementerio de Chacarita en Buenos
Aires, pero el clamor popular y el pedido familiar hicieron que se disponga su
traslado inmediato a La Paz. Su cuerpo fue traído en tren saliendo de Buenos
Aires el 28 de enero y llegando a La Paz recién el 5 de febrero debido a los
homenajes que se le brindaron en Tucumán, Jujuy, Tupiza y Oruro.
La llegada de los restos a la Estación Central fue –según periodistas que
asistieron– nunca antes vista. "Más de 2.000 personas se congregaron en
los andenes y una banda de música de un regimiento de infantería hizo los
honores de ordenanza. La Capilla Ardiente fue muy visitada por ‘selecta y
numerosa concurrencia’”.
El 9 de febrero, a las diez de la mañana, numerosos oficiales del ejército se
disputaban el honor y se turnaron para llevar el ataúd en hombros desde la
plaza Murillo hasta el final de la calle Ancha (hoy avenida América). En el
cementerio se dieron numerosos discursos "… y la concurrencia era tan
grande, que la Policía en ciertos momentos se mostró impotente para hacer
resguardar el orden en el séquito.”
Honores
Inmediatamente se supo de su muerte en La Paz, la redacción de El Diario tomó
la iniciativa para rendirle honores a la altura de quien se consideró un héroe,
y propuso que se le construya un monumento. Esta iniciativa tuvo gran acogida
entre las diferentes instituciones militares y se formó una comisión para
recaudar fondos para tan digna obra y convocar a un concurso de méritos para el
diseño y ejecución del monumento que lo inmortalizaría.
Los primeros en hacer una colecta fueron los edecanes del presidente Ismael
Montes, y luego los empleados de la Bolivian Railway, que aportaron con 389
bolivianos, y después se organizaron partidos de fútbol, veladas artísticas y
otros actos de beneficencia.
El monumento
El concurso fue ganado por el escultor italiano Giuseppe Magnani –autor también
del grupo escultórico de Neptuno, que estuvo en El Prado y hoy está en El
Montículo– quien plasmó una hermosa escultura en mármol blanco, de tres metros
de alto y de aproximadamente una y media toneladas de peso. El monumento consta
de un hermoso pedestal o base de casi nueve metros que junto a la escultura
propiamente dicha forman un conjunto bello e imponente.
Inicialmente, el monumento se emplazó en la avenida Perú, esquina calle
Constitución, donde estuvo desde 1917 hasta 1975, cuando fue retirado porque
obstruía la construcción del paso a nivel de la Autopista La Paz-El Alto
inaugurada en 1977. Luego fue trasladado e instalado de nuevo en la plaza
Melvin Jones (fundador del Club de Leones) ubicada en las calles Julio C.
Patiño y calle 15 de Calacoto. Al haber una incongruencia entre el nombre de la
plaza y el monumento, por Ordenanza Municipal 600/2008, se cambió el nombre a
Plaza Capitán José Alarcón.
Fue tanta la conmoción popular causada por la muerte del capitán Alarcón, que
ocho años después, el compositor Adrián Patiño (autor de Nevando Está o
K’unuskiwa) le compuso una cueca llamada Aviador Alarcón, grabada por la
Orquesta Popular Boliviana en Columbia Records en 1925.
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