Por Rodríguez Ostria Gustavo / Los Tiempos de Cochabamba, 25
de Julio de 2010.
La guerrilla conducida en Bolivia en 1967 por Ernesto
Guevara, cobra un sentido distinto si se la examina dentro un arco temporal
mayor. Emerge entonces no como una incursión aislada sino como parte de una
larga estrategia que involucra a Bolivia de distintas maneras, pero siempre
unidas por un lazo de continuidad.
A inicios de los años sesenta del Siglo XX, la dirección
cubana decidió promover la lucha armada en América del Sur, como un mecanismo
de autodefensa y con la seguridad de que aislada, sin el concurso de regímenes
similares, tendría menos posibilidades de sobrevivir. En 1960, Ernesto Guevara
publicó su famoso e impactante texto La Guerra de Guerrillas que influiría en
varias generaciones. En febrero de 1962, la Segunda Declaración de la Habana no
dejó ninguna duda de esa determinación. En Cuba, en consecuencia, se entrenó a
miles de combatientes, cuadros misioneros para “exportar la revolución”. Los
partidos comunistas, las estructuras partidarias de izquierda más importantes
de la región, se opusieron abierta y contundentemente al foquismo. Sin embargo,
la perspectiva cubana contaba con el apoyo poco disimulado de sectores de la
izquierda radical, cansados de la inoperancia de los comunistas y de su
confianza en el tránsito pacífico al socialismo. Convencidos como estaban de
que Cuba y su método de lucha armada representaban una alternativa dura, pero
finalmente la única e infalible para implantar la revolución en la región, se
sumaron por decenas a la lucha armada en zonas rurales.
Tras la muerte del Che, parte de la izquierda armada
latinoamericana, al argentin principalmente, realizó, aunque no con la
profundidad requerida, un recuento de la frustrada experiencia. Sin abandonar
su admiración por Guevara ni renunciar a la lucha armada, se adentraron, en lo
que podría denominarse un proceso nacionalizador de su estrategia. Este giro
los condujo a revalorizar la lucha urbana, secundarizada en la política
guevarista Situación que no se produjo en Bolivia. El peso de Guevara era
inmenso e intenso. Desafiar sus conclusiones y su preferencia geográfica
era como retar a un dios y su palabra sagrada. Y en la iglesia armada boliviana
sólo cabían feligreses, no herejes, que continuaron la doctrina participando en
una nueva guerrilla, en Alto Beni(La Paz).
La guerrilla de Teoponte, que duró del 19 de julio al 2 de
noviembre de 1970, no ha merecido un análisis serio ni documentado.
Se la presenta generalmente como una súbita irrupción
protagonizada por universitarios de origen cristiano que sin preparación ni
armamento adecuado fueron rápidamente derrotados y muertos por las patrullas
del ejército boliviano. Como se tiene la deslucida y difundida impresión que
simplemente decidieron un día cualquiera “subir a la montaña” más dispuestos a
morir que a vencer, no se hacen esfuerzos para descubrir las conexiones ni
registros históricos con los protagonistas de la guerrilla de Ñakaguazú y las
de éstos con la de Teoponte. La mayor parte de la bibliografía disponible sobre
la guerrilla del Che en Bolivia, que es mucha y de calidad diversa, se detiene
el 9 de octubre de 1967, tras explorar su asesinato de Ernesto Guevara en manos
del ejército boliviano, en el paupérrimo caserío de La Higuera. Sólo alguna,
escasa y débil, se aventura a seguir los pasos de los sobrevivientes de la
encerrona del día precedente hasta su evasión hacia Cuba en marzo de 1968.
Tal parece que, salvo la evidente marca en ambas guerrillas
de las concepciones foquistas, pertenecen a dos horizontes, personajes y
cronologías muy distintos. Sostenemos en cambio, que la presencia guevarista en
Bolivia no concluyó tras el asesinato del Che, sino que se prolongó hasta la
columna trajinante en las laderas de Teoponte en 1970. Esta continuidad
trascendió la mera atracción por el guevarismo, un habitus entre la izquierda
armada latinoamericana en esos años, y fue, por el contrario, mucho más densa y
compleja. Involucró territorios, recursos, armas y sobre todo hombres y mujeres
que provenían de la época de Guevara y que decidieron reponer la guerrilla en
Bolivia dentro de los mismos marcos concebidos por el argentino.
Esta continuidad puede leerse fundamentalmente en tres
aspectos:
Político-militar
El ELN boliviano adoptó sin ninguna crítica el foquismo, a
la manera guevarista. Continuó en consecuencia concibiéndose como una
organización vanguardista estructurada para llevar la guerra de guerrillas en
el área rural. Las obras de Guevara, principalmente su Diario en Bolivia, se
convirtieron así en una referencia ética, política y militar.
Territorial.
La zona de operaciones, Alto Beni, al norte de La Paz, fue
explorada por Regis Debray en 1966, cuando buscaba un territorio para el accionar
de Ernesto Guevara. El francés recomendó la región y por lo que se sabe el Che
también vio su potencialidad geográfica y política; sin embargo, por razones
desconocidas, decidió operar en el sur boliviano..
Humano y logístico.
La determinación de restaurar la guerrilla en Bolivia se
tomó en Cuba a poco de la muerte del Che. Una de las tareas iniciales, a la
cabeza del Barbaroja Piñeiro, consistió en restablecer antiguos contactos con
organizaciones políticas bolivianas afines a la lucha armada para incrementar
el núcleo de posibles colaboradores, abrevando colaboradores de varias fuentes
políticas y geográficas
La (re)organización del ELN y la nueva guerrilla en Bolivia
se asentó fuertemente en las organizaciones, cuadros y contactos que esperaron
en vano enrolarse a la columna de Guevara en 1967. Tuvo tres ejes centrales. El
boliviano, a la cabeza inicialmente de Inti Peredo y luego de su hermano
Osvaldo. En el se integraron ex comunistas, trotskistas del sector de Hugo
Gonzáles e independientes. El chileno, bajo la conducción del militante
socialista Elmo Catalán y el argentino bajo el mando de Antonio y otros cuadros
como Carlos Olmedo, que luego conformaría las Fuerzas Armadas
Revolucionarias(FAR). A la larga el grupo argentino no participaría en la operación
de Teoponte.
El Entrenamiento
Una variopinta gama de cuadros y militantes, entre 60 y 80
se reunió desde mediados de 1968 en Cuba, donde iniciaron su entrenamiento en
Baracoa, zona oriental de la Isla, donde montaron un campamento siguiendo las
enseñanzas guevaristas. La mayor parte eran bolivianos, seguidos de una
veintena de chilenos y una decena de argentinos. Los cubanos
sumaban unos siete u ocho. Inti asumió la jefatura, aunque convivió
muy poco con sus hombres en el campamento. La parte militar y física se quedó
bajo el comando de los cubanos Pombo y Benigno, dos cubanos sobrevivientes de
la guerrilla del Che.. La conducción política quedó bajo la responsabilidad de
Elmo Catalán, aunque el debate y las lecturas doctrinales fueron realmente
escasos y rígidamente controlados. Cualquier mínima disidencia era rápidamente
condenada.
Como era habitual en el entrenamiento cubano, se dio énfasis
en el entrenamiento (marchas, cartografía, arme y desarme, emboscadas, etc.).
Una vez concluida esta fase fueron traslados, poco antes de la navidad de 1968,
al célebre Punto Cero, donde continuaron, aunque con menor intensidad, su
entrenamiento (karate, explosivos, etc.). Paralelamente, otro grupo, mucho más
pequeño, y con clara predominancia femenina, se entrenó en guerrilla urbana
(chequeo, contrachequeo, explosivos, escritura invisible, etc.) y en
comunicaciones.
Retorno y Descalabro
Concluida la preparación, desde fines de 1968, pero el
grueso en abril de 1969 empezaron a trasladarse hacia Bolivia, por intermedio
de Chile. Contaban con el apoyo logístico de integrantes del Partido Socialista
de ese país, como Elmo Catalán, Beatriz “Tati” Allende(hija de Salvador) y
Arnoldo Camú, que atendían las casas operativas. Chile fungió esta vez como
retaguardia y santuario. Desde Santiago, Calama y Antofagasta se trasladaban
hasta la frontera e internaban por rutas clandestinas hacia Bolivia, con
vituallas, armas y combatientes procedentes de Cuba. Uno de los primeros en
hacerlo, tras un largo periplo de enmascaramiento por Europa, fue Inti, quien
se estableció inicialmente en Chile. Por este mismo país y en menor grado por
Argentina entre abril y mayo de 1969, un primer contingente de cuadros
militares se introdujo clandestinamente en Bolivia. El 19 de mayo, Inti tomó el
mismo destino. Pero una vez allí las cosas no salieron como pensó. Por una
parte, en Julio un importante parte del equipo urbano resultó preso en manos de
la seguridad del Estado o murió en extrañas circunstancias. Cayeron
también armamento y documentación comprometedora.
El propio Inti fue abatido en La Paz el 9 de
septiembre, mientras permanecía oculto en una habitación de un simpatizante que
no ofrecía seguridad ni vía alternativa de escape. Hasta hoy continúa sin
respuesta convincente la interrogante de cómo llegó al seguridad estatal hasta
el precario refugio del jefe guerrillero y porqué éste se encontraba solo y sin
su guardia personal, habida cuenta que estaba sometido a una sañuda
persecución.
A la muerte de Inti, se sumaron tres acontecimientos que
colocaron a la nueva guerrilla casi al borde de su disolución. Por una parte
los cubanos, cuyo aporte logístico fue vital en la fase organizativa,
decidieron no continuar. Probablemente, por presiones soviéticas que no
concordaban con la lucha guerrillera y, la escasa seguridad que constataron en
la infraestructura boliviana y la posibilidad de cambios en la coyuntura
política Bolivia tras la muerte del Presidente René Barrientos en abril de
1969, decidieron parar en seco su colaboración y no enviaron a sus hombres a
Bolivia. Incluso retuvieron por varios meses a una gran parte del grupo
entrenado en Baracoa, al que finalmente y a regañadientes, dejaron salir de
Cuba a fines de 1969. En los hechos, a partir de entonces, las relaciones con
el ELN boliviano se rompieron y no se restablecieron hasta 1972.
En la Argentina, por otra parte, los grupos que apoyaban la
logística en Bolivia confirmaron sus dudas sobre las posibilidades de éxito en
Bolivia. La propia situación política en el país, luego del Cordobazo la
insurección urbana de fines de mayo, contribuyó a poner en duda la estrategia
del foco rural que se sustentaba en Bolivia. Además muerto Inti Peredo, la
nueva dirección de la guerrilla en Bolivia, conducida por Chato Peredo, no les
inspiró confianza. La mayoría se retiró del proyecto y se integró en los grupos
armados argentinos, como las FAR y el PRT.
Finalmente, la coyuntura dio un importante vuelco en Bolivia
con el advenimiento del Gobierno militar del General Alfredo Ovando Candia, el
26 de septiembre de 1969. Las políticas nacionalistas de Ovando generaron un
nuevo debate en la acosada y mermada fuerza guerrillera, sobre todo tras las
nacionalización de la petrolera norteamericana Gulf Oil el 17 de octubre y el
cese de la represión política y sindical. Varios cuadros del ELN dudaron de la
conveniencia de enfrentar a un gobierno que gozaba de apoyo popular y se
retiraron de la organización. Otros abandonaron filas durante su periplo de
retorno de Cuba. No más de una decena permanecieron fieles. Estaban empero muy
cuestionados y llenos de dudas sobre su porvenir. Los “políticos”, se
enfrentaron entonces a los “militaristas”, demandando una cautelosa retirada al
“santuario” chileno hasta recobrar fuerzas. Perdieron. El pequeño núcleo de
apóstoles decidió continuar, esta vez bajo la jefatura de Osvaldo Peredo
(Chato). El hermano menor de Inti no contaba con experiencia política ni con
una trayectoria militar destacada, pero sí con el apellido exacto para subrayar
la continuidad dinástica de la gesta de sus hermanos y, por esta vía con la
autoridad del Che. De modo que se trató de una suerte de sucesión dinástica.
Nuevas Tareas.
Una vez decidido que la guerrilla continuaría, pese a las
adversas condiciones, el nuevo mando del ELN se impuso dos tareas capitales
para proseguir con su propósito de alzarse en el monte: conseguir recursos
monetarios e incrementar su base social de apoyo. En el primer caso, como el
asalto a la Cervecería Boliviana en La Paz en Diciembre, fueron poco
exitosos y mostraron más voluntad que pericia operativa. Suplió su déficit la
colaboración del MLN-Tupamaros que les traspasó desde Uruguay unas nueve mil
libras esterlinas, del botín que obtuvieron el 4 de abril de 1970 de los
empresarios Mailhos.
Su segundo objetivo fue cumplido en cambio con creces. Tal
como había ocurrido tras la muerte del Che, el asesinato de Inti sacudió a
sectores de las clases medias, que pugnaban por hallar lugar en medio de una
sociedad que se radicalizaban y en la cual los partidos tradicionales de la
izquierda parecían no dar respuesta decididamente antisistémica. Varios
dirigentes estudiantiles de origen comunista, se sumaron al ELN. En un quiebre
más significativo y que ha contribuido a impregnar la leyenda de la guerrilla,
otorgándole un carácter que nunca tuvo, ocurrió cuando se produjo la
convergencia del ELN y grupos cristianos. Hasta fines de 1969, la organización
armada mantuvo relaciones con segmentos cristianos de ambos sexos afiliados a
la “Congregación Mariana” y otros grupos de reflexión, pero su colaboración era
aún secundaria. Esta se hizo más patente y significativa cuando comenzaron a
fluir Jóvenes militantes de ambos sexos. Necesitado de conformar su presencia,
más que por contar con combatientes preparados, pues la mayoría no contaba con
ningún entrenamiento, el ELN procuró su ingreso. Jóvenes militantes disidentes
del centrista Partido Demócrata Cristiano (PDC) se sumaron a las filas
foquistas, alentados por la teología de la liberación, la teoría de la
dependencia y la seguridad que el reino de dios es de este mundo.
El nuevo Estado Mayor guerrillero destinó también la primera
mitad de 1970 a preparar su logística para ingresar a la montaña. En casas
operativas militantes y simpatizantes mujeres confeccionaban uniformes,
mochillas y hamacas mientras los varones daban a los nuevos reclutas un
precario entrenamiento, que no pasaba de unas cuantas marchas sin mucha
exigencia y prácticas de “tiro en seco”. Otra tarea encomendada a cada
combatiente fue procurarse armamento. No existía una arma oficial, de modo que,
como en los ejércitos medievales, cada uno concurriría llevando lo que podía,
generando un desequilibro, pues mientras la jefatura del ELN portaba modernos y
letales M-1 o Garand, la tropa se conformaban con viejos Máuser e incluso un
antiquísimo Winchester.
http://www.lostiempos.com/oh/actualidad/actualidad/20100725/de-nakaguazu-a-teoponte-la-guerrilla-guevarista-en_81654_154911.html
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