Por: Diego Alfonso Rojas Castro - ingeniero perito en
informática forense / Este artículo fue publicado en el Periódico Los Tiempos
de Cochabamba el 13 de Marzo de 2017.
Durante la Guerra del Chaco la mayoría de las poblaciones de
Bolivia, por no decir todas, dieron una “cuota de sangre” enviando a sus hijos
al frente de batalla. Y no solo eso, también aportaron desde retaguardia
enviando suministros y víveres.
Algunas incluso recibieron en campos de confinamiento a
prisioneros paraguayos capturados en las distintas batallas de la guerra. Una
población que hizo las tres cosas a la vez es Irpa Irpa, municipio que forma
parte de la provincia de Capinota, ubicado a 67 km de Cochabamba.
Hoy en día, Irpa Irpa es conocida por la producción de
cemento a cargo de la Cooperativa Boliviana de Cemento (Coboce) gracias a las
canteras que se encuentran en el lugar, pero la población tiene una historia
íntimamente ligada a la Guerra del Chaco que es importante recordar y tener
presente.
En esta población se encuentra un hermoso paisaje llamado
Valle de Cucuni, considerado “Patrimonio Histórico y Cultural de Bolivia”, ya
que ahí se encuentra la Hacienda de Cucuni que fue propiedad de Vitaliano
Ledezma Guzmán, coronel del Ejército boliviano nacido en Irpa Irpa. Era un hombre
alto, robusto, de tez blanca, de pocas palabras y que tenía a varios perros por
compañía.
Este coronel habiendo acabado de conseguir su
jubilación después de una brillante carrera como agregado militar en las
embajadas de Brasil, España, Francia, Alemania, y pese a haber estado en muchos
lugares del mundo, prefirió volver a su tierra natal e invertir los ahorros de
toda su vida en la adjudicación de los molinos y terrenos pertenecientes a esta
hacienda.
Declarado benemérito de la Guerra del Acre y del Chaco (a la
cual asistió estando ya jubilado), a su vuelta del “infierno verde”, trajo
consigo 50 prisioneros paraguayos, a quienes se les atribuye la construcción de
esta hacienda a cargo de la dirección del citado oficial.
En aquel tiempo, la Hacienda de Cucuni era la residencia más
acomodada del pueblo, se destacan palmeras, una caballeriza y el molino de agua
conocido como “El molino de Cucuni”, construido en la época de la Colonia y
restaurado en la época republicana. El sonido del agua llama la atención y guía
su origen. Se trata de una acequia que atraviesa la hacienda y alimenta el
molino cuya piedra —destinada al molino de los granos— se encuentra ahora fuera
de las ruinas, en completo abandono.
Ahora se pueden ver los restos de las tejas caídas junto a
cañahuecas y pajas sobre los molinos que se utilizaban para la transformación
del grano en harina con la fuerza del agua. Las paredes de adobe están
remojadas por el agua y el ingreso a este espacio es casi imposible por el lodo
acumulado. Su visibilidad, desde el camino, se complica por la maleza que ha
crecido y la falta de limpieza.
Conforme al diseño típico de estos molinos (que aún se ven
en Arani y otras zonas del valle cochabambino, así como en los valles de
Cairoma en La Paz), en el sótano del molino se ubicaba parte del sistema de
engranes que permitía hacer girar las muelas y los colectores de harina, que se
usaban también para almacenar el grano.
Los prisioneros en su confinamiento, trabajaban en la
hacienda de herreros, albañiles, carpinteros, y también en la agricultura y en
el molino, cultivando verduras y hortalizas para el aprovisionamiento de tropas
bolivianas en el campo de batalla.
Como ya se dijo, en este valle se instaló además un molino
de impulsión hidráulica, “Harina La Flor”, donde llegaba todo el grano de
Quillacollo para después ser transportado en tren. El ferrocarril salía desde
la Estación de Irpa Irpa hasta Potosí (presumiblemente rumbo a Uyuni).
Posteriormente, la carga era llevada en mulas y burros hasta el escenario bélico.
A la fecha, la Estación de Irpa Irpa que fuera el centro de desarrollo del
pueblo, se halla también abandonada y convertida en tiendas de abasto.
En el mismo estado se encuentra hoy en día la hacienda,
abandonada y en ruinas aunque, afortunadamente, todavía está en pie. Según
Camacho Guzmán, los ancianos del lugar no pueden precisar el lugar donde
estuvieron alojados los prisioneros, ya que no se habría encontrado un ambiente
con capacidad de albergar tal cantidad de cautivos.
El investigador y autor Rodrigo Rosa, cuenta que en una
visita realizada a Irpa Irpa en 1999, un anciano que solía tomar sol en la
plaza contó que los prisioneros dormían en una precaria construcción de adobes
con techo de paja reforzada con viejas lonas de carpa, que estaba contigua o
muy próxima al molino, y que se había levantado exprofeso para tal fin.
El anciano contó también que los mismos prisioneros habían
ayudado a edificarla y que dormían en jergones o “payasas”. A decir del
anciano, dicha construcción habría desaparecido hacia 1943, tras haber sido
despojada de su techo por la repatriación de los prisioneros. Sin embargo,
Donata Salazar, la más anciana de la zona de Cucuni, cuenta que los prisioneros
dormían en el sótano de la construcción principal, ambiente completamente inhabilitado
por el paso de los años. Eran parte de la comunidad y andaban siempre de buen
humor, recuerdan los ancianos. Cinco paraguayos que murieron por enfermedades
fueron enterrados en el cementerio de Capinota.
En una visita realizada al lugar, el domingo 27 de noviembre
de 2016, vimos que lo que era antes el sótano de la construcción, a fuerza de
anegarse una y otra vez por las lluvias, hoy se encuentra colmado de tierra
lama. No es descabellado pensar que esta construcción haya podido servir para
alojar a los prisioneros, eso sí, en completo estado de hacinamiento, con
literas de apenas 30 o 40 cm de ancho y varios niveles uno encima de otro, de
modo que una vez acostado, la litera de nivel superior quedaba prácticamente en
la cara del prisionero.
Con estrechos espacios con lo justo para circular por el
sótano entre las literas, fácilmente podrían haber entrado los 50 prisioneros
que la memoria histórica del pueblo recuerda haber tenido confinados durante la
guerra.
Un detalle tal vez de poca importancia pero que llamó la
atención del que escribe esta nota, radica en que en una visita a Paraguay,
causaba segundos de confusión en los bolivianos la forma de dar indicaciones
que tienen allá: “vaya derecho” para ir recto por la ruta. El primer impulso de
los bolivianos era girar a la derecha hasta comprender al instante que había
que continuar recto.
En la visita realizada a Irpa Irpa uno de los pobladores usó
la misma frase para indicarnos la ubicación de los Molinos de Cucuni —vaya
derecho— ¿casualidad o una forma del lenguaje que permanece hasta hoy por
influencia de los prisioneros paraguayos del tiempo en que estuvieron allí?
Es una pena ver que este lugar con tanta historia quede
abandonado y en el olvido. Se podría habilitar la construcción principal donde
estuvieron los prisioneros como museo. Conseguir fotografías (que seguro que
las hay) de los prisioneros en la Hacienda en sus trabajos de agricultura en lo
que una vez fue su campo de confinamiento, poner las listas de nombres de los
prisioneros que estuvieron en el pueblo durante el tiempo que duró su
cautiverio.
¡Basta de desidia e indiferencia para con la historia de la
Guerra del Chaco!
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