Extraído de: www.cinefania.com/cinebraille/1chaco.shtml
"Están en guerra Bolivia y el Paraguay. Los dos pueblos
más pobres de América del Sur, los que no tienen mar, los más vencidos y
despojados, se aniquilan mutuamente por un pedazo de mapa. Escondidas entre los
pliegues de ambas banderas, la Standard Oil Company y la Royal Dutch Shell
disputan el posible petróleo del Chaco. Metidos en la guerra, paraguayos y
bolivianos están obligados a odiarse en nombre de una tierra que no aman, que
nadie ama: el Chaco es un desierto gris, habitado por espinas y serpientes, sin
un pájaro cantor ni una huella de gente. Todo tiene sed en este mundo de
espanto. Las mariposas se apiñan, desesperadas, sobre las pocas gotas de agua.
Los bolivianos vienen de la heladera al horno: han sido arrancados de las
cumbres de los Andes y arrojados a estos calcinados matorrales. Aquí mueren de
bala, pero más mueren de sed".
"Nubes de moscas y mosquitos persiguen a los soldados,
que agachan la cabeza y trotando embisten a través de la maraña, a marchas
forzadas, contra las líneas enemigas. De un lado y del otro, el pueblo descalzo
es la carne de cañón que paga los errores de los oficiales. Los esclavos del
patrón feudal y del cura rural mueren de uniforme, al servicio de la imperial
angurria (...)".
Eduardo Galeano, "Memoria del Fuego 3: El Siglo del
Viento"
Entre 1932 y 1935, Paraguay y Bolivia participaron de una
cruenta contienda, el más sangriento, dramático y, además, inútil conflicto
sudamericano del siglo XX. Murieron más de 100 mil hombres, reclutados entre
los más pobres de las dos naciones más atrasadas de América del Sur. Los
bolivianos, detrás de la quimera de la salida al mar, fueron rechazados por los
paraguayos, dispuestos a defender el Chaco Boreal, una extensión inhóspita de
250 mil kilómetros cuadrados, con bosques de quebracho en la superficie y
(entonces se pensaba) abundante petróleo bajo tierra.
La guerra fue apoyada desde el extranjero por
multinacionales petroleras que se disputaban la explotación de los yacimientos
y su vía de salida fluvial. En 1956, el luego presidente argentino Arturo
Frondizi dijo: "En primera línea aparecen las repúblicas de Bolivia y
Paraguay, pero detrás de ellas están: detrás de la primera, la Standard Oil of
New Jersey; detrás de la segunda, los intereses económicos generales del
capital angloargentino invertido en el Chaco y los intereses especiales de la
Royal Dutch-Shell."
Los dos pobres países también fueron peones en el ajedrez de
la pugna entre los intereses británicos y norteamericanos (que a diferencia de
hoy, entonces entraban en colisión) así como del juego de poder de los
gendarmes regionales, Argentina y Brasil..
El establishment argentino, en esa época, estaba íntimamente
relacionado con el capital británico, especialmente en lo referente a la
ganadería, las finanzas y los transportes. Esa identificación de intereses
explica gran parte de las idas y venidas de la política argentina de los años
'30 (el lesivo acuerdo comercial conocido como Pacto Roca-Runciman, los
negociados en la industria frigorífica y el transporte público de la Capital
Federal, e incluso la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial, que fue una
manera de proteger de los submarinos alemanes a los envíos de carne a Gran
Bretaña).
Y esa identificación también gravitó en la actitud argentina
ante la guerra entre sus vecinos. En ese entonces, Paraguay era un país
satélite de la Argentina. Era asiento de grandes negocios ganaderos y
forestales del capital angloargentino; el ochenta por ciento de su comercio
exterior se hacía en barcos argentinos. El principal ferrocarril internacional que
tenía el Paraguay tenía un tercio de sus líneas en territorio propio y dos
tercios en territorio argentino. Y además estaba el apoyo norteamericano a
Bolivia, que inquietaba tanto a Buenos Aires como a Londres. La tradicional
postura antinorteamericana de Argentina tiene explicaciones más profundas que
la mera soberbia o la cortedad de miras criolla (ambas economías son
competitivas más que complementarias, a diferencia de las de Brasil y EE.UU. o
Gran Bretaña y Argentina, por ejemplo) pero debe reconocerse que en la raíz de
muchos conflictos con Estados Unidos, tanto como el interés nacional argentino,
estaba el de la Corona británica.
LOS ORÌGENES DEL LITIGIO
Como sucede con muchos otros conflictos limítrofes
sudamericanos, buena parte de la responsabilidad la tiene la ambigüedad con la
que España trazaba los límites administrativos en su imperio colonial. Cuando
el litigio comenzó a tomar temperatura, tanto Bolivia como Paraguay se
enredaron en una maraña de documentos ambiguos y mapas imprecisos, que hacían
muy difícil determinar los derechos de cada parte.
Bolivia no comenzó a cuestionar seriamente los derechos
paraguayos al Chaco Boreal sino hasta que perdió su salida al mar tras su
derrota ante Chile en la Guerra del Pacifico (1879-1884). El gobierno de La Paz
comenzó a buscar una vía indirecta al Océano Atlántico a través del río
Paraguay, aprovechando que su vecino oriental, arrasado durante la infame
guerra que libraron contra él Argentina, Brasil y Uruguay entre 1865 y 1870,
estaba sumido en la impotencia.
Entre 1922 y 1923 Bolivia empezó a ocupar territorios del
Chaco. En los años siguientes, el litigio ganó en intensidad, y fracasaron uno
tras otro varios intentos de mediación. Pero entonces...
¡PETRÓLEO!
Entre 1927 y 1928, técnicos de la compañía norteamericana
Standard Oil of New Jersey descubrieron petróleo en la zona occidental del
Chaco, en las estribaciones de los Andes. Comenzó a sospecharse que los
yacimientos se extendían hacia el este, ya en territorio paraguayo (donde los
derechos de exploración eran propiedad de la Royal Dutch-Shell,
anglo-holandesa). Y además, volvió a cobrar importancia el tema de la salida al
mar de Bolivia, dado que, de no contar con ella, la única manera de exportar el
crudo sería a través de Argentina. Aquí está la razón principal de los
alineamientos en el conflicto: si Bolivia contaba con una salida (aún
indirecta) al Atlántico, el control de la exportación del petróleo quedaba en
sus manos (y en las norteamericanas) en detrimento de los intereses británicos
y de sus aliados en el establishment argentino.
La posibilidad de que el Chaco flotase sobre un mar de
petróleo hizo que el presidente paraguayo José Guggiari adoptara una postura
intransigente, negándose a negociar. La crisis se agravó el 6 de diciembre de
1928, cuando hubo un enfrentamiento entre patrullas de los ejércitos de ambos
países. Una mediación de la Sociedad de las Naciones (la antecesora de la
Organización de las Naciones Unidas) no logró grandes resultados.
Para peor, ambos países estaban dispuestos a subir la
apuesta. En 1931, en Bolivia resultó electo Daniel Salamanca, partidario de un
nacionalismo orgulloso y agresivo, ansioso de sepultar en el olvido el poco
brillante pasado militar de su patria. En Paraguay, el presidente Eusebio Ayala
tuvo que adoptar una posición firme por presión de sus mandos militares.
LAS FUERZAS MILITARES
Hacia fines de 1931 comenzó una desesperada carrera
armamentista entre dos naciones que estaban hundidas en la miseria. Ya en los
años '20 ambos países habían intentado modernizar sus fuerzas armadas según
ejemplos europeos. Paraguay (que hasta la Primera Guerra Mundial se había
inspirado en el modelo alemán) acudió a consejeros militares franceses, entre
los que había también algunos emigrados rusos que habían huido tras la victoria
bolchevique en la guerra civil, como los generales Belaieff y Ern y el oficial
aeronáutico Vladimir Porfenenko. Los franceses también colaboraron en la
creación de la fuerza aérea (que entrada la guerra fue reorganizada por
asesores italianos).
El comandante del ejército guaraní era el coronel José Félix
Estigarribia, un egresado de academias militares de Chile y Francia (nada menos
que de la célebre Saint-Cyr). Era un oficial carismático, disciplinado y
estudioso, y contaba con algunos subordinados que habían sido voluntarios en
filas francesas en la pasada guerra mundial. Estigarribia había comprendido las
lecciones de ese conflicto mucho mejor que varios de los mejores oficiales
europeos, y era partidario del empleo de unidades pequeñas y maniobrables y de
una guerra de movimiento, al estilo de la dirigida por Lawrence de Arabia.
Bolivia tenía soldados tan valientes y capaces como su
enemigo pero, en cambio, no contaba con oficiales tan brillantes, y debía
recurrir a expertos extranjeros. Su jefe era un oficial alemán, el general Hans
Kundt, que había llegado por primera vez al país del Altiplano en 1911, como
integrante de una misión de consejeros militares teutones, y además era
veterano de la Primera Guerra Mundial (peleó en el frente ruso). Kundt se
reveló como un buen organizador y adiestrador, aunque pronto demostró carecer
de la flexibilidad de Estigarribia. Siempre estuvo inclinado a emplear
criterios tácticos perimidos: hizo avanzar sobre las llanuras del Chaco a
largas columnas de soldados (reclutados entre los habitantes del Altiplano,
para nada habituados a un clima ardiente y a la crónica escasez de agua). Los
innumerables carruajes harán que las columnas marchasen lentamente, en
formaciones demasiado compactas, intentando forzar al adversario a un
enfrentamiento directo, que Estigarribia, inteligentemente, siempre rehuyó.
Kundt no tuvo en cuenta que en el Chaco, entonces, casi no había caminos:
cuando comenzó el avance boliviano, sus fuerzas debieron dejar sus camiones
atrás. Su armamento era de muy buena calidad, pero no estaba preparado para
soportar las extremas condiciones climáticas. Y además no supo hacer uso
adecuado de su fuerza aérea, una de las mejores del continente, al mando del
muy capaz Bernardino Bilbao Rioja .
Tal vez a causa de la presiones del impaciente gobierno de
La Paz, Kundt siempre intentó ocupar el territorio que su enemigo le cedía sin
tener en cuenta las innumerables desventajas logísticas (Estigarribia decía que
"había que defender el Chaco abandonándolo"). Los paraguayos
adoptaron la táctica de guerra de guerrillas, más adecuada a las características
del terreno y del clima, formando pequeñas unidades móviles que hostigaban al
enemigo y desaparecían sin dejar rastros. Esta táctica además neutralizaba la
ventaja numérica boliviana: ese país tenía el triple de la población de
Paraguay.
EL COMIENZO DE LAS HOSTILIDADES
En junio de 1932, el presidente Salamanca (sin acudir a una
declaración formal de guerra) ordenó al general Kundt que comenzara la invasión
del Chaco. La primera escaramuza se produjo el día 15 de ese mes, cuando los
soldados bolivianos tomaron el pequeño Fuerte Carlos Antonio López, cuya única
importancia estratégica era que defendía uno de las pocas fuentes de agua de la
zona, la laguna Pitiantuta.
En las primeras semanas de la guerra, el ejército invasor
fue penetrando lentamente en el corazón del Chaco, sin poder hacer contacto con
un enemigo que le dejaba el terreno libre. En agosto los paraguayos pusieron en
funcionamiento el aeródromo de Isla Poí, y comenzaron a emplear intensivamente
a la aviación en tareas de reconocimiento de las posiciones enemigas, lo que
les dio una gran ventaja sobre su adversario. Los bolivianos contaban con
medios aéreos superiores pero estaban limitados por la ausencia de aeródromos
cercanos al área de combate.
Paraguay también contó con la ventaja de poder aprovechar la
estructura de uno de los terratenientes más grandes del país, la compañía
argentina Carlos Casado. La empresa prestó ayuda por medio del aporte de
ganado, alimentos y dinero, y la cesión del uso de la flota, los puertos y el
tren de su propiedad para el transporte de tropas. Carlos Casado era dueña de
casi 2 millones de hectáreas, de donde extraía madera de quebracho para
durmientes y abastecía a la industria del tanino. El presidente de su
directorio era nada menos que el cuñado de Agustín Justo, el presidente
argentino...
A comienzos de setiembre, el comando paraguayo intentó
reconquistar el campamento de Boquerón. Pero Kundt no se dejó sorprender, y por
una vez aprovechó la superioridad aérea, atacando desde el aire a las fuerzas
paraguayas e infligiéndoles pérdidas notables. Desde ese momento, Estigarribia
impartió la orden de movilizarse solamente de noche, permaneciendo en el día al
resguardo de la vegetación.
Entre el 9 y el 10 de setiembre, los guaraníes volvieron a
la carga contra el Fuerte Boquerón. Fue una de las batallas más cruentas de la
guerra. Los bolivianos resistieron bravamente durante 20 días, rodeados por
fuerzas seis veces superiores, pero terminaron rindiéndose al agotárseles las
reservas de municiones, agua y alimentos. Estigarribia, envalentonado por el
éxito, dirigió un ataque contra la ciudad boliviana de Saavedra en noviembre,
pero el combate no produjo grandes modificaciones en la situación.
Ambos ejércitos habían sufrido gravísimas pérdidas, y por
unas semanas rigió una tregua de hecho, mientras los enemigos trataban de
reordenarse. Por esta época hubo infructuosas gestiones de paz de la Sociedad
de las Naciones, del presidente norteamericano Franklin Roosevelt y del papa
Pío XI.
LA CONEXION ARGENTINA
El presidente Agustín Pedro Justo fue un abierto operador a
favor de Paraguay. Además de planificar las necesidades de armamentos,
gestionar líneas de crédito, colaborar en el transporte de armas y abastecer de
alimentos a los combatientes guaraníes, puso a disposición del diseño de la
estrategia bélica al Estado Mayor del Ejército Argentino.
Según el periodista argentino Rogelio García Lupo, el
cerebro de esa estrategia fue el coronel Abraham Schweizer (imagen), hijo de un
estanciero judío de Corrientes y de madre católica practicante. Schweizer (que
de todos modos había recibido el bautismo cristiano) fue el oficial de sangre
judía que más alto llegó en el tradicionalmente antisemita Ejército argentino.
Schweizer había hecho prácticas prolongadas en el ejército
alemán, antes del nazismo, y estuvo destinado en Paraguay entre 1931 y 1934.
Para el espionaje de Bolivia, era la figura clave en la planificación de la
campaña, aún más que Estigarribia.
En 1937, con el diploma de general honorario del Paraguay,
el coronel Schweizer era el jefe de la Casa Militar de la Presidencia de la
Nación y Justo le había prometido promoverlo al frente del Ejército, una vez
que hubiera sido ascendido a general. Pero Schweizer murió en un accidente
aéreo el 9 de enero de 1938, junto a uno de los hijos del presidente.
Hubo otros oficiales argentinos involucrados en el apoyo
encubierto al gobierno de Asunción. En una carta de octubre de 1932, el
embajador paraguayo en Buenos Aires, Vicente Rivarola, le informa al presidente
Ayala que ha empezado a concretarse la cooperación militar argentina. El
embajador describe una operación de inteligencia militar dirigida por un hombre
destinado a Las Lomitas, en Formosa, donde en septiembre de 1932 se organizó
una agrupación de tropas de todas las armas y servicios del Ejército llamada
Destacamento Mixto Formosa. Escribe el embajador que al flamante gobernador de
Formosa "le parece perfectamente factible la ejecución de las indicaciones
del mayor Perón, secretario del ministro de Guerra".
El mayor Juan Domingo Perón era desde febrero de 1932 el
ayudante de campo del Ministro de Guerra, el general Manuel Rodríguez, a su vez
persona de confianza del presidente Justo. De la correspondencia secreta del
presidente paraguayo y su embajador puede deducirse que se había planeado
montar un incidente en la frontera de la Argentina y Bolivia. Militares del
Paraguay, simulando ser de Bolivia, atacarían a los argentinos para provocar la
entrada de éstos en combate.
Bolivia estaba al tanto del complot. En otra carta, el presidente
paraguayo Ayala menciona la impresión que el presidente de Bolivia tiene de la
actitud argentina. "El gobierno argentino - había dicho entonces Daniel
Salamanca a un diplomático extranjero - ha concentrado fuerzas en las fronteras
bolivianas a fin de dar la mano al Paraguay en caso necesario, previo un
incidente que se provocaría". Para los bolivianos, la cuestión no admitía
dudas: "el plan de guerra fue estudiado y decidido por el Estado Mayor
General del Ejército Argentino; el general Vaccarezza, amigo personal del
presidente Justo, estuvo a inspeccionar los preparativos en todas las líneas y
el teniente coronel Schweizer vigiló la ejecución y cien suboficiales y clases
del Ejército Argentino están en las líneas paraguayas".
LA GUERRA SIGUE
En diciembre de 1932, Kundt lanzó una contraofensiva con
fuerte apoyo aéreo y trató de ocupar el vital campamento de Nanawa, defendido
por una guarnición al comando de los generales rusos citados más arriba. Los
paraguayos resistieron bravamente, y en enero de 1933 los atacantes se vieron
obligados a retirase.
En julio, las fuerzas de Bolivia volvieron a intentar un
masivo ataque frontal contra Nanawa, pero se estrellaron contra la defensas de
la "Verdún del Chaco" (por comparación con la célebre batalla de la
Gran Guerra europea). Kundt debió dar otra vez la orden de retirarse. A esta
altura, ambos rivales estaban más o menos igual que al comenzar el conflicto,
con la diferencia de que estaban exhaustos y al borde del colapso financiero.
(Una pequeña referencia deportiva. La liga guaraní de fútbol
armó un equipo que disputaba partidos en Uruguay y Argentina, recaudando fondos
para la Cruz Roja paraguaya. Una de las figuras de aquel equipo - a quien
sacaron de los cuarteles para que lo integrara - después hizo una campaña
extraordinaria en la liga argentina, de la que es el mayor goleador de todos
los tiempos: Arsenio Erico, ídolo de Independiente).
A fines de 1933 la relación de fuerzas en el aire comenzó a
emparejarse, gracias a una gestión oficial argentina ante el gobierno fascista
de Italia, que envió a Paraguay varios aviones modernos y una misión de
entrenamiento. El esfuerzo pronto dio sus frutos: merced a la observación
aérea, los paraguayos detectaron los puntos débiles de la disposición de las
tropas bolivianas y lanzaron un ataque en tenaza. Dos divisiones bolivianas
fueron aniquiladas.
Las noticias del desastre golpearon la moral de la
población. El presidente Salamanca decidió destituir inmediatamente a Kundt y
lo sustituyó con el coronel Enrique Peñaranda. El nuevo jefe demostró enseguida
gran capacidad y sangre fría, y se abocó a reorganizar sus maltrechas fuerzas
en la zona de Ballivián, en el Chaco Central.
LA INTERVENCION FRANCOBRITANICA
La participación argentina siempre había estado al borde de
causar un escándalo internacional. Se denunció que el Ejército descifraba los
códigos bolivianos y entregaba la información a los paraguayos. Se mencionaban
misiones de la aviación militar sobre territorio de Bolivia. Había rumores
sobre las comisiones por las compras de armas en Europa para el ejército
paraguayo, sobre negocios con alimentos, sobre inventarios
"sospechosos" en los arsenales del Ejército y la Marina. El ministro
Manuel Rodríguez le había dicho al embajador paraguayo en 1932 que temía que se
lo pudiera acusar de malversación de fondos. Se ha afirmado que "todo el
trigo, la nafta y el fuel-oil que consumió el ejército paraguayo durante los
tres años de guerra le fueron facilitados gratuitamente por el gobierno
argentino" (David Zook, "The conduct of the Chaco War", New
Haven, Bookman Associates, 1960).
Francia y Gran Bretaña advirtieron al canciller argentino
Carlos Saavedra Lamas que denunciarían a nuestro país ante la Liga de las
Naciones por violar el embargo de la venta de armas a países en guerra (ambas
naciones temían crear un precedente que pudiera ser utilizado por la Alemania
nazi). La Cancillería ignoraba lo que el Ministerio de Guerra hacía a sus
espaldas. "El Dr. Saavedra Lamas (el canciller de Justo) no sabe
absolutamente nada de mis arreglos con los ministros militares
(argentinos)", escribió el embajador Rivarola al presidente Ayala, en
setiembre de 1932.
En marzo de 1934 el canciller tuvo una reunión secreta con
el presidente Justo y el ministro Rodríguez, con quien tuvo un duro
enfrentamiento por la descarada participación argentina. Justo decidió entonces
guardar más cuidadosamente las formas.
BOLIVIA ACUDE A ASESORES CHECOSLOVACOS
El Gobierno boliviano se dirigió a Checoslovaquia,
solicitando el envío de una misión militar. En mayo de 1934 un informe del
Estado Mayor del Ejército Checoslovaco destacaba que Bolivia era uno de los
mayores clientes de su industria de armamentos. Además, el Estado Mayor tendría
la posibilidad de testear en condiciones extremas un nuevo tipo de tanque
ligero, oportunidad nada desdeñable si tomamos en consideración que la vecina
Alemania se lanzaba a una desenfrenada carrera armamentista. El espionaje
militar checoslovaco también conocía la misión de oficiales alemanes, al mando
de Kundt.
El ministro de Relaciones Exteriores checoslovaco, Edvard
Benes, se desempeñaba en aquel entonces en la Sociedad de las Naciones como
árbitro en el litigio entre Bolivia y Paraguay. Por eso fue necesario disfrazar
el viaje a Bolivia de los expertos militares checoslovacos. Éstos pasaron
temporalmente a la reserva y viajaron como civiles. En el país andino debían
actuar como asesores militares, contratados por el Gobierno boliviano.
Los oficiales bolivianos miraban al principio de reojo
también a los asesores checoslovacos, invitados por el Presidente. Según el
deseo expreso del comandante supremo del Ejército boliviano, el coronel
Peñaranda, dos oficiales supervisaban el entrenamiento de los comandantes de
Infantería y Artillería, un experto militar checoslovaco fue destinado al
Estado Mayor y otro fue nombrado asesor de las unidades de ingenieros. El jefe
de la misión checoslovaca, el general Placek, debía informar personalmente a
los máximos representantes bolivianos sobre la situación en el frente, con el
derecho de coordinar sus intervenciones en el Ejército. Los oficiales
checoslovacos debían tomar parte activa en los combates.
Bolivia también contrató mercenarios chilenos. Tanto los
trasandinos como los checoslovacos demostraron su capacidad, pero tal vez
llegaron demasiado tarde. Cuando los checoslovacos terminaron sus actividades
en Bolivia en julio de 1935, cada uno de sus miembros regresó a su patria
ostentando una condecoración boliviana.
SE ACERCA EL FINAL
En mayo de 1934, Bilbao Rioja desencadenó una imprevista
ofensiva contra una división paraguaya. Estigarribia debió retirarse, sufriendo
gravísimas pérdidas. Pero el notable jefe guaraní no se amilanó, y dos meses
después volvió a la ofensiva. En noviembre destrozó en El Carmen al Cuerpo de
Reserva Boliviano. Era el comienzo del fin. El general Placek, en una tensa
reunión en el palacio presidencial, propuso formar un nuevo ejército de voluntarios
para que Bolivia pudiera pasar a la ofensiva en abril de 1935. Su propuesta fue
aceptada.
A fines de noviembre, el presidente Salamanca se dirigió a
Villamontes, donde Peñaranda había instalado su cuartel general, y lo sustituyó
con el general Lanza. Mas Peñaranda, gracias a la complicidad de las tropas de
su colega y amigo, el coronel Germán Busch, obligó al presidente a renunciar.
Salamanca lo saludó con una frase que expresaba su gran capacidad para el
sarcasmo: "felicitaciones, amigo mío. Esta noche finalmente ha podido
llevar al éxito su primer cerco".
Galvanizado por los éxitos y por la grave situación interna
del enemigo, Estigarribia insistió en su ofensiva y se aprestó a asestar el
golpe final. En diciembre, los paraguayos indujeron a la caballería boliviana a
retirarse de los vitales pozos de Yrendagué. Cinco mil soldados bolivianos,
sumidos en la desesperación, comenzaron a vagar en busca de agua. Un tercio de
los caballos murió de sed, y sus jinetes se abalanzaban sobre los animales muertos
para beber su sangre. Según las estimaciones del Comando boliviano, en total se
perdieron 1.600 soldados y 3 mil caballos.
EL DESASTRE
"Contará Augusto Céspedes, del lado boliviano, la
patética epopeya. Un pelotón de soldados empieza a excavar un pozo, a pico y
pala en busca de agua. Ya se ha evaporado lo poco que llovió y no hay nada de
agua por donde se mire o se ande".
"A los doce metros, los perseguidores del agua
encuentran barro líquido. Pero después, a los treinta metros, a los cuarenta y
cinco, la polea sube baldes de arena cada vez más seca. Los soldados continúan
excavando, día tras día, atados al pozo, pozo adentro, boca de arena cada vez
más honda, cada vez más muda; y cuando los paraguayos, también acosados por la
sed, se lanzan al asalto, los bolivianos mueren defendiendo el pozo, como si
tuviera agua" (Eduardo Galeano, "Memoria del Fuego 3: El Siglo del
Viento").
Peñaranda se vio obligado a impartir la orden de retirada
general. En enero del '35, lo que quedaba de su ejército abandonó el Chaco y se
replegó a Bolivia. Estigarribia comprendió que el enemigo estaba al cabo de sus
fuerzas y, en abril, cruzó el río Parapiti, entrando en territorio boliviano. A
fines de ese mes hubo un contraataque que salvó el Chaco Occidental para
Bolivia, pero es el canto del cisne. Ninguno de los dos ejércitos estaba en
condiciones de continuar batiéndose.
LA IDEA DE DIVIDIR BOLIVIA
En las postrimerías de la guerra se publicó en nuestro país
un libro, "Una nueva república en Sudamérica", que alentaba la formación
de una nueva nación con parte del territorio de Bolivia. La obra, escrita por
el historiador argentino Enrique de Gandía, fue distribuida por los
diplomáticos paraguayos y argentinos en todo el mundo y circuló asimismo en
Santa Cruz de la Sierra, que en el audaz proyecto estaba destinada a capital de
la nueva república. "La guerra entre Paraguay y Bolivia (sostenía el
historiador) ha demostrado que los pobladores de Santa Cruz de la Sierra no
desean seguir formando parte de la nación boliviana y que aspiran a erigirse en
república independiente".
La utilización de "Una nueva república en
Sudamérica" siguió la tendencia de preparar las acciones bélicas con un
previo trabajo histórico que las justificara. Gandía sirvió a ese propósito,
que los bolivianos consideraron como "financiado y costeado íntegramente
por los intereses argentinos que estaban en juego en la guerra", según el
historiador boliviano Gerardo Irusta.
EL FIN DE LA GUERRA
A principios de junio el nuevo gobierno de Bolivia,
encabezado por el coronel Toro, decide pedir la paz. Carlos Saavedra Lamas
presentó el 1º. de julio de 1935 (en nombre de la Conferencia Panamericana
reunida en Buenos Aires, y en la que también participan Brasil, Chile, Perú,
Uruguay y los Estados Unidos) un documento de tregua que fue aceptado sin
reservas por los plenipotenciarios bolivianos y paraguayos. Saavedra Lamas
recibió el Premio Nobel de la Paz en 1938, en reconocimiento a sus gestiones.
(Al respecto, Arturo Jauretche escribiría con su inimitable
prosa, décadas después: "los foguistas se ocuparon de hacer la paz y
pasaron a ser bomberos, y las mismas fuerzas que consiguieron esta
transformación consiguieron un premio para el jefe de los bomberos"). (1)
El comienzo de la conferencia coincidió casualmente con el
célebre debate en el Senado argentino acerca de los negociados de la industria
frigorífica, que contaban con la protección del gobierno de Justo. El 23 de
julio Ramón Valdez Cora, un ex policía y matón a sueldo, intentó asesinar al
senador opositor Lisandro de la Torre, del Partido Demócrata Progresista de
Santa Fe. Fracasó, pero las balas acabaron con la vida del senador Enzo
Bordabehere, compañero de bancada de De la Torre.
El 25 de octubre se puso fin a las hostilidades. El tratado
de paz definitivo, firmado en 1938, garantizó a Paraguay la mayor parte del
territorio en disputa. Bolivia pudo conservar el oeste del Chaco, cuya
soberanía nunca había estado en cuestión (donde estaban los yacimientos
petroleros verificados) y consiguió un angosto corredor hacia el río Paraguay y
un pequeño puerto sobre él, de utilidad poco menos que simbólica. Le fueron
concedidos privilegios ferroviarios y portuarios en Paraguay, algo que ya se le
había ofrecido antes de que se desatara la carnicería.
¿Y el petróleo? Existía, pero en cantidades inferiores a las
previstas y sólo en la parte del Chaco que linda con la cordillera de los
Andes. Sí había ricos yacimientos de gas, los segundos en importancia de
Sudamérica, después de los de Venezuela. El quebracho del Chaco, ahora definitivamente
en manos paraguayas, produjo grandes beneficios a las firmas angloargentinas
que participaron en su explotación.
LAS CONSECUENCIAS POLITICAS
En 1936, el gobierno liberal del presidente Ayala fue
depuesto por un golpe militar dirigido por oficiales jóvenes, escandalizados
por lo que suponían términos extremadamente benignos para Bolivia. Paraguay
sucumbió ante los efectos de una severa crisis económica y una sucesión de
golpes y dictaduras, que culminaron en la soñolienta tiranía de Alfredo Stroessner
(imagen) de 1954 a 1989.
En Bolivia, Salamanca tuvo que ceder el gobierno a su
vicepresidente José Luis Tejada Sorzano ya a fines de 1934, el que a su vez fue
derrocado en mayo de 1935 por el coronel José David Toro, uno de los
responsables del fracaso militar. Faltaban menos de dos semanas para unas
nuevas elecciones presidenciales.
El humillante desastre de la Guerra del Chaco tuvo un
impacto muy profundo en Bolivia. La oligarquía tradicional, desacreditada tras
demostrar su incapacidad para el liderazgo político y militar, culpó de la
derrota a la inferioridad racial de su propio pueblo. Las masas indígenas
explotadas tuvieron que esperar hasta la revolución nacionalista de 1952 para
poder deshacerse (bien que por unos años nada más) de esa elite inepta.
CODA ARGENTINA
El tráfico de inteligencia militar sobre la guerra del Chaco
continuó aún después de la paz, como lo evidenció el escándalo de espionaje que
en diciembre de 1936 comprometió al Estado Mayor del Ejército. El escándalo
comenzó cuando el agregado militar paraguayo en Buenos Aires denunció ante el
Ministro de Guerra argentino (el general Basilio Pertiné, abuelo de la esposa
del ex presidente argentino Fernando De la Rúa) que un agente del servicio de
informaciones del Ejército, Horacio Pita Oliver, le había ofrecido documentos
militares secretos. Pita Oliver fue detenido, y denunció que los papeles que
había intentado vender le habían sido entregados por el mayor Guillermo Mac
Hannaford, ayudante del jefe del Estado Mayor, general Nicolás Accamé. También
involucró al teniente primero Aquiles Azpilicueta y a Jorgelina Argerich, en
cuya casa encontraron papeles "desaparecidos del Estado Mayor".
Mac Hannaford fue arrestado mientras servía de edecán del
presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt, entonces de visita en
Buenos Aires, a quien se ocultó que su momentáneo hombre de confianza era un
espía. El supuesto traidor fue degradado y condenado a reclusión perpetua. A
Mac Hannaford, el día de su degradación pública, le ofrecieron una pistola para
que se suicidara, pero la rechazó tajantemente. "¡Déjense de joder!",
dijo. "Yo no me mato. ¡Soy inocente!".
Pasó los 10 años siguientes en el siniestro penal de
Ushuaia, donde contrajo tuberculosis. Después lo trasladaron a la cárcel de
Caseros, donde estuvo recluido hasta que fue indultado en 1956, luego de casi
20 años de prisión. Mac Hannaford, que murió en 1961, jamás admitió los cargos,
y el caso nunca logró ser aclarado del todo. Una muestra de lo oscuro que sigue
siendo aún hoy: el sitio de la Dirección de Asuntos Históricos del Ejército
Argentino afirma que Mac Hannaford vendió secretos militares... a Chile.
Hay demasiados puntos sugestivos. Los defensores militares
de Mac Hannaford eran sistemáticamente asignados a destinos alejados de la sede
de la corte marcial. El general Accamé, que conocía bien a Mac Hannaford porque
era su superior, fue enviado sorpresivamente en una misión a Brasil y no pudo
declarar. La investigación fue llevada a cabo en el mayor secreto, y sólo se
hizo pública cuando se dictó sentencia, 18 meses después de la denuncia. No
hubo posibilidad de apelar porque a los defensores se les negó recurrir a la
Corte Suprema. El acusado recibió la pena máxima, reclusión perpetua, pese a
que el delito no se había consumado, porque los documentos prometidos a
Paraguay no fueron entregados. Hubiese correspondido una pena menor por
tentativa.
La casa de Mac Hannaford en Olivos fue revisada centímetro a
centímetro, y no pudo encontrarse nada que lo comprometiera. El proceso comenzó
y terminó sin una prueba clave: jamás fueron encontrados los documentos que
Pita Oliver le había ofrecido al agregado militar paraguayo. El caso se basó en
sus palabras, que no pudieron ser examinadas. Por ejemplo, Pita Oliver había
asegurado que Mac Hannaford quería cobrar 300 pesos por los documentos, pero el
mayor no pasaba apremios económicos y estaba a punto de ser ascendido a
teniente coronel, con lo cual recibiría un aumento de 400 pesos.
También resultaba extraño que el ofrecimiento de secretos
militares se hiciera a Paraguay, un país aliado, como hemos visto. Según la
legislación de aquel entonces (aún vigente hoy) el delito de traición a la
patria existe cuando alguien colabora o ayuda a un país enemigo de la
Argentina.
Los papeles "desaparecidos del Estado Mayor" fueron
encontraron en la casa de Jorgelina Argerich, no de Mac Hannaford, y jamás se
supo qué importancia tenían, o si eran sólo papeles en blanco membretados. La
Argerich, Pita Oliver y Azpilicueta recibieron penas menores, y este último,
llamativamente, fue reincorporado al Ejército luego de cumplir cinco años de
condena.
Un hecho sugiere que tal vez se trató de un montaje
destinado a producir un ajuste de cuentas entre facciones opuestas del
Ejército. Horacio Pita Oliver era primo del general Rodolfo Martínez Pita, que
en 1936 presidía el Consejo de Guerra para Jefes y Oficiales. Martínez Pita se
había desempeñado en la Comisión Militar Neutral durante la guerra de Bolivia y
Paraguay (imagen de arriba a la derecha) pero sobre todo era conocido en el
Ejército porque representaba a la corriente de oficiales nacionalistas, que
incluía entre sus miembros a algunos admiradores del nazismo y el fascismo. Mac
Hannaford estaba enrolado en el sector partidario de mantener estrechas
relaciones con Gran Bretaña.
NOTAS
(1) Las polémicas de Jauretche - Arturo Jauretche -
compilación de Norberto Galasso, Los Nacionales Editores, Buenos Aires, 1982
(edición original: 1981).
FUENTES
LIBROS
"Memoria del Fuego 3: El Siglo del Viento" -
Eduardo Galeano, Editorial Siglo XXI, 2001 (edición original: 1986).
ARTÍCULOS
Secretos en la guerra del Chaco - Rogelio García Lupo,
Clarín, 24 de setiembre de 2000.
Los negocios de la guerra del petróleo - La Nación, 14 de
octubre de 2000.
El caso del único militar argentino que fue condenado por
espionaje - Ricardo Canaletti, Clarín, 15 de julio de 2002.
Por qué no hay generales judíos en el Ejército - Rogelio
García Lupo, Clarín, 21 de setiembre de 2003.
VÍNCULOS [actualizados el 09/11/08 y el11/10/09]
Misión militar checa en la Guerra del Chaco - Eva Manethová,
10 de febrero de 2001.
Mediación en la Guerra del Chaco Boreal (sitio del Ejército
Argentino).
Las relaciones de la Argentina con Bolivia y Paraguay (en el
excelente sitio Historia General de las Relaciones Exteriores de la República
Argentina).
Versión resumida del libro "Masamaclay: Historia
política, diplomática y militar de la Guerra del Chaco" del historiador
boliviano Roberto Querezaju Calvo.
"The
Gran Chaco War: Fighting for Mirages in the Foothills of the Andes" (en
inglés)
"The Chaco War" (en inglés)
Interesante post! dejo el mio sobre el mismo tema por si es del interés de alguien!
ResponderEliminarhttps://guerrasdetumundo.blogspot.com.ar/2017/06/guerra-del-chaco.html?spref=tw
por favor donde anda el nuevo blog, porque el se la dirección que se cita esta eliminado
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