A fines del siglo pasado Oruro era una población de inspiración cosmopolita en
la que no se cultivaban los regionalismos que dividían otras partes del país y
donde extranjeros y bolivianos de cualquier latitud eran acogidos con la misma
cordialidad. Según cálculos que hizo el periódico "El Decálogo"
vivían entonces en Oruro 8.939 orureños, 6.253 bolivianos de otros puntos
del país, 462 latinoamericanos de diferentes naciones del continente, 226
europeos y 13 asiáticos. Del total de 15.893 eran mineros 1.963, comerciantes
1.735, estudiantes 977, panaderos 200, abogados 96, religiosos 38, ingenieros
32, médicos 16 y el resto mujeres, ancianos y niños. Oruro era de aspecto
urbano modesto y chato, mas con mucho orgullo de ser la primera ciudad
boliviana unida a la costa con un ferrocarril. Era la etapa obligada en las
comunicaciones de La Paz con el sur, punto de conexión con los valles de
Cochabamba, núcleo económico con numerosas casas comerciales y agencias de
bancos nacionales y extranjeros, centro de negocios y de aprovisionamiento de
las minas de sus alrededores y de leguas a la redonda.
La famosa Convención de 1880 que inició una nueva era política para la
república, con la emergencia de una élite de mineros enriquecidos con la plata,
que ganó ascendiente sobre la tradicional oligarquía latifundista y el
caudillismo militar, estableció el sistema de partidos civiles y dio
preeminencia a la mentalidad positivista y mercantil de que la nación debía
manejarse por un gobierno representativo con criterio empresarial, dando
preferencia a la atención de los problemas económicos y haciendo del trabajo y
el enriquecimiento privado y nacional el objetivo principal de la actividad
ciudadana. Oruro y La Paz iban adquiriendo en la era del estaño que se iniciaba
la posición que Potosí y Sucre tuvieron en el pasado argentífero. Sucre,
aislada entre colinas, había simbolizado el respeto a la herencia colonial. El
ferrocarril trajo desde el exterior, primero a Huanchaca y desde 1892 hasta
Oruro, las ideas y la maquinaria para el trabajo técnico y progresista.
En La Paz vivían quienes dependían de la política. En 'Cochabamba los afectos a
la molicie y el ambiente rural. En Potosí y Sucre los aferrados al pasado. En
Tarija, Santa Cruz y Trinidad los olvidados. Oruro era la ciudad del trabajo,
de los cateadores de fortuna, de los ansiosos de éxito material.
Fuente: Llallagua Historia de una Montana - Roberto Querejazu Calvo.
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