Por: Mario L. Aguilar P. - Investigador e historiador /
Publicado en el periódico La Patria, el 14 de junio de 2013.
Gerardo Irusta Merdrano en su obra "Espionaje y
Servicios Secretos en Bolivia", hace mención de los estudios publicados
por el general Elías Belmonte, el fundador de la logia militar
"Radepa" (Razón de Patria), donde revela que el Paraguay empezó a
prepararse para combatir con Bolivia desde el año 1904, es decir 28 años antes
que pudieran iniciarse las acciones bélicas con nuestro país.
El espionaje enemigo era eficacísimo bajo la dirección
técnica extranjera, como que la mayor parte de la asistencia argentina en ese
orden, aseguró los éxitos militares de su aliado platense y nos causó desastres
continuos. Según reveló el internacionalista Antokoletz al historiador Mercado
Moreira, ya en años anteriores había ingresado Estigarribia con apariencia de
ganadero visitante para estudiar las condiciones del terreno y de
administración castrense en los sectores de poblaciones civiles y asientos
militares entre Santa Cruz y Tarija, el ruso coronel Belaief fue contratado
expresamente para estudiar todos los parajes del Chaco.
Vicente Rivarola en su libro "Memorias
Diplomáticas", editado en Buenos Aires en 1952, relata con lujo de
detalles como el servicio Diplomático de Chile, y luego los servicios de
inteligencia de ese país, le facilitaban al Paraguay información de primera
mano sobre las acciones que desarrollaba el gobierno boliviano en esa fase
previa a la Guerra del Chaco, y desgraciadamente con casi ninguna capacidad de
reacción de los servicios de inteligencia de nuestro país.
El embajador Rivarola en Chile, se hizo rápidamente amigo
del Ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Conrado Ríos Gallardo, pero
fundamentalmente conquistó a los funcionarios chilenos, Nicolás Novoa y Félix
Nieto del Río, quienes eran subsecretario de Relaciones Exteriores de Chile y
director del Departamento Diplomático mapochina, respectivamente y fueron
quienes le proporcionaron abundante información sobre la situación en Bolivia.
Por estos conductos, el Paraguay sabía con absoluta
precisión las armas, el monto y el tipo de armas que compraba Bolivia para su
Ejército, pero al mismo tiempo hay que suponer que Chile, ese año de 1927,
debió tener agentes infiltrados dentro nuestras estructuras gubernamentales y
militares del más alto nivel porque, por lo general la adquisición de armas se
realiza de manera secreta.
El hecho de que los servicios de espionaje diplomáticos
chilenos tuvieran tanta precisión sobre lo que hacía o no Bolivia en materia
bélica, deja la impresión que en realidad nuestros políticos y los altos mandos
militares, desde la Guerra del Pacífico jamás tomaron en serio un preparativo
militar profundo en la perspectiva de potenciar bélicamente nuestro país junto
a su defensa y seguridad.
A esta conducta chilena podemos incrementar el
incumplimiento al Tratado de 1904, donde Chile viola el acuerdo de libre
tránsito, al no permitir el traslado de armamento en los momentos precisos en
que Bolivia movilizaba su Ejército y se ponía en pie de guerra.
Los prolegómenos de la Guerra del Chaco dejan claramente un
sistema militar boliviano absolutamente desprotegido de todo sistema de
seguridad inclusive para sus acciones mínimas en la compra de armas.
Pero además, en ese tiempo, parecía ignorarse, como parece
que también ahora ignoran los políticos bolivianos que el servicio diplomático
debe descansar fundamentalmente sobre una estructura de inteligencia capaz de
darle los argumentos suficientes y contundentes como para asumir posiciones en
las mesas de negociaciones o en las citas diplomáticas.
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