Noviembre de 2017. Altagracia de Orituco, Venezuela.
Fuente: Campaña de 40 días: hecha por el ejército boliviano
al mando de S. E. el General Ballivián, contra el ejército invasor del Perú a
las órdenes del Generalísimo de sus armas D. Agustín Gamarra. / M. Rivadeneyra,
1842 – Bolivia
Situado nuestro Ejército en Sicasica y el enemigo en la Paz,
después del reconocimiento militar de Calamarca que ejecuto con una de sus
divisiones, se ocupó aquel de sus arreglos y este de talar nuestros campos,
allanar nuestras casa para saquearlas en todas las horas del día y de la noche,
en asesinar nuestros compatriotas, en
arrancar a nuestros hijos de los establecimientos de educación y de nuestros
hogares para engrosar sus filas, en atacar todas las garantías sociales , en
alterar nuestro sistema de hacienda, en profanar nuestros templos, y en cometes
en fin cuantas depredaciones y atentados ejercieron los más bárbaros conquistadores
de la edad media. El 6 se movió el enemigo de la Paz, y se acantono en Viacha,
donde se fortifico, dejando guarnecida aquella ciudad con un batallón y una de
lanceros. El 3 se había reunido nuestro Ejército el batallón 12 de Oruro: el 9
lo hizo la columna Ballivian de Cochabamba y el 11 los escuadrones de
Coraceros, Guías y Dragones, a las órdenes del coronel José María Silva, con más
de una compañía de infantería de Oruro reforzaron nuestras filas.
La reunión de estas fuerzas que esperábamos con ansiedad
puso al ejército, aunque no en número igual al invasor, en amplitud de tomar ya
la ofensiva y dar una nueva dirección a sus operaciones para concluir la
campaña. S. E. se ocupó activamente en los días 11 y 12 de arreglos importantes
en el ejército, del establecimiento de maestranzas, reemplazos formaciones de
nuevos cuerpos de reserva, y en dictar todas las providencias necesarias para
asegurar nuestra retaguardia y contener al enemigo con un nuevo Ejército, si la
desgracia o la caprichosa fortuna, a pesar de nuestro civismo, del valor de
nuestros guerreros y de la justicia de nuestra causa le hubiera acordado el triunfo.
El 13en fin se dio la orden de marchar, y el 14 se verifico
en Ayoayo la reunión del Ejército, marchando las divisiones por un hábil
combinado movimiento de los diferentes campos que ocupaban. El 15 se hicieron
los últimos arreglos, y el 16 avanzo el Ejército sobre sobre Calamarca,
apoyando su marcha sobre l prolongada cadena de montañas que cubrían nuestro
flanco derecho, y cubriendo nuestra izquierda con una descubierta a las órdenes
del coronel Magariños.
Ese día entro en línea el batallón 10, que redoblando sus
marchas desde Potosí, se reunió a sus compañeros de armas para partir con ellos
las fatigas y las glorias. El 17 se movió el Ejército en busca del enemigo,
decidido a comprometer la batalla en la que cifraban tantas esperanzas, y de la
que pendían tan altos intereses.
Varios avisos de nuestras descubiertas, informaron a S. E.
de la permanencia del enemigo en el campo fortificado de Viacha. El Ejército
hizo alto en Iñupampa, y S.E. le dispuso al combate en tres líneas reforzadas por la artillería que debía
cubrir los claros de las columnas en caso preciso, y apoyados los flancos por
dos escuadrones de coraceros. En este orden
y dada la señal, se emprendió la marcha hasta hacer alto a una legua del
campo contrario para dar descanso a la infantería , agua a la caballería y
hacer un reconocimiento sobre el enemigo, que presento toda su caballería en
columnas paralelas sobre su flanco izquierdo, apoyando su derecha sobre el morro de Santa Bárbara en que había
colocado su artillería, y situado su infantería en los parapetos de su campo.
Nuestra descubierta avanzada sobre el enemigo, fue apoyada por el primer escuadrón
de coraceros, a las órdenes del teniente coronel Saavedra.
Eran las dos de la tarde, y el enemigo se conservaba en sus
posiciones sin aceptar combate cuando S.
E. Ocupado en un reconocimiento sobre el
Ejercito contrario a menos de media legua de su campo, fue informado de que le
batallón Puno del Ejército invasor había
desalojado la Paz y venia en marcha a incorporarse a su Ejército. Se presentaba
al parecer la oportunidad de cortar este cuerpo, y el Ejército conservando su
misma formación, estrechando las distancias de las marchas, y cubierto su
flanco izquierdo por una línea de tiradores
que ocultase su fuerza, se movió por la marcha de flanco en la dirección
de un ángulo de 45 grados, tomando por lados el campo enemigo y a continuación
de nuestra marcha, con el doble objeto de evitar la reunión de esta fuerza, de
dar frente y presentar combate, si el enemigo para apoyar el batallón Puno
salía de sus posiciones y comprometía un choque. Nuestro primer escuadrón de
Coraceros siguió el movimiento, cubriendo nuestro flanco izquierdo y despreciando
el fuego de una compañía de tiradores a caballo que el enemigo desplego en
guerrilla, aparentando con un movimiento de la mayor parte de sus fuerzas que
comprometiera el ataque; pero habiendo logrado la reunión del batallón Puno contramarcho
a Viacha, y nuestro Ejército continuo su marcha hasta el campo de Ingavi donde
vivaqueo. Este campo, que reconoció S. E. personalmente, es una extensa llanura
que termina en el cerro de las letanías y montañas inmediatas a él. Un cienago
continuado hasta las inmediaciones de Viacha aseguraba nuestra derecha, y se
cubrió nuestro frente hacia el enemigo y a la izquierda, con compañías de
cazadores avanzadas, y demás reglas del arte. Era este punto en que el Dios de
los Ejércitos había preparado a los hijos de Bolívar el más justo y esplendido
triunfo, Una lluvia continuada hasta la media noche ofreció molestias que
animaban el entusiasmo de nuestra tropa, y que parece le excitaron a hacer el
servicio con la más escrupulosa vigilancia y puntualidad.
Amaneció en fin la aurora del 18: el enemigo la saludo con
el estallido de su artillería y el sonido de sus instrumentos bélicos. Nuestra
artillería saludo también al padre de la luz, y una precursora de la que más
tarde debía celebrar la más bizarra victoria, recordó al soldado boliviano, la
augusta misión de que se hallaba encargado. S. E. ordeno que comiese la tropa y
revistasen las armas. Ambas coas se ejecutaron con rapidez, y el Ejército a las
9 del día se encontró dispuesto al combate que aún no esperaba. Un parhelio que
con los colores nacionales se advirtió en el disco del sol y que coronaba al Ejercito,
llamo generalmente la atención de la tropa, que repetía sin cesar: El cielo ha
desplegado triunfante el pabellón boliviano: camaradas a vencer.
A las 9 y media de la mañana, cumpliendo el que suscribe con
una orden de S. E. , se hallaba ocupado del reconocimiento del cienago
prolongado por nuestro flanco derecho, cuando fue advertido por un jefe de
nuestra descubierta que se movían las masas enemigas. Mando advertir de ello a
S. E. que lo había también notado, y que había ya ordenado formar los cuerpos.
El enemigo en efecto emprendió el movimiento por su flanco
derecho, apoyándolo en el cerro de las letanías y en la cadena de montañas que
le siguiesen al oriente. Un rápido cambio de frente por nuestra parte satisfizo
los deseos de S. E. , por la exactitud con que se ejecutó. Nuestra línea
apoyada en su derecha por el pantano, se formó en el orden siguiente: a la
derecha los batallones número 10 y 12, mandados por el coronel Rivero; las seis
piezas de artillería por secciones llenaban los claros de las columnas, y
cuatro escuadrones de caballería cerraban a la ala izquierda de la línea; los escuadrones
de Coraceros y los batallones 5º, 7º y 9º, formaban la reserva en segunda
línea. El enemigo continuo su movimiento de circunvalación sobre nuestro campo,
con el intento bien conocido de envolver nuestra izquierda; pero sin la
resolución bastante para ejecutarlo a una distancia conveniente en que no
pudiese ser burlado su intento. S. E. que penetro el objeto de la dirección de
su línea, mando ejecutar un nuevo cambio de frente, reiterando la izquierda, y
sirviendo de eje nuestra ala derecha apoyada constantemente sobre el cienago.
Por resultado de este movimiento quedo cubierta la izquierda de nuestra línea
con la casa de hacienda de Ingavi, tras la cual se situó emboscado el batallón
de la guardia 5º de línea. Cuatro piezas de artillería colocadas a la izquierda
de esta casa, y las dos restantes sobre el flanco derecho de nuestra línea, reforzaban
nuestras alas. En este estado se esperó hasta el momento en que se empeñó la
batalla. El enemigo a distancia de tres cuartos de legua sobre nuestro frente,
en la misma llanura que ocupaban ambos ejércitos, sin obstáculos de ninguna de
ninguna clase para sus movimientos, formo su línea en columnas paralelas y en
el mismo orden de nuestra; marcho de frente con el denuedo que le inspiraba la persuasión,
o ya de las reglas del arte para elegir la colocación de su caballería, o ya
desconfiando de sí mismo, o ya tal vez faltado la unidad de acción en el mando
absoluto, que es indispensable para dirigir una batalla, cambiaba su caballería
repetidas veces de uno al otro costado de su línea. S. E. atento a estas variaciones,
daba oportunamente nueva colaboración a nuestra caballería para oponerla a la
contraria y comprometerla en cualquier dirección en que se encontrase. La línea
enemiga traía una dirección opuesta al objeto manifiesto de envolver nuestra izquierda:
había adelantado su derecha, y formaba una línea oblicua a la que ocupaba
nuestro Ejército. S. E. conoció bien pronto tan sustancial error, y decidió
desde ese momento envolver la derecha del enemigo tomándole de flanco esta ala:
se necesitaba empero que el enemigo se aproximase cuanto era necesario a la exactitud e
impetuosidad del ataque, y para evitar que reconociese su error y rectificase
su dirección; mando S. E. desplegar en guerrilla sobre este costado la compañía
de cazadores del 8º, cubierta por una unidad de Húsares en tiradores y un escuadrón
de reserva, con la orden de no oponer ninguna resistencia y e retirarse
despacio para atraer insensiblemente ese costado del enemigo que con
imprudencia comprendía. El éxito correspondió perfectamente al fin propuesto,
pues la línea del enemigo con doble frente al de nuestro Ejército, formaba con
la nuestra un ángulo poco mayor de 30 grados.
El enemigo rompió sobre su marcha el fuego de artillería con
un cañoneo bien sostenido; ese fugo se fue contestado hasta que su aproximación
ofreciese la seguridad de ofender con el provecho que esperábamos de la pericia
de nuestros oficiales de artillería, que correspondieron a las esperanzas de S. E. desde que se ordenó
romper fuego. Nuestra artillería jugo con tan buen éxito, que desde el primer
cañoneo causo en las columnas enemigas un daño manifiesto por los claros que
habría.
Llenado el objeto, y cuando el costado enemigo se encontraba
a doscientos pasos de nuestra izquierda, se dirigió S. E. al Ejército, y mostrando
los invasores les dijo: “Soldados, a esos enemigos que tenéis al frente, los
veréis desaparecer como las nubes cuando las bate el viento”.
Inmediatamente mando retirar las guerrillas, y ordeno al que
suscribe cargarse con el batallón de la Guardia, el 8º y un escuadrón de
Coraceros sobre la derecha del enemigo, con el objeto de envolverla por el
flanco y variar de dirección para continuar barriendo su línea. Al mismo tiempo
y con igual prontitud ordeno al general Luis Lara cargarse con tres escuadrones
a la caballería enemiga que en ese momento cerraba su izquierda, y a los
coroneles Silva y Rivero que atacasen de frente y a la bayoneta. Toda nuestra
línea se puso en movimiento simultáneamente, y el ataque general se dio con tal
ímpetu, bravura y ardimiento, que las dos alas del enemigo quedaron a la vez envueltas,
sin poder resistir al primer empuje de nuestros bravos. Nuestra caballería
sobrepaso la línea enemiga hasta su retaguardia, y nuestra izquierda arrollo su
derecha, tomo la artillería y continuo el ataque sin detenerse un solo momento
hasta terminar la batalla.
Éramos vencedores por ambos flancos, mientras el centro
enemigo se mantenía a pie firme,
formando cuadros dos de sus batallones, y apoyándose en las pequeñas
rancherías situadas en la llanura; en cada una de ellas peleo hasta morir entre
los fuegos, el presidente de la republica
peruana y generalísimo de sus armas, rodeado de los cadáveres de muchos
de sus jefes, oficiales y tropa.
La tenaz resistencia del centro enemigo obligo por fin a S.
E. a emplear los batallones de reserva que hasta entonces no habían tomado
parte en el combate, mandados por el coronel Santizabal y sus esforzados jefes
Sanjines y Belsu, y a avanzar las piezas de artillería que con sus bien
dirigidos fuegos de metralla acabaron de romper y dispersar los restos del
ejercito enemigo, que cortado en su retirada emprendió la fuga en distintas direcciones,
y en especial sobre la de Calamarca, en que fueron tomados incluso el general
en jefe D. Ramón Castilla.
Cincuenta minutos de tiempo coronaron por fin con la más
esplendida y bizarra victoria nuestras armas. Los dos gigantes del nuevo mundo,
el Illampu y el Illimani testigos de esta brillante jornada, como monumentos
eternos a nuestra gloria, transmitirán de edad en edad tan fausto hecho, y
arrancaran de la posteridad más remota las bendiciones que merecen los nombres
de los guerreros que han asegurado por siempre la independencia y libertad de
la hija del Gran Bolívar.
Los trofeos de esta celebre victoria son 4 banderas, ocho
piezas de artillería tres mil cuatrocientos fusiles, doscientas noventa lanzas,
mayor número de sables, todo el parque enemigo, y cuanto componía el tren del
ejercito contrario. Ha muerto en el campo y sobre su primera línea el
generalísimo de las armas peruanas, y han quedado prisioneros en nuestro
poder el general en jefe D. Ramón
Castilla, 24 jefes, 150 oficiales y .200 individuos de tropa. Esta jornada
cuesta al Ejército boliviano la muerte de los bravos comandante Carretero,
Sargento Mayor Taravillo, Edecán de S. E., Tenientes primeros Castilla y Fernández,
Teniente 2º Espinosa, Alférez Labardin, 208 individuos de tropa y 434 heridos.
El enemigo ha tenido más de 500 muertos, entre los que se cuenta un grandísimo
numero de jefes y oficiales y 422 heridos.
Fuente: Campaña De 40 Días / Boletín del ejército boliviano
No 3 – Valparaíso Chile, Imprenta de Rivadeneira. 1842.
- LA BATALLA DE RIOSINHO Y MAXIMILIANO PAREDES
Fuente: Campaña de 40 días: hecha por el ejército boliviano
al mando de S. E. el General Ballivián, contra el ejército invasor del Perú a
las órdenes del Generalísimo de sus armas D. Agustín Gamarra. / M. Rivadeneyra,
1842 – Bolivia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario