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SIMÓN I. PATIÑO: "ESTOY DISPUESTO A MORIR ASIDO A MIS INTERESES"


Uncía, Simón I. Patiño y los defensores de La Salvadora ante unas de las invasiones del grupo encabezado por el francés Artigue, de Colquechaca. Patiño es probablemente el personaje sentado en el suelo, al centro de la segunda fila.

Fuente: Llallagua: Historia de una Montaña de Roberto Querejazu Calvo.


Armando Artigue preparó un nuevo asalto. Su padre acababa de morir. El mismo Patiño relató así lo ocurrido a la prensa de Oruro: "Supe de la salida de Armando Artigue con 50 forajidos de Colquechaca por carta de mi amigo Rómulo Lazo de la Vega, fechada el 14 de mayo (1901). La víspera del 24 del mismo mes otros amigos me dieron aviso que la cuadrilla había acampado en el pueblo de Llallagua. Se me dijo que venían a fusilarme a mí, mi señora y mis hijos en un banquillo "para extirpar a toda la familia". 
El juez instructor y el corregidor de Chayanta, cuya protección invoqué, se encontraban conmigo. Fueron a entrevistar a Artigue. Este les respondió con amenazas y palabras soeces. Los dos funcionarios escaparon. Entonces, sin el menor auxilio extraño, llena el alma de angustia ante el inminente peligro que se cernía sobre mi esposa y mis tiernos niños, sin poder trasladarlos fuera porque los caminos estaban ocupados por el enemigo, resolví defenderme, defender mi familia y mi propiedad. Armé a mis peones con unos pocos rifles, escopetas y palos y los coloqué convenientemente en el cerro Juan del Valle. Desde una posición estratégica, con un anteojo de larga vista, observé los movimientos de la cuadrilla. A las 9 de la mañana del 24 de mayo los hombres de Artigue comenzaron a desfilar en guerrilla desde Llallagua. 

Cuando divisaron a mi gente en las alturas dispararon cargas cerradas. Mi gente no contestó por orden mía para ahorrar munición. Los de Artigue avanzaron más resueltamente. De más cerca volvieron a disparar con intervalos cortos. Siguieron avanzando en vista de nuestro silencio. Cuando estaban a tiro de Remington ordené a los míos a hacer fuego. Se trabó un combate que duró 4 horas. Resultaron un muerto (Ezequiel Mercado) y dos heridos (Armando Artigue y Manuel Zapata) entre los enemigos y 6 heridos en "La Salvadora" incluyéndome a mí con un raspetón en el pabellón de la oreja derecha". 

Pocos meses más tarde Patiño escribió a Arturo Fricke: "Muy estimado amigo: ¡Salud! Me he impuesto de su apreciable del 6, así como de los importantes pasos, telegramas y comunicaciones que ha expedido a favor mío. Se lo agradezco infinitamente. No se podía esperar otra cosa de usted, cuya protectora colaboración he recibido siempre. Muy a tiempo han partido sus telegramas. Tanto que tengo la convicción de que hemos varado a Artigue en Potosí. De un modo casual supe del viaje de éste a aquella ciudad por un individuo que alojado en Macha, en un mismo aposento con él, oyó que unos señores le decían que debía desistir, que dejase de gastar, porque ya no tenía remedio su asunto. A lo que él contestó que iba a intentar el último golpe. Cuando los Artigue quisieron ganarme embolinando insistentemente a las autoridades de San Pedro, de quienes obtuvieron situar el juicio en Colquechaca, destruí por completo sus tendencias haciendo revocar la comisión y llevando el pleito a Sacaba, donde no se han presentado, abandonando sus pretensiones. Querían hacerme ir a Colquechaca para ejercitar una alcaldada, que en otro lugar no les era fácil. Ellos tienen el recurso de acudir a los tribunales ordinarios si están convencidos de que tienen algún derecho. 

No lo hacen, ¿por qué? Porque saben y tienen conciencia de que van perdidos y no ven otro recurso que las acciones de hecho, poniendo por pantalla alguna diligencia obtenida engañosamente de las autoridades. Pongámonos en el caso de que alguno de sus ardides les surta y para precautelar los intereses de ustedes, por los préstamos que me han hecho, que es todo mi anhelo, ¿cuál sería la mejor forma de transar? Yo a fin de salvar mi deuda con su casa me avendría a todo por ello desearía que usted conferenciara con un buen abogado, a fin de no ahogarnos por falta de un buen consejo. Artigue en Potosí ha tomado el nombre del gobierno, primero, después del Ministro de Justicia y, últimamente, del de Industria, que es el señor Calvimontes, a quien convendría que se dirija usted por cualquier medio, pues es todavía tiempo... Sírvase no cesar en estar al habla con los señores del gobierno, a quienes hay que prevenirles que están en el deber de evitar otro conflicto, tal vez más sangriento que el del 24 de mayo... En fin, amigo mío, fuera de la justicia que me asiste, cuento con su valiosa influencia y eficaz ayuda. Yo estoy dispuesto a morir asido a mis intereses... ". 

La más premiosa necesidad de las minas de Llallagua era un camino. Hasta entonces las únicas rutas de aproximación eran los accidentados senderos utilizados por animales de carga y de silla desde Machacamarca, la estación de ferrocarril anterior a Oruro, o desde Challapata, otra estación más al sur. La aparición de la veta rica en "La Salvadora" avivó la codicia de todos los dueños de la montaña impulsándoles a profundizar las galerías en busca de hallazgos similares. Empero, esto no era posible de una manera rápida sin la ayuda de artefactos mecánicos: perforadoras, compresores de aire, fuerza eléctrica, rieles, carros, etc. También se necesitaba la mecanización de los ingenios. La maquinaria no podía venir a lomo de bestia, sino en carretas y éstas sólo podían avanzar por un camino.

Los tres principales dueños, Sainz, Minchin y Patiño, se pusieron de acuerdo para construir un camino desde Challapata a Uncía. Cada uno contribuiría al costo en proporción al número de hectáreas que poseía. De los 74 kilómetros entre un punto y otro, casi una mitad eran lomas. La dificultad estaba en el resto formado por la quebrada de peñas y laderas. Gracias al esfuerzo tripartito el trabajo se terminó en pocos meses. 

Pastor Sainz, siempre rumboso, invitó a Patiño y Minchin a estrenar el camino viajando en uno de sus coches, tirados por hermosos caballos chilenos. En otros carruajes siguieron las autoridades y otros invitados. A pocos kilómetros de Challapata el cortejo sobrepasó varias carretas que avanzaban en el mismo sentido, lentamente, tiradas por mulas. 
-"Parece que alguien ha querido estrenar el camino antes que nosotros" -exclamó Sainz, visiblemente molestado-. "¿De quién será esa carga?" 

Simón I. Patino sabía que antes del hallazgo de la gran veta, Sainz se había burlado de su pobreza y de sus dificultades llamándole el "iluso de la cumbre". 

-"Esa carga es mía, señor -repuso sin disimular su orgullo-. "¿No ve usted las iniciales en cada cajón? S. I. P. Es un ingenio que he encargado a Alemania y que tiene los últimos avances de la ciencia. Muy pronto lo invitaré a su estreno". 


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