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LA BATALLA DE SAN FRANCISCO EN LA DENOMINADA GUERRA DEL PACIFICO


Dibujo: El héroe boliviano corneta Mariano Mamani, en la batalla de San Francisco, llega a la cima del cerro en que estaba posesionado el enemigo y toca llamada, cabalgando sobre un cañón chileno. Fuente: FINOT, Enrique: La historia de Bolivia en imágenes, La Paz, Editorial ‘Renacimiento’, 1927.
Por: José E. Pradel B. / Nuevos Horizontes 19 de Septiembre de 2017.

Tras la heroica defensa de Pisagua acaecida el 2 de noviembre de 1879, las tropas aliadas sobrevivientes se dispersaron presos de la mortandad y falta de munición a diversos puntos, unos pertenecientes de los Batallones paceños Victoria 1 e Independencia 3 se retiraron “en todo orden a la estación de Jazpampa” 3, y otros retornaron a su tierra natal. Sin duda, “el sacrificio de Pisagua constituye el primer aporte de sangre boliviana a la cauda de la alianza, la primera muestra de lealtad” 4, escribió el célebre Edgar Oblitas Fernández.
Por otro lado, las tropas invasoras tomaron las maquinas destiladoras de agua, depósitos y un ferrocarril, error directo del general peruano Juan Buendía, Jefe del Ejército del Sur, quien no ordenó la destrucción de la línea férrea y la locomotora. Sobre este aspecto el internacionalista boliviano Miguel Mercado Moreira, escribió: “a una resistencia tan heroica sucedió una retirada tan dolorosa, en la cual se abandonó al enemigo las mejores provisiones del desierto: el agua y la movilidad” 5.
Continuando con nuestra descripción, en la estación de Agua Santa los Batallones Aroma 2 de Cochabamba y Vengadores 3 de Potosí fueron concentrados, junto a otros dos cuerpos peruanos instalados cerca. Cuando todo parecía que dicha estación sería el Cuartel General, Buendía en un acto de traición ordenó la quema de las provisiones, y junto con las tropas retrocedió hasta Pozo Almonte.
Paralelamente, el 6 de noviembre en el establecimiento denominado ‘Germania’, distante a dos kilómetros de Agua Santa, una avanzada perteneciente al ‘Escuadrón del Regimiento de Cazadores a Caba-
llo’ chileno, compuesta por 175 hombres bien armados se enfrentó con un piquete Aliado conformado por 50 combatientes a caballo del ‘Regimiento Húsares de Junín’ y 50 jinetes del ‘Regimiento Húsares de Bolivia’, ambos comandados por el peruano José Ventura Se- púlveda. Según informes chilenos el combate6 inicio a las 3: 45 pm y concluyó a las 7: 00 pm, “los 50 bravos bolivianos resistieron heroicamente el choque de un millar de jinetes enemigos durante varias horas hasta que, acribillados y dominados por el número, fueron capturados prisioneros muchos de ellos, heridos y muertos más de 28, junto con su jefe Sepúlveda, habiendo salvado de la masacre únicamente 19 hombres que fueron a incorporarse al ejército del sur en Agua Santa” 7, describió el clásico Julio Díaz Arguedas.
Incendiadas las provisiones resguardadas en Agua Santa, las fuerzas aliadas llegaron a Pozo Almonte totalmente debilitadas, cuestión que Buendía subrayó en su informe: “desde Pozo Almonte empezó a escasear la carne. Llamé al señor Gómez (abastecedor) que se encontraba en la Noria y en presencia del coronel Suárez aseguró no faltaría; pero cada día se hacía más estrecha la situación” 8.
El 14 de noviembre, Buendía recibió la orden del general Manuel Ignacio Prado: “Ataque en el acto y sin trepidar” 9. Sin em-bargo, dicho general en un acto de cobardía, carente de iniciativa prefirió ir al encuentro del general Daza esa misma noche. Sobre este aspecto anotó Buendía: “antes de emprender la marcha se arregló el ejército en dos líneas de reserva. La derecha, compuesta de las divisiones Exploradora, Vanguardia y Primera Aliada, a mis órdenes. La izquierda, a las del coronel Suárez, con la 2da. División del aliado, 1ra. Peruana, formando la reserva la 2da. y 3ra. Nacional. Se formaron también dos columnas ligeras; la primera con una compañía del Illimani 10, y otra del Olañeta, ambas al mando del intrépido coronel boliviano Lavadenz” 11.
Paralelamente, el día 11 del citado mes el Ejército comandado por Daza partió de Arica con dirección a Chaca, luego de este lugar a Camarones, pero sin agua y alimentos algunos soldados fallecieron. Fue en este momento que un grupo de oficiales reunidos con Daza resolvieron volver a Tacna, “quedan el general Daza, cuatro ayudantes, cirujano mayor y el pi-quete de la Legión Boliviana” 12, subrayó Vicente Ochoa.
El 18 de noviembre, las tropas comandas por Buendía llegaron a Agua Santa, donde se produjo un leve choque entre avanzadas. Al día siguiente, las huestes aliadas sedientas y extraviadas dos veces, arribaron frente a las milicias chilenas que ocu-paban la altura del cerro de San Francisco, sobre ello, el historiador Tomas Caivano y el historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, coinciden que las tropas boliviano-peruano se desplazaron en línea como si estuvieran en una revista. En ese sentido, Oblitas Fernández aclara: “el ala derecha, a cargo del general Buendía, contaba con las divisiones ‘Bustamante’, ‘Villegas’ y ‘Dávila’, dos escuadrones de caballería y ocho piezas de artillería. El ala izquierda a cargo del coronel Belisario Suárez controlaba las divisiones ‘Armaza’, ‘Velarde’ y ‘Villamil’, dos escuadrones de caballería y seis piezas de artillería. La reserva del ala derecha estaba a cargo del coronel Cáceres con dos batallones; y la reserva del ala izquierda a cargo del coronel Bolognesi, también con dos batallones” 13. Estas fuerzas conformaban “4850 peruanos y 4213 bolivianos” 14.
Pero justo cuando tenían que atacar, el general Buendía ordenó a la infantería formar pabellones y descansar, de igual manera instruyó a la caballería. A las 9 de la mañana se ordenó la movilización de las tropas y tomar la ofensiva, sin embargo soló fue un simulacro. A las 2 pm., por tercera vez se movilizó de nuevo a los contingentes en formación de ataque, pero inmediatamente Buendía ordenó el ¡alto! y lo postergó para el día siguiente. El general peruano Andrés Avelino Cáceres, que concurrió a la mencionada Batalla en sus memorias se refirió al desempeño del citado general: “Los jefes nos mirábamos estupefactos, no explicándonos el porqué de esta decisión del mando, que censuraban duramente la mayor parte de los jefes, especialmente los bolivianos” 15.
En su informe Buendía menciona que aproximadamente a las 5.30 pm., más o menos “se oyó la detonación de un tiro disparado por un sargento de la compañía del Illimani de la primera columna ligera, que estaba desplegada en guerrilla” 16. Sobre este momento el coronel boliviano Miguel Armaza Jefe de Estado Mayor de la Primera División, comandante de los batallones Paucarpata 2° de La Paz y Dalence Carabineros 1° de Oruro, describió: “Ya los cuerpos estaban en descanso fuera de la línea, cuando con sorpresa se oyeron tiros i se vieron guerrillas desplegadas, avanzado a la cuchilla del cerro varias veces, i comprometiendo el combate sin favorable resultado, porque la fuerza que avanzaba era diminuta i todo el grueso quedaba atrás en desórden, de tal manera, que los que se hallaban avanzados eran ofendidos por los fuegos de los de retaguardia. Inesplicable desórden de la tropa e incomprensibles órdenes superiores, en un combate iniciado misteriosamente, conviniendo las de suspensión, que fué, por desgracia, aceptado ese escándalo para forzar el cerro fortificado e inespugnable por sí mismo, sin plan militar conocido, ni un órden de batalla conveniente í en las horas más incompetentes que, como se ve, solo sirvió para que entre los mismos soldados de la alianza se ofendiesen en confusión. Miéntras tanto la artillería del enemigo no dejaba de hacer fuego. Las ametralladores, horizontalmente colocadas, lanzaban sus proyectiles en dirección a la pampa, sin ofender a los que escalaban el cerro” 17.
A todo esto inmediatamente, dos cuerpos en columna de los batallones bolivianos Illimani y Olañeta 2° Cazadores de la Guardia, comandados por el Coronel Ramón Gonzáles conocido como ‘Pachacha Gonzales’, iniciaron el ascenso al cerro. Dichas tropas subieron por un extremo y silenciaron la batería del mayor J. de la C. Salvo, quien fue auxiliado por las fuerzas del ‘Atacama’ y ‘Coquinbo’. Por otro lado, Armaza ordenó al batallón Paucarpata desplegarse por la izquierda junto a un cuerpo peruano, sobre este suceso narró: “en seguida me dirijí hácia el señor Jeneral en Jefe (Buendía), que acababa de descender del cerro para pedirle órdenes. Lo encontré sentado en el campo junto a unas habitaciones, i me dirijió estas palabras terminantes: “Por lo visto, esto ha concluido i qué hacer.” Entónces regresé a la línea donde estaba el bizarro batallón Dalence, a cuyo primer jefe, el doctor Donato Vásquez, le ordené que hiciera ganar terreno a su cuerpo por el flanco derecho, en su formación en columna, a lo que me respondió: “mi coronel, somos vencedores” 18.
Posteriormente, el coronel José María Lavadenz al mando de la Vanguardia, constituida por cuatro compañías pertenecientes a los batallones Illi-mani y Dalence (bolivianos), Ayacucho y Zepita (peruanos), afirmaron la toma de los cañones chilenos. El comandante del bravo Dalence Donato Vásquez, escribió:“Si al batallón Dalen-
ce se le hubiese puesto en combate útil i oportunamente, respondo de que se habría portado con todo el valor con que se ha conducido su 1ª compañía, que bajo el comando del coronel José María Labasdens 19 i el mando inmediato de sus oficiales, el sarjento mayor Domingo Vargas, capitán supernumerario Nicanor Romano (herido), capitán graduado Toribio Quintanilla, te-niente 2° Nicolás Martínez i subteniente Secundino Sempértigue, ocupó las cumbres del Francisco, perdiendo 4 individuos a 30 varas de los parapetos enemigos, i al corneta Mariano Mamani, muerto cuando tocaba al pié mismo del cañón” 20.
Mientras las heroicas tropas bolivianas avanzaban, la caballería fue diseminada sin dirección: “rotas las filas por el terreno mismo, miéntras el suscrito formaba a la 2ª compañía avanzaba la 6ª rápidamente, apresurada por las bombas enemigas, miéntras se reorganizaba a ésta, se descomponían las otras compañías, haciéndose a poco imposible formar el batallón, tanto por lo accidentado del terreno, como por el regreso de las dispersas caballerías, que hacía creer a los soldados que era la caballería enemiga que nos cortaba” 21, escribió el citado benemérito. Por otro lado, Armaza describió: “sus consecuencias fueron el desbande de ‘Húsares de Junín’ peruano, integro. El ‘Bolívar’, pie á tierra y botas sus caballos en esa confusión, siguió la corriente del desórden, así como los artilleros peruanos que, abandonado sus baterías, siguieron la dispersión” 22.
Paralelamente, el general Villamil trató de tomar el pozo de agua del lugar, pero el intento fue detenido por la artillería chilena. Durante el combate el general Carlos de Villegas A. fue herido y el sargento boliviano Estanislao Peralta tenía “el pecho atravesado por una bayoneta, al mismo tiempo que su agresor tenía en el cuerpo ensartada la suya” 23, nos recuerda Mercado Moreira.
En este contexto, podemos decir que el soldado boliviano “es por naturaleza bravo, sobrio, re-sistente. Vestido con un capote de tosco género, pantalones largos y calzado de ojotas, especie de sandalia de cuero que él mismo se fabrica, resiste las marchas más rudas y opone a las privaciones, una obediencia ciega a sus jefes y una paciencia a toda prueba” 24, afirmó el escritor francés Charles de Varigny.
Concluida la ofensiva los batallones peruanos ‘Puno’ y ‘Ayacucho’, iniciaron la dispersión, lue-go le siguieron las tropas bolivianas que sin dinero, víveres y vestimenta, “que en vez de uniforme vestía andrajos” 25, retornaron al país junto a las rabonas y los oficiales se reagruparon en Tacna.
A modo de conclusión, a través de esta nota describimos aspectos poco conocidos de la participación boliviana en la denominada Batalla de San Francisco, donde expresaron coraje y heroísmo.

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