Esta nota fue publicada originalmente en el matutino
tarijeño El País de Tarija, 4 de agosto de 2017. / Foto: finales de la década
1890 aprox. Cachuela Ezperanza, Beni en pleno apogeo gomero.
La goma y la castaña son para el Oriente lo que la plata y
el estaño significaron para el Occidente. Cachuela Esperanza es una población
ubicada a orillas del río Beni en el departamento que lleva el mismo nombre,
frontera con Pando.
Cuando se llega a la población, la primera impresión es el
deterioro de sus construcciones que datan del tiempo de la colonia. Muchas de
ellas están a punto de desplomarse. El teatro es célebre y se mantiene en buen
estado. Dicen que aquí se escuchaban muy buenos conciertos de trovadores,
declamadores y poetas. Espectáculos a los que acudía la aristocracia que
explotaba la goma. En los años 30 se pasó la primera película sonora llegada a
Bolivia.
A pocos kilómetros de Guayaramerín, y sobre la ribera
derecha del río Beni, don Nicolás Suárez, en aquel entonces conocido como el
‘rey de la goma’, mandó construir Cachuela Esperanza. Villa Luta, la casona que
obsequió a su hija Lutzgarda al contraer nupcias, la casa de gerentes, el
hospital donde se realizaron cirugías de avanzada, la maestranza, la sala de
cine y el teatro General Pando, donde por primera vez en el país funcionó un
cinematógrafo, el hotel Esperanza, la iglesia Santísima Trinidad, la escuela
Judit de Suárez, la usina eléctrica y hasta un pequeño ferrocarril que
transportaba productos y mercaderías.
La leyenda cuenta que el explorador y médico norteamericano
Edwin Heath a punto de naufragar junto a su expedición en 1880, divisó una
remota posibilidad para evitar ser absorbidos por el torrente de las aguas.
Entonces uno de sus ayudantes preguntó: “¿Hay posibilidad de que no perdamos nuestras
vidas?”. Libres del percance decidieron bautizar el lugar como Cachuela
Esperanza. Dos años más tarde, salvó su vida Nicolás Suárez en una embarcación
que contenía 4.000 arrobas de goma. Suárez estableció su domicilio en Cachuela
Esperanza y la fundó el 31 de marzo de 1882. Desde entonces muchos gomeros
bregarían por ubicarse en la zona. Algunos miembros de la familia Suárez
acreditaron el negocio en el tiempo del “boom” de la goma.
La explotación de caucho era muy lucrativa. Los Suárez
establecieron su propia empresa en Londres. En el apogeo de su poder la familia
llegó a controlar alrededor de 70.000 millas cuadradas del norte y centro de
Bolivia. Era un verdadero imperio económico y Cachuela Esperanza su pequeño
reino. Pero la historia de la familia Suárez no solo fue de empoderamiento,
también se suscitaron desgracias como la muerte de uno de los hermanos
acometido por las peligrosas tribus que poblaban la región amazónica, o la
desaparición de la esposa de Nicolás Suárez, que murió arrastrada por la
corriente de las aguas.
Cachuela Esperanza creció al influjo del auge de la goma.
Fue una de las pocas poblaciones del oriente en alcanzar un descomunal
desarrollo. A principios de la década de los 90´contaba con teatro, hotel,
farmacia y almacenes de primer nivel.
La casa de Suárez
Los precios de la goma se habían duplicado en esos años y
las tensiones bélicas y territoriales derivadas del conflicto del Acre llevaron
a Nicolás Suárez a establecer en Cachuela Esperanza un sólido enclave
productivo, base de todos los negocios familiares.
A pesar de las condiciones de aislamiento con respecto al resto de la República y los altos costos de transporte para llegar a los mercados internacionales, Cachuela Esperanza comenzó a poblarse de fastuosas residencias construidas por arquitectos franceses y equipadas con muebles venecianos. Proliferaron las canchas de tenis, los jardines y los establos con caballos árabes directamente traídos desde Andalucía. “La ciudadela tenía, además de la iglesia, un colegio, un hotel, un teatro y un hospital que, en 1920, era el más moderno de Latinoamérica, conducido por médicos alemanes especializados en enfermedades tropicales, con un incipiente servicio de psicología y con el primer equipo de rayos X de América Latina, por lo cual atraía a pacientes que llegaban del Brasil, Perú y Colombia.”
A pesar de las condiciones de aislamiento con respecto al resto de la República y los altos costos de transporte para llegar a los mercados internacionales, Cachuela Esperanza comenzó a poblarse de fastuosas residencias construidas por arquitectos franceses y equipadas con muebles venecianos. Proliferaron las canchas de tenis, los jardines y los establos con caballos árabes directamente traídos desde Andalucía. “La ciudadela tenía, además de la iglesia, un colegio, un hotel, un teatro y un hospital que, en 1920, era el más moderno de Latinoamérica, conducido por médicos alemanes especializados en enfermedades tropicales, con un incipiente servicio de psicología y con el primer equipo de rayos X de América Latina, por lo cual atraía a pacientes que llegaban del Brasil, Perú y Colombia.”
Cachuela Esperanza era el centro del complejo industrial de
la Casa Suárez y Hermanos. Desde allí se realizaban todas las transacciones con
el continente europeo, mediante sus oficinas propias en Londres. La empresa
tenía más de mil ochocientos empleados, que trabajaban en grandes talleres,
barracas y oficinas dotadas de energía eléctrica y permanente comunicación
telegráfica. No era raro ver contadores ingleses trabajando en la sede central
de la empresa y se construyó un pequeño ferrocarril para evitar las cachuelas
que atravesaban el río Madera.
En los años de mayor expansión económica, la Casa Suárez tenía enormes propiedades cercanas a los cinco millones de hectáreas y un capital superior a los dos millones y medio de libras esterlinas.
La Primera Guerra Mundial y el colapso en los precios de la goma en el mercado internacional, originado por la fuerte competencia de Malasia y otros países asiáticos, determinaron un lento pero irreversible proceso de decadencia de la Casa Suárez y de su enclave en Cachuela Esperanza.
En los años de mayor expansión económica, la Casa Suárez tenía enormes propiedades cercanas a los cinco millones de hectáreas y un capital superior a los dos millones y medio de libras esterlinas.
La Primera Guerra Mundial y el colapso en los precios de la goma en el mercado internacional, originado por la fuerte competencia de Malasia y otros países asiáticos, determinaron un lento pero irreversible proceso de decadencia de la Casa Suárez y de su enclave en Cachuela Esperanza.
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