1. Introducción
Las luchas políticas, en cualquier tiempo y espacio que se
den, siempre tienen un contenido ideológico y están motivadas por las
diferencias de clase o de nación. Esto se puede verificar también en los
diferentes levantamientos indígenas que hubieron en nuestro actual territorio,
primero contra la dominación Inca y Colonial, posteriormente contra los
latifundistas, hacendados y los grandes propietarios mineros del siglo XIX y
XX, es decir, en pleno periodo republicano de nuestra historia. (Rivera,
1978:101)
No obstante, esta parte de la historia de nuestro país la
han escrito los sectores oficiales del mismo, es decir, los vencedores, quienes
han invisibiliza-do o deformado estos movimientos, con el fin de justificar su
abuso de poder dada su condición de clase dominante.
El presente ensayo, pretende conocer la última lucha por la
tierra y la libertad, protagonizada por el pueblo Guaraní, o, Chiriguano;
reflejada en la Matanza de Kuruyuki y el asesinato de su líder Apiaguaiqui
Tumpa; ya que este pueblo a fines del siglo XIX estaba en vías de ser sometido
a esclavitud por hacendados latifundistas de los departamentos de Santa Cruz,
Tarija y Chuquisaca.
Para conseguir este objetivo, es necesario formularnos las
siguientes interrogantes: ¿Quiénes son los guaraníes? ¿Qué antecedentes
inmediatos existen sobre las luchas del pueblo Guaraní contra los karai o
blancos? ¿Quién fue Apiaguaiqui Tumpa? ¿Cómo fue el desarrollo de la Matanza de
Kuruyuki? ¿Cuáles fueron las consecuencias de la Matanza de Kuruyuki?
2. Los Ava Guaraní
Los Guaraníes se reconocen a si mismos como Ava u Hombre.
Sin embargo, los cronistas, colonizadores de las tierras bajas y grupos como
los quechuas de Bolivia los han llamado chiriguano (Chiri: frío/ Guano:
estiércol) como alusión a que eran cobardes (Chiri - Wañuy: el que muere de
frío) en alusión a los enfrentamientos bélicos con los incas, en los cuales
estos últimos apresaban guaraníes y los llevaban a las alturas andinas donde
sucumbían ante el frío. Aunque en el presente prima el denominativo de camba
para referirse a este grupo y otros que habitan la región amazónica-chaqueña de
nuestro país. (Roca, 2001: 483-494)
Este pueblo nunca aceptó el denominativo peyorativo de
"chiriguano", ellos siempre prefirieron llamarse a sí mismos ava u
hombre, aunque según Pifarré, el nombre original de este grupo sería chirionó o
más exactamente chiriguaná y estos dos términos nada tienen que ver con
etimologías quechuas. Significan "el guaraní que ha tomado mujer
chané", más exactamente sería el nuevo pueblo formado por la fusión de los
guaraní y chané. (Pifarré, 1988:61)
Ellos llegaron a esta región mucho antes de que llegaran los
españoles -3500 a C.- ocupando en el presente las provincias Cordillera, de
Santa Cruz; Luis Calvo y Hernando Siles, de Chuquisaca; además de la provincia
Gran Chaco, de Tarija. Algunos autores afirman que las corrientes migratorias
llegaron desde Brasil y se extendieron hasta las últimas estribaciones de la cordillera
de Los Andes, ubicadas en los mencionados lugares. (Sanabria, 2008: 61)
Según Saignes, los chiriguanos no se ubican exactamente
entre el común de los indígenas del Nuevo Mundo, puesto que no contaban con
territorio propio ni identidad homogénea. Son migrantes llegados a la
cordillera andina desde las llanuras del Paraguay y Brasil, de la misma forma
que los invasores ibéricos, de modo que son tan conquistadores como los últimos
(Saignes, 1990: 9). No obstante ello, respecto de los indígenas de las tierras
bajas tuvieron un rol preponderante en los procesos históricos de la actual
Bolivia puesto que desde la llegada de los invasores españoles y misioneros, no
se sometieron incondicionalmente a ellos (Riester, 1976: 37-38).
Consideraciones lingüísticas y organización social
La lengua de los chiriguano o guaraníes es el guaraní y
actualmente es una de las lenguas oficiales de Bolivia, según el Art. 5 de la
Nueva Constitución Política del Estado. (1)
Los guaraníes son un grupo itinerante, reconocidos guerreros
-querembas-, vivieron y actualmente siguen viviendo en comunidades
políticamente horizontales, gobernadas por un Mburubichá o Capitán aunque este
último denominativo vino posterior a la colonización española y republicana.
(Combes, 2005: 27)
Al ser cazadores-recolectores la base de su dieta
alimenticia son los peces y animales como el jochi pintao y el venado (Mazama
chunyi); además del maíz (Zea mayz), la yuca (Manihot esculenta) y el zapallo (Cucurbita
máxima), siendo la chicha de maíz la bebida tradicional de este grupo (Finot,
2010: 406-407). El símbolo de su valentía y coraje es la tembeta, un objeto
metálico introducido en el labio inferior y se realizaba durante un ritual de
pasaje que señalaba el paso de la niñez a la pubertad. Normalmente el encargado
de la preparación era el chamán quien formaba al hombre púber para que asumiera
sus futuras responsabilidades respecto del matrimonio, caza-pesca-veda, pero
sobre todo ser queremba (guerrero) listo para la lucha contra sus enemigos llegando
incluso a dar la vida en defensa de su pueblo (Roca, 2001:485).
Dada su condición de guerreros nunca permitieron su
dominación como grupo -aunque también se daban enfrentamientos entre ellos
mismos- y lucharon contra los incas en el periodo preinvasional, la corona
española en la colonia, los gobiernos republicanos, los hacendados y contra la
Iglesia. El ver a un sacerdote católico era sinónimo de tragedia para los
chiriguanos, porque decían que detrás del evangelizador, venía el karai u
hombre blanco, para esclavizarlos a ellos, a sus esposas e hijos, despojándolos
de sus tierras. Esto explica por qué los chiriguanos cuando atacaban un pueblo
de karai, lo primero que hacían era incendiar la iglesia; posteriormente esta
forma de lucha fue usada por los blancos para esclavizar a los indígenas,
quitarles sus tierras y exterminarlos, o, mestizarlos como pueblo (Salvatierra,
2011).
Entre sus valores principales se encuentran la solidaridad y
el ser queremba o guerrero, reflejado en su unidad de grupo y la valentía del
chiriguano. Si un guerrero chiriguano fallecía en combate, el resto de la
comunidad se hacía cargo de su familia. Aunque también no se puede negar la
horizontalidad de género entre ellos, ya que también hubieron capitanas como
Inguaduray, quien era hija de Kambaricha, capitán de Cuevo (Pifarré, 1988: 27).
El valor más importante para los chiriguanos era y sigue
siendo la libertad, o iyambae (sin dueño). Esto incluía el derecho de someter
otros grupos étnicos y anexarlos. Durante la colonia se concentraron en
capturar indios en las encomiendas cruceñas, además de grupos que no habían
sido sometidos como los chané. Según García Recio, a comienzos del siglo XVI se
estimaban entre 14 y 20.000 indios sometidos por los chiriguanos. El principio
de iyambae incluía el derecho a la tierra, compitiendo con los españoles en la
acumulación de tierra, pero a diferencia de los grupos de las tierras altas,
nunca formaron un Estado con soberano absoluto -como los incas- pero tuvieron
unidad lingüística y su enemigo común era el karai u hombre blanco, a quien no
rendían servidumbre o sumisión, puesto que al hacerlo se convertirían en
siervos.
Luchas entre guaraníes y blancos antes de la matanza de
Kuruyuki
En la zona chaqueña se dieron muchos levantamientos indígenas
contra los blancos desde la colonia. El Izozog ha sido testigo de múltiples
luchas entre chiriguanos, tobas, tapietes y chaneses contra los karais o
blancos. A todos estos grupos los unían tres objetivos: recuperar sus tierras,
expulsar a los karais de las mismas e independizarse como nación. Durante todo
el periodo colonial chiriguanos y españoles estuvieron en guerra permanente,
(Klein, 2011: 84) debido a que Potosí necesitaba mano de obra gratuita y los
enfrentamientos entre ambos se prolongaron por 328 años, iniciándose en 1564
cuando los chiriguanos destruyeron Santo Domingo de la Nueva Rioja, a orillas
del río Parapetí y fundada por Andrés Manso, concluyendo en Kuruyuki en 1892
cuando los derrotados fueron los chiriguanos a manos de tropas del ejército de
Bolivia acantonadas en Santa Cruz y Chuquisaca (García, 1988: 86-90). Durante
todo este periodo se pueden contar no menos de 14 sublevaciones que terminaron
en matanzas de chiriguanos (Riester, 1976: 38).
En 1571 Francisco de Toledo partió de Charcas y emprendió la
primera expedición formal en contra de los chiriguanos, partió con 500
españoles y 1500 "indios amigos". Toledo venía de Lima donde
recientemente había ejecutado al primer Tupac Amaru, descendiente directo de
los incas, reorganizó la mita de Potosí y quería terminar con los chiriguanos
quienes constituían una amenaza seria contra las comunicaciones y comercio con
Santa Cruz, Moxos y Tarija (Roca, 2001:489).
Luego de esto y durante más de tres siglos se sucedieron
diferentes enfrentamientos, pero la última lucha entre chiriguanos y españoles
se dio entre 1874-75 y reunió a más de 20.000 guerreros, liderados por Cindaré
de Guacareta, Guani de Cuevo, Asukari de Ivo y el Tumpa Kandi, acompañados de
los Ipayé, Guirariju y Mbiriyuka. El enfrentamiento comenzó en la cordillera y
tomaron la misión de Macharetí y el cuartel de Iguembé. Los karais estaban
reforzados por los peones de los hacendados, autoridades políticas, misioneros
franciscanos y jefes chiriguanos misionados; aunque estos últimos, una vez
finalizado el conflicto, fueron esclavizados y despojados de sus tierras
(Sanabria, 2008: 71). En 1888, la Junta Consultiva de Colonias manifestó que se
debía de acabar con la población salvaje. Los indígenas que perdieron en el
enfrentamiento, pidieron ser misionados para poder sobrevivir, no obstante
Pedro Zárate, un hacendado de Ingre, respondió el pedido degollando a los
hombres chiriguanos, pero perdonó la vida de las mujeres y niños.
Un antecedente importante se dio en 1825, año en que Simón
Bolívar promulgó unos decretos respecto del reconocimiento del derecho de las
comunidades indígenas a sus tierras de origen, estas disposiciones no tuvieron
ningún efecto en tierra chiriguana, puesto que las guerras constantes en la
colonia entre españoles y chiriguanos no determinaron quién tenía el derecho de
soberanía en el espacio territorial de la cordillera chiriguana. Esto condujo a
las autoridades criollo-mestizas de la naciente república a disponer como
propias las tierras de la cordillera chiriguana siendo denominadas estas como
"tierras baldías" aunque en muchos casos incluían ganados y
sementeras (García, 2001: 326-332). El Estado no trató de disimular este
expolio y entregó extensos terrenos a militares que lucharon en contra del
bando realista. Entre los latifundistas beneficiados se encuentran: José Manuel
Mercado, Pedro José Antelo, Marceliano Montero y Lucas Rodríguez, entre otros
(Roca, 2001:530-531).
Los nuevos latifundistas tenían la obligación de
"descubrir, pacificar y amparar" a las "tribus bárbaras"
ubicadas en sus mercedes, pero esto fue un eufemismo para denominar los asaltos
a mano armada y el posterior despojo violento de tierras a los indígenas (Roca,
2001: 530-531).
En suma, además del flagelo y sometimiento que sufrieron los
guaraníes durante las múltiples guerras contra los karai -todas ellas de
exterminio- tuvieron que enfrentarse a enfermedades y epidemias mortales
traídas por sus enemigos. Estas se presentaron en diferentes épocas y con
resultados devastadores. Comunidades enteras fueron diezmadas y desaparecieron,
en tanto que otras emigraron huyendo del mal a otras regiones donde pudieran
estar a salvo.(2)
Existen investigadores que han puesto en tela de juicio el
significado de su nombre y han discrepado respecto a la forma de escribir el
mismo. Lo cierto es que el padre de este personaje, era un queremba o guerrero
y murió en las luchas del 1874-75 contra los blancos. Se calcula que nació por
el año 1864, fue criado por su madre, a quien esclavizaron en la hacienda Joay
ubicada a orillas del rio Parapetí y era de propiedad de Manuel Sánchez. A
causa de una sequía y posterior hambruna que azotó a la región, Apiaguaiqui y
su mamá se trasladaron a Morokuyati buscando al cacique Kuchiram. Habiendo escapado,
la mamá de Apiaguaiqui fue muerta por los soldados de Pedro Zárate y esto fue
presenciado por el joven Apiaguaiqui (Sanabria 2008: 101).
Al haber sobrevivido, Apiaguaiqui fue puesto bajo el cuidado
de Machirope, el mburubichá de Guacareta. Al ver cualidades extraordinarias en
Apiaguaiqui, Machirope, lo envió con el Ipayé (3) Guirariyu, quien fue chamán
de los querembas en la guerra de 1874-75. Este Ipayé vio en el joven una
sabiduría y cualidades espirituales únicas y lo educó, transmitiéndole todos
sus conocimientos medicinales y espirituales. El joven Apiaguaiqui cultivaba
sus conocimientos sin preocuparse por los placeres y diversiones, era abnegado
y muy comunicativo; podía interpretar los fenómenos de la naturaleza y decir lo
que pasaría. Curaba a los enfermos y recorría las comunidades de la región
transmitiendo mensajes de esperanza y libertad para su pueblo (Sanabria, 2008:
113-124).
Al mismo tiempo, en comunidades como Ivo, los indígenas se
reunían para denunciar los atropellos que sufrían por parte de los hacendados y
exigían a sus mburubichás levantarse contra la opresión karai. Por lo que en
una gran asamblea realizada en Kuruyuki, se dio la noticia de la existencia de
un hombre Tumpa,(4) quien era discípulo de Guirariyu, el cual fue elegido como
líder de la sublevación contra los karais. Apiaguaiqui entonces tenía 28 años y
era un reconocido Ipayé (Sanabria, 2008: 129).
El nuevo Tumpa se llamaba Chapiguazú o joven grande, nunca
se casó ni tuvo hijos. Toda su vida de Ipayé la dedicó a curar enfermos,
predicar por la unidad de su pueblo y por el territorio y la libertad la cual
quería ser arrebatada por los karai (Sanabria, 2008: 132).
Siendo reconocido como el Tumpa, fue llamado Apiaguaiqui o
persona sin hijos, lo nombraron jefe de todas las comunidades de ava guaraníes,
dedicándose a organizar el levantamiento contra los hacendados y la Iglesia.
Para cumplir su cometido, le fue asignada una casa, la misma
que estaba custodiada por querembas, pero Apiaguaiqui dedicaba varias horas del
día a meditar y pedir iluminación para liberar a su pueblo. Por otro lado, se
reunía con los consejeros o mburubichá para entablar alianzas y enviaba
emisarios a las comunidades para que se unieran a su lucha y aunque muchos mburubichá
se le unieron, hubo otros que dudaron y se declararon neutrales (Sanabria,
2008: 133).
4. Preparativos para La Batalla Con Los Karais
Después de los acontecimientos de 1874-75, se dio una tregua
más o menos larga entre los chiriguanos y los karai, aunque los primeros
conservaban en su memoria el recuerdo de los abusos cometidos por los blancos,
en ese sentido, la guerra que asomaba no pretendía vengar ofensas del presente,
sino reparar las injusticias del pasado. No pretendían apropiarse de nuevas
tierras, sino recuperar las perdidas que habían pertenecido a sus antepasados.
La noticia de la sublevación del Tumpa y los querembas se
difundió por todo el Chaco, desde el Pilcomayo, Kaipe-pendi, Juti, Alto
Parapetí y Charagua. A fines de 1981, casi 6000 querembas se unieron al
ejército del Tumpa y se armaron con arcos, flechas, macanas y cuchillos, aunque
también contaban con algunas armas de fuego.
La guerra contra los karais debía iniciarse durante las
fiestas del Carnaval o Arete Guazú y el punto de concentración sería Kuruyuki.
Junto con Apia-guaiqui, estaban los jefes principales de otras comunidades,
quienes también los asesoraban: Guiracota, Nambi, Asucari, Ayemoti, Guiracota U
y Bai-ririki; aunque al empezar y después de concluida la guerra hubieron
deserciones de algunos mburubichá, los cuales se sometieron y pidieron
clemencia a los karais (Sanabria, 2008:135).
Mientras tanto, una comisión de hacendados y guerreros
visitó al Tumpa, este los recibió y les dijo que sus asambleas eran encuentros
de fiesta y de espiritualidad. Ante esta afirmación poco creíble de
Apiaguaiqui, los visitantes instalaron un cuartel en la región de Santa Rosa de
Cuevo. Posteriormente y ante tanta insistencia de pedidos de paz, el Tumpa
acordó un tratado de paz y alianza que se concretaría el 4 de mayo de 1892
(Sanabria, 2008: 136).
La noche del 31 de diciembre, Fermín Saldías, corregidor de
Ñuumbité, violó y asesinó a una muchacha guaraní, hermana del mburubichá de Ivo
(Roca, 2001: 544). El hecho de que el violador y homicida no recibiera ninguna
llamada de atención por parte de los karais y los sacerdotes fue el detonante
para desencadenar la Avarenda o unión del pueblo guaraní, el cual estaba
cansado de las acciones de los hacendados, los gobernantes blancos y su aliada
la Iglesia (Sanabria, 2008:143).
5. Inicio de La Batalla de Kuruyuki
El 6 de enero de 1892, se prendieron muchas fogatas en
Kuruyuki, las mismas que eran un presagio de guerra para el pueblo guaraní, se
reunió un ejército de 5000 querembas y el primer asalto se dirigió a las
estancias de los cruceños (Roca, 2001:545). Al día siguiente, sobre el cuartel
de Mandiyutí en Cuevo, cayó una lluvia de flechas, muriendo el comandante del
cuartel, además de siete soldados y otros ocho quedaron heridos. Ñuumbité y las
haciendas cercanas a Camiri, Lagunillas, Alto Parapetí, Carandaití, la
cordillera central e Ivo, fueron incendiadas y en algunos casos fallecieron
también los hacendados. El cuartel de Santa Rosa de Cuevo, fue atacado, pero
los chiriguanos no pudieron tomarlo (Sanabria, 2008: 144).
Muchos hacendados abandonaron sus propiedades para
refugiarse en el cuartel de Santa Rosa, o en misiones de Lagunillas, Gutiérrez,
Charagua y Saipurú. Los karais pidieron que envíen refuerzos de Santa Cruz de
la Sierra, en tanto que el ejército, comandado por Ignacio Velasco, inició
represalias contra los chiriguanos, empezando desde Charagua, pasando por
Tacuarandí, Huacareta, Choretí y terminando en Lagunillas con una milicia
chiriguana desertora y contraria al Tumpa (Sanabria, 2008:151).
El coronel Tomás Frías tomó el mando del cuartel de Santa
Rosa y desde Santa Cruz enviaron 150 soldados bien armados, a los que se unió
un grupo de indígenas Tapuy del Isozog. El coronel Frías, mandó a incendiar
todas las casas de Ivo y luego intentó incendiar Kuruyuki, pero se retiró
porque perdió 3 soldados y otros 20 quedaron heridos (Sanabria, 2008: 158).
Desde Santa Cruz, el obispo José Belisario Santisteban,
publicó una carta pastoral pidiendo "rezar en todas las iglesias de la
ciudad, hacer rogativas y misas contra los paganos" lamentando "la
triste noticia de la sublevación de los indígenas infieles en los pueblos
fronterizos de la Provincia Cordillera" y expresaba su "honda
consternación porque estaba en riesgo no solo el sacrificio de grandes intereses,
propiedades y haciendas, sino el de la vida de sus hermanos habitantes de la
provincia que militan en las filas del cristianismo" (Salvatierra, 2011).
En tanto que desde Santa Cruz, el general Ramón Gonzales partió el 18 de enero
de 1892 al mando de 150 hombres reclutados entre soldados y voluntarios de
último momento (Roca, 2001:547).
El Tumpa quería una sola guerra a campo abierto, mientras
que los otros jefes preferían asaltos discontinuos y sorpresivos, ya que este
último era su estilo tradicional de guerra. Finalmente hicieron caso a la
propuesta estratégica del Tumpa y acordaron el asalto al cuartel de Santa Rosa
de Cuevo.
La madrugada del 21 de enero, mientras un sacerdote de
nombre Angélico Martarelli celebraba misa en el cuartel de Cuevo, 1000 querembas
a pie y 300 a caballo, atacaron Santa Rosa, pero encontraron una resistencia
karai muy sólida, ya que estos tenían fusiles. En el asalto murieron unos 40
querembas y el mburubichá Baiririki. Otros jefes como Chavuco de Cuevo, fueron
apresados, asesinados y su cabeza expuesta en la plaza de Cuevo. Esta
estrategia de ataque sorpresivo contra los karais para despojarlos de todas sus
armas y obligarlos a luchar cuerpo a cuerpo, no tuvo el efecto deseado, puesto
que, una noche antes, el coronel Frías fue advertido del ataque chiriguano por
el cacique traidor Mandeponay.(5)
Los chiriguanos retrocedieron hasta Kuruyuki y ahí el Tumpa
ordenó cavar trincheras reforzadas con estacas en punta, era la manera de
prepararse ante el contragolpe karai. Mientras tanto, desde Santa Cruz de la
Sierra llegaron 300 soldados para reforzar al ejército, en total los karai tenían
1690 soldados bien armados. (6)
6. La matanza de Kuruyuki
A las 8 de la mañana del 28 de enero de 1892, inició la
Matanza de Kuruyuki. Tanto hombres como mujeres chiriguanas lucharon y murieron
sin miedo ante el fusil karai, más al contrario, lanzaban gritos, insultos y
amenazas contra sus enemigos. Agazapados en las zanjas, escondidos en la
maraña, los guerreros del Tumpa mostraban su valor y trataban de contener la
arremetida karai, disparando flechas; mientras que los cuernos de guerra y las
tamboras no dejaban de sonar. Los heridos se levantaban ayudados por sus
macanas y disparaban flechas. Los cadáveres se apilaban en las trincheras y
encima de ellos los querembas se defendían (Sanabria, 2008: 182-184).
Fue una matanza, un fusilamiento en masa, para la vergüenza
del Ejército de Bolivia. Los soldados y milicianos del gobierno, disparaban a quemarropa,
ya que sabían que del otro lado no les llegaría un solo disparo y aunque
intentaron penetrar dos veces las trincheras chiriguanas, no tuvieron éxito en
ninguna (Sanabria, 2008: 185-186; Combes, 2005: 29).
Pero los del ejército eran más fuertes en cuanto a
armamento, por lo que la muerte a balas terminó a las cuatro de la tarde del
mismo día, porque ya se había acabado la munición karai. El ejército tuvo 4
muertos y 35 heridos, mientras que del lado chiriguano hubo más de 1500 muertos
y otros 1000 heridos. Luego de esto, todos los heridos y sobrevivientes fueron
pasados a degüello y las trincheras para la defensa de Kuruyuki sirvieron de
fosa común de los más de 2500 indígenas asesinados.
El coronel Frías -hombre de confianza del entonces presidente
Aniceto Arce- ordenó incendiar Kuruyuki e inmediatamente después se inició la
persecución de los sobrevivientes, condenándolos a morir degollados (Roca,
2001: 548). Mientras tanto, las mujeres y niños cautivos fueron distribuidos
como esclavos entre los vencedores y hacendados de la región, guardando
silencio por casi ochenta años.
7. Muerte de Apiaguaiqui Tumpa y sus consecuencias
Luego de la matanza de Kuruyuki, se dio inicio a la
persecución y captura de los líderes del levantamiento y de todos los indígenas
sospechosos de participar en el mismo. Se produjo el asesinato de 22 heridos
encontrados en Aguarague junto 70 yuntas indígenas y otros 20 encontrados en
camino, quienes fueron pasados a degüello. En Chimbé, se mataron más de
doscientos indios, se apresaron más de 250 indios y se tomaron más de 100
familias cautivas. Pero no solo consistió en muerte y captura de chiriguanos,
sino que se confiscaron sus bienes y se los dieron a los blancos que reclamaban
resarcimiento, o a los soldados y voluntarios que fueron premiados de esta
manera por su intervención en la matanza. El botín más apreciado por el
ejército era el ganado, por lo que en las vaquerías chiriguanas no quedó una
sola cabeza de ganado vacuno, lanar o cabrío, ni siquiera gallinas. Los chiriguanos
que lograron escapar fueron cazados como alimañas en las serranías y quebradas
vecinas a Santa Rosa (Roca, 2001:549-550).
Dos semanas después de la batalla, Guiracota II, quien había
sobrevivido, pidió clemencia para el Tumpa Apiaguaiqui y para otros jefes
mburubichás, a cambio de que ellos se entregaran voluntariamente; el coronel
Frías y el coronel Melchor Chavarría aceptaron el pedido. Pero una vez que
Guiracota II, Ayemotí y otros jefes guaraníes se entregaron, los fusilaron el
18 de febrero. Casi al mismo tiempo, cien guerreros y los jefes Nambí,
Jaguarikú y Bocarapé se entregaron en el cuartel de Santa Rosa y corrieron la
misma suerte de los anteriores, sólo que estos últimos fueron linchados y
degollados delante de sus hijos y esposas en la plaza del pueblo. Unos pocos
prisioneros fueron llevados en situación de esclavitud a los siringales del
norte, pero nunca se supo qué fue de ellos (Gamarra, 1995: 252; Roca,
2001:296).
Hasta el 27 de febrero, El coronel Chavarría, en su búsqueda
del Tumpa continuó fusilando o degollando a unos 2000 querembas prófugos e hizo
prisioneros a más de 1200 indígenas. Cientos de chiriguanos -incluyendo mujeres
y niños lactantes- fueron destinados a las diferentes misiones del Chaco, o
repartidos como peones a los hacendados de la zona, cerca de 400 cautivos
fueron llevados a Sucre bajo la vigilancia de Eneas Oroza y otros 200 fueron
repartidos en lagunillas, de estos muchos fueron a Santa Cruz (Roca, 2001:
550). Pero en Los Sauces (actual Monteagudo), Chavarría fue ayudado por
Guareray, quien conocía el lugar donde se escondía el Tumpa y lo delató
(Sanabria, 2008: 197). La captura del gran líder chiriguano se dio el 13 de
febrero de 1892 (Roca, 2001: 550).
El 21 de marzo se da la noticia del apresamiento del Tumpa
Apiaguaiqui, mientras que el 29 de marzo de 1892 fue llevado a la plaza de Los
Sauces -actual Monteagudo- ante la vista de toda la población; se lo condenó a
morir por empalamiento y colgado. Primero fue torturado en la celda, luego, a
las 5 de la tarde lo llevaron por las calles, recibiendo el insulto de los
pobladores; caminaba apenas y luego lo ataron a un poste para azotarlo
públicamente. Posteriormente lo obligaron a sentarse en una estaca para
atravesarlo por el ano y una vez moribundo, fue colgado y murió por
ahorcamiento, siendo su cuerpo exhibido hasta la noche del día siguiente
(Sanabria, 2008: 214-218).
El exterminio y la opresión del pueblo chiriguano iniciados
con la invasión española a su tierra y territorio, alcanzó su punto máximo con
la matanza de 1891-1892, la subsiguiente esclavización de los chiriguanos en
los establecimientos agrícolas y ganaderos de la sociedad nacional
criollo-mestiza, como también su empleo como trabajador no pagado, mal pagado o
sobreexplotado en las haciendas chaqueñas, plantaciones y zafra, se realizaron
después de este último levantamiento de los indígenas del chaco boliviano, que
perseguía principalmente la recuperación de su independencia (Riester, 1976:
38).
La Matanza de Kuruyuki, ocurrida en 1892, fue una carnicería
y una lucha desigual del fusil militar contra el arco y la flecha indígena.
Asimismo, representó una guerra desesperada entre una clase hacendada
criollo-mestiza que no estaba dispuesta a perder sus privilegios heredados
desde la Colonia, contra los indígenas del chaco, quienes estaban cansados de
los abusos y la opresión ejercida por los karai. Aunque los chiriguanos se
equivocaron al no recurrir a su manera tradicional de guerra consistente en
ataques sorpresivos y secuenciados sobre sus enemigos, los chiriguanos no le
tuvieron miedo a la muerte, talvez quisieron morir como querembas libres, antes
de permanecer como esclavos en las haciendas chaqueñas.
El papel de instituciones como la Iglesia, aliada al
gobierno conservador y la influencia de esta sobre los indígenas misionados,
fue decisivo para el triunfo del ejército boliviano, ya que muchos indígenas
procedentes de las misiones se unieron a las fuerzas armadas, traicionando y
matando a su propia gente.
Con la Matanza de Kuruyuki, terminó un episodio de la lucha
por la libertad de la Nación Guaraní. También finalizó una carnicería cometida
en nombre de la civilización y de Dios -debido al darwinismo social imperante
en la época-, no obstante, en el presente y luego de 122 años de este acontecimiento,
este pueblo está representado por la APG (Asamblea del Pueblo Guaraní) la cual
sigue luchando por la nación guaraní o chiriguana, misma que es reconocida como
una de las naciones de nuestro actual Estado Plurinacional de Bolivia.
Sin embargo, esta historia de los chiriguanos o guaraníes en
Bolivia, no concluyó con los miles de Avas masacrados en Kuruyuki, o los
millares de sometidos a esclavitud en haciendas del Chaco, o al reenganche en
la amazonia boliviana, este pueblo ha despertado del letargo en el que lo
tuvieron durante casi todo el siglo XX. Apiaguaiqui Tumpa, era reverenciado
como un dios libertario y hoy se lo considera reencarnado en su propio pueblo,
el cual -en el presente- enarbola a su héroe mítico en su lucha por la tierra, el
territorio y la libertad; bajo el lema de Iyambae, que traducido al castellano
quiere decir "Sin Dueño".
Notas
1. Art. 5 de la Constitución Política del Estado
Plurinacional, 2009.
2. Ver: Tabla 1: Comparación de la población en
las Misiones de la Cordillera chiriguana (años 1813 y 1883).
3. Chamán-sacerdote chiriguano.
4. Ser superior o Dios. Entendiendo esto no como
la encarnación de dios en hombre, sino la transformación del hombre en Dios.
5. Mandeponay era un cacique de Macharetí, tuvo
una actuación tibia -incluso algunos la consideran cobarde y servil- frente a
los karai. Consideraba que todo enfrentamiento frontal con los blancos
conduciría a un fracaso que solo traería lágrimas, dolor y muerte a su pueblo.
Alrededor de 1880 se lo sindica de ser mediador entre los blancos y su
comunidad en el reclutamiento de peones para trabajar en los ingenios azucareros
de Jujuy -actual Argentina- trabajo por el cual recibía comisiones en dinero,
además de mulas y caballos que le dieron cierto poder económico. Por estos
actos recibió fuertes críticas de parte de los franciscanos misioneros en la
zona. Mandeponay falleció según Pifarré en 1920, mientras que Roca defiende la
teoría de que murió en 1928. Roca, 536-539. Sanabria, 169.
6. Roca afirma que el total de hombres en el
ejército karai llegaba a 2500, reclutados entre soldados, voluntarios y
neófitos. Roca, 548.
Bibliografía:
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