Foto: Germán Busch revisando tropas en El Alto, Bolivia,
1939. / Por: Diego Zúñiga / Este artículo fue extraído de: DW www.dw.com
La de Germán Busch es una vida marcada por las
contradicciones, los relatos heroicos y un suicidio temprano. Contradicciones
como querer negociar con el Tercer Reich para imponer una dictadura y, al mismo
tiempo, abrir las fronteras del país para acoger a miles de judíos que huían de
la Alemania nazi, en connivencia con un empresario de origen alemán llamado
Moritz Hochschild. En los extraños recovecos de la mente casi insondable del
dictador suicida entra con precisión quirúrgica el periodista boliviano
Robert Brockmann en su último libro, "Dos disparos al amanecer. Vida y
muerte de Germán Busch".
Hijo de padre alemán, Busch escribió páginas gloriosas de la
historia boliviana. Lo llamaban "camba macho" porque esa era la
imagen que proyectaba este militar con tres golpes de Estado y varias batallas
en la Guerra del Chaco en el cuerpo. "Como hombre de acción, fue un héroe
equiparable a Aquiles. Sus exploraciones del Chaco, donde casi muere de hambre
y sed, son una metáfora de su vida y de su gobierno. Se sobrepuso a obstáculos
colosales y encontró lo que buscaba", dice Brockmann a DW.
Su libro salda una deuda de la historiografía boliviana con
uno de sus personajes más relevantes.
Gran parte de la historia de Bolivia está por escribirse.
Pocos grandes bolivianos tienen una biografía propiamente dicha. Nos hemos
contentado con la historia ultrasimplificada, que busca explicaciones fáciles a
cuestiones complejas. Lo escrito sobre Germán Busch hasta ahora fue un gran
ensayo, "El dictador suicida", de Augusto Céspedes (1956), y otro
libro muy ligero de Luis Azurduy (1940). Sin embargo, no había ningún esfuerzo
metódico que lo retratara con sus glorias y sus miserias en un solo volumen.
Hay, sí, incontables recuentos apologéticos que pintan un héroe de caricatura.
¿Un héroe?
Fue un héroe, indiscutiblemente, pero también un ser
increíblemente complejo que en las últimas once semanas de su vida encontró la
manera de encauzar las aspiraciones aparentemente dispersas de la nación
boliviana. Esa omisión de los historiadores quizás se debe a la extrema
complejidad de Busch y a tantas cosas de la vida nacional que afectó o a las
que dio inicio.
Autores como James Dunkerley y Herbert Klein evidencian una
"deriva ideológica" del presidente.
¿Puede esto explicar su aproximación al Tercer Reich y,
al mismo tiempo, su intención de ayudar a los judíos?
Busch era un hombre de escasa formación, pero de gran
intuición. Accedió a la presidencia sin saber de política. Su experiencia vital
era que había sido un niño de la selva, un cadete destacado, un explorador del
Chaco y un héroe de guerra. De sus 25 meses de gobierno, sólo encontró el rumbo
en sus últimas once semanas, tras una serie de pruebas y errores. Y
precisamente por aquel desconocimiento, en su primera semana de gobierno pidió
al Tercer Reich asesores en economía y en manejo de temas petrolíferos. En sus
últimas once semanas emitió un decreto, el primero de protección de los
recursos naturales para el Estado, y vislumbró los primeros rayos de un
nacionalismo que se impondrá después, basado en su visión, por toda la segunda
mitad del siglo XX y más allá.
¿Fue ingenuo Busch al buscar ayuda del Tercer Reich para
imponer su dictadura?
Depende. Busch ofreció en bandeja de plata los recursos
naturales de Bolivia al Tercer Reich. La guerra parecía inminente, pero no se
sabía cuándo estallaría. Cuando estalló, y con Busch ya muerto, Estados Unidos hizo
esfuerzos considerables por conservar a Bolivia en el bando aliado, debido a
sus yacimientos de estaño, estratégicos para la victoria. Incluso si las
circunstancias hubiesen facilitado una dictadura totalitaria nacionalista, es
dudoso que los países del continente hubieran permanecido tranquilos. Pero si
Bolivia hubiera estado, digamos, tan cerca de Alemania como Rumania, la
historia hubiera sido diferente. La cuestión da para fascinantes
especulaciones.
El "Schindler" boliviano
Un personaje importante en todo esto es el empresario
judío-alemán Mauricio Hochschild. ¿Eran amigos con Busch?
Esa es una parte de la complejidad buschiana: sus
aparentes contradicciones. Mauricio Hochschild afirma que fue amigo de Busch y
que el presidente le consultaba cuando tenía que tomar medidas económicas. No
cabe duda de que hubo una relación relativamente estrecha. ¿Fue amistad?
Quizás. Según libretas de anotaciones de Hochschild, Busch "se le
abrió" y le reveló su desesperanza por la marcha del país. De lo que
no cabe duda es que Hochschild ganó a Busch para abrir las puertas de
Bolivia a los refugiados judíos centroeuropeos que huían de la primera ola de
persecución nazi. Sin la complicidad de Busch, Hochschild no hubiera podido
salvar la vida de miles de judíos que huían de Europa.
Pero Busch quiso fusilar a Hochschild. Curiosa amistad.
Busch quiso fusilar a Hochschild porque, una vez que se
declaró dictador (en abril de 1939), emitió un decreto que obligaba a las
empresas mineras a entregar al Banco Minero de Bolivia el 100 por ciento de las
divisas obtenidas, so pena de muerte. Hochschild –probablemente confiado en su
amistad con Busch– no sólo se negó, sino que llevó a cabo una encuesta en
contra. En la decisión de fusilarlo influyó también el hecho de que los miles
de judíos europeos que hallaron refugio en Bolivia no se dedicaban a la
agricultura, lo cual era la condición para aceptarlos como refugiados. Busch,
también dado a grandes impulsos eufóricos, decretó la muerte por fusilamiento
de Hochschild. Fue la intercesión de sus ministros lo que le salvó la
vida.
¿Hay una estimación de cuántos judíos fueron salvados por la
política de Busch?
Las cifras varían según las fuentes. Pero las notas del
propio Hochschild dicen que en 1938 habían llegado a Bolivia entre 2.000 y
3.000 judíos, y en 1939 esa cifra había saltado a más de 9.000. La cifra más
alta que mencionan otras fuentes es alrededor de 12.000. Busch buscaba salvar
vidas, pero también beneficiar a Bolivia con la llegada de personas altamente
calificadas. Pero Bolivia no tenía posibilidades físicas de asimilar a esa masa
sorpresiva.
Busch tenía 35 años cuando se suicidó. ¿Pudo usted confirmar,
más allá de toda duda, que no fue asesinado por el coronel Eliodoro Carmona,
como creen algunos?
Si Busch hubiera muerto producto de un único y exitoso
intento de suicidio, habría pie para la sospecha. Pero sus dos primeros
intentos registrados de suicidio ocurrieron siendo estudiante en el Colegio
Militar de La Paz. Y a lo largo de su vida hubo muchos otros. Seis intentos
conocidos y documentados sólo en su último año de vida. No cabe duda de que
Busch tuvo una tendencia suicida y que murió por su propia mano. La
investigación policial y la reconstrucción de sus últimas 24 horas tampoco deja
pie a dudas.
Busch, hijo de alemán. Hochschild, alemán. Hans Kundt,
general alemán al frente de las tropas bolivianas en El Chaco…¿Hasta qué punto
la inmigración alemana influyó en el curso histórico de Bolivia?
Es importante. La migración alemana llegó dividida en dos
corrientes: una se dirigió al occidente andino y nutrió a la industria minera
de ingenieros, técnicos, comerciantes, mecánicos, proveedores, contadores,
economistas, administradores y empresarios. La otra corriente llegó al oriente
amazónico de Bolivia, donde tenía lugar un importante boom del caucho, que
finalizó en 1914. A diferencia de los ingleses, los alemanes se quedaron,
formaron familias y se integraron al país.
Los héroes suelen ser casi santos, o la historia tiende a
obviar sus flaquezas. En su libro, en cambio, usted pone a Busch en contexto.
Hasta ahora, la suya era la historia de un héroe benefactor
universalmente amado, una figura unidimensional. Al quedar reveladas todas sus
facetas humanas, con sus miserias y sus glorias, tenemos el retrato del ser
humano. En mi opinión, un ser humano extraordinario viviendo en una época y
unas circunstancias extraordinarias. Fue el gran inspirador de quienes
concibieron a la Bolivia moderna.
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