Por: Oskar Cordova.
LOS ÁRBOLES TROZADOS A MEDIAS, PARECÍAN VESTIRSE DE LUTO POR
LO NEGROS QUE ESTABAN QUEMADOS POR EL FUEGO DE LOS CAÑONES.
EL CAMPO MEDIO ESTABA SEMBRADO DE CADÁVERES PARAGUAYOS,
COLGADOS EN LAS RAMAS DE LOS ÁRBOLES, RETAZOS DE TRAPO COLOR AZULINO VERDOSO EN
FORMA DE ESPANTAPÁJAROS COLGABAN DE LAS RAMAS…
"El día 16 de Febrero de 1935, a las cinco de la
madrugada, se desencadenó otra ofensiva de grandes proporciones; eran fuertes
núcleos de tropas que ebrias de caña, envalentonadas por el alcohol paraguayo,
trataban de introducir una cuña lanzándose al asalto uno tras otro, protegidos
por granadas de morteros y artillería liviana, con derroche de granadas de
mano, para recibir como respuesta miles de granadas de artillería de todos los
calibres, que actuaban en conjunto como si se tratara de ametralladoras
superpesadas, concentrando su fuego a la altura del bolsón conquistado. Era
tremenda la arremetida paraguaya como violento y decidido el rechazo del frente
boliviano, produciéndose un verdadero infierno. El continuo tronar de los
cañones no dejaban escuchar nada, las voces de mando había que entenderlas por
señas y ademanes, el humo, la tierra que levantaban las explosiones nublaban el
ambiente, era un confuso tronar de todas las armas de ambos frentes, parecía
que estaba cerrando la noche cuando apenas estaba llegando el mediodía, las
continuas llamaradas de fuego alumbraban el cielo nublado por tanta pólvora,
como para perder la noción del tiempo; a cierta hora de la tarde estaba cesando
el combate, cuando en verdad ya estaba cerrando la noche, a medida que
silenciaba el bombardeo de la artillería boliviana, que era la que se empleó
con más intensidad en esta tercera embestida paraguaya. (Después de la
tempestad vino la calma) con un saldo aterrador.
Aquella noche no se pudo ver
nada hasta el amanecer del día siguiente, ese aclarar de una mañana tétrica,
con sabor a cementerio, silencioso y triste, los árboles trozados a medias
parecían vestirse de luto por lo negros que estaban, quemados por el fuego de
los cañones, el campo medio estaba sembrado de cadáveres, pedazos de carne
humana colgados en las ramas de los árboles, retazos de trapo color azulino
verdoso en forma de espantapájaros colgaban de las ramas, con el calor del sol
los hambrientos buitres estaban rondando el tendal de la muerte, esperando el
momento de emprender el festín de la DANZA MACABRA”.
(Una Ráfaga en la Historia
de la Guerra del Chaco - Sbtte. de Res. Julio C. Saracho C.)
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