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LA TERCERA EMBESTIDA. (GUERRA DEL CHACO – BATALLA DE VILLA MONTES) SEGUNDA NARRACIÓN


Por: Oskar Cordova.

NUESTRAS BATERÍAS DE ACOMPAÑAMIENTO, PROTEGIDAS POR LAS PIEZAS DE GRUESO CALIBRE, “HACÍAN SU AGOSTO”, DISPARANDO SOBRE LAS FILAS COMPACTAS DEL ENEMIGO DIRECTAMENTE. (16 de Febrero de 1935).

Pese a las grandes pérdidas paraguayas, con nuevas olas de gente mártir y esta vez decididos a vencer, dejando el campo cubierto de cadáveres y heridos, dejando clavados en las estacas y alambradas a los tenaces mártires del deber, dejando colmadas las fosas con muertos y heridos en macabra mixtura, seguía adelante, hasta conseguir que nuestra defensa ceda y entregue la primera línea de resistencia... 

Mas el Comando de Cuerpo tenía prevista esa situación y fue así que el glorioso Regimiento 33 de Infantería al mando de su valeroso Jefe, Salustio Selaya, recibió la orden de contener al enemigo en su peligrosa penetración en profundidad. El Grupo de artillería de la Segunda División, comandado por el Capitán Ricardo Ríos Rosell, apoyó la labor de ese Regimiento, deshaciendo el ataque con fuegos concentrados de todas sus baterías; disparando todo el día sobre las tropas que con tanto sacrificio habían hecho su penetración en el bolsón de la muerte. Al medio día, nuevas y más potentes unidades salían del bosque y sobrepasando lo que fue nuestra primera línea, corrían en auxilio de los que se hallaban metidos en el bolsón de 1.000 metros de frente por 700 de profundidad y allí caían bajo el implacable fuego de nuestros soldados. Las tropas de refuerzo se lanzaban contra nuestras posiciones gritando y aullando ferozmente, mientras sus armas vomitaban balas y muerte sin interrupción. Nuestras baterías de acompañamiento, protegidas por las piezas de grueso calibre, “ hacían su agosto” , disparando sobre las filas compactas del enemigo directamente. Todas las armas rugían en torno de la infantería adversaria. Las granadas de nuestra artillería silbaban encima de los paraguayos y caían levantando surtidores de tierra mezclada con cuerpos que se agitaban en su último espasmo; las tropas que seguían reforzando a las de asalto, caían fatalmente en ese infierno, caldeado por el sol reverberante de insolaciones de muerte y por los millares de proyectiles. Al atardecer, ya no era posible que el enemigo pudiera reforzar su intento, porque nuestra artillería cerraba virtualmente la boca de entrada de esa ratonera infernal, cooperada por el Grupo de artillería vecino que concentraba sus fuegos con los del Grupo 6. Entrada la noche se había consolidado el bolsón, con fuertes refuerzos, quedando los paraguayos clavados en el terreno de su estéril conquista. 
(Cnl. (J.) ALFREDO PEÑARANDA E . - DON CHACO.)

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