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LOS 15 MESES EN LA LÍNEA DE FUEGO DEL SOLDADO JUAN CLAROS ARGOTA

Este artículo fue publicado en el periódico La Patria el 14 de junio de 2013.

La Guerra del Chaco (1932-1935) reunió a bolivianos de todos los rincones del país, que tenían un solo objetivo: "defender a la Patria". Ese fue el caso de Juan Claros Argota quien fue protagonista un año antes que se inicie la contienda bélica. El mérito de este combatiente no solo fue cuidar su pieza de artillería, sino sobrevivir a los embates del enemigo.
Cuando se retiraba tras cumplir su misión, una bala homicida atravesó su cuerpo y desde entonces, 1933, vive con ella, como recuerdo del amor que le tiene a su país. A sus 103 años de existencia, cada episodio de su incursión está fresco, como si hubiese ocurrido ayer.
Yo entré a hacer mi servicio militar en 1931 durante el reclutamiento de San Antonio en Villamontes, de ahí nos destinaron al Fortín Muñoz. Estaba integrada por dos compañías é íbamos a pie durante 22 días. Allí se encontraba la IV División de Ejército, nos repartieron para tres regimientos.

A MÍ ME TOCÓ EN EL REGIMIENTO AYACUCHO, OTROS SE FUERON PARA EL LANZA Y EL CAMPOS.

Después de 1931, recibimos la instrucción en el Fortín Cuatro Vientos, Saavedra y Tinfunqué que eran controlados por el Regimiento Ayacucho. Muy cerca se encontraba el Fortín Agua Rica, que era paraguayo, era un retén.
Recuerdo posteriormente, que el mayor David Méndez salió a hacer un reconocimiento al Fortín Nanawa que quedaba a 10 kilómetros aproximadamente de Saavedra. Los paraguayos no nos sintieron porque era de noche el viaje a pie. Además que ese fortín era muy protegido por ellos.
Durante una afrenta con ellos murieron dos soldados bolivianos, se pidió refuerzos. Los paraguayos también se reforzaron después de 15 días, nosotros éramos 80 hombres.
El enemigo fue a rescatar el puesto de retén que tomamos y se produjo una batalla de ocho horas de combate, la mañana era con mucha neblina, y hacíamos fuego en la ruta que no se podía ver mucho. Luego, cuando el sol calentó más, se despejó la neblina, ya se veía todo y distinguíamos al enemigo que estaba cerca, el combate fue en 1931 y duró ocho horas. Ese fue un primer inicio de la guerra que se consolidaría un año después.
Después todos estaban tranquilos, hasta que salió un mayor del Regimiento Campos a hacer una brecha del Fortín Camacho para salir a Puerto Suárez.

CAMINARON TRES DÍAS, AVANZARON HASTA LLEGAR A UNA LAGUNA QUE LE LLAMABAN LA LAGUNA PITANTUTA.

Faltaban como cinco leguas para llegar donde había agua y todos decíamos que por ese día más íbamos a salir a buscar, caso contrario nos volveríamos. Ese día en la mañana encontraron y cabalmente fueron derecho a un pozo. Se hicieron varios campamentos y los del Regimiento Lanza hicieron otro más adelante, ellos tenían su santo y seña, que cuando se disparaba un solo tiro los de la cocina deberían contestar porque a veces se desorientaban los que estaban trabajando por ahí.
Cuando ellos se recogían escucharon varios tiros en el sector naciente (Este) y el mayor dice "vamos a constatar qué pasa" y caminamos unos 500 a mil metros de picada para llegar a la laguna. La laguna era grande y tenía una serie de bichos (aves). Al frente había unos cuantos soldaditos paraguayos, entonces dijeron –vamos a dejar la picada y ahora vamos a entrar en guerra- así que unos 15 hombres se armaron para la madrugada.
Pero un paraguayo se fue para su fortín a dar parte, prendían su fueguito y a ninguno pillaron, todos se escaparon. A los dos días vino la patrulla paraguaya a volver a constatar si había bolivianos, dispararon dos tiros y se fueron.
El mayor Moscoso pasó parte al Comando de la Nación, a don Daniel Salamanca, quien dio la orden de retirarse del lugar, porque su misión era mantener la paz, porque la Patria no estaba en guerra. Inmediatamente pidió Salamanca que se desaloje el lugar; pero el mayor Moscoso dijo que no y pidió refuerzos; de cada regimiento pidió 20 hombres y a mí me tocó ir, porque éramos de las piezas pesadas.
Nos tocó llevar dos ametralladoras pesadas, mientras que los otros 20 hombres estaban con sus fusiles, todo al hombro. Cuando ya estábamos llegando allá vinieron con fuerza los paraguayos y el día que llegamos vimos al teniente Mercado muerto, baleado en la frente.
Calmó la pelea, nos posicionamos y a los tres días vinieron con fuerza, con artillería, bien armados. Nosotros éramos pocos en ese sectorcito, al día siguiente volvieron a atacar de mañanita y resistimos hasta las 15:00 horas.
El mayor Moscoso estaba desesperado, se puso nervioso, no ordenó si seguiríamos o no, entonces, yo tenía mi pieza (de artillería) y vino el mayor, hizo unos disparos.
Me acomodé en la parte inferior y de repente se escucharon gritos que decían cesen el fuego a los paraguayos. El mayor levantó su banderita de rendición. El estafeta al ver que los paraguayos estaban muy cerca, les disparó con su arma y los paraguayos nuevamente abrieron fuego.
Perdí al mayor y me cambié a otro frente, mi pieza estaba llena de tierra, el mecanismo con aceite y polvo. Luego me senté en un tronco de Palo Santo y más bien estaba trancada la pieza porque si había fuego no me hubiesen dejado salir.
Yo estaba solo con un compañero y los pilas estaban a 20 metros, no sabíamos qué hacer y comenzamos a escapar y felizmente salimos, ahí nos encontramos con un uniformado del Regimiento Campero, también se quedó solo.
En vez de ir para adentro se fue para el lado de los paraguayos, éramos tres y escapamos unos 500 metros, - todos se fueron - dijimos, pero aún se escuchaba el fuego.
Una vez en el monte vimos a unos soldados que creíamos eran paraguayos, como teníamos nuestro santo y seña pronunciamos la palabra "carabina" y el que contestaba tenía que decir "manivela". Así que preguntábamos y en eso nos contestó la contraseña, era un soldado boliviano que estaba herido.
Comenzamos a caminar cuando caía la noche hacia el Sur, llegamos a un campamento y sentimos unos ruidos, dijimos – son paraguayos – pero eran compañeros del Lanza que estaban escapando solitos.
Ellos también nos dijeron – se han ido todos – por eso nos quedamos solitos y luego nos dirigimos rumbo hacia el Norte y vimos un campo boscoso. Toda la noche escuchamos tiroteos.
Al amanecer encontré un papelito que decía: "reunión en el pozo Mercado", pero al llegar no había nadie, todos se habían ido. Yo andaba con mi tubo al hombro, nadie quería ayudarme, pero tampoco quería dejar mi pieza.
Dejamos señas en el camino para saber por dónde era el inicio, tomamos agua y seguimos caminando y lo hicimos también por toda la noche.
Al intentar descansar en una de las sendas escuchamos unos ruidos y salimos a la picada, nos encontramos con compañeros del Regimiento Lanza que iban a alcanzar a todos los cansados y heridos que quedaban.
Nos dijeron que los camilleros traían un herido y dejé un poco de agua para que tome un trago, pero al llegar ya estaba muerto.
Éramos ocho y había un caballo que me dieron para que monte solito, divisamos el campamento y la guerra ya había comenzado.

LA GUERRA

Salimos al Fortín Camacho que era boliviano, llegamos y nos dijeron que nos iban a castigar, porque supuestamente nos habíamos escapado.
Allí nos confirmaron que la guerra empezó, llegaron más refuerzos y fuimos a atacar al Fortín Toledo, era un día de camino.
La orden era para ir a atacar y llegamos a las tres de la tarde, los paraguayos ya estaban esperando. El combate duró como tres horas y los sacamos del fortín a los pilas. Ahí hemos estado en el mes de julio.
Los que estábamos en comisión nos ordenaron volver a nuestra unidad y me tocó volver a Cuatro Vientos. En esos días los bolivianos atacaron al fortín Boquerón, ahí estuvieron unos 20 días.
Cuando ya estaba en mi fortín, nos dieron la contra orden de ir a reforzar Boquerón, media vuelta pa tras; cuando llegamos al fortín Saavedra nos llega la noticia que los paraguayos estaban atacando Agua Rica que era paraguayo y en vez de ir a Boquerón nos mandaron a sacarlos a los pilas. Los sacamos a los pilas y hasta eso ya eran 22 días de combate en Boquerón, el teniente coronel Luis Emilio Aguirre estaba al mando del ataque en ese fortín y quedó encerrado allí.
Pusieron un anillo de fuerza los paraguayos, los bolivianos de dónde sacarían para comer, no comían, pero había munición, porque el tiroteo era día y noche.
Ahí se rindió y los paraguayos rescataron su fortín. En Nanawa se realizó otro combate, estuvimos tres días por el lugar y había esporádicos tiroteos.
Luego nos dieron la orden de atacar y ahí estaba el gringo Kundt, parece que nos traicionaba porque nos hacía cavar zanjas a propósito para que los bolivianos que caigan sean enterrados directamente allí.
En la mañana entró un destacamento con unos carritos blindados y el enemigo estaba a 100 metros, de tal manera que se dio varias veces el ataque, donde los bolivianos morían y los cadáveres que estaban tantos días, hedían ahí. No se podía sacar ni la cabeza.
Kundt ordenó que salgan mil hombres de descanso y aprovechando eso, los pilas atacaron por el lado de los fortines Arce, Aliguatá y ahí quedó encerrado Peñaranda. Dijimos vamos a atacar vivos o muertos y ahí se logró romper el cerco paraguayo para que salga Peñaranda.
He estado bajo la línea de fuego durante 15 meses y después salí para ir a ver a mi familia. La resistencia fue fuerte y los paraguayos nos dispararon con nuestras mismas balas, se agarraron nuestros animales, nuestras casas. Cuando estaban cerca de Villamontes en Mayruba se hizo nuevamente la pelea, así como en Boyube y todo ese sector. Fue en Boyube cuando me hirieron en el pecho, la bala sigue en mi pecho y hasta ahora no me sacaron. Me llevaron a Lagunas para hacerme sacar una radiografía, los hospitales estaban llenos, había una colchita para cuatro soldados. Recién en Gutiérrez conocí una camita.
Eso fue lo que me pasó en la guerra, pero lo más triste de todo es que yo tenía como un ranchito cerca de Villamontes y cuando terminó la guerra, los militares bolivianos ordenaron quemar todo, mi casita, mis animales y me quedé sin nada.
Lo único que pido ahora, es que el Gobierno se acuerde de nosotros y por lo menos nos den atención médica para curar los males que tenemos.

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