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LA BATALLA DE CANCHAS BLANCAS, UNA HISTORIA OCULTADA


Esta fotografía muestra a soldados que lucharon en Canchas Blancas. // Este artículo fue extraído de: https://uturuncupress.wordpress.com/2017/03/23/la-batalla-de-canchas-blancas-una-historia-ocultada/ 

La historiografía oficial escrita en función a los intereses de las élites que manejaron Bolivia, la que en su momento justificó el Tratado de 1904 o el perverso Tratado de Petrópolis, fue efectiva al ocultar la batalla de Canchas Blancas, ocurrida en noviembre de 1879, en el marco de la agresión chilena a Bolivia. Despierta la curiosidad cómo esta faceta de la denominada Guerra del Pacífico, en la que se derrotó al ejército invasor y cerró su avance hacia Potosí y Sucre, prácticamente no existe en la producción de los historiadores republicanos. Pese a ese esfuerzo de ocultamiento, quedó para la historia el diario de guerra del coronel Ezequiel Apodaca, jefe de Estado Mayor de la unidad que peleó en Canchas Blancas bajo el mando del coronel Lino Morales.
Según anota el coronel Edmundo Sanabria Morales, jefe del Departamento V de Historia del Comando en Jefe, de los tres originales de las memorias del coronel Apodaca, uno fue hecho desaparecer por gente del general Narciso Campero; el otro llegó a manos del expresidente Hilarión Daza —quien lo trajo consigo al retornar a Bolivia para defenderse de las acusaciones que se le hicieron por su conducta en la guerra, pero como se sabe fue asesinado en Uyuni por razones desconocidas; tras lo cual la copia desapareció junto a todas sus pertenencias—; y el tercero fue enviado a doña Isolina Morales Cavero, en Tarija, quien lo entregó a su madre. El diario estuvo guardado en varias partes y antes de la Guerra del Chaco (1932-1935) fue llevado hasta Huacata, cerca a San Lorenzo, provincia Méndez en Tarija. El coronel José Ayoroa, hijo del coronel Juan Bautista Ayoroa, quien peléo en Canchas Blancas, estuvo en San Lorenzo en el hogar de la familia Bejarano, que guardaba en una petaca una copia de las memorias. Esa misma noche el coronel Ayoroa fue asesinado por razones desconocidas, en el hotel donde estaba alojado, pero antes había depositado el diario en una casa de confianza.
esfuerzos. En 1969, el general Juan José Torres escribe en el periódico Antofagasta, en el aniversario de la batalla, el 12 de noviembre, un Mensaje sobre Canchas Blancas. Y en el mismo periodo, en el mismo medio impreso, Carlos Gonzalo Saavedra publica un artículo titulado Batalla de Canchas Blancas. Éstos serán los primeros esfuerzos, desde las esferas militar y académica, para recuperar una de las páginas más gloriosas de las armas bolivianas en la Guerra del Pacífico. Ese mismo año, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas adquirió una colección de cartas originales firmadas durante el conflicto bélico entre personajes chilenos y Aniceto Arce y el coronel Eliodoro Camacho, además de la Memoria del Cnl. Ezequiel Apodaca.
Sobre la batalla de Canchas Blancas existe un libro inédito de Fernando Capriles Márquez, que relata las charlas de su padre, el poeta Juan Capriles, de lo que le dijera sobre este episodio histórico don Anibal Capriles, vicepresidente de la República en el periodo liberal. Además de los textos mencionados, son importante fuente histórica las conferencias pronunciadas por Alberto Vélez Ocampo, Breve reseña de la Quinta División y la conferencia La Guerra del Pacífico y la batalla de Canchas Blancas, pronunciada por el coronel Oscar Pantoja Molina, en 1968.
Con el advenimiento de la dictadura militar de Hugo Bánzer (1971-1978), todo interés por recuperar esta parte de nuestra historia fue olvidado, hasta el advenimiento del gobierno del presidente Evo Morales (2006), quien en reiteradas ocasiones, en discursos oficiales, ha hecho alusión a esta batalla en la que no solo se detuvo al ejército invasor, sino en la que se demostró el patriotismo y la efectividad militar de los indígenas en la milicia. En este contexto, cuando Bolivia reivindica sus derechos sobre una salida soberana al océano Pacífico, desde el Gobierno se vio por conveniente la publicación del diario perdido del coronel Apodaca, el que sin duda da luces sobre varias actuaciones que la historia oficial se ha encargado de enterrar.
En la introducción del manuscrito, el coronel Edmundo Sanabria Morales arriba a algunas conclusiones sobre las memorias, conclusiones que transcribimos textualmente:
1. “Que habiéndose tomado en la batalla de Canchas Blancas documentación comprometedora contra Chile y que podía desatar una guerra por parte de Argentina contra ese país, el gobierno chileno casi de inmediato entró en tratativas con grupos comprometidos en Bolivia para que le entreguen la documentación.
2. Los chilenos y los grupos comprometidos en Bolivia pactaron secretamente hacer desaparecer de la historia la batalla de Canchas Blancas.
3. El botín tomado en Canchas Blancas entró como compra de varias procedencias y así sepultaron la gloria más grande de Bolivia en la guerra del Pacífico”.
Luego de la invasión chilena al Litoral boliviano, en febrero de 1879, se organizó la Quinta División con hombres provenientes de Tarija, Chuquisaca y Potosí, principalmente, al mando del general Narciso Campero. Esta unidad estacionada en Cotagaita permaneció inmovilizada por muchos meses, pese al insistente llamado del presidente Hilarión Daza para que entre en acción. Al interior de la División existió una fuerte diferencia de criterio, mientras el coronel Lino Morales, el coronel Juan Ayoroa y el propio Apodaca planteaban sacar a los chilenos de sus posiciones vecinas al mar y atraerlos a las montañas para tenerlos lejos de su abastecimiento, y luego atacarlos por sorpresa en guerrillas de desgaste; la opinión de Campero era que debía realizarse un ataque frontal masivo contra el enemigo.
Acantonado en Cotagaita, el coronel Morales organizó un sistema de comunicación con los indígenas de la zona, e impulsó formas de observación de las tropas enemigas, que les permitiría conocer en detalle sus movimientos. El coronel Apodaca reiteradamente describe (y critica) la pasividad del general Campero, que —según el diario— estaba más preocupado en conspirar contra Daza. En el manuscrito también se revela las visitas de Aniceto Arce y personeros de la gran minería, entre ellos administradores de la mina Huanchaca a Campero. Apodaca relata: “El coronel Villarpando hace recuerdo que Arce (Aniceto) ha desatado una campaña contra la Alianza con el Perú, lo que es muy peligroso. Pone culpa a los emisarios de nuestra inmovilidad, le contestamos casi todos que eso era un exceso de desconfianza. El coronel Morales dijo que la desunión sería fatal y que la fortaleza de Chile frente a Bolivia consiste en la unidad de sus objetivos.” (1)
En varias fechas, en las anotaciones de su diario Apodaca hace conocer el llamado que hizo el presidente Daza desde Perú para que Campero se dirija al campo de batalla, y en reiteradas oportunidades, en el diario se relata el poco interés de Campero de integrarse al esfuerzo bélico. El 9 de octubre, Apodaca señala: “Don Aniceto Arce ha ofrecido la Presidencia al General Campero y su cooperación en todo. Ha dicho que las cosas están arregladas en Tacna y en todo el interior del país, no iremos a Calama ni a Tarapacá ni a Pisagua, iremos a Oruro”. (2) En esa misma fecha, Apodaca anota lo expresado por el coronel Morales: “Yo quiero que sepas que jamás me prestaré a trajines políticos como los que tiene en mente el General Campero… Si algo hay que ajustar con el gobierno, que sea después, cuando ganemos la guerra, antes nada, traería caos a favor de Chile”. (3)
El afán conspirativo de Campero fue permanente. Desatendiendo sus deberes para con la guerra, se dedicó a disociar y a comprometer a la División que comandaba en el golpe de Estado contra Daza. En varias partes del diario se da testimonio de ello, así como de las frecuentes visitas de Aniceto Arce y representantes de la mina Huanchaca. A la sazón los chilenos se asentaron en Canchas Blancas, ya en el altiplano boliviano y prepararon una ofensiva al interior del país. Los refuerzos que llegaron desde Tarija, presionaron para entrar en acción, lo que molestó a Campero, quien prefería la inactividad.
El coronel Morales, apoyado por los coroneles Ayoroa y Sanabria Morales, preparó entre el 10 y 11 de noviembre, en las cercanías a Canchas Blancas, un arco defensivo con un fuerte apoyo de indígenas movilizados. Un día después, una numerosa columna chilena avanzó hacia la aguada y cayó en el cerco tendido por las fuerzas bolivianas. “Las contraseñas expresadas en quichua o términos chapacos hacían que en la oscuridad no haya confusión de los nuestros. Los sanlorenceños de Méndez atacaron a cuchillo y machete limpio y tomaron de inmediato la retaguardia profunda. Desde el fondo de la batalla se sentían dolorosos ayes, cuando las tropas de San Lorenzo hundían sus filos en los vientres enemigos y hasta se vio lucha debajo del caballo, cuerpo a cuerpo y escucharse tremendas interjecciones chapacas. Transcurrió más de tres cuartos de hora y los tiros se fueron alejando y conforme íbamos avanzando sobre el enemigo, de rato en rato aún se sentía el silbar de piedras de honda indias dando caza a algún fugitivo. En este afán llegó la medianoche y los chilenos quedaron rechazados, destrozados. El coronel Juan Bautista Ayoroa y sus tropas siguieron persiguiendo al enemigo con la caballería que ahora teníamos abundante”. (4)
A las tres de la mañana regresaron Ayoroa y Villarpando, este último subió a una altura y deseó hablarles a los soldados, a quienes solo atinó a decirles: “soldaditos… queridos hijos míos (un llanto profundo no lo deja hablar)”. Y siguió: “soldaditos, indiecitos queridos, ustedes han salvado Potosí.” Se bajó de la altura y se sentó a llorar de tal forma que hizo llorar a todos… “Lloro de emoción, lloro porque hemos ganado, hemos defendido la patria, desde aquí, abandonados por ese Kuchi de Campero…” (5)
En el parte de guerra del 13 de noviembre de 1879, el coronel Morales informa al general Campero que los prisioneros chilenos declararon que el objetivo de las fuerzas chilenas era tomar Potosí, Chuquisaca y llegar a la frontera con Brasil y Paraguay. Por la literatura capturada, la maniobra apuntaba a una guerra contra Argentina en la que se involucraría principalmente a Paraguay. (6) Anexo se puede leer en el inventario que se tomaron 480 caballos, 690 rifles, 250 mulas, 300 burros, 20 bultos con material para ingeniería, 4 cañones en buen estado y 3 en mal estado, 200 rifles en mal estado, 300 bolsas de alimentos, 100 bolsas de harina de trigo. El parte informa de 330 soldados y oficiales chilenos muertos y 400 heridos de mucha gravedad.
Entre la documentación tomada habían planos de terreno y de caminos; mapas del norte argentino, de Paraguay, de la parte occidental de Brasil, de Bolivia; listas de sus agentes en varias ciudades de Argentina, Paraguay y Uruguay. Entre el material impreso resulta llamativo que las fuerzas chilenas traían 1.000 folletos con el título Los argentinos avasallaron el Paraguay, de Antonio Gitelli Alanoca; 700 folletos con el título Orígenes de la Guerra de la Triple Alianza; 5.000 volantes sueltos con el título Tenemos que vengarnos del usurpador argentino”, firmado por Antonio Fernández y 1.000 efigies del presidente paraguayo Solano López, quien combatió en la Guerra de la Triple Alianza, contra Argentina, Brasil y Uruguay. (7)
argentina. La batalla de Canchas Blancas fue el episodio más glorioso para las armas bolivianas en la agresión chilena de 1879. Pese a ello, llama la atención el olvido de esta épica acción en la que la astucia de nuestros soldados indígenas, que ensayaron la guerrilla antes que el combate frontal, fue fundamental para el éxito. Esta victoria se produjo a pesar de la inmovilidad ordenada por el comando divisionario que, en acuerdo con representantes de la gran minería, estaban pensando en derrocar al Gobierno antes que pelear contra el enemigo. Hubo un pacto entre las fuerzas chilenas y sus contactos en Bolivia, que se harían del poder en diciembre de 1879, para hacer desaparecer de la historia esta batalla. Las razones son varias, pero una de ellas es que entre el material capturado a los invasores estaba claro que querían comprometer a otros países para estrellarse también contra la vecina república Argentina.
La traición de los quintacolumnistas, el interés de los grandes mineros de Bolivia asociados a capitales chilenos fueron decisivos para la derrota y posterior entrega del Litorial boliviano a través del Tratado de 1904. Pero el diario del coronel Apodaca refleja el extraordinario patriotismo de nuestros indígenas y de las fuerzas de Cinti y de Tarija, que pelearon bravamente para detener el avance chileno. Gracias a ellos Potosí, Uyuní, Sucre fueron preservadas para la Patria.
(La Razón – Reymi Ferreira)
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