Por: Soledad Barrios Chumacero - Licenciada en Lenguaje - Literatura -
Presidenta del Ibby regional Oruro / La Patria de Oruro 15 de octubre de 2017 http://www.lapatriaenlinea.com/?nota=301357
Desde siempre, la mujer ha tenido y tiene un papel fundamental en la vida de
los pueblos, de las comunidades y de la familia, sin embargo, no en todos los
ámbitos se desenvolvió de la misma manera, jugó el mismo rol, ni recibió
el mismo trato.
Hablar de ser tan singular entraña profunda responsabilidad, su tarea es y será
imperecedera, en la conducción del hogar, en la construcción de la patria, en
la formación de las sociedades.
En el presente trabajo quiero destacar el papel protagónico que tuvieron muchas
mujeres en Warisata, la Escuela Ayllu, que pese a que figuran en las sentidas
páginas escritas por Elizardo Pérez, muy poco se habla de ellas, hasta parece
que estuvieran invisibilizadas.
En el primer capítulo de Warisata, Pérez hace referencia a la sociedad incaica,
y a propósito del papel de la mujer en esa organización afirma: "La Coya,
además de enseñar a las mujeres el hilado y el tejido, las preparó en todos los
quehaceres relacionados con su sexo, echando de ese modo, las bases de la
industria familiar" (Pág. 45), demostrando que fue una mujer, el puntal en
la economía y organización del Imperio, pues ella personalmente se ocupaba de
preparar a las mujeres en una serie de actividades como el hilado el tejido de
lana de alpaca, vicuña, llama y de las fibras de algodón, apoyando de este modo
al varón en la conducción del imperio y forjando así la base para mejorar la
economía del hogar.
La mujer de nuestras razas ancestrales, fuerte, tenaz y compañera solidaria,
apoyaba silenciosa la organización del imperio y junto a su hombre hacía
esfuerzos denodados por dominar los elementos de la naturaleza para robustecer
el imperio, y buscar por sobre muchos aspectos la felicidad de su gente.
Refiriéndose Elizardo a este ser excepcional, en el mismo libro, dice:
"Carácter: La mujer desempeña un papel preponderante en la familia. Es el
alma del hogar. Como madre, como esposa y como hija, soporta el peso de las
responsabilidades inherentes a cada una de estas etapas de la vida... ejerce
una triple misión: Espiritual, moral y material. Sin embargo, al hablar de la
educación del indio, jamás se ha pensado en la madre, la esposa o la hija;
fuerzas vivas, resignadas (…) Teniendo en cuenta la y trascendencia de educar a
la mujer, la escuela ha abierto sus puertas al elemento femenino, que concurre
asiduamente en apreciable número (….) la escuela tiene carácter mixto: para
niños de ambos sexos y para adultos" (Pág. 159). Fue gracias a Elizardo
Pérez que en la escuela ayllu no se discriminó a la mujer, porque este fue un
visionario y difundió su pensamiento entre quienes apoyaban su titánica labor,
tomando en cuenta además, que en los años 30-40 el sometimiento, la falta de
respeto y el poco valor que se le daba era verdaderamente una afrenta al
género.
Cuando Elizardo se refiere a la etapa de organización de Warisata comparte:
"Siñani cumplió lo prometido. Acudía al trabajo con toda su familia y dos
burritos. En el simpático grupo estaba Tomasita, una pequeñuela de grandes y
azorados ojos, hija de Avelino y que según veremos, hizo historia" (Pág.
93) suponemos que en esta primera etapa decisiva y dura, Siñani estaba con su
esposa, hijos e hijas, lo propio en ese momento estaban el mecánico con su
esposa doña María Romero, y seguramente los otros fundadores también. Lo que
queremos destacar es que cada una de estas mujeres de modo silencioso; pero
efectivo contribuían con sus acciones, su trabajo, su paciencia para acomodarse
a las circunstancias, el apoyo a sus esposos o padres efectivamente en la
consolidación de Warisata.
Posteriormente, cuando Elizardo Pérez y su equipo -venciendo contingencias de
toda índole, pues no recibía sustento económico del Gobierno, y sufrían además
los embates de sus vecinos achacacheños-, decidieron llevar adelante la
construcción de los talleres, que luego denominaron "El Pabellón
México". Trabajando en condiciones bastante adversas, recibieron muchas
visitas que les levantaba la moral; pero quiero destacar la efectuada por dos
mujeres de avanzada, con ideas de redención de la mujer y del indio, un hito en
la cultura de nuestra patria: Yolanda Bedregal, insigne poeta, y Marina Núñez
del Prado, destacada escultora; ambas reconocidas tal vez más fuera de nuestra
fronteras, que en nuestra patria.
Estas insignes mujeres llevaban personalmente su palabra de fuerza y de aliento
para el hermano de pensamiento, de aspiraciones e ideales, y pusieron al
servicio de tan noble proyecto, todo su conocimiento y su buena voluntad.
Aprovechando de la oportunidad, Pérez organizó un famoso viaje a la Isla del
Sol y de La Luna conjuntamente Yolanda Bedregal, Marina Núñez del Prado, Mario
Alejandro Illánez y Fausto Aoiz, este quinteto se fue de excursión para
observar los restos de nuestra cultura milenaria, donde perviven aún como
testigos silenciosos de la indómita cultura incaica.
Allí, este grupo de visionarios, inspirados por los dioses tutelares que
velaron en silencio porque la esencia de la raza no sea abatida por el
ignorante usurpador, en un abrazo fraternal, confundidos con el cosmos,
bebieron de la cultura de nuestros antepasados y determinaron que el
"Pabellón México" tome como modelo el templo o palacio de "la
Luna", " de esta manera las dos insignes mujeres contribuyeron con su
criterio artístico y su buena voluntad a elección tan acertada del tipo
arquitectónico del edificio que construyeron,
El palacio de la Luna, decía Elizardo: "la creencia es que ese palacio
estaba destinado a la Casa de las Escogidas del Inca. Sus líneas son severas,
desnudas de ornamentación, pero ostentando ese sobrio y bello conjunto de
arquitectura incaica". Como es sabido fueron para alojar los talleres y al
que desde entonces denominaron como "Pabellón México".
Luego de una serie de trabajos y sinsabores, de lucha constante, con los
patrones de las haciendas vecinas, logró salir adelante en su emprendimiento.
Posteriormente, y luego de haber propiciado una serie de fundaciones en
diferentes regiones del país, Elizardo Pérez tuvo que salir de inspección por
aquellos alejados lugares, de ese modo, llegó al núcleo de Casarabe, cuyo responsable
era el profesor Carlos Loayza y su esposa, doña Ercilia Soruco, ambos
realizaban una labor titánica, primero atrayendo hacia el núcleo a hombres y
mujeres del oriente, que en estado salvaje llegaban hasta él, desnudos física y
moralmente, con sed de aprender, pero con fuertes temores y con costumbres
enraizadas, de ahí que la labor de este gran maestro y de su esposa fue única.
A propósito del tema Elizardo decía: "Carlos Loayza se entregó al trabajo
con alma y vida y pronto forjó una tradición que luego fue legendaria entre las
tribus. No se trataba de enseñar a leer, sino de atraer al hombre de la selva,
y en eso el joven director se mostró eficiente como nadie" (Pág. 257).
En referencia a doña Ercilia Soruco afirmaba "La esposa de Loayza atendía
a la educación de las mujeres, les revelaba los secretos de la cocina, crianza
de los niños, aseo y su propio acicalamiento personal" (Pág. 257).
Esta escuela irradió conocimientos de vida, más allá de sólo preocuparse por la
instrucción, fue una fuente de saber, que llevó a las personas que hasta
entonces vivían en estado salvaje, a ser seres socialmente adaptados, teniendo
incluso que constituir parejas para evitar la promiscuidad en la que vivían,
esta titánica labor la desempeñó con mucho amor sobretodo dona Ercilia Soruco
de Loayza.
Otro aporte femenino al proyecto de difusión de Warisata fue Juanita Tacaná,
"Esta muchacha beniana llena de grandes virtudes, Niña aún, emprendió viaje
a Europa, no con el afán turístico tan común en la juventud, sino para modelar
su espíritu en la cultura occidental y regresar a su patria para servirla con
desinterés" (Pág. 259).
Volvió en la edad dorada a su tierra natal, con el afán de ser útil, ahí en el
indómito oriente, en ese momento eran regiones ignoradas, donde la única
compañía fueron los vuelos airosos de exóticas aves que vivían sin prisa en
esos bosques vírgenes, donde tenía por compañeras las límpidas auroras
perfumadas con las fragancias prístinas y suaves de las orquídeas, en ese
contexto puro y agreste se entregó Juanita a educar a sus
"salvajitos", como ella cariñosamente los llamaba; pero fueron más
fuertes las garras de la parca que la arrancaron en la flor de su juventud y se
la llevó consigo, dejando a sus salvajitos huérfanos de afecto y de saber.
Para concluir este homenaje a la mujer boliviana, quiero referirme a otra mujer
excepcional, doña Sofía Criales, esposa de Raúl Pérez, a quien en su libro
"Surgimiento de las normales indigenales", doña Ana Pérez Criales, se
refiere de la siguiente manera:
"Luego de nuestra llegada, dentro del orden productivo, fue Sofía Criales,
esposa de Raúl, la que organizó la cooperativa, que tuvo una prosperidad
increíble y con la cual la escuela, así como la comunidad, se surtía de toda
clase de artículos de consumo, como ropa, telas, zapatos, productos enlatados,
arroz, azúcar, material escolar a precios incluso más bajos que los de la
ciudad. La cooperativa concedía plazos para los pagos y llevaba sus cuentas con
absoluta escrupulosidad. Se instaló la feria semanal en la plaza del futuro
pueblo, frente a nuestro edificio, en la cual se hacía intercambio y
compraventa", formado de esta manera más que una escuela, una comunidad
educativa real, donde importaba el estudiante en esencia, por lo que mejoraron
las condiciones de vida de la familia, núcleo de la sociedad.
En este acercamiento a una realidad que cambió la forma de ver la educación,
quiero resaltar la labor tan valerosa de las todas las mujeres que participaron
en el emprendimiento de Warisata, que si bien la historia no las menciona, sea
este un sentido reconocimiento a tan prolífica labor, que además estuvo
matizada con el gran amor que la mujer pone al realizar las tareas que emprende
hoy, día de la mujer boliviana, rindo mi más ferviente homenaje a cientos de
Sofias Criales, Jaeles Oropeza, Juanitas Tacaná, Ercilias Soruco, Marías
Romero, Yolandas Bedregal, Marinas Núñez y Tomasitas, que junto a sus esposos,
padres, o en algunos casos solas, trabajan hoy de manera silenciosa y anónima
por sacar adelante a su familia y a sus hijos, contribuyendo de este modo en el
mejoramiento de una sociedad donde su papel es primordial y de esta manera
también, al engrandecimiento de nuestra patria.
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