Fuente: Los barones del Oriente. El poder en Santa Cruz ayer y hoy / De los
autores: Ximena Soruco, Wilfredo Plata y Gustavo Medeiros.
“La rebelión mojeña liderizada en 1887 por Andrés Guayocho tuvo lugar a los 20
años de haber comenzado el reclutamiento forzoso de indígenas para trabajar en
los gomales del Madera” (Roca 2003: 119). La rebelión de Guayocho se suscitó a
causa del despiadado sometimiento de los indígenas que habitaban tanto las llanuras
mojeñas como la hoya amazónica. Muchos de estos pueblos formaron parte de las
misiones jesuíticas que funcionaron entre 1667 a 1767.
Los indígenas mojeños constituían “la principal y virtualmente única mano de
obra que nutría aquella industria” (Roca 2003: 119).
Entonces la causa para que se suscitara la rebelión indígena es porque la
situación social de los indígenas:
...empeoró al empezar la explotación de la goma en el río Madera, primero, en
el Beni y Madre de Dios, después. La escasez de brazos especialmente para la
navegación, se hizo más crítica aún, al punto que no se encontraban remeros ni
para hacer funcionar los correos por la única vía posible, la fluvial.
Documentos oficiales de la época muestran que tal situación obedecía a que aterrorizados
ante la opresión de los carayanas (blancos), optaban por huir hacia los bosques
del [río] Sécure (Roca 203: 121).
La rebelión consistió en el éxodo masivo de la ciudad de Trinidad, abandonando
a los carayanas (blancos), en busca de otras tierras, a la que llamaron la
tierra sin mal o la loma santa. Como represalia, los carayanas organizaron
expediciones “para sentar la autoridad y tomar presos a los cabecillas del
movimiento” con “voluntarios cruceños” (Gantier 1988: 49). Hubo una fuerte
represión al mando “del cruceño Nemesio Saavedra [...] en las poblaciones
indígenas, Saavedra y sus hombres incendiaron casas, capillas y plantaciones,
talaron frutales, degollaron y fusilaron a mucha gente, incluyendo ancianos y
niños, y se entregaron a la violación y al pillaje”. El líder de la rebelión,
Andrés Guayocho, fue capturado torturado y asesinado.
Este testimonio de uno de los sobrevivientes de aquel suceso es elocuente:
Tata, son muchos los vejámenes que sufrimos de los carayanas. Se nos lleva río
arriba y río abajo, y hasta el Madera mismo, en donde tantos perecen, por lo
que nos quiere dar, y si no les servimos a su gusto nos dan guasca. Ya no nos
han dejado ni un palmo para hacer chaco o levantar una casa. De ellos sólo
aprendemos vicios, sobre todo el de la embriaguez. Ridiculizan o impiden a la
fuerza nuestras fiestas y prácticas cristianas.
Y de esa manera perderá este pueblo su religión del todo. Por eso hemos
resuelto abandonarle a los carayanas nuestras tierras, las tierras de nuestros
padres e irnos en busca de otras nuevas, en donde Dios nos dé a entender (cit.,
en Gantier 1988: 47).
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