Por: Luis S. Crespo – El Diario, Nuevos Horizontes, 20 de
Febrero de 2018. // http://www.eldiario.net/noticias/2018/2018_02/nt180220/nuevoshorizontes.php?n=2&-ultimo-dia-de-la-confederacion-peru-boliviana
Después de la encarnizada y particularmente cruenta batalla
de Yungay (20/01/39) quedaban victoriosas las tropas “restauradoras”, tras
haber causado a las de la Confederación 1.400 muertos y tomado una cantidad
igual de prisioneros. Esa misma tarde, el Gral. Andrés Santa Cruz abandonó el
campo de batalla y después de permanecer en Lima, siguió hacia el sur,
dispuesto a continuar la pelea, pues creía todavía disponer de sus ejércitos
del Centro y de Sur, que llegaban a su-mar unos 7.000 soldados. Pero, al llegar
a Arequipa supo que en Bolivia, aun antes de que se supiera allí la noticia de
la derrota de Yungay, se había producido un movimiento que derrocaba a su
Gobierno.
En esas circunstancias el general Santa Cruz había dispuesto
el día 21 para su viaje a Puno, su propósito era operar la reacción y recobrar
la Presidencia de la República de la que lo había despojado el general José
Miguel de Velasco.
EL ESTALLIDO DE LA TORMENTA
A las diez de la mañana del 20, se operó en Arequipa un
movimiento revolucionario contra el Protector. Una Inmensa multitud de gente se
reunió en la plaza principal y proclamó la unidad de la república peruana,
exigiendo la renuncia inmediata del Prefecto y la sustitución del jefe del
batallón Cusco, con otro de la confianza del pueblo. Designado don Juan Gamió
para el primer cargo, fue éste a presentarse ante Santa Cruz; pero el
Protector, sin darse cuenta todavía de los alcances que tenía el movimiento, se
negó a reconocerlo y a cambiar el jefe del batallón. Entonces, una oleada de gente,
con actitud airada y amenazante, fue a rodear la casa donde se alojaba Santa
Cruz, pidiendo a gritos su cabeza y haciéndole cargos por el fusilamiento del
Gral. Felipe Santiago Salaverry.
SANTA CRUZ RENUNCIA AL PROTECTORA-DO Y LA PRESIDENCIA DE
BOLIVIA
Hostigado y amenazado vivamente por el pueblo, Santa Cruz
comprendió al fin que nada tenía que hacer ya allí. A los pocos momentos, desde
su domicilio sitiado y defendido sólo por 500 hombres de línea, expidió dos
decretos y lanzó por proclamas a los pueblos del Perú y Bolivia. Por el primer
decreto se desprendía de la autoridad protectoral y por el segundo dimitía a la
Presidencia de Bolivia. Y en la proclama tristemente decía: “Ya no existe la
Confederación, ni yo ya tengo parte en los negocios públicos. Las
circunstancias me obligan a alejarme de vosotros, dejando encomendada a vuestra
prudencia la salvación de la patria que yo no he podido realizar, etc.”.
SANTA CRUZ SALE PRÓFUGO DE AREQUIPA
Obligado por la actitud airada del pueblo, a la que se
agregó la fuerza militar, el general Santa Cruz, combatido por sus propios
antiguos aduladores, salió prófugo de Arequipa, envuelto en deshecha borrasca y
llevando una tempestad en el alma. Le acompañaba sólo una escolta de 500
hombres comandada por el coronel chileno Manuel Larena.
En el trayecto de Arequipa a Laja, sobre el camino de Islay,
la comitiva militar del ex Protector fue crudamente hostilizada por los
habitantes, quienes le disparaban sin cesar tiros de rifle y le lanzaban
pedradas, profiriendo los más gruesos insultos contra el prófugo. Todos
recordaron en aquellos instantes el fusilamiento del Gral. Salaverry y de sus
compañeros de infortunio, y como si quisiesen vengar la sangre de aquellas
víctimas sacrificadas por una ambición desmedida, se ensañaron contra el caído
y lo amenazaron de muerte. En medio de una lluvia torrencial y de una tempestad
de rayos, pudo Santa Cruz adelantarse a su escolta y llegar a Canga-ta, chacra
de La Jara, no sin antes prevenir a sus soldados que contestasen la agresión de
la gente enfurecida, con tiros al aire.
DE CANGATA A ISLAY
Doña Petronila Herrera y Rivera, vecina, avisada de lo que
había ocurrido con Santa Cruz, proporcionó a éste un ligero desayuno, y para
que continuase su marcha, le preparó una alforja y colocó en ella una gallina
cocida, pan, chocolate, chocolatera, anafe, huevos, pocillos, servilletas,
cigarros y otros artículos necesarios para el camino. Viendo además que el ex
Protector viajaba con uniforme militar y con gorra, le proporcionó un par de
botas, un traje civil y un sombrero.
Terminado su ligero desayuno, Santa Cruz, acompañado de sólo
dos ayudantes y seis soldados de confianza, y guiado por un mozo experto de la
posta, salió de la Jara a las cuatro de la mañana, sin ser sentido por el
batallón, que se alejó un poco distante de la casa, y en el que se notaba
síntomas de descontento.
SUBLEVACIÓN DE LA TROPA
A las cuatro de la mañana, el coronel Larena trató de poner
el batallón en marcha. Cuando no había acabado aún de pasar lista, la tropa se
amotinó; mató a Larenas, hirió a los otros jefes y oficiales y se dispersó,
volviendo en desorden a Arequipa o diseminándose en el campo. El segundo jefe,
José de la Peña Santa Cruz, sobrino del ex Protector, salvó su vida
milagrosamente. Fugó a Paucarpata, y poco después apareció en La Paz, atendido
por el nuevo Gobierno.
EN EL PUERTO DE ISLAY
Santa Cruz con su pequeña comitiva galopó desesperadamente
hasta Islay, donde también estuvo a punto de ser cogido por un piquete de
lanceros que había venido tras de él desde Are-quipa. El coronel Hugo Wilson,
cónsul de Ingla-terra, ordenó a Compton, capitán de la fragata Inglesa
“Samarang”, que desembarcase cien hombres para proteger al fugitivo; pero
viendo que aun así éste no estaba seguro en tierra, lo hizo conducir a la nave,
para evitar que cayera en manos de sus perseguidores.
SANTA CRUZ SE ALEJA DE LA PATRIA
Algunos días después, el mismo buque “Sa-marang” condujo al
general Santa Cruz hasta Puná, en el Ecuador, donde desembarcó el 13 de marzo.
¡Él, un día omnipotente Protector no pisó más el suelo de la
Patria, que tanta gloria le debía!
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