Parte de la nota escrita por Danitza Montaño y publicada en
el diario Los Tiempos de Cochabamba el 11 de junio de 2017 con el título Los
hijos desconocidos de la Guerra del Chaco. // Foto: Indios del Chaco Boliviano, principios de siglo XX.
La Guerra del Chaco nos trajo desgracias. Muchos emigraron
por su culpa, se fueron a Paraguay y ya no volvieron”, lamenta el asambleísta
departamental Vicente Ferreira cuando se le pregunta sobre su pueblo, un lugar
llamado Samu’ uguate que se encuentra en Villa Montes-Gran Chaco y que es el
único territorio que habita esta etnia.
En Samu’ uguate el calor supera los 40 grados y la pobreza
se percibe a kilómetros. Los escasos árboles son codiciados para cubrirse del
sol, los niños juegan sin importarles los problemas cotidianos y los hombres
adultos, para esta época, ya han dejado el pueblo en busca de sustento
económico.
Sin embargo, y pesar de todo, nada ha podido borrar la
sonrisa de los pobladores del lugar, quienes caminan descalzos por el duro
suelo de tierra, el cual les ha costado recuperar.
En la actualidad, algo más de cien tapietes-entre ellos 30
niños- son los sobrevivientes de una oscura época que ha pasado factura a su
pobreza. Detrás de sus sonrisas se oculta una historia de muertes, de lucha y
de supervivencia.
Durante este conflicto bélico, los tapietes “fueron
fusilados por soldados de los dos países”, posteriormente el pueblo se vació
más debido a que algunos se fueron a trabajar a la zafra argentina y ya no
regresaron.
“Pero a pesar de todo, continuamos viviendo en esta tierra”,
dice Ferreira, apenado y dispuesto a revelar los detalles de su lucha.
El departamento de Tarija tiene reconocidos, dentro de su
estructura, a tres pueblos indígenas: Guaraní, Weenhayek y Tapiete, los dos
primeros son los más numerosos y los más conocidos por la población. De
este último poco se sabe.
PASAJES DE UNA DURA HISTORIA
Según el estudio del antropólogo Wigberto Rivero Pinto, la
cartografía del siglo XVIII sitúa a los tapietes en lugares alejados del río
Pilcomayo de Tarija, hacia el Este, en dirección al Paraguay. Fue recién a
partir de la segunda mitad del siglo XIX que sus asentamientos fueron asediados
por misioneros franciscanos y por criollos-mestizos que ingresaron a la región.
De acuerdo a datos históricos recolectados por El País eN y
confirmados por Ferreira, a mediados del anterior siglo, la religión evangélica
de la mano de los misioneros suecos, conquistó a los tapietes, quienes dejaron
atrás su cultura basada en la magia, las bebidas, la danza y la coca. Hoy, y
como herencia, los tres pueblos indígenas del Gran Chaco (Guaraní,
Weenhayek y Tapiete) están siendo educados bajo las premisas de la enseñanza
sueca en escuelas que estos foráneos fundaron.
Pero el hecho sangriento que marcó la vida de la etnia llegó
en 1932, según lo expresa Ferreira. Se trata de la Guerra del Chaco, acontecer
histórico que puso contra la pared a los tapietes, quienes intentaron escapar
para evitar participar en un enfrentamiento, cuyas razones desconocían. Algunos
lograron huir y otros murieron.
Se cuenta que durante su huida los confundieron con espías,
razón por la que fueron fusilados. Hubo quienes incluso ayudaron con sus
barcazas a trasladar al Ejército por el Pilcomayo. Empero, de la participación
de los tapietes en la guerra ya casi nadie se acuerda, sólo quedan algunos
rastros, que se han convertido en testigos mudos de la historia.
Un recuerdo de este sangriento episodio se levanta a 20
kilómetros de Samu’ uguate, donde hay cientos de cruces plantadas en el piso.
“Allí están los antepasados”, dice Ferreira. El lugar es llamado Curirenda o
Tierra de Cruces. Un sitio para que los tapietes no olviden su historia de
dolor.
Pero más allá de esto, el asambleísta revela que cuando
terminó la guerra, los pocos que quedaron volvieron a sus tierras, más aún,
éstas ya habían sido ocupadas por mestizos, los cuales se convirtieron en
grandes ganaderos y sometieron a los tapietes al “peonazgo”. Muchos años
después se organizaron y se liberaron de este sometimiento.
Hoy sus territorios se extienden por toda la región del
Chaco: en Argentina, Bolivia y Paraguay. En Argentina se encuentran en las
aldeas de Tartagal y Mosconi; en Bolivia sólo en Samu’ uguate y en Paraguay en
las de Curvita y La Merced. Según Ferreira la mayoría de los tapietes se fue a
Paraguay.
No obstante, en Bolivia, su lucha por recuperar su tierra
permaneció entre sus demandas durante décadas. Así, en el año 2000 el pueblo
Tapiete se convirtió en la primera etnia que consolidó una Tierra Comunitaria
de Origen (TCO) con una superficie de 24.840 hectáreas.
SAMU’ UGUATE EN LA ACTUALIDAD
En Samu’ uguate ya no hay ancianos, por lo tanto ya no hay
quienes relaten las leyendas de sus antepasados o conserven sus tradiciones y
normas de convivencia. Pero a pesar de esta ausencia, los jóvenes aún guardan
con dolor los relatos de sus padres.
“Ya no hay gente mayor en el pueblo, así que ya no se
practican muchas costumbres antiguas. Ahora vivimos puro jóvenes y aunque no se
hagan las cosas de antes, al menos tratamos de enseñarlas”, explica Ferreira.
El asambleísta calcula que en el pueblo hay en promedio 65
mujeres, 30 niños y 70 hombres. Al concluir el cálculo lamenta que sus hermanos
se hayan ido a Argentina y al Paraguay, empero revela que tienen la esperanza
de su regreso, pues de Argentina ya tuvieron algunos retornos.
“La migración se debe a la Guerra del Chaco”, insiste
Ferreira y destaca que “los tapietes en Bolivia han sufrido bastante por sus
tierras”.
“Vivíamos trabajando para terceros, éramos empleados.
Todo a causa de la guerra”, recuerda, pero su rostro apenado se llena de
orgullo cuando explica que en la actualidad lograron recuperar parte de su
territorio.
Para esta tarea se aliaron en un inicio con los weenhayeks y
luego con los guaraníes. De esta manera, los tapietes fueron los primeros que
obtuvieron su Tierra Comunitaria de Origen. Actualmente sus 24.840 hectáreas se
dividen en dos áreas discontinuas de 17.921 y 6.918 hectáreas ubicadas en la
provincia Gran Chaco.
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