Por: Diego Alfonso Rojas Castro, publicado en el periódico "Los
Tiempos", el 22/07/2017.
Cada 21 de julio se rememora un aniversario más de la trágica muerte del
expresidente Gualberto Villarroel López, el mandatario que recibió el dramático
apelativo de “Presidente Colgado”, por el día en que una turba lo depuso del
poder, asesinándolo y luego colgando públicamente su cadáver.
El mueleño Gualberto Villarroel nació en Villa Rivero, provincia de Punata, el
15 de diciembre de 1908, sus padres fueron Enrique Villarroel y María López
Espinoza. Villa Rivero se precia de ser Cuna de Hombres Célebres, y Villarroel,
con todas sus luces y sombras, es sin duda uno de los más insignes hijos que
esta tierra ha tenido, por lo que su memoria se mantiene siempre presente en
dicho pueblo.
Ingresó al Colegio Militar de Ejército en 1925, habiendo sido abanderado, desde
entonces se vio preocupado por el destino de la Patria. En la Guerra del Chaco
y con asiento en Villa Montes, fue Jefe de la Sección Claves del Comando
Superior durante la primera mitad de la contienda. Esta Sección estaba a cargo
de establecer y repartir entre los distintos fortines, las claves que se serían
usadas para cifrar y descifrar las comunicaciones telegráficas y
radiotelegráficas del Ejército boliviano para la coordinación de planes
táctico-estratégicos de ataque y defensa.
Por informaciones que llegaban a través de espías en Buenos Aires reclutados
por los diplomáticos bolivianos Casto Rojas y Julio Gutiérrez, bajo la
dirección de Villarroel la Sección Claves hizo esfuerzos sobrehumanos para
proteger la información sensible que viajaba a través de los cables
telegráficos y el éter de la intromisión enemiga, sin éxito. Los argentinos ya
tenían mucha experticia en lo que hoy se conoce como criptografía clásica,
debido a que hubo un tiempo cuando los ingleses los enloquecían en ese orden, pues
conocían todas sus claves y correspondencia diplomática.
Fue en ese juego del gato y el ratón que Argentina llegó a tener los mejores
criptógrafos de aquel tiempo que, lamentablemente, jugaron en nuestra contra, y
lo que Villarroel y la Sección Claves desconocían era que el problema no estaba
en las claves que con tanto esmero pensaban y repensaban, sino en los propios
sistemas criptográficos de sustitución y transposición usados en ese entonces.
Los paraguayos tampoco estuvieron exentos de la intromisión de comunicaciones,
pues a pesar de que en todo el territorio nacional no había una sola persona
que ni siquiera pudiera intentar descifrarlos, los espías en Buenos Aires
descifraron importantes telegramas al servicio de Bolivia. En general, con la
criptografía clásica la intromisión enemiga a comunicaciones confidenciales la
sufrieron también tiempo después los españoles en la Guerra Civil Española, y
los japoneses en la Segunda Guerra Mundial.
Dejando la jefatura de la Sección Claves, Villarroel como parte del Regimiento
Ayacucho 8 de Infantería actuó en las batallas de Cañada Strongest,
Huirapitindi e Ibibobo. También estuvo en la épica y gloriosa defensa de Villa
Montes. En 1935 fue ascendido a Capitán. En 1943 era Mayor y trabajaba como
Subjefe del Estado Mayor del Ejército. Llegó a la presidencia a los 35 años
mediante un golpe de Estado que derrocó al Gral. Peñaranda.
Todo quedó coartado el fatídico 21 de julio de 1946, cuando una conspiración
política propició el asesinato del Presidente mueleño de ojos verdes y de
apenas 37 años de edad. Ultimado, su cuerpo se dejó grotescamente colgado en un
farol de la Plaza Murillo, junto a los restos de tres de sus colaboradores:
Luis Uría de la Oliva (su secretario privado), el Capitán Waldo Ballivián (su edecán)
y Roberto Hinojosa (Director del periódico Cumbre).
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