Fuente: El asesinato de Juan José Torres: Banzer y el
Mercosur de la muerte. Escrito por Martín Sivak.
PRIMEROS AÑOS Y JUVENTUD
La estirpe de los Torres vivió y murió entre fuegos. El
abuelo de Juan José Torres peleo en la Guerra del Pacifico entre Bolivia, Perú
y Chile, que implico el enclaustramiento marítimo. Juan Torres Cueto –su padre-
era auditor financiero y trabajaba como funcionario público en la oficina de
Impuestos Internos de Cochabamba cuando estallo , el 1932, la Guerra del Chaco
entre Bolivia y Paraguay. Hijo de un Ministro de la Corte Suprema de Justicia,
no era militar de carrera pero le dieron un curso de grado para pelear en el
frente.
La despedida en llantos antes de que su padre se marchara a
la guerra será uno de los recuerdos más dramáticos que acompañaran a Juan José
Torres. Una ráfaga de ametralladora acabo con la vida de Torres Cueto. Sabina González
–su esposa- reunió a los seis hijos en torno a una carta enviada desde el
frente. Allí conocieron la noticia de su muerte. Fue en 1934. Juan José tenía
14 años.
En pocos días, la familia de clase media descendió a
proletaria, según conto Torres al enviado de la revista argentina Panorama,
Rodolfo Walsch. Su madre a quien admiro más que a nadie, debió cuidar seis
hijos y no acepto ayuda ajena para sostener la casa de la calle Calama. Juan José
tercero de los hermanos, el hombre mayor, comenzó con la venta de dulces. “Repollitos,
alfajores, sol dos, víbora nada”, era la promoción que atraía a los niños en la
plaza central de Cochabamba.
De pequeño le gustaba vestirse de militar. Con la muerte del
padre dejo a un lado su pasión por la matemática y el futbol para empezar la
carrera en el Ejército boliviano. La decisión venia acompañada de una certeza:
se seguiría topando con el espectro del viejo Torres Cueto. Había conocido a
los fantasmas cuando de niño se quedó en el solo en un teatro de Cochabamba. Y
le causaban pavor.
Torres era también hijo del Ejercito destrozado por la
Guerra del Chaco, que marcó el inicio de la conciencia nacional anti
oligárquica. Hubo 65 mil muertos, desertores y desaparecidos. “El Chaco, más que
un símbolo, fue un espejo ensangrentado de la suerte de Bolivia: tierra en
poder de extraños, tierra con el luctuosos destino de perderse”, sentenció Torres
en un discurso presidencial; hablaba de sí mismo.
El 20 de diciembre de 1941 egreso del Colegio Militar con el
grado de subteniente del Ejército y como “cadete destacado” de la primera promoción
post guerra del Chaco. Desde la década de los años 40, Torres comenzó su admiración
por el mayor referente político: el presidente Gualberto Villarroel (1943 –
1946). Continuador de la línea de German Busch (1937-1939), el gobierno de
Villarroel tuvo un fuerte rasgo nacionalista, anti oligárquico, de
enfrentamiento con el imperialismo.
Villarroel fue colgado en la Plaza Murillo. Ese crimen,
gestado desde el poder oligárquico, amplia la lista de los presidentes y ex
presidentes bolivianos asesinados. El periodista Carlos Mesa Gisbert, en su
libro Presidentes de Bolivia: entre urnas y fisiles, contabiliza 11 jefes de
Estado, en ejercicio o no, ultimados entre 1829 y 1976. Torres fue el último de
la saga trágica que incluye el suicidio de Busch, otra de las figuras del
nacionalismo boliviano que rescataba. “Supongo que todos los presidentes
bolivianos nos hemos acordado de Villarroel al entrar al Palacio”, le dijo a
Walsh.
Aunque nunca limito orgánicamente, simpatizaba con el
falangismo. En una visita al Colegio Militar Gualberto Villarroel como
presidente lo reconoció de manera elíptica: “Con sinceridad, camaradas, tengo que
expresarles que no me avergüenzo de haber participado en ese nacionalismo fácil,
intranscendental y chauvinista de los símbolos y los mitos. Pero me enorgullezco de haber evolucionado
para llegar al nacionalismo revolucionario”.
Argentina lo marco. Hizo un curso de artillería en Buenos
Aires, durante 1946, donde asistió a la llegada del peronismo al poder. En 1950
participo en Bolivia de una fracasada sublevación de cadetes contra el gobierno
de Mamerto Urriolagoitia y fue sancionado. Volvió a Buenos Aires, donde trabajo
en una empresa constructora. Quedo deslumbrado por los cafés, la industrialización,
los campos y sobre todos la figura del entonces presidente Juan Domingo Perón.
Decidió regresar a Bolivia por que un alto jefe le prometió que
lo iban a reincorporar al Ejército. Cuando llego le pusieron condicionamientos.
Término haciendo cálculos en una empresa privada. Volvió también porque estaba
comprometido. Emma Obleas lo había visto por primera vez en la fiesta de
aniversario del Colegio Militar en Abril de 1948. Se quedó fascinada por el
uniforme con vivos carmesí, a diferencia de los uniformes con vivos negros que tenían
los otros militares. Emma quiso conocerlo. El romance fue solo interrumpido por
el exilio argentino. Antes del casamiento hubo cambio de aros, una tradición antigua
de acuerdos entre familias. Los Obleas pusieron muchas condiciones. Cuando se
casaron en 1951, Torres no estaba en el Ejército, seguía de baja.
Con la revolución del 9 de abril de 1952, Torres fue
reincorporado. Lo enviaron al Colegio Militar, y luego a la Escuela de Comando
y Estado Mayor. Se instaló en Cochabamba con su esposa y su primera hija, Emma.
Durante la dictadura del general Rene Barrientos Ortuño
(1964-1969) comenzó a proyectarse como figura publica. En 1964 fue nombrado
Agregado Militar en la Embajada boliviana en Brasil. Decidió ir en auto para
conocer las rutas de su país, las que se transformarían en una de sus obsesiones.
Años atrás había sido destinado durante casi diez meses a la frontera con
Brasil, a un pueblo fantasma donde pocos hablaban español y no había agua
corriente ni electricidad.
Fue Embajador de Bolivia en Uruguay durante 1965. Al año
siguiente asumió como Ministro de Trabajo de la Junta Militar de gobierno. En
1967, como Jefe de Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, tuvo
responsabilidad en la lucha contra la guerrilla de Ernesto “Che” Guevara.
Su lento viraje hacia la izquierda comenzó durante el
gobierno de Alfredo Ovando Candía (1969-1970). Hubo un texto clave: El Mandato
revolucionario de las Fuerzas Armadas de la Nación –el programa de la gestión
de Ovando- abrió una nueva brecha en la historia boliviana. “La presión externa
–señalaba- afecta a todas las clases sociales y deforma al ser nacional. De
esta realidad surge la necesidad de la alianza social por la Revolución
Nacional que es la vía del desarrollo y la independencia de los países pobres
del mundo”.
Las primeras medidas del gobierno, destinadas a recuperar
para el Estado el control de la economía, entusiasmaron a la izquierda
latinoamericana. Ovando realizo una apertura política e incorporo a civiles
progresistas en su gabinete, entre ellos los que sobresalió su Ministro de
Minas y Petróleo, Marcelo Quiroga Santa Cruz. El acontecimiento fundamental del
gobierno –diseñado por Quiroga- fue la nacionalización de la empresa
norteamericana Gulf Oil Compañy, quedó en manos de Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos (YPFB). Ese 17 de octubre de 1969 se transformó en el día
de la dignidad nacional.
En señal de apoyo a la nacionalización de la Gulf, Torres
saco a la calle tanques y ametralladoras y ocupo las instalaciones. Fue uno de
los primeros síntomas. El 14 de noviembre de 1969, ante el Consejo Interamericano
de Defensa, Torres volvió a desairar a los sectores reaccionarios.
…Somos conscientes al afirmar que la hora de América está
dada con mucha mayor crudeza que antes de Sierra Maestra o La Higuera (en referencia
a la Revolución Cubana y a la muerte del “Che” Guevara en Bolivia). Si no se
adoptan perentorias medidas de solución a estos problemas, los pueblos del
continente no tendrán otra opción que el
camino de la violencia y la revolución incontrolable para definir posiciones y
producir el cambio social lógico reclamado insistentemente para conformar un
mundo de justicia social.
El mayor enemigo de la democracia se encuentra encuevado
dentro de nuestras fronteras y esparcido a lo largo y a lo ancho de la geografía
de hambre, de desocupación y miseria a causa de la perturbación continental.
Las Fuerzas Armadas o tienen pues que ser tipificadas como
puestas exclusivamente para reprimir el fenómeno político del comunismo
internacional, sino fundamentalmente como cooperadores y agentes eficientes de
la batalla contra la manifestación del subdesarrollo económico que ha
instrumentado la lucha subversiva del continente. (El general…, op. Cit. Pp.
17, 19; Sandoval, Culminación y ruptura, op. Cit., p. 71.)
Las declaraciones de Torres fueron un espaldarazo al
gobierno de Ovando que ya había profundizado el proceso nacionalista con nuevas
medidas: las organizaciones sindicales, suprimidas por el barrientismo,
recuperaron la legalidad. La Central Obrera Boliviana (COB) realizo su IV
Congreso donde ratifico la Tesis Socialista. A su vez, el nuevo gobierno
propuso un bloque antiimperialista entre Bolivia, Perú y Cuba. También volvió la
libertad de expresión y se amplió con la apertura del semanario Prensa. Por
primera vez en la historia reporteros y redactores adquirieron el derecho de
expresar sus puntos de vista sobre la coyuntura política de Bolivia.
Enseguida comenzaron las presiones de la derecha. El 10 de
julio de 1970, Torres fue retirado como Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas; en mayo Marcelo Quiroga Santa Cruz había perdido el Ministerio de
Minas y Petróleo. La reacción se clavó como una daga el 3 de octubre.
Encabezados por el general Rogelio Miranda, varios sectores de las Fuerzas Armadas
salieron a cuestionar ese modelo “hacia adentro”, y acusaron al “desgobierno de
Ovando de ser autor de la nacionalización de las pertenencias de la Gulf Oil”.
Miranda se presentó como “Comandante del Ejército levantado contra el Gobierno”
para pedir la dimisión de Ovando. El presidente desmintió a Miranda, quien respondió
desconociéndolo como Jefe de Estado. El 5 de octubre negociaron el retiro de
ambos y, según Ultima Hora extra, se barajaron dos posibles reemplazantes: el
coronel Hugo Banzer y el general David Lafuente Soto.
Torres decidió liderar la resistencia contra el golpe. “Yo
soy un proletario igual que ustedes”, les dijo a los oficiales y suboficiales
congregados en la base aérea de El Alto.
En una reunión del Gran Cuartel de Miraflores (Alto Mando de
las Fuerzas Armadas bolivianas en La Paz), 364 jefes y oficiales y asistentes
pidieron la renuncia del Presidente y de Miranda como Comandante General
del Ejército. Pese a recibir apoyo,
Ovando se asilo en la Embajada argentina. El Gran cuartel de Miraflores decidió
nombrar un triunvirato provisorio, para luego, en 8 o 10 días, designar un
nuevo presidente. Los generales Efraín Guachalla, en representación del
Ejercito, Fernando Sattori, de la Fuerza Aérea, y Alberto Albarracin, de la
Fuerza Naval, integraban ese triunviato. El 6 de octubre juraron como
copresidentes. A la una de la tarde también se proclamó “presidente provisional
de un gobierno revolucionario”. A comienzo del día, tanto Ovando como Miranda
se habían considerado Jefes de Estado.
Ese 6 de octubre quedara como el día en que Bolivia tuvo
seis presidentes.
Los días previos al séxtuple empate, Torres había comenzado
a edificar una alianza que sería decisiva para llegar al poder. El ex dirigente
universitario Jorge Lazarte relato en su libro Movimiento obrero y procesos políticos
en Bolivia que se reunió con Torres y con el dirigente minero Filemón Escobar. Días
después del encuentro se formó el Comando Político, integrado por el Comité Ejecutivo
de la COB y representantes mineros, fabriles, universitarios y choferes para
resistir el golpe. La huelga general coronaria el acuerdo. Con apoyo de varios
destacamentos militares y mineros, que fueron hasta El Alto para apoyar a
Torres, comenzó el desenlace.
A las cinco de la madrugada del 7 de octubre se reunieron,
Guachalla y Torres.
“En las circunstancias caóticas al borde de la guerra civil,
la única persona que puede devolver la normalidad al país eres tú, Juan”, le
dijo Guachalla entre sollozos. (Sandoval Rodríguez, Culminación y ruptura…, op.
Cit., p. 73.).
Antes de la definición, Torres había llamado a su casa porque
necesitaba que le llevaran el uniforme militar. Su hijo mayor, Juan José, de 16
años, convenció a su madre y tomo un taxi hasta la Ceja de El Alto. Desde ahí llego
caminando hasta la base de la Fuerza Aérea, mientras pensaba que solo con el
uniforme su padre iba a terminar bien el día. “Esto no es un golpe de Estado
sino que estamos participando en la defensa de un proceso que se inició por
voluntad de las propias fuerzas Armadas y con la legitimidad de la sociedad
civil”, les explico Torres las tropas, ya con uniforme y su hijo como escolta.
Alertado por los sucesos de Oruro –hubo 17 muertos y más de 70 heridos- Torres
ordeno a los pilotos que “no vayan artilleros ni con balas de verdad”.
Desde El Alto, Torres bajo en un vehículo de la Fuerza Aérea
hacia la Casa de Gobierno. En el recorrido se fueron plegando camiones
atibarrados de obreros. Se formó una inmensa caravana. Enfrente de una fábrica
lo proclamaron Presidente. A pedido de los trabajadores hablo por primera vez: “Evitemos
el enfrentamiento”, exigió.
A los pocos minutos
llego al Palacio. Presuroso, salió al balcón. El hombre retacón, un metro
sesenta raya al medio como un hachazo en su pelo lacio, ojos pardos y cejas
tupidas le hablo a la multitud de la Plaza Murillo.
De esa manera Torres llegaba al poder en Bolivia, posterior
a esto se vinieron sus actos de gobierno que fue interrumpido por el golpe liderado
por el coronel Hugo Banzer Suarez, pero esa parte de nuestra historia la
contaremos en otra oportunidad, por ahora especulamos un poco sobre el posible
o posibles asesinos de Torres.
EL ASESINATO DE JUAN JOSÉ TORRES EN ARGENTINA
Después de ser derrocado por un golpe de estado, el 21
de agosto de 1971. Torres salió del país con rumbo a la Argentina, allí
no duraría mucho tiempo con vida. Fue secuestrado y asesinado en Buenos
Aires el 2 de junio de 1976, todo en el marco del Plan
Cóndor, que implicaba la colaboración de las dictaduras de Hugo Banzer en
Bolivia y Jorge Rafael Videla en Argentina.
LOS POSIBLES ASESINOS
El general Hugo Banzer, su primo Eduardo, el general
boliviano y ex Agregado Militar en Buenos Aires, Raúl Tejerina, El Ministro del
Interior argentino Albano Harguindeguy, dos comisarios argentinos, la banda de
Anibal Gordon un grupo de Rangenrs, el ex agente de la DINA chilena Michael
Townley conforman la lista de sospechosos y acusados por el secuestro y
asesinato de ex presidente boliviano Juan José Torres. El 2 de julio de 1976,
en plena dictadura militar argentina, apareció el cuerpo de Torres en la
provincia de Buenos Aires. Este magnicidio se inscribe en la internacionalización
del terrorismo de Estado conocida como Operación Cóndor.
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// Fotos: 1) Torres junto a campesinos bolivianos. / 2) Torres junto a su esposa. 3) Torres saludando a los mineros. 4) El dictador boliviano Banzer y dictador argentino Jorge Rafael Videla.
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GRACIAS
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