Por: Ricardo Bajo / Este artículo fue publicado en el periódico
La Razón, el 28 de marzo de 2018. / http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/ano-ausentes_0_2900109961.html
Mil novecientos treinta y tres (1933) es el año de los
ausentes, el segundo de la Guerra del Chaco. El 2 de enero, el club The
Strongest manda un telegrama a Villamontes. El destinatario es Mario Alborta,
más conocido como el “Tigre de Sopocachi”, primer gran capitán del club
Bolívar. El texto dice así: “Strongest envía a usted, dignos rivales celestes,
afectuosas felicitaciones por Año Nuevo, confiando que los deportistas de
Bolivia conducirán a la Patria hacia la Victoria” (sic). El 3 de enero
llegan malas desde el frente. Uno de los futbolistas más entusiastas de The
Strongest, el subteniente Adrián Murguía Vargas (30 años), del Regimiento 38,
ha caído en el Campo Jordán, allí donde 3.000 soldados paraguayos sucumbieron.
El mayor Jimmy Price, el gringo James C. Price, uno de los mejores cirujanos en
el Chaco y el médico más querido por la tropa, no puede hacer nada en un
hospital portátil por salvar la vida de Adrián, nieto del coronel Ildefonso
Murguía, jefe del legendario Regimiento Colorados de Bolivia durante la Guerra
del Pacífico.
Son tristes las “Alacitas” paceñas. The Strongest organiza
un bazar en beneficio de las familias de los heridos y de los prisioneros
gualdinegros que sufren el rigor del cautiverio en Asunción, Paraguay. Las
socias y las simpatizantes, comandadas por la presidenta de la sección femenina
del club, señora Rosa de Pacheco, son las encargadas de reunir objetos en la
sede del club, calle Illimani 70. Para finales de febrero se tiene la suma de
todas las ventas: Bs 1.523 que van a parar (entre víveres y dinero) a 732
familias de los movilizados.
Mientras tanto, los “Strongest del frente” (69 nombres de
jugadores y socios, entre ellos el primer equipo casi en su totalidad) hacen
llegar una misiva a sus camaradas de La Paz. Desde las líneas de fuego del
Chaco envían un vibrante saludo en el que anuncian el fallecimiento de dos
stronguistas, “dos nombres inmortales”: Fernando Zalles Cisneros y Jorge Lanza.
El mensaje, que arenga al valor, finaliza con un principio de vida y de muerte:
“Somos soldados pero no hemos dejado de ser stronguistas! ¡Huarikasaya,
Kalatakaya! ¡Hurra, hurra!”. Encabezan las firmas dos emblemas: Emilio Estrada
(otrora capitán) y José Toro (el gran goleador).
A mediados de febrero, la secretaría del club pone en marcha
el servicio de correo para las familias de los movilizados; una comisión de
socios y socias se dedica a la tarea de escribir la correspondencia al soldado
stronguista con carácter gratuito. Hace también colectas, logra donaciones y
hasta abre un servicio jurídico solidario para viudas y huérfanos.
Se prohíben las fiestas del Carnaval. Cercano el sábado 8 de
abril, se prepara el programa de las Bodas de Plata (1908-1933) de The
Strongest: misa en homenaje a los caídos, sesión de honor, match de fútbol de
divisiones inferiores, pelota vasca en el frontón stronguista de la calle
Bueno, acto conmemorativo en el paraninfo de la UMSA y gran velada lírico
musical de gala en el Teatro Municipal, “cuyo producto líquido será destinado a
las instituciones de guerra”. Todo el cronograma se cumple llegado el día y los
stronguistas hacen más: inauguran una tradición hoy ausente: van en romería
desde la calle Illimani hacia el Cementerio General para depositar una corona
sobre la tumba del teniente coronel Germán Jordán, como homenaje a todos los
caídos.
El directorio del prestigioso The Strongest envía una carta
firmada por su presidente, Raúl Gutiérrez Granier, al doctor Enrique Hertzog,
ministro de Guerra y Colonización, para solicitar el ascenso de Emilio Aguirre
de teniente coronel a coronel. Su sacrificio por la patria en una acción de
armas gloriosa, la toma de Boquerón, lo merece.
Días después, el club Bolívar, a través del dinamismo de su
presidente (Jorge Castillo Rivera), envía a los combatientes del fortín Muñoz
una primera remesa de 29.000 cigarrillos. El socio de The Strongest Francisco
Guachalla lleva 1.000 revistas al frente de batalla. Quizás los destinatarios
aún los fuman, sedientos, bajo un matorral. Releen también las historias de sus
pueblos —donde todavía hay “Alacitas”, carnavales y fútbol— de los que nunca se
fueron. 1933, año de los ausentes.
------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario