Fuente: Regiones y poder constituyente en Bolivia. Una historia de pactos y
disputas – De: Rossana Barragán José Luis Roca.
La década de 1861 a 1871 está marcada por los dos militares cochabambinos que
se habían educado políticamente, primero, en la escuela ballivianista y,
después, en la linarista: Achá y Melgarejo.
Como Presidente, Achá logró brillantes triunfos en el sur gracias al valor de
su coterráneo Melgarejo, pero la situación en el norte era mucho más hostil
pues belcistas y linaristas, o sea la plebe y los “decentes”, borraron sus
diferencias para entablar una alianza en defensa de La Paz. La consigna era
impedir a todo trance que el poder se alejara de la ciudad paceña que de facto
lo venía ejerciendo desde hace años atrás. Por eso se combatía al usurpador, el
cochabambino Achá. Pero éste logró someter a los paceños quienes sintieron una
suerte de humillación porque consideraban perdida la preponderancia regional.
Sobre estos acontecimientos comenta Sotomayor Valdés:
En medio de la desesperación y el despecho por la derrota surgió de nuevo en La
Paz el pensamiento de anexar ese departamento a la república del Perú. Esta idea
fue emitida por la prensa y aun en comicios populares en medio del calor
revolucionario. Cómo soportar a un cochabambino, decían los paceños enemigos
del general Achá.
En sus campañas militares de esa época, Achá derrotó dos veces al general
Gregorio Pérez, convertido en líder de las aspiraciones regionales paceñas. La
primera vez que éste se rebeló fue cuando la Asamblea de 1862 designó a Achá
presidente constitucional; y la segunda, dos años después, al producirse las
elecciones en las cuales Pérez presentó su candidatura obteniendo una cantidad
muy pequeña de votos. Todo esto exacerbó el entusiasmo de los cochabambinos en
cuanto al papel que ellos deberían desempeñar en la marcha del país.
René-Moreno ve así la situación en aquellos días:
El año 1864 tronaba en Cochabamba el cochabambinismo. Envanecido de su victoria
contra los paceños —victoria laudable porque había sido el sostén del gobierno
constitucional— soñaban ellos con ver extendida su preponderancia en Bolivia.
El Defensor de la Ley, periódico de Cochabamba, decía en marzo de 1864:
¿Ignorais lo que es en el día Cochabamba?, ¿Ignoráis lo que vale este poderoso
departamento en el campo del derecho y en el del hecho? Ahí están la batalla de
San Juan y la toma de La Paz. Ahí están las últimas elecciones que a voz en
cuello os están diciendo que el departamento de Cochabamba por su inteligencia,
por su población, por su industria, por su valor y lealtad a las instituciones
republicanas es, mal que os pese, el primero y de más peso en la balanza política
de la república. Hoy como mañana hará inclinar siempre la balanza hacia la
justicia y contra tradiciones mezquinas y añejas. El departamento de
Cochabamba, fuerte por su influencia y su poder, no necesita para nada acudir a
La Paz. [...] La Paz había hecho su revolución paceña para su caudillo paceño
[Gregorio Pérez] el año 1862. Batalla campal en San Juan, primero, y después
batalla de barricadas dentro de la ciudad misma. Todo para destruir
paceñamente, porque sí, la Constitución y leyes de Bolivia. Es una de las más
escandalosas e inicuas: en presencia del Congreso, tras haber sido vencido en
las urnas su caudillo Pérez, recién proclamado Achá presiente legítimo. Y,
aunque vencida, seguía en su actitud provincialmente rebelde más dentro y con
los derechos de que gozaba en el régimen constitucional; uno de éstos, la
libertad de prensa (G. René-Moreno, “Juan Ramón Muñoz Cabrera”, en Bolivia y
Argentina, notas biográficas y bibliográficas. La Paz, 1989 (reimpresión de la
edición de 1901), p. 381.).
A diferencia de otros historiadores bolivianos que han soslayado el análisis de
la cuestión regional como una constante en la vida institucional de Bolivia,
Moreno y Arguedas se preocuparon consistentemente de ello. Ambos dedicaron
mucho esfuerzo intelectual para explicar el fenómeno y situarlo en su verdadera
perspectiva. Ninguno de ellos eludió el tema y lo trataron con toda la crudeza
y honestidad que exige el análisis histórico. De esa manera Moreno vuelve la
vista a las actitudes paceñas de la época:
Pretendía este sistema localista dividir Bolivia en regiones independientes y,
en su defecto, separar la nacionalidad boliviana del departamento de La Paz.
Era paceño este cantonalismo porque fue únicamente de allí y porque no tomó en
cuenta para nada lo que de resultas pasara con cada departamento ni con la
comunidad de todos ellos. Lo que se proponía era que La Paz prosperase sola sin
menoscabo de sus haberes y para ello tenía dos estrategias: separación política
completa o autonomía dentro de Bolivia mediante el pago a ésta de una cuota a
lo que parece por el uso de la bandera.
Con la república nacía un regionalismo erizado de pasiones y con muchas más
demandas recíprocas que las concesiones que cada región estaba dispuesta a
hacer. René-Moreno llamó “cantonalismo” a esa actitud considerándola como un
atributo distintivo de La Paz. Analizando la actitud tomada por varias ciudades
del país, decía:
El [regionalismo] menos ofensivo y más vanidoso es acaso el chuquisaqueño.
Alardea de sus blasones de otro tiempo. Conforta con antiguas preeminencias
muertas el pensamiento de su actual vida sin horizontes. El más temible por su
iracundia es el paceñismo. Sus amores entrañables, de sí propio esconden
soberbia de dominación en Bolivia y, si no, soberbia de segregación. El
elemento mestizo es alma fervorosísima de una y otra comunión cantonal.
En sus análisis sobre el futuro de la nación, Moreno mostraba una actitud
favorable al centralismo que él veía desempeñarse con éxito en Chile, país de
su residencia. A la vez, mostraba desconfianza al surgimiento de las ideas
federalistas y pensaba más bien que a través del centralismo se podía
fortalecer un espíritu de unidad nacional. Insistía en la necesidad de una
distribución equitativa de las rentas que producía la nación en su conjunto,
sin discriminar cuál era la fuente original de ellas o qué departamento era más
rico que otro pues, a su juicio, todos debían actuar con espíritu solidario. En
torno a estos asuntos, opinaba:
En lugar de haber estrechado por todos los medios posibles los vínculos
materiales entre los diferentes departamentos y provincias por medio de buenas
vías de comunicación y de haber provocado de esta manera un activo intercambio
de productos naturales, en lugar de haber fortalecido el principio unitario,
las faltas por omisión de los gobiernos que se han sucedido en el mando del
país han impulsado a éste hacia un federalismo estéril y preñado del germen de
la disolución, así es que vemos que los intereses del norte de la república de
día en día se han ligado más.
Los sucesos de 1864, la repercusión negativa que ellos tuvieron en La Paz, y
los peligros que se cernían sobre el futuro de Bolivia como nación, provocaron
otras reacciones como la de Ernesto Ruck, ingeniero de nacionalidad alemana
fundador del Archivo Nacional de Bolivia. Ruck comentaba lo acontecido a la luz
del problema global del país cuyas dispersas y desarticuladas comarcas
gravitaban peligrosamente sobre los países vecinos. En una publicación
aparecida en el periódico El Constitucional de Sucre, decía:
Los intereses del norte de Bolivia se han ligado cada vez más con los del sur
del Perú; los intereses de nuestro sur, los de Tarija y Chichas, han hecho lo
mismo con las provincias septentrionales argentinas; los intereses del Litoral
han llegado casi a asimilarse con los de Chile y, en fin, los del oriente con
los del Imperio del Brasil. En la medida en que los intereses regionales han
ido a identificarse más o menos con los de los países limítrofes, los vínculos
interiores se han relajado y la falta de común interés material ha llegado a
producir una rivalidad perniciosa entre los diferentes departamentos que
desgraciadamente han dejado su índole hasta aquí pasiva asumiendo —como sucede
hoy entre La Paz y Cochabamba— un carácter francamente hostil.
Por su parte, la prensa paceña no dejaba de azuzar el sentimiento regionalista
de la ciudad basado en la superioridad de sus recursos a los cuales se creía
con derecho preponderante. Enarbolando ese criterio, en febrero de 1864, El
Oriente, periódico de La Paz, decía:
Vosotros también, turcos o malayos, cristianos o judíos, os indignareis del
cuadro inicuo y de miseria, destrucción y ruina que ofrece un pueblo que con el
pretexto de su bienestar, independencia y progreso, es tributario de más de un
millón de pesos al año que empleados en el adelanto de este pueblo durante los
últimos 40 años hubieran hecho de nosotros una de las primeras metrópolis de
América en civilización y riqueza.
Moreno analizaba esos acontecimientos y los relacionaba con lo que estaba
ocurriendo durante esos días de fin de siglo. Seguía juzgando con severidad la
actitud paceña que había desencadenado la revolución federal y de esa manera
había restituido el dominio paceño:
Un año después de vencida la rebelión paceña de 1862 apareció en la prensa este
estado de ánimo que venía de muy atrás y siguió hacia adelante. A la vuelta de
hace casi 40 años [triunfo de la revolución federal] impera hoy gracias a una
revolución victoriosa. Mas, a pesar de los programas, se han contentado hasta
aquí las aspiraciones con gozar del predominio gubernativo y con usurpar de
hecho la capitalidad de la república.
El periódico El Imparcial de La Paz, comparando la situación de esta ciudad con
la de Potosí, y como ambas eran las que preponderantemente nutrían con sus
recursos al resto de los departamentos, en su edición de 17 de enero, 1864,
decía:
Cuando pueblos como La Paz y Potosí se ven, por una larga serie de años,
estacionados y tal vez retrogradados, sin medios para dar un paso adelante en
su industria y ven que pudiendo haber llegado a un alto grado de felicidad sólo
tienen miserias que deplorar a causa de que sus capitales salen íntegros de su
suelo para invertirse en los gastos nacionales sin que sus hermanos de los
demás pueblos traten de aliviar tan enorme carga, entonces no pueden menos que
culpar al régimen administrativo y rentístico suponiendo en él una
parcialización en la distribución de cargas y derechos.
A diferencia del periódico que equiparaba la actitud de los paceños con la
experimentada por los potosinos, Moreno piensa que los primeros son egoístas,
mientras los potosinos se muestran más generosos y desprendidos, y eso se
refleja en su prensa. Comenta cómo en el periódico La América Libre de Potosí,
entre julio y diciembre de 1864, no se lee ningún reclamo sobre la contribución
de esa ciudad (“los situados nacionales que gravan sus cajas”) a los gastos del
gobierno central ni a los servicios de un crédito externo. Y al respecto
concluía:
Tengo por seguro que nunca un hijo de ese departamento ha dicho en la tribuna o
en la prensa que éste resulta perjudicado enormemente en favor de los
beneficios de la nacionalidad autónoma por cuanto otros socios con un aporte
pecuniario menor ganan lo mismo que Potosí ni porque otros departamentos
aportan casi nada o absolutamente nada a la compañía. [...] Es antigua la
exigencia de que haya precisamente paceños en el gobierno de Bolivia. En
cambio, nunca ha sonado, mucho menos tronado, en Potosí la menguada exigencia
de que haya también ministros potosinos. En los tiempos del presidente Achá
mientras se pavoneaba el cochabambinismo y rugía el paceñismo, los potosinos
daban ejemplo de civismo.
En materia de impuestos y de servicios se comenzaba a distinguir, conforme a la
Constitución vigente entonces, entre lo municipal y lo nacional. El primer paso
hacia la descentralización efectiva de las rentas municipales es de marzo de
1864. A nadie se le había ocurrido antes averiguar sobre el origen geográfico
de los caudales públicos con la mira de fundar sobre esa base algo así como un
derecho público departamental con sus goces de rentas obligatorias para
Bolivia. Hasta entonces, la desunión había sido sólo eso, pero no disgregación.
La prensa cochabambina recordaba a los paceños que en Bolivia existía un pacto
político unitario como de familia, que habían suscrito los pueblos a tiempo de
la emancipación cuando no se preguntó quién tenía más y quién menos. El
Imparcial de La Paz sostenía que la igualdad era la base de la distribución de
cargas entre los departamentos. Una vez cubierto el aporte proporcional a que
cada uno de ellos está obligado, debería quedarse con el sobrante de sus rentas
y disponer de él a su voluntad puesto que ese dinero era el fruto de su
esfuerzo. Sin embargo, la Constitución unitaria no lo prescribía así. Según el
texto había igualdad en los impuestos y en las cargas, sin especificar si se
trataba de individuos o de departamentos.
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