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LOS ÚLTIMOS DÍAS DE GUALBERTO VILLARROEL Y EL PAPEL DE LAS MUJERES


Por: Ana María Seoane de Capra. // Fotos: 1)Los militares que se sumaron a la revuelta lo hicieron con la gorra al revés. /
 2/ Un grupo de jóvenes dispara al edificio de Radio Illimani, desde donde seguidores del Gobierno defendían el ingreso al Palacio Quemado.  // Para más historias: Historias de Bolivia.

Un sector del ejército, identificado como la logia “Razón de Patria” (radepa) a la cabeza del coronel Gualberto Villarroel, y apoyado por el emergente partido político “Movimiento Nacionalista Revolucionario” (MNR), accedió al poder vía golpe militar, a fines de 1943.
Los postulados sociales a favor de las grandes mayorías, aunados a la recurrente denuncia sobre la marginalidad de los sectores subalternos, la innegable influencia de las corrientes políticas y reformas innovadoras de posguerra especialmente identificadas con los gobiernos del Socialismo Militar (“La era del socialismo militar fue una etapa de incubación y desarrollo para el radicalismo boliviano, en la cual los sectores medio y popular empezaron a organizarse para una acción política independiente...también fue la era de la transición entre el clásico sistema de partidos políticos intraclase.. Estos partidos fueron esencialmente núcleos oligárquicos para dirigir a una masa política de clase media. Con el impacto de la Guerra del Chaco fue destruido este sistema y se creó uno nuevo, de estructura revolucionaria, de partidos políticos... que después de la muerte de Busch (agosto 1939) maduraría como uno de los más grandes movimientos revolucionarios de la historia de América Latina” Klein Herbert. Orígenes de la Revolución Nacional Boliviana p. 372.), junto a la influencia de las ideologías externas (Socialismos, Nacionalismos, Capitalismos), estimuló a los nuevos actores en el poder para que aplicaran una serie de reformas, tendientes a cumplir con objetivos acordes con esos postulados (Se aumentaron los salarios a nivel nacional, se dictaron una serie de disposiciones sobre seguridad social, se aplicó el sistema de salario mínimo, así como también el fuero sindical, se creó la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia y posteriormente se convocó al Primer Congreso Indigenista. El logro más importante fue la abolición del pongueaje, siendo el intento más serio hasta ese momento de liberar y posibilitar una organización sindical al campesino, dotándolos con éste de un importante instrumento político.) y que se constituyeron en una seria amenaza para los intereses de los sectores políticos conservadores (Los que anteriormente, tras la súbita desaparición del Presidente Busch y aprovechando el desconcierto de la izquierda, encontraron la ocasión para intentar el resurgimiento de la derecha en la política, apelando para ello al ala del ejército que comulgaba con esta posición. Nuevamente enfrentados a un gobierno que atentaba a sus intereses (Villarroel) en el cual percibían entre otros cambios peligrosos para su clase, tendencias hacia la revolución agraria, un líder liberal comentaba al respecto: “hoy será un Chipana, mañana un Quispe, otro día será un Limachi quienes nos gobiernen en quichua o en aymara. Ya hoy...entre los miembros del MNR, no faltan predicadores de la Reforma Agraria” Roberto Ballivián Yanguas.).
Esta identificación de los gobernantes con los sectores subalternos les atrajo casi desde el inicio de su gestión el temor de los poderosos empresarios mineros y de los sectores tradicionalmente dominantes de la sociedad quienes fueron y se sintieron acorralados y sojuzgados, por una nueva clase política a la que ellos temían y despreciaban.
Y sacando fuerzas del medio que les inspiraba la violenta represión gubernamental y tiempo a su cotidiana vida, entorpecida por estos hechos, empezaron a activar un plan tendiente a debilitar y derrocar al gobierno militar-movimientista. En este intento, uno de los actores principales, sin lugar a dudas, fue la mujer.
Acción y reacción política. Las oligarcas salen a las calles
Gran parte de la clase urbana paceña se identificó con aquellos que condenaban la violencia de Estado, lograron esa condenatoria masiva gracias principalmente al efectivo trabajo de denuncia que realizaron, no sólo a través de los medios de comunicación, sino especialmente por la eficaz campaña de corrida del rumor a cargo preferentemente de la mujer. Rumores que pasaban de boca en boca comentando, agrandando y especulando sobre las temibles actividades represivas provenientes del poder político, idenficándolas públicamente con la que realizaban los gobiernos nazifascistas alemán e italiano, e ignorando obviamente los logros del gobierno.
Varias señoras provenientes de la clase alta recorrían las calles de la ciudad de La Paz solicitando casa por casa “una firmita por favor, para el Frente Democrático Antifascista”6, la respuesta del otro bando no se dejaba esperar e inmediatamente esa actividad era contrarrestada y ridiculizada por “La Calle”, periódico afín al partido gobernante. Empero, la estrategia política de desprestigio y agitación ciudadana contra el gobierno de Villarroel tuvo resultados positivos y fue in crescendo. Utilizaron recursos imaginativos muchos referidos a las víctimas, reales o ficticias, de la violencia. Al respecto, se tejían macabros relatos tendientes a exacerbar aún más el morbo psíquico de la gente.
El Alcalde la ciudad de La Paz Juan Luis Gutiérrez Granier, bajo cuya responsabilidad estaba la defensa de la ciudad, describió algunos de esos ingeniosos métodos dirigidos a captar adeptos para la subversión, de esta manera: “Plañideras de luto y niños vestidos de negro eran organizados en grupos y se los enviaba a barrios pobres para llorar el asesinato de sus esposos, de sus padres y hermanos por el gobierno”7. Usando ese tipo de estrategias sentimentales supieron captar el apoyo y la indignación ciudadana, insuflando un antimilitarismo dirigido hacia los oficiales de la radepa, y muy especialmente contra los movimientistas. A su vez, los partidarios del gobierno se sentían cada vez más débiles y amedrentados.
La maestra señorita María Teresa Solari, presidenta del grupo “Unión Cívica Femenina”, prima hermana del Rector de la Universidad Mayor de San Andrés (Dr. Héctor Ormachea, quién dirigió intelectualmente a los universitarios en la contrarrevolución, y actuó con mediador entre el gobierno y la oposición), gozaba de prestigio e influencia y sus opiniones eran favorablemente acogidas por la prensa. Estas versaban desde las duras críticas que hacía al gobierno revolucinario y sus actores hasta sobre problemas familiares, como lo hizo con la familia de un patricio paceño, don José Salmón, señalando por un lado su intachable trayectoria política y su reconocida honorabilidad manchada con la desgracia de tener un hijo y dos yernos movimientistas(El Diario 3/2/47.), sobre la necesidad de constitucionalizar el país, oponiéndose a la prórroga planteada por algunos sectores de la sociedad (La Razón 7/10/46.), o sobre la otorgación del derecho al voto para la mujer (Al respecto opinaba que la otorgación del voto a la mujer no debía precipitarse para que la incorporación ciudadana de la mujer fuera estable y sólida. Un mes antes la Unión Cívica Femenina, había mandado un pliego petitorio al Presidente de la República suscrito por mil mujeres que solicitaban la implantación del derecho al voto en las próximas elecciones convocadas para 1947.). Al respecto, decía: “personalmente, íntimamente soy contraria a los derechos políticos de la mujer”, afirmando luego que jamás haría uso de esos derechos para lanzarse a candidaturas o trajines políticos porque: “la admiración que he recogido del pueblo boliviano, inmerecida por cierto, la voy a guardar como aliento de mi civismo” (La Razón 7/9/46).
En su discurso invocaba constantemente a la ciudadanía a dar pautas de civismo y patriotismo, mezclando, como vimos anteriormente, lo personal con lo colectivo y lo moral con lo político y lo religioso.
Sin embargo de ejercitar esa prolífica actividad periodística, no descuidaba la acción política directa de subversión contra el gobierno, por ejemplo, en las horas en que la mayoría de los paceños salían de sus oficinas y las calles se llenaban de transeúntes se paraba en una de las esquinas para perorar y convencer a la gente del grave peligro que se cernía sobre todos los bolivianos, invitándolos a la acción conjunta de resistencia, porque ya era la hora de cortarle el camino al “nazi fascismo”. Otra de la “damas de alcurnia” que se atrevió a dejar sus cómodas actividades a cambio de la nada apropiada y además peligrosa lucha política callejera, fue la hija de una de las víctimas de la matanza de Chuspipata (En noviembre de 1944, fueron fusilados y luego desbarrancados por la policía eminentes ciudadanos bolivianos en Chuspipata, entre ellos el abogado y patricio chuquisaqueño Luis Calvo.) Ana María Calvo. Una de sus actividades subversivas, al margen también de las peroratas callejeras, consistía en llegar a diferentes puntos de los barrios marginales de la ciudad de La Paz repartiendo comida que transportaba en grandes ollas e incitando a los beneficiados con el almuerzo, a la rebelión contra el gobierno(Testimonio oral de la señora Rosalía Flores de Seoane(+).)
Por su parte, las mujeres identificadas con el gobierno revolucionario hacían los suyo para paliar o contrarrestar la intensa campaña opositora, calificándolas de oligarcas y culpables del hambre que sufría el pueblo, afirmando que si el pueblo apoyaba a Villa-rroel vendrían días de dicha y prosperidad(La Calle 14/6/46.). Pero ante el efectivo trabajo de las mujeres de la Rosca se sentían y se oían poco convincentes.
Otra de las actividades que se incrementaron en los últimos meses del gobierno de Villarroel fueron las movilizaciones populares, grandes sectores de la ciudadanía provenientes de los diferentes barrios de La Paz, azuzados por estas decididas activistas opositoras y sus homólogos varones, universitarios, y un gran sector del magisterio desembocaban en lugares céntricos de la ciudad con sendas y frecuentes marchas de protesta, como una especie de precalentamiento hacia el asalto final.
Los días previos al 21 de julio de 1946 los agitadores movilizaron al populacho, las recoberas de los mercados Camacho y Lanza salieron de sus puestos para construir barricadas en las calles y terminar, luego, en una exaltada manifestación. Paralelamente, la radio El Cóndor simuló haber sido tomada por unos estudiantes y perifoneaba: “Pueblo sal a ayudarnos, Madres vengan a proteger a vuestros hijos barridos por la metralla asesina del gobierno... Salgan Madres, Hermanas, Novias...Ay, Ay mamita, te digo Adiós...! ”( Augusto Céspedes. El Presidente Colgado p. 271). La utilización de este tipo de estrategias afectivas generalmente tan sensibles para la mujer, hizo que éstas se sintieran convocadas, necesitadas para “salvar a la Patria” por lo que esa campaña tuvo respuesta positiva de parte de gran cantidad de aquéllas, que luego tomarían parte en las diferentes movilizaciones callejeras u otras actividades opositoras.
Un comentario periodístico rememorando aquellos días señalaba:
“Hemos visto a la mujer de la revolución a la cabeza de las manifestaciones populares Rosa Ugarte la iniciadora de la grandiosa del jueves 19 de julio, conjuntamente con Carmela de Valdivieso, Concepción de Viscarra... agruparon a cuantas estuvieron decididas a reclamar el derecho a la vida, la restitución de las garantías... El himno nacional fue entonado con hondo fervor... centenares de obreras de las fábricas arrebatadas por un odio quemante se alzaron contra los defensores del nazismo... en lo más intenso de la lucha, las mujeres comunicaban a todos su exaltación cívica, profundamente religiosa” (La Razón 21/8/46.)
Este profundo sentimiento religioso y cívico se esgrimirá constantemente para justificar la participación política de las subvertoras.
Los acontecimientos fueron precipitándose minuto a minuto, los tiroteos ya no impresionaban a nadie. El 20 de julio la muchedumbre enardecida, entre ésta un sector guiado por la corpulenta maestra Solari, vestida con un abrigo de piel, agarrando la bandera nacional en una mano y una negra en la otra, encabezaba una multitudinaria manifestación. Junto a ellas se encontraban varias de sus amigas y compañeras de la Unión Cívica Femenina, entre ellas Virginia Estenssoro, Leticia Antezana de Alberdi, Elena Crespo Gutiérrez, Ana María Calvo de Soux, y muchas otras, todas ellas pertenecientes a influyentes familias de la sociedad boliviana, algunas con reconocida trayectoria intelectual(Por ejemplo, Virginia Estenssoro y Leticia Antezana de Alberdi.), junto a vociferantes mujeres del pueblo, gritaban y adjetivaban contra el gobierno(Seoane, Durán y Aponte. De la Guerra a la Revolución, p. 87.).
La organización encabezada por la señorita Solari llegó a tener tanto peso político, que días antes del asesinato del presidente, el coronel Pinto, ministro de Defensa del gobierno(Señalado como interesado en provocar la salida del mnr e incluso la del Presidente y por tener ambiciones de poder las que habrían sido desbaratadas por un fortuito disparo que lo hirió y mandó a la clínica. Céspedes El Presidente Colgado. 277.), se apersonó a la casa de la maestra Solari, considerada el verdadero cuartel de operaciones subversivas, para sostener una entrevista con la directiva de la agrupación y otras mujeres representantes de los diferentes grupos femeninos. Después de una larga charla recibió un memorial suscrito por dichas damas, en el que solicitaban la salida del partido co-gobernan-te MNR del poder y la organización de un gabinete de con-certación nacional, pedido que fue remitido al señor presidente, el que optó por acatar la propuesta de las señoras(La Razón 21/7/46).
La sumatoria y el climax de esta serie de hechos explotaron el 21 de julio de 1946, las masas enardecidas en una especie de histeria colectiva, ya no pudieron ser controladas dándose paso al desborde de las pasiones. Un escritor español “sin corbata”, Priegue Romero decía:
“Y fue porque la chusma también puede componerse por personas que pertenezcan a las clases distinguidas o a la Universidad(Los opositores al gobierno de Villarroel se distinguían porque se sacaban la corbata.)... Y del barrio residencial de La Paz salieron las primeras columnas hacia el Palacio Quemado. Las organizadoras ¡mujeres! ¡las primeras mujeres!, las ¡más valientes mujeres! Su ejemplo ha sido desconcertante para algunos, aleccionador para otros y emotivo para todos y hemos visto a las “chicas de la rosca” gritar su protesta frente a los mismos asesinos” (Rocha Monroy Enrique. El Rostro de la Furia p. 154.).
La esposa del edecán del presidente de la República, doña Virginia Aguirre de Ballivián, desde otra perspectiva comentaba sobre las contradicciones internas de los enemigos del gobierno revolucionario:
“Lo extraordinario fue que aquéllos que pactaron la alianza... fueron las fuerzas antagónicas que jamás hubiéramos pensado, en primer lugar la Rosca (potentados mineros y feudales, también extrañamente confundidos con la clase alta boliviana, que sin lugar a dudas, se distinguió más por su distinción que por su dinero), también se confabularon en aquel espectáculo macabro el PIR, formado por resentidos burgueses y amargados sociales, que nunca pudieron subir un peldaño, ni en la política ni en ninguna otra esfera, a estos se les unieron los masones (el azote de todos los tiempos) y por último superamalgama estremecedora, las señores de la acción católica y otras señoras más”( Aguirre de Ballivián Virginia. Waldo Ballivián. Legendaria figura de lealtad Cochabamba 1973.).
El fatídico 21 de julio la turba enloquecida, muchos embriagados por el alcohol, y acompañados por los alaridos de las radios, cometieron una serie de actos vandálicos e ingresaron al al palacio, con saldo de vidas truncadas, entre estos el edecán Waldo Balli-vián y el propio presidente de la República. Sus cuerpos fueron lanzados desde el balcón del palacio a la calle, arrastrados como en una procesión macabra, para luego ser colgados en los postes de la Plaza Murillo(Rocha Monroy Enrique. El Rostro de la Furia p. 170).
La señora Ballivián recordando la dolorosa escena, se interrogaba
“Cuántas de vosotras mujeres subisteis una cuesta empinada, en busca del hombre amado para encontrarlo colgado y torturado? esa esquina por la que comúnmente transita gente, estaba poblada de hienas y de lobos que olían a sangre... Levanté mi mirada hacia el farol y... lo ví..lo ví...quise abrirme paso por la gente, fueron rodeándome todos aquellos que asistían a la grotesca algarada...gritaban: Déjenla, que lo vea... que lo vea, acabando en carcajadas diabólicas, no me engañaba eran voces femeninas, no soñaba, ellas eran gran parte integrantes de este festín diabólico” (Aguirre de Ballivián Virginia. Waldo Ballivián. Legendaria figura de lealtad.). A su vez, un intelectual de reconocida trayectoria, don Fabián Vaca Chávez, reflexionaba sobre los acontecimientos de julio, de esta manera: “... En el alzamiento de La Paz que no tiene acaso paralelo en América... han aparecido dos nuevos elementos de lucha: La mujer y el niño” (La Razón 4/8/46).
Luego de la muerte del presidente sobrevino una tensa calma, las riendas del poder volvieron a las manos de la clase política tradicional, iniciándose la etapa conocida con el nombre de “el sexenio” (1946-1952).
La búsqueda con allanamientos de domicilios para atrapar a los jefes y seguidores del régimen caído, será algo cotidiano durante mucho tiempo. Será la etapa de resistencia, pero esa vez contra el poder oligárquico que desembocará finalmente en la insurgencia popular de abril de 1952.
A partir de entonces, y casi a todo lo largo del sexenio, aquellos actos de resistencia e insurgencia protagonizados y liderizados por las mujeres de la oligarquía contra el poder revolucionario, serían exaltados como el ejemplo de valentía y decisión en la lucha contra el nazifascismo, el movimientismo y sobre todo por el civismo y la preservación de la Patria.

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