Por: Juan Carlos Salazar / Diario Página Siete, 20 de febrero de 2014.
"¡Es preferible morir a bala que morir de hambre!”. La frase, recogida por
la prensa internacional al pie de una foto que mostraba a un grupo de
campesinos trasladando el cadáver en cruz de un compañero por las calles de
Tolata, recorrió el mundo en las postrimerías de enero de 1974, cuando los
tanques del Regimiento Tarapacá y los aviones de combate de la Fuerza Aérea
ahogaron en sangre una protesta campesina por el alza del costo de la vida.
"Los campesinos del Valle de Cochabamba comprendieron que el lema de su
desesperada lucha había sido convertido en dramática realidad por el Gobierno
boliviano”, escribió un periódico mexicano. Los pobladores de Tolata, Sacaba y
Epizana habían bloqueado durante varios días las carreteras de la región al
grito de "¡Queremos pan!” y "¡Morir de bala antes que de hambre!”.
Tras la devaluación del peso en 66,6%, después de 16 años de estabilidad
monetaria, el gobierno del general Hugo Banzer Suárez decretó el 20 de enero de
1974 el aumento de precios de los alimentos de primera necesidad en más del
100%. Los obreros de la fábrica Manaco encendieron la mecha de la protesta con
un bloqueo de carreteras en Quillacollo, al que se sumaron los campesinos del
Valle Alto, Tolata y Sacaba.
"La reacción del Ejército fue inhumana”, señaló la Comisión de Justicia y
Paz de la Iglesia Católica. Una unidad del Ejército, integrada por cientos de
soldados a bordo de media docena de tanques y una decena de camiones
"caimán”, tomó las poblaciones rebeldes. Los militares llegaron ofreciendo
"diálogo”, pero sin esperar respuesta abrieron fuego contra los campesinos
que exigían la derogatoria de las medidas de hambre.
Según las cifras oficiales, la operación dejó 13 muertos y media docena de
heridos, pero Justicia y Paz mencionó más de cien muertos. "Hemos visto
montones de cadáveres, campesinos amontonados como leña”, dijo uno de los
soldados que participaron en el operativo en un testimonio recogido por la
institución.
El Gobierno acusó a "extremistas extranjeros” de haber instigado la
protesta y atribuyó la violencia a "muchedumbres amotinadas en estado de
embriaguez”. Según organismos defensores de los derechos humanos, tras la
masacre, Banzer instó a sus partidarios del "Pacto militar-campesino” a
acabar con los "agitadores”: "El primer agitador comunista que vaya
al campo, yo les autorizo, me responsabilizo, pueden matarlo. Si no, me lo
traen aquí para que se entienda conmigo personalmente. Yo les daré una
recompensa”.
"Aquel fue el peor hecho criminal que hubiera cometido Banzer”, dijo
Luciano Tapia, un dirigente indígena de la época. Desde Buenos Aires, el
expresidente y principal líder de la oposición en el exilio, Juan José Torres,
declaró: "La masacre coloca al Gobierno con un pie en el sepulcro y con el
otro sobre una cáscara de banana”.
Efectivamente, la "masacre del valle” fue un hito en la historia de
Bolivia. Supuso la ruptura del "Pacto militar-campesino”, impuesto por el
barrientismo en los 60, y marcó el comienzo del fin de la dictadura banzerista,
que se desmoronaría cuatro años después con la huelga de hambre.
Fotografía de Rafael Balderrama sobre la
masacre de Tolata, en enero de 1974, publicada en Los Tiempos y ganadora de un
premio internacional. | Rafael Balderrama.
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