Altagracia de Orituco, Venezuela 25 de agosto de 2018 /
Fuente: Archivos bolivianos de Historia de la Medicina. Diciembre de 1996.
(Aspectos Historicos de la Medicina Durante la Guerra del Chaco 1932 -1935)
Gaston Cornejo B. // Fotografía: De pie: My. Eulogio Ruiz, My. René Rocabado,
Tcnl. Luiz Añez, Cnl. David Toro, Cnl. Felipe Rivera, Cnl. Bernardino Bilbao,
My. Jorge Jordán y Tcnl. Oscar Moscoso. / Sentados de izquierda a derecha: Dr.
José Luis Fernando Guachalla, ministro de Guerra, Gral. Enrique Peñaranda, Dr.
José Luis Tejada Sorzano, presidente de la República, Cnl. Julio Sanjinez,
ministro de Defensa. // Publicado por: Osky
Amaya en el grupo de Facebook: APRENDIENDO
DE LA GUERRA DEL CHACO (1932-1935).
La responsabilidad del general y fututo presidente de
Bolivia, David Toro en el desastre de Picuiba es irrefutablemente evidente. Transcribimos
fragmentos del diario de Alberto Cornejo que escribe al respecto. Muy lamentablemente
para Bolivia durante la guerra del chaco nuestro alto mando Militar tuvo
figuras sombrías y bastante estúpidas, salvo contadas excepciones.
Testimonio del Sub Oficial Alberto Cornejo Soliz:
“El soldado desconocido fue el único que con su valor y sacrificio
y su concepto de deber, puso atajo al avance de las hordas enemigas. Mientras
ese pobre soldado, mal comido, sin agua, sin ropa y maltratado luchaba
sacrificado su comodidad y su vida misma, los jefes a decenas de kilómetros tras
la línea de combate, pasaban la vida entre humos y comodidades de príncipe.”
Relata: “en las retiradas de Campo Jurado, Celina y tantos
otros, los heridos eran obligados a caminar y solo en último extremo, ayudados
al hombro o en camilla. No había camiones para ellos”.
Denuncia que “el mismo día que Carozi llegaba todo el Primer
Cuerpo muerto de hambre, sed y cansancio, no había un solo camión para
trasladar enfermos heridos y armamento, entonces, el comando Superior enviaba a
Villa Montes, desde Samayhuate, toda una columna de camiones cargados de
esbirros para cercar a don Daniel Salamanca y a sus tres ministros”.
Reitera en su denuncia: “el mismo día en que los hospitales
eran asaltados por el enemigo en Celina, y los heridos y enfermos pasados a degüello,
varios coroneles del Comando, ocupando un camión cada uno, escapaban de
Saymayhuate por miedo al enemigo, y no había camiones para los heridos”.
Sobre el desastre de Picuiba, anota el mismo autor: “en las cálidas
arenas de Picuiba se sacrificó toda la pléyade de juventud, lo más bizarro y
granado, mientras idiotizado el coronel Toro, hacía gala de delirios de
grandeza en Carandaití. Se habían perdido catorce mil de los diez y siete mil
hombres que comenzaron la jornada. En pocas horas y al llegar la tarde quedaron
pocos miles como resultado del cuerpo en que todos tenían esperanza. Cayeron
las mejores unidades del ejército y el renombrado Cuerpo de Caballería, con
armamento moderno y pertrechos numerosos, falto de jefes que dirigían y al
mando de solo sub-oficiales y clases,
cayeron derrotados y cercados. Se perdieron cercados. Se perdieron
cuatrocientos camiones, viveres por valor de dos millones de dólares, miles de
ametralladoras y fusiles; seis cañones de gran calibre y docenas de cañones de
acompañamiento; innumerables morteros, vituallas… y el inepto fue asecendido a
Jefe de Estado Mayor del Comando
Superior en Campaña”.
Después del desastre
del Carmen, el diario de Alberto Cornejo, secretario del coronel Humbreto
Aranda, registra lo siguiente: “En Corozi, se iban concentrando las tropas en
retirada en total desconcierto, sin jefes, sin mando y algunos sin armas. Los
soldados no habían comido desde varios días antes. Todos esqueléticos, decepcionados,
descompuestos; más que hombres parecen fantasmas en un brama trágico, sombras
escapadas de las páginas del Dante quisieran huir de la muerte. Gritos de
hambre cruzaban el ambiente ¡Siquiera un retazo de pan, un pedazo de chuño!,
las bocas famélicas se abrían impotentes para luego cerrarse en un rictus
atormentador, y en los depósitos de Carozi habían grandes cantidades de víveres,
pero un teniente coronel se oponía terminantemente que se entregara siquiera un
pedazo de pan…”
“Finalmente se impuso el Tte. Coronel Arandia quien ordeno
se repartiesen los víveres y se preparara el rancho colectivo. De ese modo la
tropa que llegaba desfallecida y hambrienta pudo ser atendida en forma racional
y humana”.
Arandia defendió a su turno y responsablemente Carozi,
evitando otra derrota y el término prematuro de la contienda.
Alberto Cornejo escribe entre otras cosas sobre la captura
de soldados paraguayos, además de la muerte de algunos soldados, también el
fusilamiento de un soldado por desertor.
Otros conceptos de trascendencia y vivencia impresionante:
“Intensos tiroteos en el frente y alas, los pilas están borrachos,
gritan y ríen”, “hace tres días que no rancheamos”, “caminamos toda la tarde y
noche chapalenado en el barro y agua hasta la rodilla. Llegamos a Cañada
Trinidad y dormimos tirados en el monte, llueve pero por el cansancio no nos
preocupa”, a las 2 patrullamos y constatamos que el enemigo se va retirando,
inmediato avance, el circulo se va cerrando. A las 12 comenzaron a caer prisioneros
en gran cantidad, hay más de 500. Hemos tomado parque, armamento y camiones,
ropa.”
MUERTE DE TRES HEROICOS BOLIVIANOS
“Fuerte ataque a nuestra retaguardia izquierda. Había
comenzado el rodeo preparado por el enemigo. Los tenientes Albunate, El
subteniente Jorge Torrico y José Claure murieron los tres y sus soldados. Fue
imposible sacar los cadáveres bajo el peligro, nos replegamos todos a 10 metros,
seguía el rodeo. Al fin doblamos el ala, nuestra línea comenzó a evacuar
inmediatamente. No hemos dormido un instante y marchamos callados”
UN FUSILAMIENTO
“Hoy fue fusilado el soldado Pedro Pérez por haber
desertado, uno de tantos desgraciados que ignoran si son seres racionales”.
Caído un compañero amigo de Armando Urquidi Montero, el
diario revela el hermoso pensamiento:
“Aquí donde la muerte ha sentado su señorío y la boca de las
ramas homicidas sembró semillas de olvido. Aquí donde el misterio de las
marañas boscosas cierra el horizonte de la vida, solo hay un sentimiento que te
retempla el espíritu y redime el alma… la amistad”.
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- SOBRE LOS TRAIDORES - EN 1904 VENDEN EL MAR BOLIVIANO
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