Fuente: Ricardo Herrera F. - Revista OH / http://amazoniabolivia.com/ // Foto: El explorador
británico Percival Harrison Fawcett. // Para más historias: Historias de Bolivia.
¿Sabe algo de Bolivia?", fue lo primero que le preguntó el presidente de
la Real Sociedad Geográfica de Londres al mayor del ejército británico Percy
Harrison Fawcett, un día de principios de 1906 en el que lo había convocado a
su oficina. "Su historia, como la del Perú, siempre me había fascinado,
pero fuera de eso no conocía nada del país, y así le respondí", recordaría
tiempo después el militar, que tres años antes había realizado el trazado de
rutas para la Oficina de Guerra de la corona en Marruecos y acababa de
completar con éxito el curso de delimitación de fronteras de la Sociedad.
Aquella reunión tenía como fin convencerlo para que aceptara la solicitud del
Gobierno boliviano que pidió que sea un representante de la prestigiosa
institución el que se encargue de la demarcación de los límites con
Brasil.
"Naturalmente, yo acepté el ofrecimiento. La romántica historia de las
conquistas españolas y portuguesas y el misterio de sus vastas selvas
inexploradas hacían que para mí fuera irresistible la tentación de Sudamérica.
Tenía que tomar en cuenta a mi esposa y a mi hijo, a otro niño que venía en
camino, pero el destino me ordenaba que fuera, de manera que no podía dar una
respuesta negativa", dejó escrito Fawcett en textos que 30 años después su
hijo Bryan reunió en el libro Exploración Fawcett.
Tal vez obedeciendo a su destino o por la buena cantidad de libras esterlinas
que ofrecía el gobierno de Ismael Montes (o por ambas cosas), el explorador
llegó a territorio nacional para iniciar la primera de varias expediciones por
las selvas amazónicas que lo convertirían en leyenda. Sobre todo después de su
desaparición en 1925, mientras buscaba una ciudad perdida que estaba convencido
se encontraba en el Amazonas y que denominó Z. El enigma de lo que ocurrió con
él y sus acompañantes, entre ellos su hijo mayor Jack, sigue siendo un
misterio.
Muchas expediciones fracasaron tratando de encontrarlos, e incluso el diario
londinense The Times ofreció una recompensa para aquellos que dieran datos
confiables sobre su paradero. Buena cantidad de autores también aseguran que
Fawcett sirvió de inspiración para los creadores del personaje de Indiana
Jones. Sea cierto o no, lo concreto es que la historia del explorador llegará
al cine de la mano del actor Brad Pitt, que junto a los estudios Paramount
Pictures anunciaron días atrás que producirán la película La ciudad perdida de
Z, basada en el relato que David Grann (New Yorker) hizo acerca del militar
británico y es muy probable que sea el propio actor el que lo interprete en la
pantalla grande.
CON ESPÍRITU DE AVENTURA
Percy Harrison Fawcett nació en Torquay, Devonshire en 1867 y estudió en la
escuela Newton. A los 19 años se enroló en la Real Artillería Británica y fue
enviado en su primer destino a Ceylán. Pasaría por otros países antes de llegar
a Marruecos, donde trabajó como oficial encubierto. Allí realizó sus primeras
expediciones dibujando rutas, y gracias a sus conocimientos de topografía que
aprendió en Malta reunió valiosa información para las fuerzas militares. A
principios de 1901 se casó con la madre de sus tres únicos hijos. Pudo llevar
una vida tranquila y sin contratiempos en su país, pero su espíritu aventurero
y cierto misticismo, que eran común en su familia, lo impulsó a conocer nuevos
lugares y en algunas ocasiones adentrarse en ellos atraído por fuerzas que
consideraba mágicas. En Bolivia realizó cuatro expediciones como Jefe Técnico
de la Comisión Demarcadora de Límites con Brasil.
En el primero de esos viajes descendió por los estrechos caminos que conducen
desde La Paz a Rurrenabaque, para luego seguir hacia Riberalta, Villa Bella,
Cobija hasta la región fronteriza con Perú y Brasil. Eran épocas en las que aún
estaba vigente el comercio de la goma, "los últimos fuegos fatuos de una
riqueza que salió de Bolivia sin dejar rastro alguno de progreso
positivo", diría el historiador Humberto Vázquez Machicado,
contextualizando el territorio por donde anduvo el inglés, que fue relatando su
paso por cada uno de esos lugares. A veces a modo de anecdotario y en otras con
una mirada crítica del sistema esclavista al que sometían a sus empleados los
empresarios del caucho.
En algunos de sus escritos sus relatos resultan un tanto exagerados y matizados
por leyendas que va recogiendo en su recorrido y que bien podrían inspirar
alguna escena propia de Indiana Jones, pero son innegables los riesgos y los
peligros que tuvo que afrontar en muchas ocasiones. "Por lo menos una vez
en la vida de todo hombre, la muerte lo mira directamente en sus ojos y sigue su
camino. En el viaje por las selvas nunca está muy lejana. Se muestra en varios
aspectos; la mayoría de ellos, terribles, pero algunos aparentemente
inofensivos, que apenas se les presta atención, aunque no sean menos mortíferos
por eso.
Una y otra vez, el encadenamiento de los hechos conduce al límite mismo del
desastre y allí se detiene. El vuelo de una flecha, una pulgada de espacio, un
segundo de tiempo; de tan insignificantes detalles pende el destino. Puedo
recordar muchas escapadas milagrosas en los viajes de Beni, Acre y del Abuná.
En cada ocasión pudo haber sido la muerte horrible por lo repentina, violenta
y, para nuestra manera de pensar, despiadada", contó Fawcett a sus
familiares.
EL MUNDO PERDIDO EN BOLIVIA
En sus siguientes viajes pasaría por Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba y
otros sitios del país que también describió como ciudades y en sus costumbres,
pero quizás uno de los lugares que más lo cautivó fue sin duda la región
suroccidental del Amazonas, territorio que comprende áreas del occidente de
Brasil, sudeste de Perú y en Bolivia lo que hoy comprende el Parque Nacional
Noel Kempff Mercado. Incluso una de las tres principales cataratas del parque
lleva su nombre.
Fueron las descripciones de uno de los sitios del parque, lo que le serviría de
material a su amigo el escritor Arthur Conan Doyle (autor de los libros sobre
Sherlock Holmes) para escribir El mundo perdido. "Ante nosotros se
levantaban las colinas Ricardo Franco (mesetas de Caparú), de cumbres lisas y
misteriosas, y con sus flancos cortados por profundas quebradas. Ni el tiempo
ni el pie del hombre habían desgastado esas cumbres. Estaban allí como un mundo
perdido, pobladas de selvas hasta sus cimas, y la imaginación podía concebir
allí los últimos vestigios de una era desaparecida hacía ya mucho tiempo.
Aislados de la lucha y de las cambiantes condiciones, los monstruos de la
aurora de la existencia humana aún podían habitar esas alturas invariables,
aprisionados y protegidos por precipicios inaccesibles.
Eso pensó Conan Doyle cuando más tarde, en Londres, yo le mencioné esas colinas
y le mostré fotografías. Me habló de la idea para una novela en la América del
Sur central y buscaba información, que le proporcioné gustosamente. El fruto en
1912 fue su "mundo perdido", que apareció como folletín en el Strand
Magazine y después en forma de libro, consiguiendo amplia popularidad",
comento el explorador.
LA ÚLTIMA EXPEDICIÓN
Cuando se inició la Primera Guerra Mundial, Fawcett no sólo había recorrido
buena parte de Bolivia, también había estado en otros países sudamericanos,
pero Brasil fue uno de los que más visitó y donde tuvo acceso a un manuscrito
que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro y que relata la
experiencia de un nativo de Minas Gerais que junto a un grupo de hombres
encontraron casi a mediados del siglo XVIII una ciudad perdida que no estaba en
ningún registro. Un lugar que, según contaba, acogió a una civilización muy
desarrollada. A partir de esta lectura, Fawcett fue tratando de encontrar
nuevos rastros de lo que denominó la ciudad Z y su idea de realizar una
expedición para encontrarla cobró más fuerza después de terminada la guerra,
donde él también había participado.
A mediados de 1920 consiguió los fondos para realizarla. Decidió que lo
acompañara su hijo mayor y un amigo de él, Raleigh Rimell, ambos tenían 25 años
y Fawcett 57. En marzo de 1925 el ex soldado y sus jóvenes acompañantes
partieron de Cuiabá rumbo a la ciudad Z. El 29 de mayo de ese mismo año la
familia recibió la última carta del explorador desde un lugar que no quiso
revelar por temor a que otras personas se enteraran. En ella aseguraba contar
con la información precisa de la ubicación de la ciudad Z y que en los días
siguientes se internarían en la selva para finalmente encontrarla. "No
temas que fracasemos…" fueron las últimas palabras para su esposa.
Luego de esa misiva no se supo más de ellos. Fue como si se los hubiese tragado
la tierra. Más de 80 años después, aún no se ha podido develar el destino final
de esos hombres, y las decenas de expediciones realizadas han fracasado y sólo
han ayudado a alimentar nuevas leyendas, como aquella que sostiene que los
expedicionarios encontraron la ciudad perdida y decidieron quedarse a vivir en
ella felices y contentos en una sociedad que se resiste a darse a conocer. Otra
habla de que encontraron la puerta a una dimensión paralela en la que aún
viven, incluso hay páginas en Internet que transcriben supuestas conversaciones
de Fawcett con una "médium".
Algunos más realistas tienen la teoría de que fueron asesinados por indígenas,
mientras que otros creen que murieron por alguna enfermedad o atacados por
animales salvajes. Tal vez nunca se resuelva el enigma; mientras esto ocurra,
seguirá alimentando la imaginación de muchas personas y la figura de Fawcett
cada vez se alejará más de la realidad, para convertirse en mito.
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