Por: Vicente J. Paladino / Este artículo fue publicado en el diario La Nueva de
Argentina el 4 de julio de 2009. // Foto: Postal Chiriguanos de Cuevo, Bolivia
1904.
Cumbay (Siglo XVIII - Siglo XIX), fue un líder indígena Avá guaraní
(chiriguano) del valle del Ingre, actualmente parte de Bolivia. Tuvo un papel
importante como negociador durante la sublevación guaraní de 1799 y fue uno de
los principales líderes guaraní (chiriguano) de las sublevaciones de 1804 a
1809 frente al poder colonial español en el Alto Perú. También colaboró con los
ejércitos y guerrillas de la Independencia de Bolivia, llegando a entrevistarse
con el general Manuel Belgrano.
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Fue inmensa la popularidad que Belgrano adquirió entre los indígenas del Alto
Perú y de algunas otras regiones donde llegó su fama. En general, los indios,
ya definitivamente conquistados para la causa de la Revolución, se mantuvieron
fieles a su recuerdo. En proximidades del Chaco paraguayo, existía un célebre
cacique llamado Cumbay, quien usaba título de general y vivía rodeado de la
pompa de un rey primitivo. Todos le respetaban como tal y admiraban la multitud
de guerreros que obedecían sus órdenes. Era ardiente partidario de la
Revolución, por la que combatió en Santa Cruz de la Sierra, siendo herido de un
balazo, pero jamás había querido entrar en las ciudades ni tener contacto
alguno con la civilización.
Sin embargo, cuando oyó hablar de Belgrano deseó conocerlo y le pidió una
entrevista. Belgrano se la concedió y pasado algún tiempo llegó Cumbay a
Potosí, donde se hallaba entonces el cuartel general patriota, acompañado por
su intérprete, dos hijos menores y una escolta compuesta por 20 flecheros con
carcaj a la espalda, el arco en la mano izquierda y una flecha envenenada en la
derecha.
Al enfrentar a Belgrano, desmontó y, después de mirarlo un rato con profunda
atención, le dijo, por medio de su intérprete: "Que no lo habían engañado,
que era muy lindo, y que, según su rostro, así debía ser su corazón".
Belgrano le ofreció un caballo ricamente enjaezado y con herraduras de plata,
desfilando después ambos en medio del ejército formado. Al pasar frente a la
artillería, que era de calibre 18, le previnieron que tuviese cuidado con el
caballo, porque iban a disparar en su honor, a lo que replicó que "nunca
había tenido miedo a los cañones". Se lo alojó con toda magnificencia,
habiéndosele preparado una cama digna de un rey, pero él, dando a sus huéspedes
una lección de humildad, o de orgullo, echó a un rincón los ricos adornos que
la cubrían y se acostó en el apero.
Se lo invitó a varias fiestas preparadas en su honor, y, finalmente, Belgrano
quiso brindarle el espectáculo de un simulacro militar. Dispuso entonces que la
tropa formara en el campo de San Roque, donde se ejercitó en maniobras de tiro
y formación, mostrando lo mucho que había avanzado en su instrucción y
disciplina. Cumbay contemplaba todos aquellos movimientos con un dejo de
asombro hasta que, al ser interrogado por Belgrano acerca de la impresión que
le había causado el ejercicio, contestó con arrogancia: "Con mis indios,
desbarataría todo eso en un momento". Belgrano no pudo menos que mirarle
sorprendido.
Al despedirse, lo colmó de atenciones y regalos, obsequiándole entre otras
cosas un gran uniforme y una hermosa esmeralda incrustada en oro, para que
reemplazara con ella el adorno (tembaté) que tenía entre la barba y el labio
inferior, distintivo de la tribu que los indígenas ostentaban con piedras
ordinarias o discos de otros materiales. Cumbay, ganado por tanta gentileza,
decidió ofrecerle 2.000 indios para pelear contra los españoles.
Este original episodio dio una idea de los medios empleados por el general
Belgrano para conquistarse el afecto de los indios; de ahí que, a pesar de sus
derrotas, estos aliados continuaron combatiendo solos contra los españoles y
prestaron eficaces auxilios a los jefes independientes que sostuvieron la
guerra en el Alto Perú.
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