El cauce del río Rocha era la avenida Diagonal (hoy Salamanca) y sus aguas
regaban a su paso las huertas de Peras Calle; se desviaba por la calle Lanza
hacia la calle Calama, y desembocaba en el río Tamborada.
La calle Sucre se llamaba Calle de Los Ricos, la describe Aguirre en Juan de la
Rosa, y llevaba a los fundos de Francisco de Viedma; la casa de hacienda
albergó al hospital del mismo nombre. Hacia el sur, eran paralelas la calle
Argentina (hoy Jordán), Chile (hoy Calama, desde la Guerra del Pacífico),
Paraguay (hoy Ladislao Cabrera) y Uruguay.
La calle Esteban Arze se llamaba Calle de San Juan de Dios. Hacia el este, eran
paralelas la 25 de mayo, antes Calle Prado o Calle de Santa Clara, que sólo
tenía 2 cuadras, porque partía de la Plaza Colón y chocaba con el Convento de
Santa Clara en la calle Colombia, que se extendía de la San Martín a la España,
rodeado de altos murallones. Luego seguía la Calle de las Capuchinas (hoy San
Martín), donde remataba la ciudad.
La Nataniel Aguirre se llamaba Calle Comercio. Le seguían al oeste la Ayacucho
y la Junín. La calle Santiváñez se llamaba Calle de Santo Domingo. La calle
General Achá se llamaba Calle de la Compañía. Le seguía la calle Perú, la
Colombia y la Ecuador. La calle España, calle del Teatro, tenía sólo seis
cuadras y chocaba a la altura de la actual Plazuela Barba de Padilla con la
propiedad de los Rodríguez. Cuentan que ellos cedieron espacio al municipio
para abrir la calle España hasta su conjunción con el Paseo del Prado (entonces
Alameda), y que se ganaron la reprimenda de los vecinos por esta actitud en
beneficio del progreso. En esa casa vivió el entonces oficial Néstor Paz
Galarza, destinado a la Escuela de Armas, y allí nació su hijo Jaime Paz
Zamora, más tarde Presidente de la República.
La Avenida Salamanca se llamó un tiempo Diagonal. La abrió el Alcalde Municipal
Luis Felipe Guzmán Araujo, valeroso vecino de Santiváñez (antes Carasa),
descendiente de Bartolomé Guzmán, héroe del 14 de septiembre de 1810. La Plaza
Constitución lleva ese nombre en homenaje a la Constitución del 31, que incluyó
la Autonomía Universitaria, promulgada bajo el gobierno del Gral. Carlos Blanco
Galindo.
Piletas públicas había en los cuatro frentes de la Plaza, en Caracota y en la
Bolívar y Lanza, en el patio trasero del Colegio Nacional Sucre.
La Villa de Oropesa terminaba al este en una senda estrecha, la Calle de las
Capuchinas (hoy avenida San Martín), que se desviaba hacia Sacaba y se
convertía en el Callejón del Diablo, hoy Pasaje San Rafael, y llevaba a Pampa
Pila, un sitio para recibir agua. Era el camino de salida hacia el Chapare, por
donde transitaban recuas de animales de carga, recinto de chicherías famosas y
probablemente la cuna del célebre silpancho. Hoy todavía se saborea un ejemplar
delicioso sobre la calle Lanza, en una casa que probablemente formaba parte de
la Calle del Diablo. Otros silpanchos famosos eran los que servían las hermanas
Hilera; su hermano David tocaba la concertina. Atendían en la Santiváñez final.
El silpancho se llamó inicialmente calle bisté, era un trozo de carne de res
apanada y extendida en toda la latitud del hambre. Don Armando Montenegro
recordaba que los mejores calle bistés los servía Doña Dominga en la calle
Sucre, cerca a la Plaza Principal a 20 centavos; en tanto que en el Choringal,
en Caracota, costaban 10 centavos. Hasta los años 50 se servían en hojas de
repollo, luego sustituidas por papel periódico. Tendría que pasar medio siglo
para que el ingenio criollo inventara el Trancapecho, y en el afán de
modernizar y amestizar nuestras costumbres, quizá pronto podamos disfrutar de
una deliciosa Trancapizza.
Fuente: Anecdotario de Cochabamba. // Foto postal coloreada, principios de
siglo XX.
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Para más historias: Historias
de Bolivia.
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