Extraído del libro: "LA HISTORIA DEL SIGLO XX EN
BOLIVIA" / Transcrito por: Juan Alberto Quiroz Maida.
El 19 de febrero de 1933, el subteniente de reserva, periodista en tiempo de
paz, Luis Humberto Beltrán se despidió de su esposa Bethsabé y sus pequeños
hijos, Luis Ramiro (3) y Oscar (2), a los que amaba tiernamente. Su destino es
el Chaco, al mando de la batería de morteros.
Con el último beso, el oficial hizo prometer a su esposa que si no volvía con
vida, ella no permitiría que sus huesos se pudrieran lejos de los restos de su
madre, en Oruro.
Durante tres meses, el Tte. Beltrán recorrió los escenarios de la guerra,
instruyendo el uso de morteros, y luego se entregó al combate, revelándose como
hombre de enorme coraje, acompañado siempre por su leal asistente Lucas
Soto.
En todo ese tiempo, conviviendo con el dolor y la muerte, nunca dejó de
escribir a su esposa cartas de lúcido amor, donde la guerra es apenas referente
circunstancial que lo separa de sus seres queridos.
Diciembre del 34 lo sorprende con su batería adscrita al célebre Regimiento
Lanza, donde están sólo los más valientes. Pero están atrapados en un cerco
mortal, junto con miles de soldados Bolivianos que han caído en la trampa de
Campo Vía. La situación es desesperada. Las demás unidades prefieren
capitular.
Pero el Lanza no se rinde. El subteniente Armando Ichazo propone romper el
cerco arrasando. Todos están de acuerdo. A lo guapo, metralla en mano, salen
los del Lanza, pero cae más de la mitad en el intento. Ahí está Luis Humberto
Beltrán, herido de muerte.
Su asistente Lucas Soto lo carga hasta un puesto médico Paraguayo, pero todo es
inútil. Muere días más tarde. Sus últimas palabras son para encargarle a Lucas
entregar unas medallitas a sus hijos y decirle a su esposa que murió como un
verdadero Boliviano.
Han pasado los años. Pero Doña Bethsabé no ha olvidado la promesa. Y ahorrando
centavo a centavo, pese a las penurias de la postguerra para una viuda con sus
hijos pequeños, busco en 1940 a Lucas Soto para rogarle que la acompañe a
repatriar los restos de Luis Humberto.
Venciendo mil adversidades, contra los consejos del Gobierno Boliviano, la
viuda Beltrán y Lucas Soto marcharon al Chaco, en pos de las huellas del
valiente periodista, graduado de morterista.
Solo Dios pudo haberles mostrado el camino. Mediante el Arzobispo de Asunción,
localizaron al padre Verdún y con el marcharon otra vez hasta el cementerio de
Fortín Florida, al punto donde el cura y el boliviano sepultaron al
Héroe.
Musitando oraciones rescataron los restos y tras memorables incidentes,
llegaron con ellos hasta Oruro, su morada final, junto a los suyos.
Finalmente, ella había cumplido la promesa.
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