Por: Diego Martínez Estévez / Extracto de su libro: RADEPA,
Sombras, refulgencias, pasado. // Foto: Los tenientes aviadores Saavedra y Belmonte,
capturados el 31 de julio de 1932. Son transportados en una embarcación en
calidad de prisioneros de guerra, para ser trasladados hasta Asunción
(Paraguay). / Getty Images.
RELATO DEL GENERAL ELIAS BELMONTE, SOBRE EL ATERRIZAJE
FORZOSO DE SU AVION
“Corría el año 1932.
Yo era apenas un subteniente, piloto aviador de caza…. me encontraba destinado
en la Escuela Militar de Aviación de Alto. A eso de las dos de la mañana,
amanecer del 18 de julio de 1932, se escuchan fuertes y alarmantes golpes en el
portón de la calle de la casa en que vívia con mi familia: señora y tres
pequeñuelos. …… dónde vive el subteniente Belmonte? Al escuchar mi apellido me
pongo de un salto en pie y con otro en la puerta, abriéndola, saco la cabeza y
pregunto: “Qué pasa, yo solo el que busca”. Ah, mi teniente – contesta una voz
visiblemente nerviosa – hay orden para que todos subamos a la Escuela, al Alto.
Lo estamos esperando. Es urgentísimo -.
.. Ante el extremo apremio, me visto rápido sobre el pijama
y salgo quemando. Apenas si me despedí de mi esposa. Los pequeñuelos estaban
dormiditos. Jamás se me vino a la mente que no los vería en muchos años y que
se estaba iniciando una nueva y cruel etapa de mi vida. ….. La orden era del
estado Mayor General. … Nueva orden, sin mayor información: ¡sacar los aviones
y calentar los motores!. Son tres aviones de casa, monoplaza, a mi me asignan
un biplaza, el No. 5 VIckers, de cooperación y bombardeo, mi pasajero es el
mecánico José Ardiles. Recién, en forma escueta y tontamente secretar, nos
dicen que el vuelo es a Villamontes. Yo llevaba por ropa interior el pijama
puesto y quizá un pañuelo extraviado en algún bolsillo y nada más. Sin un
centavo, ni maletín de viaje, neceser para mia aseo personal, sin muda laguna,
ni carpeta de trabajo. Ni facultad para reclamar y menos protestar. Era tan
rígida la disciplina… a tanto llegaba, que nunca dábamos respuestas, porque
jamás se nos preguntaba ni consultaba nuestro parecer, éramos los subordinados.
Nuestro deber máximo: Cumplir las órdenes sin dubitaciones y menos
observaciones. Subordinación y constancia. Igual: Silencio y acción.”.
“Calentadas las máquinas, subir a los aviones, rumbo a Villamontes, sin aviso
del estado del tiempo en la ruta ni el punto de destino, en un solo vuelo, en
escuadrilla; el jefe de ella el capitán José P. Cuello y pilotos, los capitanes
Luis Ernest y Rafael Pabón y el que escribe este relato.”.
“El mío, el avión Vespa Vickers No. 5, biplaza, había
sufrido dos accidentes: uno en Santa Cruz y otro en Ravelo. Necesitaba por lo
menos, un severo e infaltable control de compensación de la brújula del avión,
antes de salir en viajes o vuelos a las inmensas llanuras del Chaco donde al no
haber cerros ni ríos en su parte central que nos orientes, quedaba sólo la
brújula, como único recurso para las direcciones de navegación.”.
“Y no teníamos ni un botiquín sanitario en ninguno de los
cuatro aviones, ni paracaídas. Ni equipos de emergencia personal para casos de
aterrizaje forzoso en la selva, como ser una o dos cantimploras individuales de
litro para llevar agua,…. Ni machete para abrirnos paso a través de la maraña
de los bosques bajos; ni brújula de mano para orientar nuestro recorrido en los
montes y el desierto. Menos un mosquitero, un pequeño botiquín personal, con
vendas, yodo, algodón, etc; una pistola, una escopeta, un paracaídas,
alimentos, caramelos, una caña para pescar, repelente contra picadas de
mosquitos, un cuchillo de uso personal; una caramañola, la mochila
correspondiente, ropa liviana y sombrero apropiados contra el sol y la canícula
del Chaco. Finalmente en forma infaltable: fósforos o algo para prender fuego.
Nada, nada de todo esto, absolutamente nada.”.
“Cuando caímos en aterrizaje forzoso, con mi camarada, el
piloto aviador, teniente Armando Saavedra, no teníamos ni fósforos, porque
ninguno de los dos fumaba.”.
“Llegamos a Muñoz. …supimos que el ejército paraguayo había
retomado violentamente la laguna Chuquisaca y que nosotros, en represalia,
tomaríamos los fortines Corrales, Toledo y Boquerón. Corrales ya estaba en
nuestro poder; al día siguiente se tomaría Toledo y luego Boquerón…!Y más tarde
Isla Poi!.”.
“A los diez días de nuestra< intempestiva y urgentisima salida de La Paz, el
28 de julio,….. Recibíamos en persona, del general Quintanilla, los de la Escuadrilla
que salimos de La Paz, una misión de bombardeo de la Estación ferroviaria de
Martínez, punta de rieles del ferrocarril Casado – Martínez…. Situada a unos
145 kilómetros de Puerto Casado y otros 40 o 50 de Isla Poi, el Gran Cuartel
General del Comando Militar Paraguayo.”.
“Es de advertir que ninguno de nuestros aviones tenía
visores para apuntar y dar con seguridad con las bombas en blanco. … las bombas
se lanzarían sólo a ojo de buen cubero. Nuestros aviones en lo que se refiere a
precisión en el bombardeo, eran peor que un fusil sin mira ni guion. Parece que
en el mundo aún no se había generalizado el uso de los visores para bombardeos,
ni siquiera de aproximación. Nadie, hasta ese día, de nuestra aviación había
sobrevolado Martinez, y menos Isla Poi; por lo tanto, habría sido necesario
efectuar un vuelo de previo reconocimiento para tener la certeza de bombardear
la Estación Martínez y no a otro lugar. “.
“Ninguno de los cuatro aviones de la misión de bombardeo
llevaba nada del “equipo personal de emergencia”, no obstante la profunda
penetración que haríamos, detrás de las líneas enemigas; en el mío no
portábamos ni fósforos... La misión puntual para los tres cazas era: bombardear
Martínez y retornar a Muñoz inmediatamente. El mío. Bombardearía Martínez y
después de los tres de Caza. Luego se dirigiría a Isla Poi para levantar un
bosquejo de edificios, fortificaciones, etc, necesario para las próximas
acciones futuras. Finalmente, efectuar un caminamiento Isla Poi – Boquerón.”.
“Alzamos vuelo a las 10 am. El Vickerks No. 5 debía estar de
regreso a las 3 pm, ya que mi autonomía no pasaba de 5 horas y media de
autonomía de vuelo. …. Los tres cazas, disminuyeron su altura de vuelo de unos
800 metros a unos 500 metros. Inician el bombardeo. Yo hacía de espectador,
mientras esperaba mi turno; y vi como las bombas caían a unos 100 a 200 metros
lejos de los objetivos…….Escogí los blancos, me alejé del lugar, debía caerles
por sorpresa, bajé hasta que los árboles me cubrieron, hice el que me iba,
junto con los otros aviones que se alejaron. Estaba a unos 50 metros de altura
y a toda máquina, a gran velocidad, arrojé las bombas desde una altura de 30 a
40 metros y así dimos en el blanco. Mas al alejarme rumbo a Isla Poi, me di
cuenta que el tanque derecho, en su parte delantera izquierda, estaba
perforado; un pedacito de la tela, levantada, flameaba, delatando el hueco…”.
“El fortín Isla Poi, quedaba casi en la línea de mi retorno a Muñoz. Decidí
pasar por encima de el y luego arrectar a Muñoz.. Debía retornar lo antes al
nido, a la base, a Muñoz. Podría faltarme gasolina. …… Isla Poi era un campo
fortificado, con trincheras y un amplio campo de tiro….. El sistema de
fortificaciones tenía un frente general al sud y al oeste. Estando en esta
situación, a una altura máxima de 500 metros, sentí un fuerte sacudón que
provocó que perdiera el control del avión por unos instantes, corté el gas; a
poco el avión, milagrosamente se normalizaba por sí solo, volando dirección
suerte…. No debía aterrizar sobre los bosques, porque el golpe en esos casos es
fatal.”.
“Llegó el momento crítico: ¡Se acabó el combustible y sólo
había a la vista y alcance un campo despejado muy pequeño, con su lagunita al
medio!! No había otro, apunté a el: Debía aplastar el avión en el agua para que
esta haga de freno. El avión quedó con el tren de aterrizaje totalmente
destruido, con el motor un tanto hundido en el agua y el lodo. ….. Estábamos
salvados, pero perdidos en la inmensidad del Chaco. No sabíamos con precisión
dónde estábamos; el esfuerzo físico sería inmenso.”.
…”Sacamos la brújula del avión, un mamotreto pesado, pero
indispensable, para no andar perdidos en los montes y no poder salir jamás de
ellos. …. Había muchos senderitos, ninguno conducía a parte alguna.”.
“…Así caminamos lentamente por la lastimadura de mi camarada
Saavedra, que día a día se le empeoraba, se le hacía, cada vez, más dolorosa.
Su comportamiento de tenacidad, de aguantarse y no quejarse, fueron
admirables.”.
“Habíamos caído en una zona de pantanos, pajonales, islas de palmera y bosques,
que nos facilitaban para con los zigzags, conseguir el promedio S.O. …. Al
amanecer, calmada la tormenta, fue bajando el nivel del agua. Esa lluvia y el
surazo que duró unos seis días nos salvaron de que muriéramos de ser: teníamos
agua. …Además estábamos en una zona de frecuentes pantanos… algo de esteros.”.
…”Al octavo día, al atardecer, por fin, a la vista, algo
hecho por el hombre civilizado: un senderito estrecho y rectilíneo, su
dirección Este – oeste clavado. … Estábamos más que agotados y la noche encima.
Buscábamos un lugar seco, a la vera del camino, para pasar la noche en el y en
esos momentos escuchábamos la voz del mayor amigo leal del hombre: ladrido de
perros. Nos detuvimos, a los ladridos prosiguieron y se aproximaban poco a poco.
Venían del sur, que avanzaban en nuestra dirección, pronto estarían a nuestra
altura. Decidimos ocultarnos al costado del camino. Yo apenas pude alejarme
unos 50 metros. Saavedra que apenas podía caminar, unos 30 metros. Los perros
ubicaron a Saavedra, eran unos seis hombres montados a caballo, con sombreros,
la media obscuridad no permitía mejor visión. Saavedra pensó que eran
ganaderos. A mí me pasó lo mismo. Desmontaron algunos y cuando estaban a solo
pasos de uno, recién se distinguían las armas que nos apuntaban. Era una
patrulla militar paraguaya. El sentimiento humanitario se hizo presente.
Ninguna presión. Al contrario nos auxiliaron. Viendo nuestras desfallecientes
trazas y nuestro estado, nos cargaron a cada uno en un caballo y nos llevaron de
tiro. Así llegamos, en unos treinta minutos al fortín paraguayo Aquino.
Habíamos estado muy cerca de los esteros de Patiño. El oficial encargado del
fortín era el teniente Atilio Méndez, quien no nos dio un trato de prisioneros,
como nos identificamos, sino de solidaridad humana, prodigándonos toda la
atención necesaria a nuestro deplorable estado de salud.
. …..Estando mi patria en guerra, mi obligación y decisión
fue fugar. Por lo tanto, el único alivio espiritual que vislumbraba era: fugar
en la primera oportunidad que se me presentarse. Esa oportunidad debía
buscarla, prepararla. Mis actos estarían orientados a esa firme decisión de
fuga.”.
“Esta es la versión de mi caída, de prisionero. Ahora, me
permitiré transcribir algunos documentos, unos oficiales y otros periodísticos,
que también se refieren a nuestra frustrante desventura, de caer prisioneros:
….”Pág. No. 10. COMUNICADO DEL ESTADO MAYOR GENERAL 5º. Los
pilotos aviadores prisioneros están custodiados en el Departamento de Marina,
prodigándoseles las atenciones debidas. El avión en que volaron no ha sido
encontrado. Se lo sigue buscando. Asunción, 19 de agosto de 1932”.”.
“COMENTARIO. De los prisioneros. Nos prodigaban atenciones, porque nuestro
estado de salud aun proseguía delicado. No encuentran el avión, por las
informaciones falsas que dimos, que estaría en las inmediaciones del fortín
Aquino, a unos 5 kilómetros. Y el avión estaba a unos 40 a 40 kilómetros al
noreste.”.
“No. 2. De el diario El Liberal, Asunción 12 de noviembre de
1932. Título del artículo: “El avión de Belmonte y Saavedra. Que cosa podría
ocultarse a los ojos avizores de nuestros macheteros? El avión de Belmonte y
Saavedra, cuyo punto de caída ocultaron celosamente los aviadores, ha sido
encontrado por ellos a larga distancia de Aquino…”.”.
“No. 3. De El Diario, Asunción, 11 de noviembre de 1932:
Título del artículo: “El jefe de los Guerrilleros de la Muerte , Comandante
Plácido jara, visitó esta mañana El Diario” “….. Cuenta el Comandante jara, que
en un hermoso campo rodeado de bosques, hallaron hace unos días el avión que
tripulaban los pilotos bolivianos Belmonte y Saavedra, cuando sufrieron el
accidente a raíz del cual cayeron prisioneros…El aparato se había perdido y
fueron vanas las exploraciones que se realizaron para dar con su paradero,
hasta que los barbudos dieron con él”.
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