Fuente: El asesinato de Juan José Torres: Banzer y el
Mercosur de la muerte - De Martín Sivak.
Foto: Alfredo Ovando Candía y Juan José Torres.
Las primeras medidas del gobierno, destinadas a recuperar para el Estado el
control de la economía, entusiasmaron a la izquierda latinoamericana. Ovando
realizo una apertura política e incorporo a civiles progresistas en su
gabinete, entre ellos los que sobresalió su Ministro de Minas y Petróleo,
Marcelo Quiroga Santa Cruz. El acontecimiento fundamental del gobierno
–diseñado por Quiroga- fue la nacionalización de la empresa norteamericana Gulf
Oil Compañy, quedó en manos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos
(YPFB). Ese 17 de octubre de 1969 se transformó en el día de la dignidad nacional.
En señal de apoyo a la nacionalización de la Gulf, Torres saco a la calle
tanques y ametralladoras y ocupo las instalaciones. Fue uno de los primeros
síntomas. El 14 de noviembre de 1969, ante el Consejo Interamericano de
Defensa, Torres volvió a desairar a los sectores reaccionarios.
…Somos conscientes al afirmar que la hora de América está dada con mucha mayor
crudeza que antes de Sierra Maestra o La Higuera (en referencia a la Revolución
Cubana y a la muerte del “Che” Guevara en Bolivia). Si no se adoptan
perentorias medidas de solución a estos problemas, los pueblos del continente
no tendrán otra opción que el camino de la violencia y la revolución
incontrolable para definir posiciones y producir el cambio social lógico
reclamado insistentemente para conformar un mundo de justicia social.
El mayor enemigo de la democracia se encuentra encuevado dentro de nuestras
fronteras y esparcido a lo largo y a lo ancho de la geografía de hambre, de
desocupación y miseria a causa de la perturbación continental.
Las Fuerzas Armadas o tienen pues que ser tipificadas como puestas
exclusivamente para reprimir el fenómeno político del comunismo internacional,
sino fundamentalmente como cooperadores y agentes eficientes de la batalla
contra la manifestación del subdesarrollo económico que ha instrumentado la
lucha subversiva del continente. (El general…, op. Cit. Pp. 17, 19; Sandoval,
Culminación y ruptura, op. Cit., p. 71.)
Las declaraciones de Torres fueron un espaldarazo al gobierno de Ovando que ya
había profundizado el proceso nacionalista con nuevas medidas: las
organizaciones sindicales, suprimidas por el barrientismo, recuperaron la
legalidad. La Central Obrera Boliviana (COB) realizo su IV Congreso donde
ratifico la Tesis Socialista. A su vez, el nuevo gobierno propuso un bloque
antiimperialista entre Bolivia, Perú y Cuba. También volvió la libertad de
expresión y se amplió con la apertura del semanario Prensa. Por primera vez en
la historia reporteros y redactores adquirieron el derecho de expresar sus
puntos de vista sobre la coyuntura política de Bolivia.
Enseguida comenzaron las presiones de la derecha. El 10 de julio de 1970,
Torres fue retirado como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas; en mayo
Marcelo Quiroga Santa Cruz había perdido el Ministerio de Minas y Petróleo. La
reacción se clavó como una daga el 3 de octubre. Encabezados por el general
Rogelio Miranda, varios sectores de las Fuerzas Armadas salieron a cuestionar
ese modelo “hacia adentro”, y acusaron al “desgobierno de Ovando de ser autor de
la nacionalización de las pertenencias de la Gulf Oil”. Miranda se presentó
como “Comandante del Ejército levantado contra el Gobierno” para pedir la
dimisión de Ovando. El presidente desmintió a Miranda, quien respondió
desconociéndolo como Jefe de Estado. El 5 de octubre negociaron el retiro de
ambos y, según Ultima Hora extra, se barajaron dos posibles reemplazantes: el
coronel Hugo Banzer y el general David Lafuente Soto.
Torres decidió liderar la resistencia contra el golpe. “Yo soy un proletario
igual que ustedes”, les dijo a los oficiales y suboficiales congregados en la
base aérea de El Alto.
En una reunión del Gran Cuartel de Miraflores (Alto Mando de las Fuerzas
Armadas bolivianas en La Paz), 364 jefes y oficiales y asistentes pidieron la
renuncia del Presidente y de Miranda como Comandante General del Ejército. Pese
a recibir apoyo, Ovando se asilo en la Embajada argentina. El Gran cuartel de
Miraflores decidió nombrar un triunvirato provisorio, para luego, en 8 o 10
días, designar un nuevo presidente. Los generales Efraín Guachalla, en
representación del Ejercito, Fernando Sattori, de la Fuerza Aérea, y Alberto
Albarracin, de la Fuerza Naval, integraban ese triunviato. El 6 de octubre
juraron como copresidentes. A la una de la tarde también se proclamó
“presidente provisional de un gobierno revolucionario”. A comienzo del día,
tanto Ovando como Miranda se habían considerado Jefes de Estado.
Ese 6 de octubre quedara como el día en que Bolivia tuvo seis presidentes.
Los días previos al séxtuple empate, Torres había comenzado a edificar una
alianza que sería decisiva para llegar al poder. El ex dirigente universitario
Jorge Lazarte relato en su libro Movimiento obrero y procesos políticos en
Bolivia que se reunió con Torres y con el dirigente minero Filemón Escobar.
Días después del encuentro se formó el Comando Político, integrado por el
Comité Ejecutivo de la COB y representantes mineros, fabriles, universitarios y
choferes para resistir el golpe. La huelga general coronaria el acuerdo. Con
apoyo de varios destacamentos militares y mineros, que fueron hasta El Alto
para apoyar a Torres, comenzó el desenlace.
A las cinco de la madrugada del 7 de octubre se reunieron, Guachalla y
Torres.
“En las circunstancias caóticas al borde de la guerra civil, la única persona
que puede devolver la normalidad al país eres tú, Juan”, le dijo Guachalla
entre sollozos. (Sandoval Rodríguez, Culminación y ruptura…, op. Cit., p. 73.).
Antes de la definición, Torres había llamado a su casa porque necesitaba que le
llevaran el uniforme militar. Su hijo mayor, Juan José, de 16 años, convenció a
su madre y tomo un taxi hasta la Ceja de El Alto. Desde ahí llego caminando
hasta la base de la Fuerza Aérea, mientras pensaba que solo con el uniforme su
padre iba a terminar bien el día. “Esto no es un golpe de Estado sino que
estamos participando en la defensa de un proceso que se inició por voluntad de
las propias fuerzas Armadas y con la legitimidad de la sociedad civil”, les
explico Torres las tropas, ya con uniforme y su hijo como escolta. Alertado por
los sucesos de Oruro –hubo 17 muertos y más de 70 heridos- Torres ordeno a los
pilotos que “no vayan artilleros ni con balas de verdad”.
Desde El Alto, Torres bajo en un vehículo de la Fuerza Aérea hacia la Casa de
Gobierno. En el recorrido se fueron plegando camiones atibarrados de obreros.
Se formó una inmensa caravana. Enfrente de una fábrica lo proclamaron
Presidente. A pedido de los trabajadores hablo por primera vez: “Evitemos el
enfrentamiento”, exigió.
A los pocos minutos llego al Palacio. Presuroso, salió al balcón. El hombre
retacón, un metro sesenta raya al medio como un hachazo en su pelo lacio, ojos
pardos y cejas tupidas le hablo a la multitud de la Plaza Murillo.
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