Por: Jhosmane Rojas Padilla. / Fragmento de la nota
publicada en el matutino La Razón, 11 de abril de 2016. // Imagen: Estampilla
Conmemorativa del centenario de Eduardo Abaroa y repatriación de sus restos.
A partir de 1951, las gestiones iniciadas por el diplomático Alberto Ostria
Gutiérrez empezaban a tener éxito: las autoridades chilenas, principalmente su
Cancillería, daban el visto bueno para la “ansiada” repatriación —con el
protocolo previo deexhumación y reconocimiento de restos— de Eduardo Abaroa
Hidalgo.
Pese a existir un clima político “tenso” en Bolivia, la repatriación de los
restos de Abaroa mermaba en algo la agitada situación, volteando el interés
mediático hacia los actos “cívicos” del 23 de marzo de 1952.
Un primer conflicto fue la conformación del Comité pro restos de Abaroa, que
pasó a ser el “Comité Pro Monumento a Eduardo Abaroa” y que enfocaría sus
esfuerzos a la construcción de un monumento al “Héroe del Topáter”.
El siguiente problema fue la residencia de los restos, tanto el Comité Cívico y
otras instituciones paceñas abogaban por la ciudad de La Paz, a razón de
situarse en ésta desde inicios del siglo XX la sede de gobierno. En cambio,
Sucre también se manifestaba, reiterando que la capital constitucional del
Estado era la Ciudad de los cuatro nombres. Se sumaron a la petición de
“residencia de los restos” Cochabamba y Potosí (el último argumento que Abaroa
era de ascendencia potosina). El veredicto lo dio la Junta Militar del general
Hugo Ballivián Rojas, eligiendo la ciudad sede de gobierno, La Paz.
El monumento empezó a ser fundido a comienzos de 1952, en instalaciones del
Regimiento Bolívar 1° de Caballería de Viacha, fue vaciado en material de
bronce reciclado de cañones fuera de uso; su escultor fue el mayor de Ejército
Emiliano Luján; en tanto que el trunco donde estaría situado (en la plaza
Abaroa) sería proyectado por el mayor de Ejército Arturo Orsini.
En relación al auspicio económico para la construcción, traslado y entronación
de la estatua, el “Comité Pro Monumento a Abaroa” se proveyó de aportes del
personal activo y pasivo del Ejército boliviano.
Después de la batalla de Calama (del 23 de marzo de 1879), Abaroa fue enterrado
con honores por el Ejército chileno en el cementerio antiguo del Topáter. En
1910, su hijo Andrónico Abaroa trasladó los restos de su padre al mausoleo
particular de la familia, en el cementerio de San Pedro de Atacama. Para 1938,
Juan Abaroa Rodríguez, Eduardo Abaroa Orosco y Elena Abaroa de Luksic (nietos y
nieta del héroe) retornaron los restos nuevamente al cementerio de Calama.
Finalmente, el 14 de febrero de 1952, los restos son cambiados de la urna
original de madera a una de bronce, por los nietos Juan Abaroa Rodríguez y José
y Óscar Abaroa Cerruti, como preludio a la anunciada repatriación. Un mes
después, el 14 de marzo de 1952, se realizó el reconocimiento de firmas y de la
urna conteniendo los restos del “Héroe del Topáter”, ante las autoridades
chilenas y bolivianas.
El 19 de marzo, ante la nutrida presencia de la población calameña y de las
autoridades políticas, militares y eclesiásticas de Chile y Bolivia, y con 21
cañonazos de fondo, Juan Abaroa Rodríguez procedía a la entrega de la urna con
los restos de su abuelo al representante del Gobierno chileno Alfredo Fábrega
Chellew. Las autoridades bolivianas encargadas de recibir los restos fueron el
cónsul en Calama Miguel Olmos Peñaranda y el general Francisco Arias.
También se efectuó un acto simbólico militar en la frontera, en la población boliviana
de Chiguana, en el sitio que se denominó “Colina Abaroa”, donde el coronel de
Ejército chileno Manuel Rivera izó la bandera boliviana y, en igual gesto, el
general de Ejército boliviano Francisco Arias izó la enseña chilena.
A su paso, ya en territorio boliviano, los restos fueron recibidos con sendos
desfiles y actos cívicos por las poblaciones aledañas al ferrocarril
Ollagüe-Uyuni-Oruro-La Paz. El domingo 23 de marzo de 1952, la urna con los
restos de Eduardo Abaroa Hidalgo ingresaba a la ciudad de La Paz. En las
puertas de la Estación Central del Ferrocarril, la urna fue depositada en un
armón del Regimiento Bolívar 2° de Artillería para iniciar su recorrido
triunfal por las calles de Nuestra Señora de La Paz.
Desde la Estación Central siguió su ruta por las avenidas y calles Manco Kápac,
General Pando, América, plaza Alonso de Mendoza, Evaristo Valle, Comercio y
Catedral Metropolitana. Luego de la misa, siguió su recorrido por el paseo de
El Prado, avenidas Arce y 6 de Agosto, hasta llegar a la plaza Abaroa, adonde
días antes había sido trasladado en tanques y camiones planos, el monumento de
bronce.
La instrucción de los reclutas de las Fuerzas Armadas, enfocada en las marchas
militares para engalanar el recibimiento de los restos de Abaroa, fue un
rotundo éxito.
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