Foto: El famoso destacamento "L" en el Chaco. / Ponencia del periodista y documentalista Jorge Delgado, en
la II Exposición de la Guerra del Chaco. / 12 de junio de 2011 / http://www.opinion.com.bo/opinion/informe_especial/2011/0612/suplementos.php?id=957
La Guerra del Chaco ha sido el escenario para el surgimiento
de un inédito trabajo periodístico en los matutinos y vespertinos de Sudamérica
como de otras latitudes.
Nunca antes como durante este conflicto bélico, el peor
registrado en el continente, la guerra había ocupado tanto la atención de los
titulares de apertura, y tampoco había sido visto antes un despliegue tan
importante de reporteros asignados a misiones periodísticas.
Entre los diarios bolivianos que contaron con redactores en la línea de fuego
destaca el trabajo realizado por El Universal de La Paz, entre cuyas firmas
figuraban Carlos Montenegro, Nazario Pardo y Augusto “El Chueco” Céspedes. El
trabajo del último de los citados se tradujo, a mediados de los 70, en un libro
que acopia gran parte de su trabajo, titulado “Crónicas de una Guerra
Estúpida”.
Entre las descripciones que narra “El Chueco”, existen muchas que escapan al
horror tradicional del combate y se internan en la más alucinante descripción
que se pudo hacer de un escenario perfecto para la muerte en su faceta más
aterradora.
Vivieron en estas líneas, en dramática y extraña proximidad las dos fuerzas que
cambiaban diariamente ráfagas de fuego y palabras, en un comienzo duras y
mordientes, que después fueron adquiriendo un tono cortés y sangriento.
-¡Pilas buenos días! –gritaban al amanecer los soldados bolivianos que
martilleaban al frente enemigo con sus ametralladoras
-¡Bolivianitos, buenas noches! –aullaban los pilas antes de enviar la última
ráfaga del día.
Y por las tardes cuando el soporífero calor imponía una tregua a ambos
partidos, no faltaba un insomne soldado boliviano que turbaba la siesta al
enemigo llamando: -¡Pila! “Piiila! ¡Pilitaaaaaaa!
Hasta que del frente respondían: ¡Qué hay carajo deja dormir! Y se armaba otra
balacera.
Los corresponsales de guerra envían crónicas descarnadas, publicadas luego de
pasar por la mirada vigilante de la censura. Clandestinamente circulaba en
Bolivia el texto “Grandeza y Miseria de Boquerón” escrito por el sargento
periodista Ricardo Suruco. Se destaca el valor de los cercados y la tenacidad
de los sitiadores.
MUJERES EN LA GUERRA
Durante la Guerra del Chaco, el papel de la mujer jugó roles
muy variados. La mujer boliviana era protagonista tanto en el frente de batalla
como enfermeras y auxiliares, y las ciudades.
“En las ciudades la lucha es diferente. En primera fila está la mujer.
Confecciona uniformes, reemplaza a los hombres en las fábricas y en los campos
de cultivo. La ausencia masculina se hace sentir sobre todo en el aparato
productivo nacional. Las mujeres en las ciudades recolectan vituallas y dinero.
Algunas incluso intentan enrolarse para luchar junto a sus amados y hay quienes
se suman a las fuerzas de inteligencia.
En las urbes la población se agolpa alrededor de puestos militares para conocer
la lista de muertos. Rostros de esperanza se mezclan con miradas apagadas por
la verdad. Unos derraman sangre. Otros lágrimas. Todos sufren.
En la línea de fuego, a las enfermeras, les ha tocado vivir los momentos más crudos
de este conflicto. Ellas tenían la triste misión de salvar vidas destrozadas
por la metralla.
Los hospitales de campaña eran vetustas instalaciones en las que los cadáveres
iban sumando con incontrolable rapidez.
Las enfermeras tenían el mandato de atender solamente a los heridos sobre los
que se tenía la certeza absoluta de su sobrevivencia, no así a los soldados que
tenían órganos vitales comprometidos o heridas que por su gravedad ya no
auguraban en el combatiente más vida que la que le permita su triste y dolorosa
agonía.
Entre alaridos espantosos, ellas tenían que también proveer un último consuelo
a los moribundos. Cuando la muerte se acercaba, el soldado rogaba que se
comuniquen con sus familiares y para avisar de su muerte como valiente y no
como cobarde, “dile a mi mamita que la amo”, “dígale...”.
Al hospital de Villamontes llegaban los heridos cuya vida ya no estaba
comprometida; los médicos y las enfermeras vestían batas blancas que no se
parecían en nada a las ropas impregnadas de sangre y purulencia que
caracterizaba a los y las sanitarios en el campo de batalla.
El grueso de la tropa de enfermeras correspondía a las religiosas alistadas
desde diferentes ciudades de Bolivia y a jóvenes voluntarias que se enrolaron
en la más horrible aventura de sus vidas.
DESTACAMENTO “L”
La existencia de un contingente de alegres prostitutas ha
quedado registrado en varias crónicas y documentos emanados del campo de
batalla. Este grupo de mujeres conocidas como “Destacamento L” era dirigido por
una esforzada trabajadora sexual que era conocida como “La Trimotor”, por su
extraordinaria capacidad para atender y despachar soldados, de tres en tres. La
presencia de este destacamento de prostitutas fue al principio de la Guerra un
privilegio de la oficialidad, aunque después el “servicio” se masificó para
beneplácito de los soldados.
En Villamontes se instaló la famosa “Casita Blanca” que era el burdel más
famoso en esta parte del continente. Allí llegaron a prestar sus servicios
mujeres llegadas no sólo desde el interior del país, sino también desde países
vecinos, principalmente Chile y Argentina.
MADRINAS DEL CHACO
Demás está destacar el gran papel que jugaron las Madrinas
de Guerra, una figura nacida en la Primera Guerra Mundial que asignaba a las
madres, enamoradas, tías, hermanas, etc., el rol de proveer al combatiente de
los objetos necesarios para su penosa estadía en el frente.
Cantimploras, frazadas, platos y el más importante de todos para enfrentar las
penurias de la guerra: lápiz y papel para escribir las cartas que generalmente
las recibían exclusivamente las madrinas, en ellas el ahijado de guerra les
enviaba mensajes para unos y otras.
-----------------------
Links relacionados:
No hay comentarios:
Publicar un comentario